Sokolov tenian alquilado. La mujer de Artelev volvia del trabajo por la noche. Sus dos hijos estaban en el frente. Artelev era jefe del taller de una fabrica quimica, iba mal vestido, sin abrigo y gorro de invierno y, para resguardarse del frio, se ponia un chaleco forrado bajo el impermeable. En la cabeza llevaba una gorra mugrienta y arrugada que, cuando iba al trabajo, se calaba hasta las orejas.

Al entrar en casa de los Sokolov, soplandose los dedos rojos y congelados, dirigia timidas sonrisas a los invitados sentados a la mesa, y Shtrum se sorprendia de que fuera el dueno de la casa, el jefe de un taller importante de una gran fabrica; mas bien daba la impresion de ser un vecino pobre que viniera a pedir limosna.

Y tambien aquella tarde, con las mejillas hundidas e hirsutas, casi temiendo hacer ruido al pisar las tarimas, se quedo de pie al lado de la puerta para escuchar lo que decia Madiarov.

Maria lvanovna, que se dirigia a la cocina, se le acerco y le susurro algo al oido. Este sacudio la cabeza con aire asustado: evidentemente declinaba su oferta de tomar un refrigerio.

– Ayer -decia Madiarov- un coronel que esta aqui sometiendose a una cura me conto que debe presentarse ante una comision de investigacion del Partido por haber golpeado a un teniente. Durante la guerra civil no sucedian estas cosas.

– Sin embargo usted mismo conto -objeto Shtrum- que Schors ordeno azotar a los miembros de una comision enviada por el Consejo Revolucionario de Guerra.

– En aquel caso se trataba de un subordinado que daba latigazos a sus superiores -respondio Madiarov-. Es diferente.

– Lo mismo pasa en la fabrica -intervino Artelev-. Nuestro director tutea a todo el mundo y si le llamas camarada Shuriev se ofende. Hay que llamarle Leonti Kuzmich. Hace unos dias, en el taller, se enfado con un viejo quimico. Shuriev grito a voz en cuello: «Haz lo que yo diga o te dare tal patada en el culo que te sacare volando de la fabrica», y el viejo va para los setenta y dos anos.

– ?El sindicato no interviene? -pregunto Sokolov.

– ?Que va a hacer el sindicato? -dijo Madiarov-. Su trabajo es exhortarnos a hacer sacrificios: antes de la guerra te preparan para la guerra, durante la guerra «todo es para el frente», y despues de la guerra nos incitaran a remediar las consecuencias de la guerra. No tienen tiempo para ocuparse de un viejo.

Maria Ivanovna pregunto a media voz a su marido:

– ?Que te parece? ?Es hora de servir el te?

– Si, claro -respondio Sokolov-. Sirvenos te.

«Que manera tan extraordinariamente silenciosa de moverse», penso Shtrum mirando distraidamente la espalda delgada de Maria Ivanovna, que se deslizaba por la puerta entreabierta de la cocina.

– Ah, queridos amigos -exclamo de repente Madiarov-, ?os imaginais lo que es la libertad de prensa? Una hermosa manana despues de la guerra abris el periodico y en lugar de encontrar un editorial exultante, o la habitual carta de los trabajadores al gran Stalin, o un articulo acerca de la brigada de fundidores de obreros que ha trabajado un dia extra en honor a las elecciones del Soviet Supremo, o las historias sobre los trabajadores de Estados Unidos que han acogido el nuevo ano en una situacion de desesperacion por el paro creciente y la miseria, imaginad que encontrais… ?Informacion! ?Os imaginais un periodico asi? ?Un periodico que ofrece informacion!

»Empezais a leer un articulo sobre la mala cosecha en la region de Kursk, un articulo sobre una inspeccion para determinar las condiciones en la prision de Butirka, una discusion sobre si la construccion del canal entre el mar Blanco y el Baltico es necesaria, la noticia de que un obrero llamado Golopuzov se ha manifestado en contra de la imposicion de un nuevo emprestito.

»En pocas palabras, os enterais de todo lo que pasa en el pais: buenas y malas cosechas; arrebatos de entusiasmo civico y robos a mano armada; la apertura de una nueva mina y un accidente en otra mina; las discrepancias entre Molotov y Malenkov; leeis un reportaje sobre la marcha de una huelga porque el director de una fabrica ha ofendido a un viejo quimico de setenta y dos anos, leeis los discursos de Churchill, Blum, y no que «han declarado que…»; leeis un articulo sobre los debates en la Camara de losComunes; os enterais de cuantas personas se suicidaron ayer en Moscu y cuantas resultaron heridas en accidentes de trafico y estan hospitalizadas. Os enterais de por que no hay trigo sarraceno y no solo de que han ido las primeras fresas por avion de Tashkent a Moscu. Averiguais por los periodicos, y no por la senora de la limpieza cuya sobrina ha venido a Moscu a comprar pan, cuantos gramos de grano conceden a los trabajadores del koljos por un dia de trabajo.

»Si, y al mismo tiempo continuais siendo verdaderos ciudadanos sovieticos.

»Entrais en una libreria, comprais un libro y seguis siendo ciudadanos sovieticos, leeis a filosofos americanos, ingleses, franceses, a historiadores, economistas, comentadores politicos. Distinguis por vosotros mismos en que tienen razon y en que se equivocan; podeis pasear por el parque solos, sin ninera.

Justo cuando Madiarov finalizaba su discurso, Maria Ivanovna entro en la habitacion con una montana de tazas y platillos.

De repente Sokolov golpeo con un puno contra la mesa y dijo:

– ?Basta! -exclamo-. Pido encarecidamente que se ponga fin a este tipo de conversaciones.

Maria Ivanovna miraba fijamente a su marido con la boca abierta. Un temblor repentino hizo tintinear la vajilla que llevaba en sus manos.

– ?He aqui como Piotr Lavrentievich ha liquidado la libertad de prensa! -observo Shtrum-. No ha durado mucho tiempo que digamos. Menos mal que Maria Ivanovna no ha escuchado este discurso subversivo.

– Nuestro sistema -sentencio irritado Sokolov- ha demostrado su fuerza. Las democracias burguesas se han hundido.

Si, efectivamente, lo ha demostrado -confirmo Shtrum-, pero la democracia burguesa y degenerada de Finlandia desafio, en los anos cuarenta, nuestro centralismo, y las cosas no acabaron demasiado bien para nosotros. No soy admirador de la democracia burguesa, pero los hechos son los hechos. Y ademas, ?que tiene que ver el viejo quimico con todo esto?

Dicho esto se volvio y se encontro con los ojos atentos y penetrantes de Maria lvanovna, que le escuchaba.

– No fue Finlandia, sino el invierno finlandes -puntualizo Sokolov.

– Dejalo, Petia -corto Madiarov.

– Digamoslo asi, entonces -propuso Shtrum-. Durante la guerra el Estado sovietico demostro sus puntos fuertes y los debiles.

– ?Que puntos debiles? -quiso saber Sokolov.

– Bueno -respondio Madiarov-, para empezar que muchos de los que ahora podrian estar combatiendo se encuentran en la carcel. ?Por que pensais que estamos luchando a orillas del Volga?

– ?Y que tiene que ver el sistema con eso? -pregunto Sokolov.

– ?Que tiene que ver? -replico Shtrum-. Segun Piotr Lavrentievich, ?la viuda del suboficial se disparo a si misma en 1937? [63]

Y de nuevo sintio la mirada penetrante de Maria Ivanovna. Se dijo para sus adentros que se estaba comportando de una manera extrana en esa discusion: cuando Madiarov se habia lanzado a criticar al Estado sovietico Shtrum le habia contradicho, y cuando Sokolov la habia tomado con Madiarov, se habia puesto a criticar a Piotr Lavrentievich.

A Sokolov le gustaba burlarse a veces de un articulo especialmente estupido o de un discurso incorrecto, pero de inmediato se ponia rigido en cuanto la discusion tocaba la linea del Partido. En cambio Madiarov no ocultaba sus propias opiniones.

– Usted intenta buscar en las carencias del sistema sovietico una explicacion a nuestros reveses -senalo Sokolov-, pero el golpe que los alemanes han infligido a nuestro pais ha sido de tal calibre que el Estado, al resistirlo, ha demostrado con creces su fuerza, y no su debilidad. Usted ve la sombra proyectada por un gigante y dice: «Mira que sombra», pero se olvida del gigante de carne y hueso. En el fondo, nuestro centralismo es un motor social de una potencia incomparable, permite realizar milagros. Y ahora los ha cumplido, y los cumplira tambien en el futuro.

– Si no fuera necesario al Estado -dijo Karimov-, se desharia de usted; le tiraria junto con sus planes, creaciones e ideas, pero si su idea concuerda con los intereses del Estado, pondra a su servicio una alfombra voladora.

– Eso, eso -dijo Artelev-. Yo fui destinado durante un mes a una fabrica de especial relevancia militar. El propio Stalin seguia la puesta en marcha de los talleres, telefoneaba al director. ?Que equipamiento! Materia prima, piezas

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