– Ya es de noche -observo Irene con cierta preocupacion-o No te pasara nada, ?verdad?

Ismael sonrio.

– El Kyaneos se sabe el camino de memoria. No me pasara nada.

El velero se poso suavemente contra el embarcadero. Los graznidos de las aves en los acantilados formaban un eco lejano. Una franja de azul oscuro coronaba ahora la linea incandescente del crepusculo sobre el horizonte, y la luna sonreia entre las nubes.

– Bueno…, se hace tarde -empezo Irene.

– Si…

La chica salto a tierra.

– Me llevo el diario. Prometo cuidado.

Ismael asintio a su vez. Irene dejo escapar una pequena risa nerviosa. -Buenas noches.

Ambos se miraron en la penumbra. -Buenas noches, Irene.

Ismael solto las amarras.

– Habia pensado ir a la laguna manana. Tal vez te gustaria venir…

Ella asintio. La corriente se llevaba el velero. -Te recogere aqui…

La silueta del Kyaneos se desvanecio en la oscuridad. Irene permanecio alli, viendolo partir, hasta que la negrura de la noche lo hubo engullido completamente. Luego, dos palmos por encima del suelo, se apresuro hacia la Casa del Cabo. Su madre esperaba en el porche, sentada en la oscuridad. No hacia falta un diploma en ingenieria optica para adivinar que Simone habia visto, y oido, el episodio completo en el embarcadero.

– ?Que tal tu dia? -pregunto.

Irene trago saliva. Su madre sonrio picaramente. -Puedes contarmelo.

Irene se sento junto a su madre, dejandose abrazar por ella.

– ?Y el tuyo? -pregunto la muchacha-o ?Que tal te ha ido a ti?

Simone dejo escapar un suspiro, recordando la tarde en compania de Lazarus.

Abrazo en silencio a su hija y sonrio para si. -Un dia extrano, Irene. Supongo que me hago mayor.

– Que tonteria.

La joven miro en los ojos de su madre. -?Algo va mal, mama?

Simone sonrio debilmente y nego en silencio. -Echo de menos a tu padre -respondio finalmente, mientras una lagrima se deslizaba sobre su mejilla hasta sus labios.

– Papa se fue -dijo Irene-. Tienes que dejarlo ir.

– No se si quiero dejarlo ir.

Irene la estrecho en sus brazos y oyo como Simone derramaba sus lagrimas en la oscuridad.

6. EL DIARIO DE ALMA MALTISSE

El dia siguiente amanecio envuelto en un manto de bruma. Las primeras luces del alba sorprendieron a Irene todavia enfrascada en la lectura del diario que Ismaelle habia confiado. Lo que habia empezado como simple curiosidad horas atras habia ido creciendo a lo largo de la noche, hasta transformarse en una obsesion. Desde la primera linea empanada por el tiempo, la caligrafia de aquella misteriosa dama desaparecida en las aguas de la bahia se habia revelado como un jeroglifico hipnotico, un enigma sin resolucion que habia alejado de la muchacha cualquier atisbo de sueno.

Hoy he visto por vez primera el rostro de la sombra. Me observaba en silencio desde la oscuridad, acechante e inmovil. Se perfectamente lo que habia en aquellos ojos, aquella fuerza que la mantenia viva: odio. He podido sentir su presencia y he sabido que, tarde o temprano, nuestros dias en este lugar se convertiran en una pesadilla. Es ahora cuando me doy cuenta de toda la ayuda que el necesita y de que, pase lo que pase, no puedo dejarlo solo…

Pagina tras pagina, la voz secreta de aquella mujer parecia hablarle en susurros, entregandole las confidencias y los secretos que habian permanecido sumergidos y olvidados durante anos. Seis horas despues de haber iniciado la lectura del diario, la dama desconocida se habia convertido en una especie de amiga invisible, de voz varada en la niebla que, a falta de otro consuelo, la habia escogido a ella para depositar sus secretos, sus memorias, y el enigma de aquella noche que habria de llevarla a la muerte en las frias aguas del islote del faro, aquella noche de septiembre.

Ha sucedido de nuevo. Esta vez han sido mis ropas. Esta manana, al acudir a mi vestidor, he encontrado la puerta de mi armario abierta y todos mis vestidos, los vestidos que el me ha regalado durante anos, hechos jirones, destrozados como si el filo de cien cuchillos los hubiese cercenado. Hace siete dias fue mi anillo de compromiso. Lo encontre deformado y destrozado en el suelo. Otras joyas han desaparecido. Los espejos de mi habitacion estan rajados. Cada dia su presencia es mas fuerte y su rabia mas palpable. Es solo cuestion de tiempo que sus ataques dejen de concentrarse en mis pertenencias y lo hagan en mi. Es a mi a quien odia. Es a mi a quien quiere ver muerta. No hay sitio para ambas en este lugar…

El amanecer habia tendido un tapiz de cobre sobre el mar cuando Irene desgrano la ultima pagina del diario. Por un instante penso que jamas habia sabido tantas cosas acerca de nadie. Nunca persona alguna, ni su propia madre, habia revelado todos los secretos de su espiritu ante ella con la sinceridad con que aquel diario desnudaba los pensamientos de aquella mujer que, ironicamente, le era desconocida. Una mujer que habia muerto anos antes de que ella viese la luz.

No tengo a nadie con quien hablar, nadie a quien confesar el horror que me invade el alma dia tras dia. A veces desearia volver atras, rehacer mis pasos en el tiempo. Es entonces cuando mas comprendo que mi miedo y mi tristeza no pueden compararse con los suyos, que el me necesita y que, sin mi, su luz se apagaria para siempre. Solo pido a Dios que nos de fuerzas para sobrevivir, para huir del alcance de la sombra que se cierne sobre nosotros.

Cada linea que escribo en este diario me parece la ultima.

Por algun motivo Irene descubrio que sentia ganas de llorar. En silencio, derramo sus lagrimas en recuerdo de aquella dama invisible cuyo diario habia encendido una luz en su propio interior. Acerca de la identidad de su autora, cuanto el diario aclaraba era un par de palabras en el vertice de la primera hoja.

Poco despues, Irene contemplo la vela del Kyaneos desgarrar la neblina rumbo a la Casa del Cabo. Cogio el diario y, casi de puntillas, se encamino hacia su nueva cita con Ismael.

En tan solo unos minutos, el barco se abrio camino entre la corriente que batia en el extremo del cabo y se adentro en la Bahia Negra. La luz de la manana esculpia siluetas en las paredes de los acantilados que formaban buena parte de la costa de Normandia, muros de roca que se enfrentaban al oceano. Los reflejos del sol sobre el agua dibujaban destellos cegadores de espuma y plata encendida. El viento del norte impulsaba el velero con fuerza, la quilla segando la superficie como una daga. Para Ismael, aquello era simple rutina; para Irene, las mil y una noches.

A los ojos de una marinera novata como ella, aquel desbordante espectaculo de luz yagua parecia llevar la promesa invisible de mil aventuras y otros tantos misterios que esperaban ser descubiertos bajo el manto del oceano. Al timon, Ismael se mostraba inusualmente sonriente y encaminaba el velero rumbo a la laguna. Irene, victima agradecida del embrujo del mar, siguio con su relato de cuanto habia averiguado en su primera lectura del diario de Alma Maltisse.

– Evidentemente, lo escribia para si misma -explico la joven-o Es curioso que nunca mencione a nadie por su nombre. Es como un relato de gente invisible.

– Es impenetrable -apunto Ismael, quien habia dejado por imposible la lectura del diario tiempo atras.

– En absoluto -objeto Irene-. Lo que ocurre es que para entenderlo hay que ser una mujer.

Los labios de Ismael parecieron a punto de disparar una replica ante la aseveracion de su copiloto, pero por algun motivo, sus pensamientos se batieron en retirada.

Al poco, el viento de popa los condujo hasta la boca de la laguna. Un estrecho paso entre las rocas esbozaba una bocana en un puerto natural. Las aguas de la laguna, de apenas tres o cuatro metros de profundidad, eran un jardin de esmeraldas transparentes, y el fondo arenoso parpadeaba como un velo de gasas blancas a sus pies. Irene contemplo boquiabierta la magia que el arco de la laguna confinaba en su interior. Una bandada de peces

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