Dieciseis meses atras, habia cargado esa arma con la intencion de matarse y terminar realmente con su dolor. Lo unico que lo habia mantenido vivo era que no queria darles la satisfaccion de saber que le habian debilitado hasta ese punto.
No, era mas fuerte que eso. Habia venido solo a este mundo, y solo se quedaria y se defenderia hasta el dia en que Dios tuviera a bien sacarlo de alli. Que lo condenaran si se dejaba vencer por dos insignificantes basuras de pacotilla. No habia salido de la pobreza con tanto trabajo y llegado hasta donde estaba, para abandonarlo todo por unos bastardos hipocritas.
“La confianza del inocente es la herramienta mas util del mentiroso”. Aidan se estremecio al recordar la cita de su novela favorita de Stephen King. Ciertamente habian comprobado que eso era cierto, sin ningun genero de dudas. Y nadie habia sido mas inocente que el en todo esto. Gracias a ellos, su ingenuidad habia sido masacrada en el altar de la traicion.
Pero no mas. Ahora no quedaba nada en el, excepto un hombre tan fuerte que nunca permitiria que nadie se le acercara tanto. Habia desterrado toda la confianza. Desterro toda la ternura. Ahora le devolveria al mundo lo que este le habia dado.
Ira, odio y veneno. Y por eso era que mantenia sus caras sonrientes en la repisa. Para recordarse lo hipocritas que eran todos.
Aidan hizo una pausa al escuchar un ligero golpeteo. Sonaba como alguien en su puerta…
No. No era posible. Estaba demasiado lejos de todo. Por la vieja y apartada carretera de tierra que llevaba a su cabana de troncos nunca subia nadie. Inclino la cabeza, volvio a escuchar, pero el sonido parecio desvanecerse.
Resoplo.
– Si, genial, ahora estoy oyendo cosas.
Aidan dio un paso, escucho el golpeteo otra vez.
Tal vez algo se habia soltado. Cambio de direccion y regreso a su habitacion.
– ?Hola?
Maldijo hacia la amortiguada voz femenina. Maldicion. Lo ultimo que queria en su montana era una mujer. Grunendo, abrio la puerta de golpe encontrandose un bulto blanco y tapado en el escalon de su porche.
– Salga de mi propiedad.
– P-p-por favor. Me estoy congelando y mi automovil se averio. Necesito llamar para pedir ayuda.
– Entonces use su telefono movil- Le cerro la puerta de golpe en la cara.
– No tengo cobertura aqui-. La voz era debil, y su suavidad lo atraveso.
– Por favor. Me estoy helando. ?Por favor, ayudeme!.
Pero sin importar lo mucho que su ira lo estaba carcomiendo y que su voz interior lo llamara estupido, no podia dejarla ahi fuera para que se muriera.
– Diez minutos – gruno cuando abrio la puerta -. Exactamente. Despues la quiero fuera de mi casa.
– Gracias- dijo ella, pasando al interior.
Aidan mantuvo el labio torcido mientras la observaba avanzar lentamente hacia el fuego. Ella dejo un rastro de nieve en el suelo de parque.
– No ensucie la casa.
– Lo siento – dijo ella, su voz todavia distorsionada por la bufanda de lana rosa que se habia puesto sobre la boca y la nariz. Todo lo que podia ver de su cara eran un par de ojos de un tono de azul tan palido que practicamente brillaban-. Realmente hace frio fuera.
– Como si me importara -dijo Aidan en voz baja antes de moverse para coger su telefono movil de la encimera. Volteo hacia ella y se lo tendio-. Que sea rapido.
Ella se saco los guantes de piel blanca dejando ver unas delicadas manos de color rosa brillante a causa del frio. Temblando, se bajo la bufanda.
Aidan contuvo la respiracion cuando vio su rostro, y una oleada de lujuria lo bombardeo. De huesos finos y aristocraticos, era hermosa. Pero mas que eso, era la misma mujer que habia visto en el sueno la noche anterior, la que habia detenido la lluvia.
Que jodidamente raro…
Sin una palabra, ella cogio el telefono de su mano y marco.
Se quedo inmovil mirandola. ?Que probabilidad habia que una persona desconocida saliera de sus suenos y se presentara ante su puerta necesitando un telefono? Especialmente la mujer cuyo rostro lo habia estado persiguiendo todo el dia.
Ella cerro el telefono, y se lo dio.
– El suyo tampoco funciona.
– Tonterias. -Lo abrio, y entonces se dio cuenta que tenia razon. No tenia senal. Perplejo, lo miro con el ceno fruncido-. Estaba bien hace un minuto.
Ella se encogio de hombros antes de regresar al fuego.
– Parece que los dos estamos sin suerte.
– No estoy sin suerte. Vivo aqui. Usted es la que esta jodida, porque no se va a quedar.
Ella lo miro boquiabierta con incredulidad.
– ?Realmente me echaria de su casa en medio de una ventisca?
El se burlo.
– No hay… -Su voz se corto cuando miro afuera y se dio cuenta que ella tenia razon. Habia una capa completamente blanca que impedia la vision.
?Cuando habia sucedido eso?
– Jodidamente increible -gruno. Por otra parte, asi era su suerte. Su tio siempre le habia dicho que habia nacido bajo una mala estrella. El hombre habia tenido mas razon de la que ninguno de los dos habia imaginado nunca.
Ella giro los atormentados ojos hacia el.
– ?Debo marcharme?
Pero incluso despues de todo lo que habia soportado, no era capaz de causarle la muerte. A diferencia de el, probablemente ella si tenia alguien ahi fuera que llorara sinceramente su muerte. ?Bien por ella!
Ella le lanzo una mirada que rivalizaba con la congelante temperatura del exterior antes de cubrirse de nuevo la cara con la bufanda y dirigirse hacia la puerta.
– No sea estupida -gruno-. No puede salir ahi fuera.
Ella lo barrio con una mirada severa, luego bajo la bufanda.
– No me gusta quedarme donde no soy querida.
– ?Asi que quiere que mienta? -Paso a la actuacion que le habia hecho ganar varios Premios de la Academia -. Oh, nena, por favor quedate conmigo y no te marches. Te necesito aqui. No puedo vivir sin ti.
Leta enarco una ceja ante sus palabras, que carecian del tono sarcastico que estaba segura yacia bajo ellas. Que poco sabia el lo verdaderas que eran. La necesitaba aqui porque era lo unico que se interponia entre el y la muerte.
– ?Que bonito! ?Practicas mucho esas lineas?
– No realmente. Normalmente le digo a la gente que se vallan a la mierda y se mueran.
– Ooo -dijo en un tono seductor-. Eso me pone la piel de gallina por todas partes. Adoro cuando un hombre me halaga.
– Apuesto a que si. -Rascandose el menton, le indico el perchero de madera al lado de la puerta-. Puedes colgar ahi tu abrigo hasta que la tormenta o el telefono se aclaren.