– ?Que quiere decir, Lenia? No me presta mas atencion que a un insecto. Petia considera que es un hombre descortes, burlon, arrogante; por eso los fisicos no le quieren y algunos le temen. Pero yo no estoy de acuerdo, a mi, en cambio, me parece que es muy bueno.
– En mi opinion es cualquier cosa menos bueno -replico Madiarov-. Dice sarcasmos a todo el inundo, no esta de acuerdo con nadie. Pero tiene una mente abierta y no esta adoctrinado.
– No, es bueno. Y vulnerable.
– Pero hay que reconocer -siguio Madiarov- que tampoco hoy Petenka ha dicho ni una sola palabra de mas.
Entretanto, Sokolov entro en la habitacion, a tiempo de oir las ultimas palabras de Madiarov.
– Le pido dos cosas, Leonid Sergueyevich. En primer lugar que no me de lecciones y, segundo, que no vuelva a mantener este tipo de conversaciones en mi presencia.
Madiarov replico:
– Sabe, Piotr Lavrentievich, yo tampoco necesito lecciones suyas. Y respondo por mis palabras, igual que usted responde por las suyas.
Sokolov, evidentemente, habria querido responder con brusquedad, pero se contuvo y volvio a salir de la habitacion.
– Bueno, tal vez es mejor que me vaya a casa -dijo Madiarov.
– Me daria usted un disgusto -dijo Maria Ivanovna-. Usted sabe que es bueno. Se atormentara durante toda la noche.
Y se puso a explicarle que Piotr Lavrentievich tenia un alma herida, que habia sufrido mucho en 1937 cuando fue sometido a crueles interrogatorios, y, como consecuencia, paso cuatro meses en una clinica para enfermedades nerviosas.
Madiarov escuchaba, asintiendo con la cabeza.
– De acuerdo, de acuerdo, Masha, me ha convencido. -Pero de repente, enfurecido, anadio-: Todo esto es cierto, pero su Petrusha no es el unico que ha soportado interrogatorios. ?Se acuerda de cuando me encerraron once meses en la Lubianka? Durante todo ese tiempo Piotr solo llamo a Klava una vez. ?Acaso no era su propia hermana? Y si recuerda bien tambien le prohibio a usted, Mashenka, que la telefoneara. Klava sufrio mucho… Tal vez sea un gran fisico, pero con alma de lacayo.
Maria lvanovna se cubrio la cara con las manos y permanecio sentada, en silencio.
– Nadie, nadie comprendera el dano que me hace todo esto -dijo en voz baja.
De hecho, solamente ella sabia cuanto repugnaban a su marido las atrocidades cometidas durante la colectivizacion y el ano 1937, que pura era su alma. Y solo ella sabia que grande era su sumision, su obediencia servil al poder.
Por eso, en casa, Piotr era tan tiranico, caprichoso, consentido, acostumbrado a que Mashenka le limpiara los zapatos, le diera aire con un panuelo para que estuviera fresco, y durante los paseos alrededor de la dacha, le ahuyentara los mosquitos con ayuda de una ramita.
67
Un vez, durante su ultimo ano de universidad, Shtrum habia lanzado al suelo un ejemplar del
Pravda y dicho a un companero de curso:
– ?Es un aburrimiento mortal! ?Como puede leerlo alguien?
Apenas hubo pronunciado estas palabras, el miedo se apodero de el. Recogio el periodico, lo sacudio y esbozo una sonrisa extraordinariamente abyecta, tanto que muchos anos mas tarde se le subia la sangre a la cabeza cada vez que recordaba aquella sonrisa perruna.
Unos dias despues le extendio a aquel mismo companero un numero del Pravda y le dijo en tono jovial:
– Grisha, leete el editorial, esta muy bien escrito. Su companero, cogiendo el periodico, le dijo con voz compasiva:
– Estaba lleno de miedo el pobre Vitia… ?Piensas que voy a denunciarte?
Entonces, todavia estudiante, Shtrum se hizo el juramento de callarse, de no expresar en voz alta pensamientos peligrosos o, si lo hacia, no acobardarse. Pero no mantuvo su palabra. A menudo perdia la prudencia, se encendia, metia la pata, y, metiendo la pata, perdia el coraje e intentaba apagar el fuego que el mismo habia encendido.
En 1938, despues del proceso de Bujarin, le comento a Krimov:
– Diga usted lo que quiera, pero yo a Bujarin lo conozco personalmente, hable con el dos veces.
Un tipo con cerebro, una sonrisa inteligente y agradable; en conjunto, un hombre honestisimo, extremadamente fascinante.
Y al instante, turbado por la mirada sombria de Krimov, farfullo:
– Por lo demas, el diablo sabra… Espia, agente de la Ojrana [64], ?donde esta aqui la honestidad y la fascinacion? ?Que infamia!
Y de nuevo, el desconcierto. Krimov, con la misma expresion lugubre con que le habia escuchado, le dijo:
– Ya que somos parientes permiteme que te diga una cosa: no puedo, y nunca podre, asociar el nombre de Bujarin con el de la Ojrana.
Y Shtrum, presa de una rabia repentina contra si mismo, contra la fuerza que impedia a los hombres ser hombres, grito:
– Dios mio, no doy credito a todo este horror. Esos procesos son una pesadilla. Pero ?por que confiesan todos? ?Con que fin?
Pero Krimov no dijo nada mas. Evidentemente ya habia dicho demasiado…
?Oh, maravillosa y clara fuerza del dialogo sincero, fuerza de la verdad! ?Que precio tan terrible han tenido que pagar a veces los hombres por decir algunas palabras valientes, sin guardarse las espaldas!
?Cuantas veces por la noche Shtrum, acostado en la cama, prestaba atencion al rumor de los automoviles que circulaban por la calle! De repente Liudmila Nikolayevna, con los pies descalzos, se acercaba a la ventana, corria la cortina. Y miraba, esperaba; despues, sin hacer ruido, creyendo que Viktor Pavlovich dormia, se iba a la cama y se acostaba. Por la manana ella le preguntaba:
– ?Que tal has dormido?
– Bien, gracias. ?Y tu?
– Hacia un poco de calor, estuve un rato junto a la ventana.
– Ah.
?Como transmitir ese sentimiento nocturno de inocencia y perdicion al mismo tiempo?
– Recuerda, Vitia, cada palabra llega hasta ellos. Te buscaras tu perdicion, la mia y la de tus hijos.
Y otro dia:
– No puedo explicartelo todo, pero por el amor de Dios, escucha: ni una palabra a nadie. Viktor, vivimos una epoca terrible, no puedes imaginarte hasta que punto. Recuerda, Viktor, ni una palabra a nadie…
A veces Viktor Pavlovich veia los ojos opacos, llenos de sufrimiento, de alguien que conocia desde la infancia. Y no le asustaba lo que su viejo amigo le decia, sino lo que no le decia. Por supuesto, Viktor Pavlovich no se atrevia a preguntarle directamente: «?Eres un agente? ?Te han interrogado?».
Recordaba la cara de su ayudante cuando, sin reflexionar, se le habia escapado la broma de que Stalin habia enunciado las leyes de la gravitacion antes que Newton.
– No ha dicho usted nada, no he oido nada -exclamo alegremente el joven fisico.
?Cual era el sentido de todas aquellas bromas? Bromear, en cualquier caso, era una idiotez, como divertirse dando un manotazo a un frasco de nitroglicerina.
?Que poder y claridad hay en la palabra, la palabra libre y desinhibida! La palabra que se pronuncia a pesar de todos los temores.
?Era consciente Viktor de la tragedia oculta en aquellas conversaciones? Todos los que participaban en ellas odiaban el fascismo aleman y estaban aterrorizados por el… ?Por que solo habian comenzado a hablar con franqueza en los dias en que la guerra habia llegado hasta las orillas del Volga, cuando todos sufrian por las derrotas militares y presagiaban la odiada esclavitud bajo Alemania?