Nikolayevna se despedia de su madre y su marido que se marchaban al trabajo, y de Nadia, que iba a la escuela. La primera en partir era su madre, que trabajaba como quimica en el laboratorio de una conocida fabrica de jabones de Kazan. Al pasar por delante de la habitacion de su yerno, Aleksandra Vladimirovna a menudo le repetia la misma broma que habia oido contar a los obreros en la fabrica: «Nosotros, los patronos, tenemos que estar en el trabajo a las seis, los empleados a las nueve».
Despues de ella era Nadia la que se iba caminando a la escuela, aunque, hablando con propiedad, no iba caminando, sino que salia al galope porque no habia habido manera de hacerla levantar a tiempo de la cama, y en el ultimo minuto saltaba de la cama, cogia las medias, la chaqueta, los libros, los cuadernos, se atragantaba con el te al desayunar y, corriendo escaleras abajo, se anudaba la bufanda y se enfundaba el abrigo.
Cuando Viktor Pavlovich se sentaba a desayunar despues de que Nadia hubiera salido, la tetera ya se habia enfriado y tocaba calentarla de nuevo.
Aleksandra Vladimirovna se enfadaba cuando Nadia decia: «Ojala nos fueramos de este agujero del diablo». Nadia ignoraba que en epocas anteriores Derzhavin habia vivido en Kazan, al igual que Aksakov, Tolstoi, Lenin, Zinin, Lobachevski, y que Maksim Gorki habia estado trabajando alli en una panaderia.
– ?Que demencia senil! -exclamaba Aleksandra Vladimirovna, y aquel reproche sonaba extrano en boca de una mujer vieja dirigido a una adolescente.
Liudmila se daba cuenta de que su madre continuaba interesandose por las personas, por el nuevo trabajo. A la vez que aquella fuerza de espiritu de su madre le suscitaba admiracion, un sentimiento completamente diferente anidaba en ella: ?como podia, en medio de la desgracia, interesarse por la hidrogenacion de grasas, por las calles y museos de Kazan?
Y un dia que Shtrum hizo un comentario a su mujer a proposito de la juventud de espiritu de su suegra, Aleksandra Vladimirovna, Liudmila no pudo reprimirse y le contesto:
– No es juventud lo de mama, sino egoismo de vieja.
– La abuela no es una egoista, es una populista -se entrometio Nadia y anadio-: Los populistas son buena gente, pero no demasiado inteligentes.
Nadia expresaba sus ideas de manera categorica y, presumiblemente por culpa de su eterna falta de tiempo, de manera sintetica.
– Tonterias -decia haciendo enfasis en la «r».
Seguia los boletines de la Oficina de Informacion Sovietica, estaba al tanto de las operaciones militares e intervenia en las conversaciones sobre politica. Despues de pasar un verano en un koljos1, Nadia habia explicado a su madre las causas de la escasa productividad koljosiana.
Nunca ensenaba las notas a su madre y solo una vez le confeso, asombrada:
– ?Sabes? Me han puesto un notable en comportamiento. Imaginate, la profesora de matematicas me expulso de clase. Y yo, al salir, le grite goodbye; todos los de la clase se echaron a reir.
Como muchos hijos de familias acomodadas, que antes de la guerra no habian conocido las preocupaciones materiales, durante la evacuacion en Kazan Nadia hablaba constantemente de las raciones, de los meritos y defectos del sistema de distribucion; conocia las ventajas del aceite vegetal respecto a la manteca, los aspectos positivos y negativos del grano partido, por que eran mas practicos los terrones de azucar que el azucar en polvo.
– ?Sabes que? -le decia a su madre-. He decidido que a partir de hoy me des el te con miel en lugar de con leche condensada. Creo que es mas beneficioso para mi, y a ti tanto te da una cosa que otra.
A veces Nadia se volvia desagradable, soltaba groserias con una sonrisa de desprecio a sus mayores. Un dia, en presencia de su madre, dijo a su padre:
– Eres idiota -y lo dijo con tanto rencor que Shtrum se quedo contrariado.
A veces la madre veia que Nadia lloraba al leer un libro. Se consideraba un ser desdichado y retrasado, condenado a una vida vacia y penosa.
– Nadie quiere ser mi amigo, soy estupida, no le intereso a nadie -dijo un dia en la mesa-. Nadie se casara conmigo. Acabare mis estudios de farmacia y me ire al campo.
– En los villorrios no hay farmacias -observo Aleksandra Vladimirovna.
– Por lo que respecta al matrimonio tu pronostico es demasiado lugubre -dijo Shtrum-. Ultimamente te has puesto muy guapa.
– Me da lo mismo -dijo Nadia mirando a su padre con rabia.
Aquella noche la madre vio como su hija, sosteniendo un libro delgado con el brazo desnudo y escualido que le asomaba de debajo de la manta, leia poesia.
En una ocasion trajo de la tienda restringida de la Academia una bolsa con dos kilos de mantequilla y un paquete grande de arroz, y dijo:
– La gente, yo incluida, es canalla e infame: todos se aprovechan de la situacion. Tambien papa cambia su talento por mantequilla. Como si las personas enfermas, las poco instruidas y los ninos debiles tuvieran que vivir muertos de hambre porque no entienden de fisica o no pueden cumplir el trescientos por ciento de un plan… Solo los elegidos pueden atiborrarse de mantequilla.
Y durante la cena, solto con tono provocativo:
– Mama, quiero racion doble de mantequilla y miel. Esta manana no tuve tiempo de desayunar.
Nadia se parecia en muchos aspectos a su padre. Liudmila Nikolayevna notaba que Viktor Pavlovich se irritaba particularmente ante aquellos rasgos de su hija que ambos compartian.
Un dia, Nadia, imitando la entonacion de su padre, dijo acerca de Postoyev:
– ?Bribon, inepto, artero!
Shtrum se indigno.
– ?Como tu, todavia una estudiante de tres al cuarto, te atreves a hablar asi de un academico?
Pero Liudmila recordaba que cuando Viktor estudiaba decia de muchos famosos academicos: «?Nulidad, mediocre, arribista!».
Liudmila Nikolayevna entendia que para Nadia la vida no era facil, tenia un caracter complicado, solitario y dificil.
Despues de la marcha de Nadia, Viktor Pavlovich tomaba el te. Bizqueaba los ojos mientras leia un libro, tragaba sin masticar, ponia una cara estupidamente sorprendida, buscaba el vaso a tientas, sin apartar los ojos de su lectura, y decia:
– ?Me puedes servir otro te? Mas caliente, a ser posible.
Ella conocia todos sus gestos: ahora empezaba a rascarse la cabeza, ahora abombaba los labios, ahora se mondaba los dientes torciendo la boca. Y le decia:
– Por Dios, Vitia, dime ?cuando piensas ir a arreglarte los dientes?
La mujer sabia que si se rascaba o abombaba los labios era porque pensaba en su trabajo y no porque le picara la cabeza o la nariz. Sabia que si le decia: «Vitia, ni siquiera escuchas lo que te digo», el, sin levantar la mirada del libro, responderia: «Lo he escuchado todo, incluso puedo repetirtelo: “Vitia, ?cuando piensas ir a arreglarte los dientes?”», y de nuevo se sorprenderia, tragaria, pondria cara de esquizofrenico; aquello significaba que, mientras examinaba la obra de un fisico famoso, estaba de acuerdo en ciertos puntos, pero no en otros. Despues Viktor Pavlovich permaneceria largo rato inmovil; luego empezaria a balancear la cabeza, con aire resignado, triste como los viejos, con la misma expresion en la cara y en los ojos que suelen tener las personas que padecen de un tumor en el cerebro. Y de nuevo Liudmila Nikolayevna acertaria: Shtrum estaba pensando en su madre.
Y mientras tomaba el te, pensaba en el trabajo y suspiraba presa de la angustia, Liudmila Nikolayevna miraba los ojos que ella besaba, los cabellos ensortijados que ella acariciaba, los labios que la besaban, las pestanas, las cejas, las manos con dedos pequenos, fragiles a los que cortaba las unas, diciendo:
– ?Ay, que descuidado eres!
Lo sabia todo de el. Conocia sus lecturas infantiles en la cama antes de dormir; su cara cuando iba a lavarse los dientes; su voz sonora, un poco tremula, cuando, ataviado de gala, empezaba su conferencia sobre la radiacion de neutrones. Sabia que le gustaba el borsch ucraniano con judias, que gemia suavemente cuando se cambiaba de lado mientras dormia. Sabia que gastaba rapido el tacon de la bota izquierda y que ensuciaba los punos de las camisas; sabia que le gustaba dormir con dos almohadas; conocia su miedo secreto a atravesar las plazas de las ciudades; conocia el olor de su piel, la forma de los agujeros en sus calcetines. Como canturreaba cuando tenia hambre y esperaba la comida, que forma tenian sus unas de los dedos gordos del pie, el diminutivo con el que le llamaba su madre cuando tenia dos anos; su modo de caminar arrastrando los pies; los nombres de los ninos con