mismo tiempo escudrinadores y confiados, ocultaba algo esplendido. Darenski, sin razon aparente, se sintio alegre y comodo. El caballo del viejo que habia tensado hostilmente las orejas mientras Darenski se aproximaba se calmo de improviso, apunto hacia el una oreja curiosa, luego la otra, despues sonrio con su morro de dientes grandes y con unos ojos maravillosos.
– Gracias -dijo el viejo con un hilo de voz.
Paso la palma de la mano sobre el hombro de Darenski y anadio:
– Tenia dos hijos en la division de caballeria. El mayor -levanto la mano ligeramente por encima de la cabeza del caballo- esta muerto, y el pequeno -bajo la mano ligeramente por debajo de la cabeza del caballo- es ametrallador: tiene tres medallas -luego le pregunto-: ?Tienes padre?
Mi madre todavia vive, pero mi padre esta muerto.
– Ay, eso es malo -movio la cabeza el viejo, y Darenski comprendio que el viejo no se habia entristecido por cortesia, sino de corazon, al enterarse de que el coronel ruso que le habia ofrecido un cigarrillo habia perdido a su padre.
De improviso el calmuco lanzo un grito, agito la mano en el aire y galopo colina abajo con una gracia y una velocidad extraordinarias. ?Que estaria pensando mientras galopaba a traves de la estepa? ?En sus hijos? ?En que el coronel ruso que se habia quedado junto a su coche averiado habia perdido a su padre?
Darenski siguio el impetuoso galope del viejo y en las sienes no era la sangre lo que le latia, sino una unica palabra: libertad, libertad, libertad.
Una envidia irrefrenable hacia el viejo calmuco se apodero de el.
69
Darenski habia sido enviado por el Estado Mayor del frente a una larga mision en las fuerzas militares desplegadas en el flanco izquierdo del frente. Esas misiones estaban particularmente mal vistas entre los oficiales debido a la escasez de agua, las pesimas condiciones de alojamiento, la precariedad de las provisiones, las grandes distancias y el mal estado de las carreteras.
El mando no tenia informaciones precisas respecto a la situacion de las tropas esparcidas por las dunas a lo largo del mar Caspio y la estepa calmuca, y los superiores que habian enviado a Darenski a esta zona le habian confiado infinidad de tareas.
Despues de recorrer cientos de kilometros por la estepa, Darenski se sintio vencido por el aburrimiento. Alli nadie pensaba en la ofensiva; la situacion de las tropas empujadas por los alemanes al extremo del mundo parecia desesperada…
?Acaso era una ilusion el esfuerzo que soportaba el Estado Mayor dia y noche, los informes sobre la inminencia de una ofensiva enemiga, la movilizacion de las reservas, los telegramas, los mensajes cifrados, el trabajo incesante del centro de transmisiones del frente, el ruido sordo de las columnas de blindados y camiones procedentes del norte…?
Mientras escuchaba las conversaciones poco optimistas entre los comandantes, reunia y comprobaba los datos sobre las condiciones del material, inspeccionaba las divisiones y las baterias, observaba las caras sombrias de los soldados y los jefes, y miraba como avanzaban, despacio, con indolencia, los hombres en el polvo de la estepa, Darenski poco a poco sucumbio a la angustia monotona de aquel lugar. «Es como si Rusia hubiera llegado hasta las estepas de los camellos, hasta las dunas de arena, y alli estuviera, extendida sobre la tierra dura, impotente, incapaz de alzarse de nuevo», pensaba.
Darenski llego al Estado Mayor del ejercito y se dirigio al oficial al mando.
En una habitacion semioscura y amplia, un joven con el rostro abotargado, que se estaba quedando calvo y vestia una chaqueta sin insignias de rango, jugaba a las cartas con dos mujeres uniformadas, las dos tenientes. En lugar de interrumpir el juego cuando el teniente coronel entro en la habitacion, le miraron con aire distraido y continuaron hablando animadamente:
– ?No quieres triunfos? ?Y una jota?
Darenski espero a que terminara el reparto y pregunto:
– ?Esta alojado aqui el comandante del ejercito? Una de las dos jovenes mujeres le respondio:
– Ha ido al flanco derecho, volvera hacia la noche. Miro a Darenski con ojo experto, de militar, y afirmo mas que preguntar:
– Camarada teniente coronel, viene del Estado Mayor del frente, ?no es asi?
– Exacto -respondio Darenski. Y, guinando imperceptiblemente un ojo, le pregunto-: Disculpe, ?puedo ver al miembro del Consejo Militar?
Esta con el comandante del ejercito, no regresara hasta la noche -respondio la segunda joven, que despues anadio-: ?Es usted del Estado Mayor de la artilleria?
– Exacto -repitio Darenski.
La primera, que habia respondido a la pregunta sobre el comandante, le parecio a Darenski particularmente atractiva, aunque era mas entrada en anos que la ultima en responder. Pertenecia a ese tipo de mujeres que parecian bellas, pero que un movimiento casual de la cabeza bastaba para que de repente revelaran un aspecto ajado, poco interesante, demasiado viejo. Tenia una bonita nariz recta y unos ojos azules frios que parecian traslucir que conocia el valor exacto de si misma y los demas.
Su cara parecia decididamente joven, no se le habrian puesto mas de veinticinco anos, pero apenas fruncia la frente o adoptaba una expresion pensativa, se hacian visibles las arrugas en las comisuras de los labios y la piel que le colgaba del cuello; por lo menos debia de tener unos cuarenta y cinco. Sin embargo sus piernas, vestidas con unas botas elegantes, hechas a medida, eran magnificas.
Todos esos detalles, que se tarda tanto en describir, fueron captados en un instante por el ojo experto de Darenski.
La segunda mujer era joven, pero rellenita, robusta. Tomados por separado, sus rasgos no tenian nada de extraordinario: su pelo carecia de volumen, tenia los pomulos prominentes y los ojos de un color incierto, pero era joven y femenina, hasta tal punto que incluso un ciego sentado a su lado lo habria notado.
Y Darenski tambien percibio esos detalles al instante. Mas aun, en un abrir y cerrar de ojos habia comparado inmediatamente las cualidades de la primera, que le habia respondido sobre el comandante, y de la segunda, que le habia respondido a proposito del miembro del Consejo Militar; y habia hecho una eleccion, una eleccion casi sin consecuencias practicas, la misma que hacen casi todos los hombres al mirar a las mujeres. A pesar de que una infinidad de pensamientos le ocupaban la cabeza -?donde encontraria al comandante? ?Lograria obtener la informacion que necesitaba de el? ?Donde podria comer y dormir: ?Habria un camino largo y dificil desde la division hasta el extremo flanco derecho?-, decidio intimamente: «?La elijo a ella!».
Y asi fue que en lugar de ir a ver al jefe del Estado Mayor se quedo jugando a las cartas.
Durante la partida, en la que jugo como companero de la mujer de ojos azules, Darenski se entero de muchas cosas: su companera de juego se llamaba Alla Sergueyevna; la segunda, la mas joven, trabajaba en la enfermeria; el chico de la cara llena, Volodia, era cocinero en la cantina del Consejo Militar y probablemente estaba emparentado con alguien del mando.
Darenski noto enseguida el poder que ejercia Alla Sergueyevna; era obvio por la manera en que la gente se dirigia a ella cuando entraban a la habitacion. Lo mas probable es que el comandante fuera su marido, no solo su amante, como penso de entrada.
Al principio no comprendia por que Volodia se comportaba de una manera tan familiar con ella. Luego se le ocurrio de repente que Volodia debia de ser el hermano de la primera mujer del comandante. Lo que no estaba claro era si la primera mujer del comandante estaba todavia viva; y si asi era, si habian formalizado el divorcio.
Era evidente que la joven, Klavdia, no estaba casada con el miembro del Consejo Militar. Habia ciertos matices de arrogancia y condescendencia en la manera en que Alla Sergueyevna le hablaba: «Si, estoy jugando a las cartas contigo, nos tuteamos, pero son solo exigencias de la guerra en la que tu y yo participamos».
Por su parte, Klavdia, tambien tenia un cierto sentido de superioridad respecto a Alla Sergueyevna. Darenski lo entendia asi: «Muy bien, tal vez no estoy legalmente casada, pero al menos soy una companera de guerra, soy fiel al miembro del Consejo; de ti, en cambio, aunque seas esposa legitima, se dos o tres cosas… Atrevete a llamarme