Luego volvio a poner la pistola en su sitio.
– Dentro de una semana me habra olvidado.
?Era el quien tema que olvidar, no recordar mas, no mirar atras!
Se acerco a la mesa y releyo la carta'. «Pobrecito mio, querido, amor…». Lo mas temible no eran las palabras crueles, sino las carinosas, las compasivas, las humillantes. Le resultaban totalmente insoportables, hasta el punto de que no podia respirar.
Recordo sus pechos, sus hombros, sus rodillas. Ahi estaba, yendo a reunirse con su miserable Krimov. «?Que puedo hacer yo?» Viaja para verlo, soportando un calor sofocante, el hacinamiento. Alguien le pregunta y ella responde; «Voy a reunirme con mi marido». Y tiene los ojos dulces, mansos y tristes de un perro.
El, en cambio, miraba por la ventana para ver si ella llegaba. Un temblor sacudio su espalda, resoplo, dio un ladrido, se ahogo tratando de reprimir los sollozos que se le escapaban. Recordo que habia ordenado que le trajeran de la intendencia del frente bombones de chocolate para ella; le habia dicho en broma a Vershkov: «Si los tocas te arranco la cabeza».
Y de nuevo balbuceo:
– Mira, Zhenechka, mi amor, lo que has hecho conmigo; al menos apiadate un poco de mi.
Saco bruscamente la maleta de debajo de la cama, cogio las cartas y las fotografias de Yevguenia Nikolayevna, las que habia llevado consigo durante tantos anos; la fotografia que le habia enviado en su ultima carta y la primera de todas, una fotografia pequena, de carne, envuelta en papel de celofan, y se puso a romperlas con sus dedos grandes y fuertes. Hacia trizas las carras que le habia escrito, y de repente fulguro una frase, y en un fragmento de esa frase aislada, en un trocito de papel, reconocio las palabras que habia leido y releido decenas de veces, que le hacian perder la cabeza. Miraba como desaparecia la cara morian los labios, los ojos, el cuello en las fotografias rotas. Realizaba aquella operacion a toda prisa, precipitadamente. De repente se sentia mejor, como si la arrancara de si mismo, la pisoteara por completo, se liberara de aquella bruja.
Habia vivido perfectamente sin ella. ?Se sobrepondria! Dentro de un ano pasaria por delante de ella sin que le diera un vuelco el corazon. «La necesito como un borracho necesita un corcho de botella.» Pero apenas formulo ese pensamiento, sintio la absurdidad de esa esperanza. Del corazon no se arranca nada, el corazon no es de papel y, en el, la vida no esta escrita con tinta, no se puede romper en trozos, no se pueden borrar largos anos que se han impreso en el cerebro, en el alma.
Ella era parte de su trabajo, de sus desgracias, de sus pensamientos, era testigo de su debilidad y su fuerza.
Y las cartas rotas no habian desaparecido; las palabras leidas decenas de veces perduraban en la memoria, y los ojos de ella le miraban como antes desde las fotografias rotas.
Abrio el armario, lleno hasta el borde un vaso de vodka, se lo bebio de un trago, encendio un cigarrillo, lo encendio una segunda vez aunque ya habia prendido. El dolor le retumbaba en la cabeza, le abrasaba las entranas.
Y de nuevo pregunto en voz alta:
– Zhenechka, pequena, querida mia, ?que has hecho, que has hecho? ?Como has podido?
Luego metio los trocitos de papel en su maleta, devolvio la botella de vodka al armario y penso:
«El vodka alivia un poco las penas».
Pronto los tanques entrarian en el Donbass, llegaria a su pueblo natal, encontraria el lugar donde descansaban sus progenitores. Su padre se sentiria orgulloso de su Petia, su madre se apiadaria de su desdichado hijito. Acabada la guerra, iria a casa de su hermano, viviria con su familia y su sobrina le preguntaria: Tio Petia, ? por que estas tan callado»?
De repente recordo un episodio de su infancia: el perro lanudo que vivia con ellos habia corrido tras una perra en celo y habia vuelto cubierto de mordiscos, con mechones de pelo arrancados, la oreja desgarrada, la boca torcida, un ojo hinchado y estaba delante de la casa, con el rabo entre las piernas; el padre de Petia, mirandole, le pregunto con carino:
– ?Que, te ha tocado ser el padrino de boda?
Si, le habia tocado…
Vershkov entro en la habitacion.
– ?Esta descansando, camarada coronel?
– Si, un poco.
Miro el reloj y penso: «Detener el avance hasta las siete de manana. Transmitir por radio un mensaje cifrado»,
– Voy a pasar revista de nuevo a las brigadas -le dijo a Vershkov.
El viaje rapido en coche le aligero la opresion en el corazon. El chofer conducia el jeep a ochenta kilometros por hora por una carretera en pesimas condiciones; el coche saltaba, traqueteaba, se cubria de barro.
Cada vez que el conductor se asustaba, le pedia con una mirada suplicante que le diera permiso para reducir la velocidad.
Entro en el cuartel general de la brigada de tanques.
?Como habia cambiado todo en pocas horas! Como habia cambiado Makarov, como si hiciera anos que no se hubieran visto.
Makarov, olvidando el reglamento, abrio los brazos en senal de desconcierto y dijo:
– Guetmanov acaba de transmitir una orden directa de Yeremenko: su decision de hacer un alto ha sido anulada, debemos continuar el ataque.
52
Tres semanas mas tarde el cuerpo de tanques de Novikov fue retirado de la primera linea del frente y paso a la reserva. Era hora de reforzar los efectivos y reparar los carros. Los hombres y las maquinas estaban exhaustos despues de haber recorrido cuatrocientos kilometros en combate.
Al mismo tiempo que recibia la orden de pasar a la reserva, a Novikov tambien le ordenaron personarse en Moscu, en el Estado Mayor General y en la Direccion Central de los Cuadros Superiores. No estaba claro si volveria a asumir el mando del cuerpo.
Durante su ausencia el mando pasaria temporalmente a manos del general Neudobnov. Algunos dias antes el comisario de brigada Guetmanov habia oido que el Comite Central del Partido habia decidido retirarle en un futuro inmediato del servicio activo para confiarle el secretariado de un obkom en una provincia liberada del Donbass; el Comite Central concedia una especial relevancia a ese puesto.
La citacion de Novikov en Moscu habia dado mucho que hablar en el Estado Mayor del frente y en la Direccion de las Fuerzas Blindadas.
Algunos decian que la citacion no tenia un significado especial y que Novikov, despues de una breve estancia en Moscu, regresaria y asumiria el mando del cuerpo. Otros sostenian que el asunto tenia que ver con la desafortunada orden de Novikov de conceder diez horas de reposo a sus hombres en el punto algido del ataque, y con el retraso que se habia permitido antes de lanzar el cuerpo a la ofensiva. Otros consideraban que no habia hecho buenas migas con el comisario del cuerpo y el jefe del Estado Mayor, dos hombres que contaban con grandes meritos.
El secretario del Consejo Militar del frente, un hombre bien informado, afirmo que alguien, habia acusado a Novikov de tener relaciones personales comprometedoras. Al principio el secretario del Consejo Militar creyo que las desgracias de Novikov eran fruto de sus desavenencias con el comisario del cuerpo. Pero, por lo visto, no era asi. El secretario del Consejo Militar habia visto con sus propios ojos una carta de Guetmanov dirigida a las mas altas instancias. En esa carta Guetmanov se oponia a la destitucion de Novikov como comandante del cuerpo; escribia- que Novikov era un jefe militar excepcional, que poseia excelentes dotes mi litares, un hombre intachable tanto desde el punto de vista politico como moral.
Pero lo mas sorprendente es que el dia en que el teniente Novikov recibio la orden de presentarse en Moscu disfruto de una noche tranquila, y durmio de un tiron por primera vez despues de haber pasado en blanco muchas noches penosas.