eran inmensas, capaces de rodear su cabeza con el puno.

Lazarus toco algun resorte en la base de la nuca del angel y la criatura mecanica abrio los ojos, dos rubies encendidos como carbones ardientes. Estaban mirandolo. A el.

Dorian sintio que las entranas se le retorcian. -Por favor, parelo… -suplico.

Lazarus advirtio la mirada aterrorizada del muchacho y se apresuro a cubrir de nuevo al automata.

Dorian suspiro de alivio al perder de vista aquel angel demoniaco.

– Lo siento -dijo Lazarus-. No deberia habertelo mostrado. Es tan solo una maquina, Dorian. Metal. No dejes que su apariencia te asuste. Es solo un juguete.

El chico asintio sin conviccion alguna.

Lazarus se apresuro a servirle una nueva taza repleta de chocolate humeante. Dorian sorbio ruidosamente el liquido espeso y reconfortante bajo la atenta mirada del fabricante de juguetes. Al apurar media taza, observo a Lazarus y ambos intercambiaron una sonrisa.

– Menudo susto, ?eh? -pregunto el hombre. El chiquillo rio nerviosamente.

– Debe de pensar que soy un gallina.

– Al contrario. Muy pocos se atreverian a salir a investigar por el bosque despues de lo que ha pasado con Hannah.

– ?Que cree usted que paso? Lazarus se encogio de hombros.

– Es dificil de decir. Supongo que tendremos que esperar a que la policia acabe su investigacion.

– Si, pero…

– ?Pero…?

– ?Y si realmente hay algo en el bosque? -insistio Dorian. -?La sombra?

Dorian asintio gravemente.

– ?Has oido hablar alguna vez del Doppelganger? -pregunto Lazarus.

El muchacho nego. Lazarus lo observo de reojo. -Es un termino aleman -explico-o Se usa para describir a la sombra de una persona que, por algun motivo, se ha desprendido de su dueno. ?Quieres oir una curiosa historia al respecto?

– Por favor…

Lazarus se acomodo en una silla frente al muchacho y extrajo un largo cigarro. Dorian habia aprendido en el cine que aquella especie de torpedo atendia al nombre de habano y que, amen de costar una fortuna, desprendia un olor acre y penetrante al quemar. De hecho, tras Greta Garbo, Groucho Marx era su heroe de los matinales dominicales. El pueblo llano se limitaba a olfatear el humo de segunda mano. Lazarus estudio el cigarro y volvio a guardarlo, intacto, listo para emprender su relato.

– Bien. La historia en si me la conto un colega hace ya tiempo. El ano es 1915. El lugar, la ciudad de Berlin…

»De todos los relojeros de la ciudad de Berlin, ninguno era tan celoso de su labor y tan perfeccionista en sus metodos como Hermann Blocklin. De hecho, su obsesion por llegar a crear los mecanismos mas precisos lo habia llevado a desarrollar una teoria respecto a la relacion entre el tiempo y la velocidad a la que la luz se desplazaba por el universo. Blocklin vivia rodeado de relojes en una pequena vivienda que ocupaba la trastienda de su establecimiento, en la Henrichstrasse. Era un hombre solitario. No tenia familia. No tenia amigos. Su unico companero era un viejo gato, Salman, que pasaba las horas en silencio a su lado, mientras Blocklin dedicaba horas y dias enteros a su ciencia, en su taller. A lo largo de los anos, su interes llego a convertirse en obsesion. No era raro que cerrase su tienda al publico durante dias completos. Dias de veinticuatro horas sin descanso, que dedicaba a trabajar en su proyecto sonado: el reloj perfecto, la maquina universal de medicion del tiempo.

»Uno de esos dias, cuando hacia dos semanas que una tormenta de frio y nieve azotaba Berlin, el relojero recibio la visita de un extrano cliente, un distinguido caballero llamado Andreas Corelli. Corelli vestia un lujoso traje de un blanco reluciente y sus cabellos, largos y satinados, eran plateados. Sus ojos se ocultaban tras dos lentes negras. Blocklin le anuncio que la tienda estaba cerrada al publico, pero Corelli insistio, alegando que habia viajado desde muy lejos solo para visitarlo. Le explico que estaba al corriente de sus logros tecnicos e incluso se los describio con detalle, lo cual intrigo sobremanera al relojero, convencido de que sus hallazgos, hasta la fecha, eran un misterio para el mundo.

»La peticion de Corelli no fue menos extrana.

Blocklin debia construir un reloj para el, pero un reloj especial. Sus agujas debian girar en sentido inverso. La razon de este encargo era que Corelli padecia una enfermedad mortal que habria de extinguir su vida en cuestion de meses. Por ese motivo, deseaba tener un reloj que contase las horas, los minutos y los segundos que le restaban de vida.

»Tan extravagante peticion venia acompanada por una mas que generosa oferta economica. Es mas, Corelli le garantizo la concesion de fondos economicos para financiar toda su investigacion de por vida. A cambio, tan solo debia dedicar unas semanas a crear aquel ingenio.

»Ni que decir tiene que Blocklin acepto el trato.

Pasaron dos semanas de intenso trabajo en su taller. Blocklin estaba sumergido en su tarea cuando, dias mas tarde, Andreas Corelli volvio a llamar a su puerta. El reloj estaba ya terminado. Corelli, sonriente, lo examino y, tras alabar la labor realizada por el relojero, le dijo que su recompensa resultaba mas que merecida. Blocklin, exhausto, le confeso que habia puesto toda su alma en aquel encargo. Corelli asintio. Despues dio cuerda al reloj y dejo que empezase a girar su mecanismo. Entrego un saco de monedas de oro a Blocklin y se despidio de el.

»EI relojero estaba fuera de si de gozo y codicia, contando sus monedas de oro, cuando advirtio su imagen en el espejo. Se vio mas viejo, demacrado. Habia estado trabajando demasiado. Resuelto a tomarse unos dias libres, se retiro a descansar.

»Al dia siguiente, un sol deslumbrante penetro por su ventana. Blocklin, todavia cansado, se acerco a lavarse la cara y observo de nuevo su reflejo. Pero esta vez, un estremecimiento le recorrio el cuerpo. La noche anterior, cuando se habia acostado, su rostro era el de un hombre de cuarenta y un anos, cansado y agotado, pero todavia joven. Hoy tenia frente a si la imagen de un hombre rumbo a su sesenta cumpleanos. Aterrado, salio al parque a tomar el aire. Al volver a la tienda, examino de nuevo su imagen. Un anciano lo observaba desde el espejo. Presa del panico, salio a la calle y se tropezo con un vecino, que le pregunto si habia visto al relojero Blocklin. Hermann, histerico, echo a correr.

»Paso aquella noche en un rincon de una taberna pestilente en compania de criminales e individuos de dudosa reputacion. Cualquier cosa antes que estar solo. Sentia su piel encogerse minuto a minuto. Sus huesos se le antojaban quebradizos. Su respiracion, dificultosa.

»Despuntaba la medianoche cuando un extrano le pregunto si podia tomar asiento junto a el. Blocklin lo miro. Era un hombre joven y bien parecido, de apenas unos veinte anos. Su rostro le resultaba desconocido, a excepcion de las lentes negras que cubrian sus ojos. Blocklin sintio que el corazon le daba un vuelco. Corelli…

»Andreas Corelli se sento frente a el y extrajo el reloj que Blocklin habia forjado dias atras. El relojero, desesperado, le pregunto que extrano fenomeno era el que le estaba afectando. ?Por que envejecia segundo a segundo? Corelli le mostro el reloj. Las agujas giraban lentamente en sentido inverso. Corelli le recordo sus palabras, eso de que habia puesto su alma en aquel reloj. Por ese motivo, a cada minuto que pasaba, su cuerpo y su alma envejecian progresivamente.

»Blocklin, ciego de terror, le suplico ayuda. Le dijo que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, a renunciar a lo que fuese, con tal de recobrar su juventud y su alma. Corelli le sonrio y le pregunto si estaba seguro de eso. El relojero se reafirmo: cualqmer cosa.

»Corelli dijo entonces que estaba dispuesto a devolverle el reloj y con el su alma, a cambio de algo que, de hecho, no le era de utilidad alguna a Blocklin: su sombra. El relojero, desconcertado, le pregunto si ese era todo el precio que tenia que pagar, una sombra. Corelli asintio y Blocklin acepto el trato.

»El extrano cliente extrajo un frasco de vidrio, quito el tapon y lo coloco sobre la mesa. En un segundo, Blocklin contemplo como su sombra se introducia en el interior del frasco, igual que un torbellino de gas. Corelli cerro el frasco y, despidiendose de Blocklin, partio en la noche. Tan pronto hubo desaparecido por la puerta de la taberna, el reloj que sostenia en las manos invirtio el sentido en que giraban las agujas.

»Cuando Blocklin llego a su casa, al alba, su rostro era el de un hombre joven de nuevo. El relojero suspiro con alivio. Pero otra sorpresa lo esperaba aun. Salman, su gato, no aparecia por ninguna parte. Lo busco por toda la casa y, cuando finalmente dio con el, una sensacion de horror lo invadio. El animal

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