absoluto».

– ?El asi llamado socialismo? -pregunto Mostovskoi.

– Si, si, el «asi llamado». El socialismo sovietico.

Chernetsov sonrio y vio que Mostovskoi tambien sonreia. Sonreian porque reconocian su pasado en aquellas palabras rencorosas, en aquellas entonaciones burlonas y odiosas.

La cuchilla afilada de su enemistad juvenil refulgio de nuevo a traves de las decadas, y aquel encuentro en un campo de concentracion nazi les recordo no solo su antiguo odio, sino los tiempos de su juventud.

El prisionero extrano y enemigo conocia y amaba lo que Mostovskoi durante su juventud habiaconocido y amado. Era Chernetsov, y no Osipov o Yershov, quien recordaba el Primer Congreso del Partido, los nombres de personas que solo a ellos les interesaban. Hablaban emocionados sobre las relaciones entre Marx y Bakunin, de que habian dicho Lenin y Plejanov sobre los moderados y los radicales del periodico Iskra. Con que afecto Engels, viejo y ciego, daba la bienvenida a los jovenes socialdemocratas rusos que acudian a visitarle. ?Que insoportable habia sido Liubochka Akselrod en Zurich!

Compartiendo evidentemente los mismos sentimientos que Mostovskoi, el tuerto menchevique sonrio mientras decia:

– Los escritores han descrito de manera conmovedora el encuentro entre amigos de juventud. Pero ?que hay del encuentro entre enemigos de juventud, de perros viejos, de pelo gris y extenuados como usted y yo?

Mostovskoi vio una lagrima corriendo por la mejilla de Chernetsov. Los dos comprendian que la muerte en el campo pronto anularia, cubriria de tierra, todos los acontecimientos de una larga vida: su enemistad, sus convicciones y sus errores.

– Si -confirmo Mostovskoi-, los que luchan contigo en el curso de toda una vida, se convierten a la fuerza en parte de tu propia vida.

– Es extrano -admitio Chernetsov- encontrarse en este pozo de lodo. -Despues anadio inesperadamente-: Trigo, cereales, lluvia con sol… ?Que maravillosas palabras!

– Este campo es un sitio horrible -dijo Mostovskoi; luego rio-. Todo parece bueno en comparacion con el, incluso el encuentro con un menchevique.

Chernetsov movio tristemente la cabeza:

– Si, no debe de ser facil para usted.

– El hitlerismo… -dijo Mostovskoi-. ?El hitlerismo! Nunca imagine que pudiera existir semejante infierno.

– No se de que se asombra -declaro Chernetsov-. El terror no deberia sorprenderle.

Era como si el viento hubiera barrido todo lo bueno y melancolico que habia nacido entre los dos, y enseguida se enzarzaron en una discusion violenta y despiadada.

Las difamaciones de Chernetsov eran horribles porque no solo se alimentaban de mentiras. Las atrocidades que se habian cometido durante la construccion del socialismo, los pequenos y aislados errores, Chernetsov los elevaba a reglas generales. Asi el menchevique recrimino a Mostovskoi:

Por supuesto le conviene pensar que los hechos de 1937 no fueron mas que «excesos» y que los crimenes cometidos durante la colectivizacion se debieron al «vertigo del exito», que vuestro gran y querido lider solo peca de una leve crueldad y ambicion. Pero en realidad es todo lo contrario: la monstruosa inhumanidad de Stalin ha hecho de el el continuador de Lenin. De hecho a ustedes les gusta escribir: Stalin es el Lenin de nuestros tiempos. Ustedes creen que la miseria de los pueblos y el hecho de que los obreros esten privados de derechos no son mas que elementos transitorios, dificultades del crecimiento. Ustedes son los verdaderos kulaks, los verdaderos monopolistas: el trigo que comprais a un campesino a cinco kopeks el kilo y luego volveis a venderle a un rublo el kilo es la base de todo el edificio sovietico.

– ?Incluso usted, un emigrado y un menchevique, admite que Stalin es el Lenin de nuestros tiempos! -exclamo Mostovskoi-. Somos los herederos de todas las generaciones de revolucionarios rusos desde Pugachev a Razin. Los herederos de Pugachev, Razin, Dobroliubov y Herzen no sois vosotros, renegados mencheviques que habeis huido al extranjero, sino Stalin.

– ?Si, los herederos! -dijo Chernetsov-. ?Se da cuenta del significado de las elecciones para la Asamblea Constituyente? ?Despues de mil anos de esclavitud! Durante todo un milenio Rusia ha sido libre poco mas de seis meses. Su Lenin no heredo la libertad rusa: la mato. Cuando pienso en los procesos de 1937 me viene a la mente otro legado completamente diferente: ?se acuerda usted del coronel Sudeikin, el jefe de la Tercera Seccion, que junto con Degayev queria atemorizar al zar montando falsos complots y, por este medio, usurpar el poder? ?Y usted piensa que Stalin es el heredero de Herzen?

– ?Es que estoy hablando con un idiota? -pregunto Mostovskoi-. ?Dice en serio lo de Sudeikin? ?Y la revolucion social mas grande de todos los tiempos, la expropiacion a los expropiadores, las fabricas sustraidas a los capitalistas y las tierras arrebatadas a los terratenientes? ?Es que no se ha dado cuenta? ?Es que es eso herencia de Sudeikin? ?Y la alfabetizacion general? ?Y la industria pesada? ?Y la irrupcion del cuarto estado, obreros y campesinos, en todos los campos de la actividad humana? ?Donde esta aqui la herencia de Sudeikin? Que lastima me da.

– Lo se, lo se -dijo Chernetsov-, no se pueden discutir los hechos. Se explican. Sus mariscales y escritores, sus doctores en ciencias, artistas y comisarios del pueblo no estan al servicio del proletariado. Estan al servicio del Estado. Por lo que respecta a los que trabajan en los campos o las fabricas, espero que no se atrevan ustedes a decir que son los amos. ?Vaya amos estan hechos!

Se inclino de repente hacia Mostovskoi y dijo:

– Permitame que le diga que al unico que respeto de todos ustedes es a Stalin. El es un albanil y ustedes, unos senoritos. Stalin entiende cual es la verdadera base del socialismo en un solo pais: el terror, los campos penitenciarios, los procesos de brujas medievales.

Mijail Sidorovich replico a Chernetsov:

– Querido, todas esas calumnias no son nuevas. Pero debo decirle que usted lo dice de una manera especialmente repulsiva. Solo un hombre que haya vivido en su casa desde nino y que luego lo hayan echado a la calle puede ser tan despreciable. ?Se da cuenta de que tipo de hombre es ese? ?Un lacayo!

Miro fijamente a Chernetsov y dijo:

– No le ocultare que mas bien tenia ganas de recordar lo que nos unia en 1898 y no lo que nos separo en 1903 [66].

– ?Conversar sobre la epoca en que todavia no se habia echado al lacayo de su casa?

Llegados a ese punto, Mijail Sidorovich monto en colera:

– Si, si, ?asi es! ?Un lacayo al que se ha expulsado, que ha huido! ?Con guantes de hilo! Nosotros no llevamos guantes, no tenemos nada que ocultar. ?Nuestras manos estan sucias de sangre, de barro! ?Y entonces? Hemos llegado al movimiento obrero sin los guantes de Plejanov… ?Que os han dado vuestros guantes de lacayo? ?Las monedas de plata de Judas que recibis por vuestros miserables articulos en Sotsialisticheski Vestnik? Aqui, en el campo de concentracion, los ingleses, los franceses, los polacos, los noruegos, los holandeses creen en nosotros. ?La salvacion del mundo esta en nuestras manos! en la fuerza del Ejercito Rojo. ?Es el ejercito de la libertad!

– ?Y es asi como ha sido siempre? -le interrumpio Chernetsov-. ?Y que me dice del pacto con Hitler y la invasion de Polonia en 1939? ?Y de como vuestros carros aplastaron a Lituania, Estonia, Letonia? ?Y la invasion de Finlandia? Vuestro ejercito y Stalin han robado a los pueblos pequenos lo que la Revolucion les habia dado. ?Y la represion de las sublevaciones campesinas en Asia Central? ?Y la represion de Kronstadt? ?Todo eso en nombre de la libertad y la democracia?

Mostovskoi levanto las manos a la altura de la cara de Chernetsov:

– Aqui estan: ?sin guantes de lacayo!

– ?Recuerda a Strelnikov, el jefe de la policia politica? Tambien el trabajaba sin guantes.

Escribia falsas confesiones en nombre de los revolucionarios a los que mandaba golpear casi hasta la muerte. ?De que os ha servido 1937? ?Os habeis estado preparando para luchar contra Hitler, tal vez? ?Quien os lo ha ensenado, Marx o Strelnikov?

– No me sorprenden en absoluto sus palabras nauseabundas -dijo Mostovskoi-. No esperaba menos de usted. Pero ?sabe lo que me sorprende? ?Por que los nazis le han hecho prisionero en un campo? ?Por que? A nosotros nos odian a muerte. Eso esta claro. Pero ?por que Hitler le ha metido a usted y a sus amigos en el campo?

Chernetsov sonrio, y su cara adopto la expresion que tenia al principio de la conversacion.

– Ya, como usted ve, aqui me tienen -respondio-. No me sueltan. Intervenga a mi favor, tal vez me liberen. Pero Mostovskoi no estaba para bromas.

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