– Uhm… -dijo con aire pensativo, pero vio como la ola de entusiasmo desaparecia del rostro de David y dudo-. Es bueno, muy agradable.
Se froto las manos con jubilo como si aquella opinion le aportara la mayor felicidad.
– Creo haber acertado, ?no te parece?
– Todos tus vinos son muy agradables, David.
El nego con la cabeza.
– Todo lo que he hecho hasta ahora ha sido una porqueria. Una copia, una imitacion de otros vinos; un vino de Alsacia de segunda clase. Trate de imitar el Breaky Botton de St. Cuthman o cualquier otro tipo que me parecia bueno. -Sacudio la cabeza y palmeo-. Originalidad. Quiero crear un buen vino ingles, algo diferente, unico. -Formo un circulo con el pulgar y el indice-. Y de produccion limitada; ese es el secreto. La gente hara cola aqui para adquirirlo.
– Si es que pueden resistir el olor de los cerdos.
La miro ofendido y Alex sintio haber hecho aquella observacion.
– De veras… ?de veras te gusto?
Alex asintio.
– Aun me queda un largo camino por recorrer, te das cuenta, ?verdad?
– Si -mintio y le dedico una sonrisa de animo.
David parecio aliviado.
– Sabia que lo harias; aun cuando no captaras otras cosas en el tiempo que estuviste casada conmigo, al menos aprendiste a conocer un buen vino.
Alex sonrio de nuevo, dandole animos.
– Creo que Fabian hubiera estado orgulloso de este vino. Estuvo aqui el ano pasado, durante la vendimia; me ayudo a recoger estas uvas. Sera algo especial, ?no?
Alex afirmo con un gesto.
– ?Chardonnay! -exclamo David mirando el techo y despues repitio la palabra con mas fuerza, con claridad, como un predicador de la Biblia en su pulpito-. ?Chardonnay!
La palabra resono con su eco por todo el frio y humedo granero. Los dientes de David brillaron entre su barba con una expresion maniaca.
Alex se estremecio al darse cuenta de que en esos momentos, de repente, su marido le parecia un completo extrano.
– Montrachet, Corton Charlemagne. -David se beso la punta de los dedos.
– Tengo que hablar contigo -dijo Alex.
– Puedo producir veinticinco mil botellas este ano; no esta mal, ?verdad?
– Tengo que hablar contigo, David -insistio.
Su marido extendio las manos.
– Mira, mira esto.
Alex vio la suciedad de sus unas y en los poros de la piel.
– Cuando vivia en Londres acostumbraba a ir a la manicura, ?te acuerdas?
Alex respondio afirmativamente.
– Mis manos eran muy bonitas… pero todo lo que hacia con ellas no valia nada. Ahora mis manos estan sucias, pero con ellas creo una gran belleza. ?No es maravilloso este vino?
– Si. Y espero que todo resulte bien para ti. ?Podemos ir a la casa para hablar?
– Claro. -Tomo el vaso de Alex y se dirigio a la puerta; se detuvo en el camino para dar un golpecito carinoso a un gran tanque de acero inoxidable.
– Para la fermentacion -explico con orgullo-. Ningun otro cosechero en Inglaterra tiene otro como este.
Miro a Alex y ella le devolvio la mirada con sus tristes ojos pardos. Este era el mundo por el que habia rechazado Londres, su vida de ejecutivo, su elevado sueldo, sus rapidos automoviles deportivos, sus trajes caros y elegantes y sus caras manicuras; pero el lo habia dejado todo para hacer lo que le gustaba en ese frio edificio con su acre olor, sus maquinas extranas, los vinedos, las ovejas y la soledad.
– ?Eres feliz? -le pregunto.
– Estoy haciendo lo que me gusta.
– Pero ?eres feliz?
Se encogio de hombros y siguio andando. Ella lo siguio fuera del edificio a la clara luz del dia, cruzo el patio con el olor a barro, a perros y a estiercol y se agacho detras de su marido para cruzar la baja puerta de entrada de la casa.
Lleno de agua la cafetera en el grifo del fregadero de piedra y lo puso sobre el hornillo de gas. Alex se sento junto a la mesa de pino e instintivamente aparto algunas migas de pan con la palma de la mano.
– ?Quieres comer algo?
Ella movio la cabeza y tiro las migajas en una gran bolsa de papel marron que servia de cubo de la basura.
– Me alegro mucho de verte. Hacia mucho tiempo que no venias por aqui.
Vio el monton de platos y fuentes sucias sobre el fregadero y sonrio.
– Deberias comprarte un lavavajillas.
David movio la cabeza.
– No sirven para lavar los vasos de vino, dejan residuos en el fondo.
– Pones las cosas dificiles.
– Despues del anochecer no suelo tener mucho que hacer, asi que puedo lavar la vajilla.
La cafetera produjo un debil silbido, «como un suspiro», penso Alex, quien le dijo a David:
– Fui a ver a un medium.
Cuidadosamente, seco con un trapo una taza alta y miro a Alex.
– ?Y bien?
– Se puso en contacto con Fabian.
David dejo la taza y saco una lata de tabaco de su bolsillo.
– Ya se cuales son tus sentimientos sobre el tema, pero es posible que hayan sucedido algunas cosas, algunas cosas muy extranas.
– ?Que tipo de cosas?
Alex contemplo el viejo reloj de madera que habia sobre una estanteria: las cuatro y quince.
– ?Es esa hora? -pregunto con voz debil mirando su propio reloj para confirmarlo.
– Normalmente va unos minutos adelantado.
– Tenia que estar en Penguin a las cuatro. -Movio la cabeza.
David se la quedo mirando.
– ?Era importante?
– Me costo un mes arreglar el asunto.
– ?No puede ir nadie en tu nombre?
– No.
– Pensaba que tenias algunos buenos colaboradores.
– Asi es, pero en esta ocasion tenia que estar yo personalmente. -Miro su reloj-. Tendre suerte si estoy alli a las seis.
Se dio cuenta de que estaba culpando a David, como si fuera el la causa de que se hubiera olvidado de su cita, de que estuviera alli, en aquella sucia cocina, en medio de una maldita tierra de nadie, y de que, posiblemente, hubiera estropeado uno de sus mejores negocios.
– ?Puedo usar tu telefono? -dijo docilmente.
– No tienes que preguntarme, la mitad es tuyo.
– No quiero un discurso -replico con acritud-, solo usar este jodido… -Se detuvo y se mordio el labio; no tenia razon para ponerse furiosa ni para culpar a David… ni a nadie.
David sonrio cuando Alex colgo el telefono.
– Eres muy convincente -comento.
– Creo que he salvado el negocio. -Metio las manos en los bolsillos de su abrigo.