Alex se giro para mirar a Otto.
– ?Ya ha visto bastante?
– ?Hay algo mas? -pregunto debilmente, temblando.
– Aqui abajo no.
Otto sonrio de nuevo; siempre la misma horripilante sonrisa de suficiencia, y los ojos burlones.
– ?Entonces donde?
– Eso depende de lo que usted quiera saber.
– No uses tus sucios trucos conmigo, Otto.
– Yo no uso trucos.
– ?Quien era John Bosley? ?Como era? ?Como murio?
– Es medico. Pero no creo que haya muerto.
Alex se estremecio y la voz ronca de la sesion volvio a su mente. Las palabras de Bosley:
– Si, esta muerto; lo se.
Otto la miro sarcasticamente y nego con la cabeza.
– No ha muerto.
– ?Como lo sabes? -pregunto, sintiendo que la rabia se apoderaba de ella.
– Ya se lo he dicho. Yo se muchas cosas.
– Bien, esta es una que ignoras.
Otto sonrio.
– ?Quiere su direccion?
Lo miro vacilante. Habia algo misterioso y terrible en la forma en como hablaba.
– ?Cual es?
– Es facil de recordar: Dover Ward, Kent House, Broadmoor.
– ?Trabaja alli de medico?
– Oh, no, senora Hightower. -Otto sonrio-. Es un interno.
Las palabras cayeron pesadamente sobre ella. Un interno… ?Un interno! Hubiera querido escapar de alli, estar en cualquier otro sitio, sola. Lejos de aquellos ojos, de la sonrisa, de la maligna satisfaccion de la sonrisa. Interno. Retretes publicos. ?A que se dedicaba verdaderamente el doctor Saffier? ?Cuanto dano le habia causado a ella y a otros? Jesus! ?Cual habia sido su juego? Fecundarla a ella con el esperma de un criminal lunatico.
– ?Que., por que esta alli, Otto?
Otto se encogio de hombros.
– Asesinatos. No recuerdo cuantos.
– ?A quien? ?Como…? -Le hubiera gustado sentarse, lo deseaba desesperadamente; se apoyo en la mesa, dejando que soportara su peso y trato de pensar con claridad-. ?A quien asesino?
Otto sonrio y se encogio de hombros.
– Mujeres.
– ?Lo sabia Fabian? -pregunto con la vista fija en el suelo.
– Si.
– ?Se lo dijiste tu?
– Como hijo tenia derecho a saber quienes eran sus padres.
Alex se sintio invadida por una ola de rabia, pero se mordio el labio y logro contenerse.
– Fue a visitar a su padre.
Alex lo miro con fijeza.
– Y tu estas convencido de que obraste de modo enormemente inteligente, ?no es eso?
– Su hijo era igual que su padre, senora Hightower. Mucho mas parecido de lo que usted nunca sabra.
Un punal. Era como si Otto mantuviera un punal clavado y lo retorciera en el interior de su cuerpo.
– Fabian era un chico excelente -dijo Alex, desesperada.
Otto miro a la puerta y volvio a sonreir.
– ?Subimos y nos reunimos con los demas?
CAPITULO XXV
Alex condujo colina arriba por la concurrida calle Mayor del pueblo; una combinacion poco usual de casas netamente victorianas de ladrillo rojo y modernos edificios urbanos. Mucho dinero. «?Como deben sentirse estas gentes -se pregunto-, viviendo aqui, tan cerca?»
El cartel era igual que cualquier otra senal de trafico y apenas llamaba la atencion: Broadmoor, 1 kilometro.
Sentia que el pulso le latia con gran velocidad, cuando giro para entrar en una carretera mucho mas empinada. El paisaje no parecia el mas adecuado para un establecimiento de ese tipo, demasiado tranquilo, residencial. Alex se pregunto si no se habria equivocado de direccion. Vio a un hombre de edad que cuidaba su jardin y detuvo el Mercedes. Vacilo un momento, azorada, turbada de improviso ante la perspectiva de tener que preguntar el camino, de reconocer frente a un extrano que iba a un lugar como aquel.
– ?Es esta la carretera de Broadmoor?
– Siga en linea recta y vera el cartel indicador.
Alex sintio que se ruborizaba bajo la mirada del anciano. ?Que debia de pensar de las razones que la llevaban alli? ?Habia algo malo en visitar aquel sitio? ?Simplemente en verse asociada con un lugar asi?
La indicacion aparecio de repente detras de un seto vivo: «Hospital de Broadmoor. Particular», gris con letras en blanco y rojo. Entro en una carretera bordeada con prados de hierba muy cuidada. «Camino privado. Patrullado por guardas.»
A unos cuantos metros de alli, sobre la colina, rodeo una curva y dejo escapar una exclamacion:
– Jesus!
El macizo muro de ladrillo rojo reforzado y el enorme edificio Victoriano, tambien de ladrillo rojo, de la institucion, con sus ventanas protegidas con fuertes rejas y el tejado inclinado, que se alzaba tras el, resultaban realmente impresionantes y se extendia como si se prolongara hasta el infinito. Una elevada torre de ladrillo rojo, con una pasarela para la guardia, una veleta y una gran antena de radio sobre ella. El muro se extendia hasta perderse de vista. El muro. Se estremecio. Bosley estaba alli, en alguna parte. El padre de su hijo.
De pronto se encontro frente a un laberinto de caminos, senales y triangulos de cesped bien cuidados: «Club de Miembros. Acceso a la entrada principal, solo para recogidas, entregas y urgencias. Campo de cricket.» Senales. Senales por todas partes. Todo perfectamente etiquetado. ?Le habian colocado tambien una etiqueta a John Bosley? «Carretera de Broadmoor Alto. Mirador. Colina del Capellan. Conduzca con precaucion. Rampas de velocidad controlada.» Miro a su alrededor, sorprendida, buscando el nombre de la carretera que se le habia indicado que debia seguir. Lo vio, a su derecha: Kentingern Road.
Siguio el camino y se alejo del muro; dejo atras un prado inclinado en el que se alzaban dos abetos y una pequena estatua que representaba a un angel alado. «Salvacion», penso contemplandola sorprendida. Despues vio la casa, Redwoods. Una casa amplia, moderna, de ladrillos que se alzaba de espaldas a la carretera, detras de otros triangulos de cesped, con un aparcamiento frente a ella.
Antes de que ella descendiera de su automovil, se abrio la puerta de la casa y aparecio el capellan, un hombre robusto, de mediana edad, con el cabello gris y una expresion amable en el rostro; vestia con un traje negro de corte convencional, con el cuello blanco de sacerdote y calzado con sandalias, segun pudo darse cuenta. Sus gafas se estaban oscureciendo a la luz del sol y ocultaron sus ojos.
– ?La senora Hightower?
Afirmo con la cabeza y la mano del capellan envolvio la suya, calida, firme, confortante.
– ?Encontro bien el camino?
– Si, muchas gracias.
El hombre miro su reloj.
– Me temo que hemos de ser breves… Desgraciadamente uno de nuestros pacientes ha sufrido un grave