– No sirven para nada. Queman los uniformes y el piojo adquiere un color mas sano. Bah, cuando estabamos en Penza, en la reserva, ?aquello si era vida! Ni siquiera iba al comedor. Me daba de comer la duena de la casa, una mujer que aun no era vieja, apetitosa. Podia banarme dos veces por semana y bebia cerveza cada dia.
– ?Que le vamos a hacer? -pregunto Darenski-. Estamos lejos de Penza.
El capitan lo miro con aire serio y le susurro en tono confidencial:
– Hay un buen metodo, camarada coronel: el rape. Coges un poco de polvo de ladrillo, lo mezclas con el rape, y luego espolvoreas tu ropa interior. El piojo comienza a estornudar, se hincha, salta y se rompe la cabeza contra el ladrillo.
Tenia una expresion tan seria que Darenski tardo un momento en comprender que el capitan le estaba gastando una broma.
En pocos dias Darenski oyo contar decenas de chistes sobre el mismo tema. El folclore del piojo era rico.
Ahora su cabeza estaba ocupada noche y dia por infinidad de problemas: comida, colada, cambio de uniforme, polvos, exterminacion de piojos por medio de una botella ardiente, congelamiento de los mismos. Incluso habia dejado de pensar en mujeres y le vino a la mente el proverbio que circulaba entre los prisioneros de los campos: «Viviras y mujer no querras».
59
Darenski paso el dia en las posiciones de la division de artilleria. Durante toda la jornada no habia oido ni un disparo, ni un avion se habia perfilado en el horizonte.
El comandante de la division, un joven kazajo, le habia dicho con una pronunciacion nitida, sin el menor rastro de acento:
– El ano que viene tengo la intencion de cultivar melones; vuelva para probarlos.
El comandante de la division no se encontraba a disgusto por estos lugares: bromeaba dejando al descubierto su dentadura blanca, se desplazaba sobre sus piernas cortas y torcidas adentrandose en la arena y miraba con simpatia a los camellos atados en grupo, cerca de las casuchas cubiertas con trozos de papel alquitranado.
El buen humor del joven kazajo irritaba a Darenski que en su deseo por estar solo, regreso a las posiciones de la primera bateria, aunque ya habia estado alli ese mismo dia.
Salio la luna, increiblemente grande, mas negra que roja. A medida que adquiria un tono morado, se alzaba en el negro transparente del cielo y, bajo su luz iracunda, el desierto nocturno, los morteros, los fusiles antitanque y los largos tubos de los canones cobraban un nuevo aspecto, inquietante y amenazador.
A lo largo de la carretera avanzaba a ritmo lento una caravana de camellos enganchados a unos crujientes carros misticos, cargados de cajas de obuses y heno. Era una escena insolita: los tractores, el camion con la tipografia del periodico del ejercito, la torre delgada del radiotransmisor, los largos cuellos de los camellos y su paso ondulante y ligero que creaba la ilusion de un cuerpo sin huesos, hecho de goma.
Los camellos pasaron y dejaron tras de si en el aire gelido el olor a heno tipico del campo. La misma luna enorme, mas negra que roja, se encaramaba por el cielo de las llanuras desiertas donde habian combatido las huestes del principe Igor. La misma luna brillaba cuando las hordas persas marchaban hacia Grecia, cuando las legiones romanas irrumpieron en los bosques germanicos, cuando los batallones del primer consul vieron caer la noche a los pies de las piramides.
La mente del hombre, cuando vuelve la vista atras, filtra siempre con el tamiz de la memoria los grandes acontecimientos del pasado, y elimina los sufrimientos de los soldados, sus angustias, la tristeza. Solo perdura el recuerdo vacio de como estaban organizadas las tropas que se alzaron con la victoria y como estaban dispuestas aquellas que sufrieron la derrota, el numero de catapultas, balistas, elefantes, canones, blindados o bombarderos que participaron en la batalla. En la memoria se conserva el recuerdo de como el sabio y afortunado caudillo inmovilizo el centro y golpeo el flanco, y de como las tropas de reserva emergiendo de detras de las colinas, decidieron el curso de la contienda. Eso es todo, si nos dejamos en el tintero como el afortunado caudillo, de regreso a la patria, fue declarado sospechoso de querer derrocar a su soberano, y pago la salvacion de su patria con la cabeza o, si tuvo suerte, con el exilio.
Pero he aqui el cuadro del antiguo campo de batalla que pinta el artista: una luna enorme y palida suspendida a poca altura sobre el campo de la gloria; los heroes, con los brazos cubiertos sobre el pecho, yacen sobre el terreno; las cuadrigas destrozadas o los tanques incendiados estan esparcidos por el campo de batalla. Y ahi estan los vencedores, con ropa de camuflaje y metralleta en bandolera, casco romano rematado con un aguila de bronce o con un gorro de piel de granadero.
Darenski, con la cabeza hundida entre los hombros, estaba sentado sobre una caja de obuses y escuchaba el dialogo de dos soldados, acostados bajo sus capotes al lado de sus armas. El comandante de la bateria y el instructor politico habian ido al cuartel general de la division, y el coronel, representante del Estado Mayor del frente (los soldados se habian informado sobre Darenski), parecia profundamente dormido. Los soldados fumaban con fruicion los cigarrillos que habian liado a mano y dejaban escapar volutas de humo.
Saltaba a la vista que eran amigos; les unia aquel sentimiento que siempre distingue a la verdadera amistad, seguros de que cada acontecimiento de la vida de uno, por nimio que fuera, siempre era importante e interesante para el otro.
– ?Y entonces? -pregunto uno fingiendo mofa e indiferencia.
Y el segundo, simulando apatia, respondio:
– ?Es que acaso no lo sabes? Me duelen los pies, no se puede andar con unas botas asi.
– Bueno, ?y entonces?
– Pues aqui me tienes con las mismas botas viejas. No voy a andar con los pies descalzos, ?no?
– Total, que no te ha dado las botas -replico el otro, y en su voz ya no habia ni rastro de ironia o indiferencia, sino un vivo interes.
Luego la conversacion giro en torno a sus hogares.
– ?Que me escribe mi mujer? ?Que quieres que me diga? Falta esto, falta lo otro, si no esta enfermo el nino, lo esta la nina. Ya sabes como son las mujeres.
– La mia, por si fuera poco, me escribe esto: vosotros, en el frente, teneis vuestra racion, mientras que aqui se puede decir que nos morimos por las restricciones de la guerra.
– ?La inteligencia femenina! -solto el primer artillero-. Estan en la retaguardia y no logran comprender que ocurre en primera linea. Solo ven tus raciones.
– Asi es -confirmo el segundo-. No ha conseguido queroseno y piensa que no puede suceder nada mas tragico en el mundo.
– Claro, es mas duro esperar en la cola para comprar queroseno que rechazar los tanques alemanes en el desierto con botellas vacias.
Hablaban de tanques, aunque los dos sabian muy bien que no se habian producido ataques de carros blindados por alli cerca.
Interrumpiendo la eterna discusion de quien se lleva la peor parte en la vida, si el hombre o la mujer, uno de ellos dijo con voz vacilante:
– La mia esta enferma, tiene una lesion en la columna vertebral y si levanta algo pesado tiene que pasar una semana en cama.
Una vez mas la conversacion parecia tomar un rumbo totalmente diferente y se pusieron a hablar del desierto, de aquel lugar maldito sin agua.
El que estaba mas cerca de Darenski dijo:
– No hay malicia en lo que escribe, es que no lo entiende.
Y el otro, para retirar las duras palabras que habia dicho contra las mujeres de los soldados, pero al mismo tiempo para confirmarlo:
– Claro. Solo lo ha hecho por estupidez.
Despues de fumar un rato en silencio, se pusieron a valorar los pros y los contras de las maquinillas de afeitar y los machetes, hablaron de la nueva chaqueta del comandante de bateria y de que, por dura que fuera la vida, uno siempre tiene ganas de vivir.
– Sabes, cuando iba a la escuela vi un cuadro que se parecia a esta noche: una luna sobre la llanura y cuerpos