Shtrum caminaba en silencio al lado de Karimov.
– Es sorprendente -dijo de pronto- lo que se lee en las novelas extranjeras sobre los intelectuales. Por ejemplo, he estado leyendo a Hemingway, y en sus libros los intelectuales, durante sus conversaciones, no hacen mas que beber. Cocteles, whisky, ron, conac, despues de nuevo cocteles y whisky de todo tipo. En cambio los intelectuales rusos siempre han mantenido sus conversaciones mas importantes ante un vaso de te. Los miembros de Narodnaya Volia, los populistas, los socialdemocratas, todos ellos se reunian en torno a un vaso de te. Lenin y sus amigos planearon la Revolucion delante de un vaso de te. A decir verdad, parece que Stalin prefiere el conac.
– Si, si -aprobo Karimov-, tiene razon. Y la conversacion que hoy hemos mantenido tambien ha sido ante un vaso de te.
– Es lo que digo… ?Que inteligente es Madiarov! ?Y valiente! Me entusiasman sus insolitas afirmaciones. Karimov cogio a Shtrum por el brazo.
– Viktor Pavlovich, ?ha observado que incluso la observacion mas inocente de Madiarov suena como una conclusion general? Eso me inquieta. Fue arrestado en 1937 durante algunos meses y luego liberado. En aquella epoca no soltaban a nadie. Tiene que haber un motivo. ?Me sigue?
– Le sigo -dijo Shtrum despacio-, ?como no voy a seguirle? Usted piensa que es un provocateur.
Se separaron en la esquina y Shtrum se dirigio a casa.
«Al diablo, basta, hasta -pensaba-, al menos hemos hablado civilizadamente, sin tener miedo de todo, llamando a las cosas por su nombre, sin convencionalismos. Paris bien vale una misa.»
Menos mal que todavia existen hombres como Madiarov, hombres que no han perdido su independencia. Las palabras de advertencia que habia dicho Karimov no helaron, como de costumbre, el corazon de Viktor.
Penso que otra vez se habia olvidado de hablarle a Sokolov de la carta que habia recibido de los Urales.
Viktor Pavlovich caminaba en la oscuridad, por la calle desierta. De repente le vino a la cabeza un pensamiento inesperado. Y enseguida, sin dudarlo, supo que ese pensamiento era cierto. Tenia una nueva explicacion para el fenomeno atomico que hasta ahora parecia no tener explicacion y los abismos se habian transformado en puentes. ?Que sencillez, que luz!
Aquella idea era sorprendentemente bella. Parecia que ni siquiera la hubiera engendrado el, como un nenufar blanco que emergiera de la oscuridad serena de un lago. Exclamo, admirando su belleza…
Que extrana coincidencia, penso de repente, que aquella idea se le hubiera ocurrido cuando su mente estaba tan alejada de las reflexiones cientificas, cuando las discusiones sobre el sentido de la vida le tenian absorbido; discusiones de un hombre libre, cuando sus palabras y las de sus interlocutores habian sido determinadas por la libertad, la amarga libertad.
68
La estepa calmuca parece triste y melancolica cuando se ve por primera vez, cuando vas en el automovil lleno de preocupacion e inquietud y tus ojos siguen distraidamente las colinas emergiendo despacio en el horizonte para luego ser poco a poco engullidas… Darenski tenia la impresion de que era siempre la misma colina azotada por el viento la que aparecia frente a el, que era la misma curva la que se abria, giraba y huia por encima de la capota de tela elastica del automovil. Y los jinetes de la estepa tambien parecian identicos, a pesar de que los habia jovenes e imberbes, otros de cabellos canos, algunos montados sobre bayos, otros sobre caballos moros voladores…
El coche atravesaba aldeas y grupos de casuchas con ventanas diminutas detras de las cuales, como en un acuario, se arracimaban los geranios: parecia como si se hubiera roto el cristal de la ventana y aquel aire vivo se hubiera derramado en el desierto circundante y que el verde de los geranios se hubiese marchitado y muerto; el coche circulaba junto a las yurtas [65] de forma cilindrica y recubiertas de arcilla, avanzaba entre plantas de flores en panoja llenas de filamentos largos y blancos, la vegetacion de la estepa, entre hierba de camello, entre las manchas de las tierras salinas, entre las polvorientas y pequenas patas de las ovejas, entre las hogueras sin humo que danzaban al viento…
Ante la mirada del viajero acostumbrado a desplazarse sobre los neumaticos hinchados con el aire contaminado de la ciudad, todo se fundia aqui en un gris uniforme, todo era monotono y repetitivo…
Salsolas, cardos, plantas graminaceas, ajenjo…
Las colinas se extendian por la llanura, aplanadas por el rodillo de epocas infinitas. La estepa calmuca del sureste posee una extraordinaria particularidad que traspasa gradualmente al desierto arenoso, que se extiende de Elista a Yashul hasta alcanzar la desembocadura del Volga y la orilla del mar Caspio…
En esta estepa la tierra y el cielo se han mirado reciprocamente tanto tiempo que se parecen como marido y mujer, dos seres que han pasado toda la vida juntos. Y es imposible saber si son los filamentos largos y blancos de las plantas graminaceas los que se abren camino en el monotono y timido azul del cielo de la estepa, o si es la estepa la que se ha impregnado de cielo; cielo y tierra se han fundido en un polvo atemporal. De la misma manera, el agua gruesa y pesada de los lagos Tsatsa y Barmantsak parece una sabana de sal, mientras que las salinas no parecen tierra, sino agua de un lago.
Cuando no esta nevado, en los dias de noviembre y diciembre, el camino que atraviesa la estepa calmuca es extraordinario: la misma vegetacion verde grisacea, el mismo polvo que se arremolina en la carretera no permite comprender si la estepa esta seca y recalentada a causa del sol o del frio.
Tal vez por eso es una tierra de espejismos: la frontera entre tierra y cielo, entre agua y salinas, se ha borrado. La mente de un viajero sediento puede transformar ese mundo con facilidad: el aire bochornoso se convierte en piedras elegantes y estilizadas, y de la tierra arida brota un rio de agua, los oasis de palmeras se extienden hasta el horizonte y los rayos del terrible y devastador sol se transforman en cupulas doradas de templos y palacios… En un momento de extenuacion es el hombre quien, a partir de la tierra y el cielo, crea el mundo de sus deseos.
El automovil prosigue el viaje a lo largo del camino abierto en la estepa uniforme.
Y de repente esa region desertica se muestra al hombre bajo una luz completamente diferente.
?La estepa calmuca! Antigua, noble creacion de la naturaleza donde no existe ni un color estridente, ni un solo trazo duro, abrupto, incisivo en su relieve, donde la sobria melancolia de los matices que van del gris al azul pueden competir con el titanico torrente de colores del bosque ruso otonal, la estepa donde las morbidas y apenas onduladas lineas de las colinas ejercen una fascinacion mayor que las cordilleras del Caucaso, donde los lagos avaros atesoran en su seno aguas antiguas, oscuras, tranquilas que parecen expresar la esencia del agua mejor que todos los mares y los oceanos…
Todo pasa, pero ese enorme y pesado sol de hierro fundido, en la niebla vespertina, ese viento amargo, impregnado de ajenjo, no puede ser olvidado… Y la estepa se yergue, pero no en su pobreza, sino en su riqueza.
En primavera la estepa joven, cubierta de tulipanes, es un oceano donde no rugen las olas sino los colores. Los arbustos espinosos de la hierba de los camellos tenida de verde, y las jovenes espinas con las puntas todavia tiernas y suaves, todavia no endurecidas…
Y en las noches de verano en la estepa puedes ver alzarse en toda su altura el rascacielos galactico, desde los bloques de estrellas azules y blancas del fundamento hasta las nebulosidades humeantes y las ligeras cupulas de las aglomeraciones esfericas que se hunden bajo el lecho del universo… La estepa tiene una particularidad maravillosa. Esa particularidad vive en ella, invariablemente, ya sea al alba, en invierno, en verano, en sombrias noches de lluvia o bajo el claro de luna. Siempre y por encima de todas las cosas la estepa habla al hombre de la libertad… La estepa se la recuerda a aquellos que la han perdido.
Darenski salio del coche y miro a un hombre montado a caballo que se dirigia a la colina. Con la vestimenta cenida mediante una cuerda, estaba sentado sobre su cabalgadura de pelo largo y desde la colina contemplaba la estepa. Era viejo y su cara parecia de piedra.
Darenski llamo al viejo y, tras ir a su encuentro, le ofrecio su pitillera. Este, girando de golpe todo su cuerpo sobre la silla, con la vivacidad de la juventud y la reflexiva lentitud de la edad madura, se volvio a mirar la mano que le tendia la pitillera; luego la cara de Darenski, luego la pistola colgada al cinto, los tres distintivos de teniente coronel y sus elegantes botas. Entretanto, con los finos dedos oscuros, tan pequenos y delgados que se podria haber dicho tranquilamente que pertenecian a un nino, tomo un cigarrillo y le dio vueltas en el aire.
El rostro de pomulos prominentes, duro como la piedra, del viejo calmuco se transformo por completo y, entre las arrugas, dos ojos buenos e inteligentes escrutaron a Darenski. Y la mirada de esos viejos ojos marrones, al