encargos militares; la preparacion de los aparatos se retrasaria entre seis u ocho semanas del plazo estipulado.
La carta no entristecio a Shtrum, que no esperaba el nuevo material con la impaciencia de antes y no tenia confianza en que pudiera introducir modificaciones significativas en el resultado de los experimentos. A veces se apoderaba de el la rabia y entonces le entraban ganas de recibir lo antes posible los nuevos aparatos para convencerse de una vez por todas que los abundantes datos experimentales que habian recopilado contradecian de manera irrevocable y sin esperanza la teoria.
El fracaso en el trabajo se unia, en su mente, con sus desgracias personales y todo acababa por fundirse en una oscuridad grisacea.
Esta depresion se prolongo durante semanas. Viktor Pavlovich se habia vuelto irascible, manifestaba un interes repentino por la rutina domestica, se inmiscuia en las tareas de la cocina y no dejaba de sorprenderse de que Liudmila despilfarrara tanto dinero.
Incluso comenzo a interesarse por las discusiones entre Liudmila y los propietarios de la casa, que le exigian el pago de un suplemento en el alquiler por utilizar la lenera.
– Bueno, ?como van las negociaciones con Nina Matveyevna? -le preguntaba y, despues de escuchar el relato de Liudmila, exclamaba-: Ay, demonios, que maldita bruja…
Ahora ya no reflexionaba sobre los vinculos existentes entre la ciencia y la vida de los hombres, si esta constituia un motivo de felicidad o de sufrimiento. Para ese tipo de pensamientos tendria que haberse sentido dueno, triunfador. Pero esos dias se consideraba un aprendiz desafortunado, tenia la impresion de que nunca mas podria trabajar como en el pasado, que la amargura sufrida lo habia privado de su estimulo de investigador.
Repasaba en la memoria los nombres de fisicos, matematicos, escritores cuyas obras mas importantes habian sido llevadas a cabo en los anos de juventud; despues de los treinta y cinco o cuarenta anos ya no habian producido nada significativo. Ellos tenian de que sentirse orgullosos, mientras que el deberia pasar el resto de su vida sin haber hecho nada en su juventud de lo que pudiera sentirse satisfecho. Galois, cien anos antes, habia abierto muchas vias para el desarrollo de las matematicas, y habia muerto a los veintiun anos; Einstein, con veintiseis anos, publico su obra Sobre la electrodinamica de los cuerpos en movimiento; Herz habia muerto antes de cumplir los cuarenta. ?Que abismo se abria entre aquellos hombres y Shtrum!
Shtrum anuncio a Sokolov su intencion de interrumpir temporalmente el trabajo de laboratorio. Pero Piotr Lavrentievich consideraba que habia que seguir la investigacion, esperaba mucho de los nuevos aparatos. Sin embargo, Shtrum se habia olvidado de hablarle de la carta que habia recibido de la fabrica.
Viktor Pavlovich se daba cuenta de que su mujer estaba al corriente de sus fracasos, pero ella evitaba hacerle preguntas sobre el trabajo. Era evidente que no se interesaba por aquello que era lo mas importante de su vida; en cambio encontraba tiempo para los quehaceres domesticos, para conversar con Maria Ivanovna, para discutir con los propietarios de la casa, para coser los vestidos de Nadia, para encontrarse con la mujer de Postoyev. Viktor se enfurecia con I.iudmila, sin entender cual era su verdadero estado de animo.
Viktor pensaba que su mujer habia vuelto a su vida habitual; de hecho ella era capaz de realizar esas tareas precisamente porque eran habituales y no requerian ningun esfuerzo por su parte.
Preparaba sopa de fideos y hablaba de los zapatos de Nadia porque durante anos se habia ocupado de hacerlo, y ahora repetia de manera mecanica los gestos de siempre. Y el no se daba cuenta de que su mujer, aunque habia reanudado su vida anterior, le resultaba del todo extrana. Era como un viandante que, absorto en sus pensamientos, camina por una calle conocida evitando los hoyos, subiendo peldanos, sin darse cuenta siquiera de ellos.
Para hablar con el marido sobre su trabajo habria necesitado una fuerza nueva, un estimulo espiritual nuevo. Fuerza de la que Liudmila no disponia. En cambio Shtrum tenia la impresion de que su mujer continuaba interesandose por todo menos por su trabajo.
Estaba resentido porque Liudmila recordaba a menudo las ocasiones en que el no habia sido demasiado amable con Tolia. Era como si hiciera el balance de las relaciones de Tolia con el padrastro y el resultado no fuera para el en absoluto favorable.
Liudmila decia a su madre:
– ?Pobre, como le atormentaba tener la cara llena de granos! Habia llegado a pedirme que le comprara una crema en una tienda de cosmetica. Y Viktor todo el rato tomandole el pelo.
Y asi era.
A Shtrum le gustaba meterse con Tolia, y cuando al llegar a casa el chico saludaba al padrastro, Viktor Pavlovich se lo quedaba mirando fijamente y sacudiendo la cabeza decia pensativo:
– Vaya, hermano, ?tu cara parece un firmamento!
En los ultimos tiempos Shtrum preferia no pasar las tardes en casa. Solia ir a casa de Postoyev a jugar una partida de ajedrez o a escuchar musica, dado que la mujer de su anfitrion no era mala pianista. Otras, iba a ver a un nuevo conocido de Kazan, Karimov. Pero casi siempre terminaba en casa de los Sokolov.
Le gustaba la pequena salita de la pareja, la dulce sonrisa de la hospitalaria Maria Ivanovna, y, por encima de todo, las conversaciones que tenian lugar en la mesa.
Cuando, despues de la visita, avanzada la noche, caminaba de regreso a casa, la angustia, que por un momento se habia apaciguado, volvia a apoderarse de el.
64
En lugar de ir a casa despues del instituto, Shtrum se dirigio a buscar a su nuevo amigo, Karimov, para ir a ver juntos a los Sokolov.
Karimov era un hombre feo, con la cara picada de viruelas. Su tez morena le resaltaba los cabellos canos, y los cabellos canos hacian que su piel pareciera aun mas oscura.
Karimov hablaba un ruso correcto, y solo si se le escuchaba atentamente se notaba un leve acento en su pronunciacion y matices diversos en la construccion de las frases.
Shtrum no habia oido antes su apellido, pero luego supo que era conocido incluso fuera de Kazan. Karimov habia traducido al tartaro la Divina Comedia y Los viajes de Gulliver, y ahora estaba traduciendo la Iliada.
Cuando todavia no se conocian, a menudo se encontraban, al salir de la sala de lectura de la universidad, en la habitacion reservada a los fumadores. La bibliotecaria, una vieja charlatana con los labios pintados vestida con negligencia, revelo a Shtrum muchos detalles sobre Karimov: habia estudiado en la Sorbona, poseia una dacha en Crimea y antes de la guerra pasaba la mayor parte del ano a orillas del mar. En Crimea habian quedado bloqueadas por la guerra su mujer y su hija, de las que no habia vuelto a tener noticias. La vieja insinuo a Shtrum que la vida de aquel hombre habia estado cuajada de penosos sufrimientos durante ocho anos, pero Shtrum acogio la noticia con la mirada perpleja. Estaba claro que aquella vieja mujer tambien le habia hablado a Karimov de el. Teniendo conocimiento el uno del otro se sentian incomodos por no haberse conocido personalmente, y cuando se encontraban, en lugar de sonreir fruncian el ceno. Finalmente un dia tropezaron en el vestibulo de la biblioteca, los dos rieron y se pusieron a hablar.
Shtrum no sabia si lo que decia suscitaba el interes de Karimov, pero a Shtrum le gustaba hablar cuando Karimov le escuchaba. Tenia presente, por triste experiencia personal, que muy a menudo se encontraban interlocutores inteligentes e ingeniosos, pero que al mismo tiempo eran insoportablemente aburridos.
Habia personas en cuya presencia a Shtrum le resultaba incluso dificil pronunciar alguna palabra, la lengua se le volvia de madera, el dialogo adquiria tintes absurdos e incoloros, como entre sordomudos.
Habia otras personas en cuya presencia cualquier palabra sincera sonaba falsa.
Y habia personas, viejos conocidos, en cuya presencia Shtrum percibia su soledad de particular modo.
?Cual era el motivo? Quizas el mismo por el cual, a veces, se encuentra casualmente a alguien -el companero de un breve viaje, el vecino de camastro, un interlocutor fortuito- en cuya presencia el mundo interior rompe su silencio y soledad.
Caminaban el uno al lado del otro, charlaban, y Shtrum se dio cuenta de que habia momentos ahora en que, durante horas, no pensaba en su trabajo, especialmente durante las conversaciones vespertinas en casa de los Sokolov. Nunca antes le habia pasado una cosa parecida, el siempre pensaba en su trabajo: en el tranvia, durante la comida, escuchando musica, secandose la cara tras el aseo matutino.