introdujo en la conciencia colectiva una masa de gente tan enorme. No, ni siquiera Balzac. Pensad: medicos, ingenieros, abogados, maestros, profesores, terratenientes, tenderos, industriales, institutrices, lacayos, estudiantes, funcionarios de toda clase, comerciantes de ganado, conductores, casamenteras, sacristanes, obispos, campesinos, obreros, zapateros, modelos, horticultores, zoologos, actores, posaderos, prostitutas, pescadores, tenientes, suboficiales, artistas, cocineros, escritores, porteros, monjas, soldados, comadronas, prisioneros de Sajalin…

– ?Basta, basta! -grito Sokolov.

– ?Ya basta? -rebatio Madiarov con un aire de amenaza comico-. No, ?no basta! Chejov introdujo en nuestra conciencia toda la enorme Rusia, todas las clases, estamentos, edades… ?Pero eso no es todo! Introdujo a esos millones de personas como democrata, ?lo entiende? Hablo como nadie antes, ni siquiera Tolstoi, habia hablado: todos nosotros, antes que nada, somos hombres, ?comprende? Hombres, hombres, hombres. Hablo en Rusia como nadie lo habia hecho antes. Dijo que lo principal era que los hombres son hombres, solo despues son obispos, rusos, tenderos, tartaros, obreros. ?Lo comprende? Los hombres no son buenos o malos segun si son obreros u obispos, tartaros o ucranianos; los hombres son iguales en tanto que hombres. Cincuenta anos antes la gente, obcecada por la estrechez de miras del Partido, consideraba que Chejov era portavoz de un fin de siecle. Pero Chejov es el portador de la mas grande bandera que haya sido enarbolada en Rusia durante toda su historia: la verdadera, buena democracia rusa. Nuestro humanismo ruso siempre ha sido cruel, intolerante, sectario. Desde Avvakum a Lenin nuestra concepcion de la humanidad y la libertad ha sido siempre partidista y fanatica. Siempre ha sacrificado sin piedad al individuo en aras de una idea abstracta de humanidad. Incluso Tolstoi nos resulta intolerable con su idea de no oponerse al mal mediante la violencia, su punto de partida no es el hombre, sino Dios. Le interesa que triunfe la idea que afirma la bondad, de hecho los «portadores de Dios» siempre se han esforzado, por medio de la violencia, en introducir a Dios en el hombre, y en Rusia, para conseguir este objetivo, no retrocederan ante nada ni nadie; torturaran y mataran, si es preciso.

»Chejov dijo: dejemos a un lado a Dios y las asi llamadas grandes ideas progresistas; comencemos por el hombre, seamos buenos y atentos para con el hombre sea este lo que sea: obispo, campesino, magnate industrial, prisionero de Sajalin, camarero de un restaurante; comencemos por amar, respetar y compadecer al hombre; sin eso no funcionara nada. A eso se le llama democracia, la democracia que todavia no ha visto la luz en el pueblo ruso.

»El hombre ruso ha visto todo durante los ultimos mil anos, la grandeza y la supergrandeza, solo hay una cosa que no ha visto: la democracia. He aqui la diferencia entre el decadentismo y Chejov. El Estado puede asestar un golpe en la nuca al decadente por rabia, puede darle un puntapie en el trasero. Pero el Estado no comprende la esencia de Chejov, por eso lo tolera. En nuestro regimen la democracia verdadera, humana, no se admite.

Era evidente que la audacia de las palabras de Madiarov disgustaba profundamente a Sokolov.

Y Shtrum, que se habia apercibido de ello, con una satisfaccion particular, incomprensible incluso para el mismo, afirmo:

– Muy bien dicho. Es cierto y muy inteligente. Solo pido un poco de indulgencia para con Skriabin que, por lo que parece, entra dentro de los decadentistas, pero me gusta.

Hizo un gesto de rechazo hacia la mujer de Sokolov, que le habia ofrecido un platito con mermelada, y dijo:

– No, gracias, no me apetece.

– Es de grosella negra -explico ella.

El miro sus ojos castanos salpicados de puntos dorados y pregunto:

– ?Es que le he confesado mi debilidad por las grosellas?

Ella sonrio y asintio con la cabeza. Tenia los dientes torcidos, los labios finos, sin brillo. Y al sonreir su cara ligeramente gris se torno agradable, atractiva.

«Es una mujer agradable, buena -penso Shtrum-. Es una lastima que siempre tenga la nariz roja.»

Karimov se volvio a Madiarov:

– Leonid Sergueyevich, ?como conciliar su apasionado discurso sobre el humanismo de Chejov con su himno a Dostoyevski? Para Dostoyevski, no todos los hombres en Rusia son iguales. Hitler ha llamado a Tolstoi degenerado, pero se dice que tiene colgado en su despacho un retrato de Dostoyevski. Yo pertenezco a una minoria nacional, soy tartaro, pero naci en Rusia y no perdono a un escritor ruso su odio por los polacos y los judios. No, no puedo, aunque se trate de un genio. Nos ha bastado con el derramamiento de sangre en la Rusia zarista, los escupitajos en los ojos, los pogromos. En Rusia un gran escritor no tiene derecho a perseguir a los extranjeros, despreciar a los polacos y los tartaros, a los armenios y los chuvachos.

El viejo tartaro de ojos oscuros esbozo una sonrisa maliciosa y altanera tipicamente mongol, y continuo:

– ?Ha leido la obra de Tolstoi Hadji Murat? ?Tal vez haya leido Los cosacos? ?O su relato, el prisionero del Caucaso? Todo eso lo ha escrito un conde ruso, mas ruso que el lituano Dostoyevski. Mientras los tartaros vivan, rezaran a Ala por Tolstoi.

Shtrum miro a Karimov, pensando: «Bien, asi es como tu piensas. Te has descubierto».

– Ajmet Usmanovich -intervino Sokolov-, respeto profundamente el amor que siente por su pueblo, pero permitame estar a mi tambien orgulloso del mio. Permitame que me sienta orgulloso de ser ruso, que me guste Tolstoi no solo porque escribiera bien de los tartaros. A nosotros los rusos, quien sabe por que, no se nos permite estar orgullosos de nuestro pueblo, si no enseguida te toman por miembro de las Centurias Negras.

Karimov se levanto con la cara perlada de sudor y dijo:

– Os dire la verdad -comenzo-. En efecto, ?por que iba a mentir si existe una verdad? Si se recuerda como ya en los anos veinte se exterminaba a todos aquellos de los que el pueblo tartaro se sentia orgulloso, todas las grandes personalidades de nuestra cultura, entonces se explica por que se debe prohibir tambien el Diario de un escritor.

– No solo a los vuestros, tambien a los nuestros -corrigio Artelev.

Karimov insistio:

– No solo aniquilaron a nuestros hombres, sino tambien la cultura nacional. Los actuales intelectuales tartaros son salvajes en comparacion con los que desaparecieron.

– Ya, ya -dijo Madiarov con aire de burla-. Los otros habrian podido crear no solo una cultura, sino tambien una politica interna y externa. Eso no convenia.

– Ahora teneis vuestro propio Estado -afirmo Sokolov-. Teneis institutos, escuelas, operas, libros, periodicos en vuestra lengua, y es la Revolucion la que os ha dado todo eso.

– Es cierto, tenemos una opera del Estado y un Estado de opereta. Pero nuestra cosecha la recoge Moscu, y es Moscu la que nos mete en la carcel.

– ?Seria mejor que les metiera en la carcel un tartaro en lugar de un ruso? -pregunto Madiarov.

– ?Y si nadie encarcelara a nadie? -pregunto Maria Ivanovna.

– Mashenka -dijo Madiarov-. ?Y que mas quieres? -Luego miro su reloj y dijo-: Vaya, es tarde.

– Quedese a dormir aqui -le propuso rapidamente Maria Ivanovna-. Le prepararemos la cama plegable.

En una ocasion se habia lamentado a Maria Ivanovna de que se sentia especialmente solo cuando volvia por la noche a casa y no encontraba a nadie esperandole en la habitacion vacia y oscura.

– No dire que no -respondio Madiarov-. ?Esta usted de acuerdo, Piotr Lavrentievich?

– Claro que si, por supuesto -respondio Sokolov.

Y Madiarov anadio, en broma:

– … dijo el dueno de la casa sin el menor entusiasmo.

Todos se levantaron de la mesa y comenzaron a despedirse.

Sokolov salio para acompanar a sus invitados y Maria lvanovna, bajando la voz, dijo a Madiarov:

– Que contenta estoy de que Piotr Lavrentievich no evite este tipo de conversaciones. En Moscu bastaba con que se hiciera la menor alusion en su presencia para que se callara, se encerrara en si mismo.

Habia pronunciado con una entonacion particularmente carinosa y respetuosa el nombre y el patronimico de su marido. Por la noche transcribia los manuscritos de sus trabajos, conservaba las copias sucias y pegaba sobre cartones sus notas fortuitas. Lo consideraba un gran hombre y al mismo tiempo le parecia un nino indefenso.

– Me gusta este Shtrum -dijo Madiarov-. No comprendo por que se le considera un hombre desagradable. - Despues anadio en tono de burla-: Me he dado cuenta de que ha pronunciado todos los discursos en su presencia, Mashenka. Cuando usted estaba ocupada en la cocina, se ahorraba su elocuencia.

Ella estaba de cara a la puerta, en silencio, como si no hubiera oido a Madiarov. Despues dijo:

Вы читаете Vida y destino
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату