pendia por el cuello de un cable, unido a una lampara de su taller. Su mesa de trabajo estaba derribada y sus herramientas esparcidas por la sala. Se diria que un tornado habia pasado por aquel lugar. Todo estaba destrozado. Pero habia mas: marcas en las paredes. Alguien habia escrito torpemente sobre los muros una palabra incomprensible:
»El relojero estudio aquel trazo obsceno y tardo mas de un minuto en comprender su significado. Era su propio nombre, invertido. Nilkcolb. Blocklin. Una voz susurro a su espalda y, cuando Blocklin se volvio, se vio enfrentado a un oscuro reflejo de si mismo, un espejismo diabolico de su propio rostro.
»Entonces, el relojero comprendio. Era su sombra quien lo observaba. Su propia sombra, desafiante. Trato de atrapada, pero la sombra se rio como una hiena y se esparcio por los muros. Block1in, estremecido, vio como su sombra asia entonces un largo cuchillo y huia por la puerta, perdiendose en la penumbra.
»El primer crimen de la Henrichstrasse tuvo lugar aquella misma noche. Varios testigos declararon haber visto al relojero Blocklin acuchillar a sangre fria a aquel soldado que paseaba de madrugada por el callejon. La policia lo aprehendio y lo sometio a un largo interrogatorio. A la noche siguiente, mientras Blocklin permanecia bajo custodia en su celda, dos nuevas muertes tuvieron lugar. Las gentes empezaron a hablar de un misterioso asesino que se movia en las sombras de la noche de Berlin. Blocklin trato de explicar a las autoridades lo que estaba sucediendo, pero nadie quiso escuchado. Los periodicos especulaban con la misteriosa posibilidad de un asesino que conseguia, noche tras noche, escapar de su celda de maxima seguridad, para perpetrar los mas espantosos crimenes que recordaba la ciudad de Berlin.
»El terror de la sombra de Berlin duro veinticinco dias exactamente. El final de aquel extrano caso llego tan inesperada e inexplicablemente como su inicio. En la madrugada de aquel 12 de enero de 1916, la sombra de Hermann Blocklin se introdujo en la tetrica prision de la policia secreta. Un centinela que montaba guardia junto a la celda juro que habia visto a Blocklin forcejear con una sombra y que, en un momento de la refriega, el relojero habia apunalado a la sombra. Al amanecer, el cambio de guardia encontro a Blocklin muerto en su celda con una herida en el corazon.
»Dias mas tarde, un desconocido llamado Andreas Corelli se ofrecio a pagar los gastos del entierro en la fosa comun del cementerio de Berlin para Blocklin. Nadie, a excepcion del enterrador y un extrano individuo que portaba lentes negras, asistio a la ceremonia.
»El caso de los crimenes de la Henrichstrasse sigue abierto y sin resolver en los archivos de la policia de Berlin.
– Guau- susurro Dorian al finalizar el relato de Lazarus-. ?Y eso sucedio realmente?
El fabricante de juguetes sonrio.
– No. Pero sabia que te encantaria la historia. Dorian hundio los ojos en su taza. Comprendio que Lazarus habia urdido aquel relato simplemente para borrarle el susto del angel mecanico. Un buen truco, pero un truco al fin y al cabo. Lazarus le palmeo el hombro deportivamente.
– Me parece que se hace un poco tarde para jugar a detectives -observo-. Vamos, te acompanare a casa.
– ?Me promete que no le dira nada a mi madre? -suplico Dorian.
– Solo si tu me prometes que no volveras a pasear por el bosque solo y de noche; no mientras no se aclare lo que ha sucedido con Hannah…
Ambos sostuvieron la mirada.
– Trato hecho -convino el chico.
Lazarus estrecho su mano como un buen hombre de negocios. Luego, ofreciendo una sonrisa misteriosa, el fabricante de juguetes se acerco a un armario y extrajo una caja de madera. Le ofrecio la caja a Dorian.
– ?Que es? -pregunto el muchacho, intrigado.
– Misterio. Abrela.
Dorian procedio a abrir la caja. La luz de los faroles revelo una figura de plata del tamano de su mano. Dorian miro a Lazarus, boquiabierto. El fabricante de juguetes sonrio.
– Deja que te muestre como funciona.
Lazarus tomo la figura y la coloco sobre la mesa.
A una simple presion de sus dedos, la figura se desplego y revelo su naturaleza. Un angel. Identico al que habia visto, a escala.
– A ese tamano, no puede asustarte, ?eh? Dorian asintio, entusiasta.
– Entonces, este sera tu angel de la guarda. Para protegerte de las sombras…
Lazarus escolto a Dorian a traves del bosque hasta la Casa del Cabo, mientras le explicaba misterios y tecnicas de la fabricacion de automatas y de mecanismos cuya complejidad e ingenio le parecian primos hermanos de la magia. Lazarus parecia saberlo todo y tenia respuesta para las cuestiones mas rebuscadas y tramposas. No habia modo de pillarlo. Al llegar al extremo del bosque, Dorian estaba fascinado y orgulloso con su nuevo amigo.
– Recuerda nuestro pacto, ?eh? -susurro Lazarus-. No mas excursiones nocturnas.
Dorian nego con la cabeza y salio rumbo a la casa. El fabricante de juguetes espero fuera y no se retiro hasta que el chico hubo llegado a su habitacion y lo saludo desde la ventana. Lazarus le devolvio el saludo y se interno de nuevo en las sombras del bosque.
Tendido en la cama, Dorian llevaba todavia la sonrisa pegada al rostro. Todas sus preocupaciones y angustias parecian haberse evaporado. Relajado, el muchacho abrio la caja y extrajo el angel mecanico que le habia regalado Lazarus. Era una pieza perfecta, de una belleza sobrenatural. La complejidad del mecanismo traia ecos de una ciencia misteriosa y cautivadora. Dorian dejo la figura en el suelo, al pie de su lecho, y apago la luz. Lazarus era un genio. Esa era la palabra. Dorian la habia oido cientos de veces y siempre le sorprendia que se emplease tanto cuando en realidad no se ajustaba a los aludidos de ninguna de las maneras. Finalmente, el habia conocido a un verdadero genio. Y, ademas, era su amigo.
El entusiasmo dio paso a un sueno irresistible.
Dorian se rindio a la fatiga y dejo que su mente lo llevase a una aventura donde el, heredero de la ciencia de Lazarus, inventaba una maquina que atrapaba sombras y liberaba al mundo de una siniestra organizacion malefica.
Dorian dormia ya cuando, sin previo aviso, la figura empezo a desplegar sus alas lentamente. El angel metalico ladeo la cabeza y alzo un brazo. Sus ojos negros, dos lagrimas de obsidiana, brillaban en la penumbra.
8. INCOGNITO
Tres dias pasaron sin que Irene recibiese noticia alguna de Ismael. No habia rastro del muchacho en el pueblo, y su velero no se veia en los muelles. Un frente tormentoso barria la costa de Normandia y tendia un manto de ceniza sobre la bahia que habria de prolongarse por espacio de casi una semana.
Las calles del pueblo permanecian aletargadas bajo la tenue llovizna la manana en que Hannah hizo su ultimo viaje hasta el pequeno cementerio, en lo alto de la colina que se alzaba al noreste de Bahia Azul. La procesion llego hasta las puertas del recinto y, por expreso deseo de la familia, la ceremonia final se celebro en la mas estricta intimidad, mientras las gentes del pueblo volvian a sus casas bajo la lluvia, en silencio, a la sombra del recuerdo de la muchacha.
Lazarus se ofrecio a acompanar a Simone ya sus hijos de vuelta a la Casa del Cabo mientras la congregacion se dispersaba como un banco de niebla al amanecer. Fue entonces cuando Irene avisto la silueta solitaria de Ismael, en lo alto del risco que coronaba los acantilados que bordeaban el cementerio, contemplando el mar de plomo. Basto una mirada entre ella y su madre para que Simone asintiera y la dejase marchar. Al poco, el coche de Lazarus se alejaba por la carretera de la ermita de Saint Roland e Irene ascendia la senda que conducia hasta los acantilados.
En el horizonte se distinguia el fragor de una tormenta electrica sobre el mar, encendiendo mantos de luz tras las nubes, que semejaban tanques de metal candente. La muchacha encontro a Ismael sentado sobre una roca, la mirada perdida en el oceano. A lo lejos, el islote del faro y el cabo se perdian en la neblina.
De vuelta al pueblo y sin previo aviso, Ismael desvelo a Irene su paradero durante los ultimos tres dias. El muchacho inicio su relato desde el momento en que tuvo conocimiento de la noticia.
Habia partido en el