sido…? ?Le seria posible verlo ese dia, en seguida, o se tropezaria con una rigida secretaria almidonada que la haria esperar tres meses antes de conseguirle hora para una visita? Recordo que en Londres tenia bastante fama y una abundante clientela. Trato de recordar como era Saffier en persona, pero solo pudo conseguir que su rostro se le apareciera como envuelto en una espesa niebla. Recordo hasta que punto habia dependido de el, que le habia dado esperanza cuando todos los demas medicos le aconsejaban que se fuera olvidando de su intencion de tener un hijo con su marido. Ellos dos nunca podrian tener un hijo salvo que fuese adoptado. Su recuerdo se iba haciendo mas claro: su voz, con un ligero acento apenas perceptible, su permanente bronceado, el rostro firme y hermoso, hacian de el un centroeuropeo de aspecto atractivo, un hombre afable, con una chispa de simpatia en los ojos y el cabello corto y bien cuidado, tenido para que se adecuara a su rostro sometido a una operacion de estirado de piel; sus elegantes trajes y corbatas, que destacaban demasiado con sus zapatos blancos. Siempre llevaba zapatos blancos. En el mercado, Alex jamas le hubiera comprado un coche de segunda mano, pero en la Wimpole Street era su idolo, su dios.
Con motivo del nacimiento de Fabian le enviaron un regalo, una caja de champan. Se pregunto si Saffier recordaria a aquella joven a la que veintiun anos antes habia ayudado a ser madre. ?Le permitiria ver los archivos? ?Los conservaba todavia? Se iba a adelantar para pulsar el timbre, cuando en ese mismo momento la puerta se abrio. Alzo los ojos y, con la mayor sorpresa, se encontro frente a Otto, que la miraba fijamente.
Retrocedio parpadeando, confusa y trato de enfocar su mirada. Vio su cabello peinado hacia atras, los cortes que aun tenia en el rostro, los cardenales, las marcas de la viruela, la nariz ganchuda y los ojos burlones.
– Buenas tardes, senora Hightower -la saludo-. ?Quiere pasar?
«Me estoy volviendo loca -penso Alex-. Sin saber como me he dirigido a Cambridge por equivocacion y he llegado a la habitacion de Otto. -Volvio la cabeza y miro sobre su hombro. La puerta seguia abierta, el camino de entrada continuaba alli, lo mismo que el chofer del Daimler, que en aquel momento pasaba la pagina de su periodico-. ?Estoy en el centro de Cambridge? ?Es posible que estos campos esten en el centro de Cambridge?»
Lo siguio y entro en el enorme recibidor cuyo pasamanos estaba adornado con una sucesion de horribles gargolas. No, esta no es su habitacion, su habitacion no era asi. Una armadura completa montaba guardia en posicion de firmes al pie de la escalera y Alex, con un estremecimiento, aparto su mirada de las oblicuas aberturas para los ojos en el visor. Las armaduras siempre la habian asustado.
– No asistio al servicio -le dijo Otto.
Oyo el murmullo de voces en una habitacion proxima. Podia percibir el olor del jerez, del humo de los puros. ?Estaba en un comedor? ?Estaba en un comedor de la Universidad de Cambridge?
– ?Al servicio? -repitio ella como un eco suave. Otto se habia vestido con elegancia, aunque fuera una rara elegancia, con un traje gris oscuro y una corbata negra de punto-. ?Has estado en la iglesia, Otto?
«?Sus ojos! ?Oh, Dios mio, deja de sonreir, deja de mirar de ese modo!»
Una mujer aparecio frente a ella, pequena, vestida con uniforme negro y delantal blanco, que llevaba algo en las manos.
– ?Seco o semi, senora?
– Seco, por favor.
Alex tomo la copa, sintio su peso, que desaparecio casi de repente. Se produjo un ruido que le parecio distante, como muy lejos de alli.
– No se preocupe, senora. Ire a buscar un trapo. Tome otra copa, por favor.
Alex tomo la copa, sujetandola con ambas manos, y la mantuvo pegada a su cuerpo como si fuera un bebe recien nacido.
Otto sonrio, su sonrisa de superioridad.
– Desde luego, pense que estaria aqui.
Enigmas. Enigmas por todas partes; el mundo entero se habia convertido en un gigantesco enigma. Se bebio el jerez, seco, con sabor a nueces, que le calento el estomago; fue a beber de nuevo y se dio cuenta de que habia vaciado la copa.
– No entiendo nada.
«Deja de sonreir, por amor de Dios, deja de sonreir. Piensa, comportate como un ser racional, calmate.»
– Pense que esta era la casa del doctor Saffier.
– Lo era. -La respuesta le llego directamente, como el golpe de rebote de una pelota golpeada con fuerza.
– Yo… -Alex miro su copa vacia y sonrio nerviosa-. Me ha sorprendido encontrarme aqui contigo.
Los ojos de Otto la miraron con aire de suficiencia, sonrientes, burlones.
Alex vacilo, tratando de encontrar las palabras, tratando de unirlas entre si.
– ?Sabes donde… donde? -Miro de nuevo la corbata negra. Corbata negra, traje gris. Corbata negra-. ?Adonde se ha mudado el doctor Saffier?
Los ojos le devolvieron la sonrisa, como si se riera de ella, y despues, en silencio, su boca se unio a la risa.
– Si, seguro.
– Yo no sabia que tu… que tu lo conocieras.
– Yo conozco a mucha gente, senora Hightower.
– ?Otro jerez, senora?
Tomo la copa de la bandeja, sosteniendolo con firmeza, y dejo en ella la vacia.
– ?Le gustaria conocer a algunos de ellos?
– ?Algunos de quienes?
– De los parientes o de los amigos del doctor Saffier.
– Bien… -Se encogio de hombros, sorprendida-. Si, supongo que si.
Antes de que terminara de hablar, Otto se habia dado la vuelta y caminaba por el pasillo hacia la habitacion llena de gente.
Era una vasta estancia, de techo elevado, paredes con paneles de madera y cubiertas con pesados cuadros al oleo, retratos de antepasados, escenas de caza, querubines desnudos, todos ellos de tamano mayor que el natural.
Alex vacilo en el marco de la puerta, observando, entre el humo de cigarros, a los caballeros con sus trajes sobrios y serios: las mujeres con vestidos oscuros y tocadas con sombrero o velos; la camarera con su bandeja de bebidas se abria paso entre ellos como un nativo en la jungla.
– Le presentare al hermano del doctor Saffier -dijo Otto, llevando a Alex hacia un grupo de tres personas.
Un anciano fragil de cabello blanco y rostro huesudo, casi esqueletico, le tendio la mano, llena de las marcas oscuras del enfermo de higado. Su apreton fue mucho mas fuerte de lo que ella habia esperado.
– ?Como esta usted? -la saludo con voz culta, con un levisimo acento centroeuropeo.
– Alex Hightower -se presento al tiempo que pensaba en el poco parecido fisico existente entre los dos hermanos y sin embargo lo semejante de su forma de hablar y del tono de su voz.
El caballero movio la cabeza pensativamente con expresion triste.
– ?Era usted amiga de mi hermano?
?Era? ?Era? Vio que tambien el lucia una corbata negra como el hombre que estaba a su lado.
– Eh… No… fui paciente suya… hace ya mucho tiempo. Me ayudo mucho.
– Si, mi hermano ayudo a mucha gente. -Movio la cabeza-. Y fueron ellos quienes le jugaron la mala faena.
Advirtio la presencia del otro caballero y de la anciana senora que estaba de pie a su lado y cuya conversacion Otto habia interrumpido y se volvio para mirarlos; la pareja la saludo con una leve inclinacion de cabeza y una sonrisa.
– Mi hermana -dijo el hermano del doctor Saffier- y mi cunado, el senor y la senora Templeman.
– ?Como estan ustedes? -los saludo Alex.
La pareja sonrio pero no dijo nada.
Alex estaba comenzando a darse cuenta de lo que ocurria, como si acabara de despertar. Se trataba del regreso de un funeral. ?De quien? ?De quien? El panico comenzo a apoderarse de ella. ?Que no fuera Saffier, por favor! Saffier no.
– Fue todo un montaje -opino la senora indignada, con un acento aun mas gutural que el de su hermano-. La