mente y concentrar su atencion en una nueva luz al final del tunel: desenmascarar al responsable de aquella desgracia y hacerla pagar por ello. El anhelo de la venganza parecia el unico antidoto capaz de mitigar el dolor.
Las explicaciones de la gendarmeria no le satisfacian en absoluto. El secretismo con que las autoridades locales habian llevado el caso le resultaba, cuando menos, sospechoso. En algun momento previo al amanecer del siguiente dia, Ismael ya habia decidido iniciar sus propias pesquisas. A cualquier precio. A partir de ahi, no habia reglas. Aquella misma noche Ismael se colo en el improvisado laboratorio forense del doctor Giraud. Con la ayuda de su audacia y un par de tenazas sego eslabones de cadenas y todo lo que se le interponia.
Irene escucho, a medio camino entre el asombro y la incredulidad, como Ismael se habia introducido en las funebres dependencias, esperando a que Giraud se retirase, y entonces, entre la neblina de formal y una penumbra espectral, habia buscado cuidadosamente en los archivos del doctor la carpeta referente a Hannah.
De donde habia sacado la sangre fria necesaria para semejante pirueta estaba por ver, pero evidentemente no se la habia proporcionado el duo de cadaveres que se encontro, cubiertos por velos. Pertenecian a un par de buzos que habian tenido la mala fortuna de sumergirse en una corriente submarina en el estrecho de La Rochelle la noche anterior, mientras trataban de recuperar la carga de un velero encallado en el arrecife.
Irene, palida como una muneca de porcelana, escucho el macabro relato de cabo a rabo, incluyendo el tropezon de Ismael con una de las mesas de operaciones. Una vez que la narracion del muchacho regreso al aire libre, la joven suspiro. Ismael se habia llevado la carpeta a su velero y habia pasado dos horas tratando de desbrozar la selva de palabreria y jerga medica del doctor Giraud.
Irene trago saliva.
– ?Como murio, entonces? -murmuro. Ismaella miro directamente a los ojos. Un extrano brillo relucia en los suyos.
– No saben como. Pero si saben por que. Segun el informe, el dictamen oficial es paro cardiaco -explico-. Pero, en su analisis final, Giraud anoto que, en su opinion personal, Hannah vio algo en el bosque que le provoco un ataque de panico.
Panico. La palabra se perdio en el eco de su mente. Su amiga Hannah habia muerto de miedo, y lo que fuera que habia causado aquel terror seguia en el bosque.
– Fue el domingo, ?no? -dijo Irene-. Algo tuvo que suceder durante ese dia…
Ismael asintio lentamente. Era obvio que el muchacho habia pensado lo mismo mucho antes que ella.
– o la noche anterior -sugirio Ismael.
Irene le dirigio una mirada de extraneza.
– Hannah paso esa noche en Cravenmoore. Al dia siguiente, no habia ya rastro de ella. No hasta que la encontraron muerta, en el bosque -dijo el chico.
– ?Que quieres decir?
– Estuve en el bosque. Hay marcas. Ramas rotas. Hubo una lucha. Alguien persiguio a Hannah desde la casa.
– ?Desde Cravenmoore? Ismael asintio de nuevo.
– Necesitamos saber que es lo que sucedio el dia anterior a su desaparicion. Tal vez eso explique quien o que la persiguio en el bosque.
– ?Y como podemos hacer eso? Quiero decir que la policia… -apunto Irene. -Solo se me ocurre un modo.
– Cravenmoore -murmuro ella.
– Exactamente. Esta noche…
El crepusculo abria resquicios de cobre entre el manto de nubes tormentosas en transito desde el horizonte. A medida que las sombras se extendian sobre la bahia, la noche dejaba ver un claro en la boveda del cielo, a traves del cual podia apreciarse el circulo de luz casi perfecto que perfilaba la luna creciente. Su lumbre de plata dibujaba un tapiz de reflejos en la habitacion de Irene. La muchacha alzo por un momento la vista del diario de Alma Maltisse y contemplo aquella esfera que le sonreia desde el firmamento. Veinticuatro horas mas y su circunferencia seria completa. La tercera luna llena del estio. La noche de las mascaras en Bahia Azul.
En este momento, sin embargo, la silueta de la luna adquirio otro significado para ella. Al cabo de pocos minutos acudiria a su cita secreta con Ismael en el umbral del bosque. La idea de atravesar la negrura e introducirse en las profundidades insondables de Cravenmoore le parecia ahora una imprudencia. O mejor, un disparate. Por otro lado, se sentia tan incapaz de fallarle a Ismael en esos momentos como se habia sentido aquella misma tarde, cuando el muchacho habia anunciado su intencion de acudir a la mansion de Lazarus Jann en busca de respuestas acerca de la muerte de Hannah. Como no podia aclarar sus pensamientos, la muchacha retorno el diario de Alma Maltisse y se refugio en sus paginas.
…
El impacto de una minuscula piedra sobre su ventana la arranco de la lectura. Irene cerro el libro y echo un vistazo al exterior. Ismael esperaba en el umbral del bosque. Lentamente, mientras se ponia una gruesa chaqueta de punto, la luna se oculto tras las nubes.
Irene observo cuidadosamente a su madre desde lo alto de la escalera. Una vez mas, Simone se habia rendido al sueno en su butaca favorita, frente al ventanal que contemplaba la bahia. Un libro yacia sobre su regazo y sus lentes de lectura permanecian caidos sobre su nariz como un trineo en un trampolin. En un rincon, una radio de madera labrada con caprichosos motivos de
Ismael la esperaba fuera provisto de una escueta chaqueta de piel, pantalones de trabajo y un par de botas que parecian haber hecho el camino de ida y vuelta a Constantinopla media docena de veces. La brisa nocturna arrastraba una fria neblina desde la bahia, tendiendo una guirnalda de tinieblas danzantes sobre el bosque.
Irene se abotono hasta arriba su chaqueta y asintio en silencio a la mirada atenta del muchacho. Sin mediar palabra, ambos se internaron en el sendero que atravesaba la espesura. Una galeria de sonidos invisibles poblaba las sombras del bosque. El roce de las hojas agitandose al viento enmascaraba el rumor del mar rompiendo en los acantilados. Irene siguio los pasos de Ismael entre la maleza. El rostro de la luna se dejaba adivinar fugazmente entre la trama de nubes que cabalgaban sobre la bahia, sumergiendo el bosque en un fantasmal estado de penumbra parpadeante. A medio trayecto, Irene asio la mano de Ismael y no la solto hasta que la silueta de Cravenmoore se alzo frente a ellos.
A una senal del chico, se detuvieron tras el tronco de un arbol herido de muerte por un rayo. Por espacio de unos segundos, la luna rasgo el cortinaje aterciopelado de las nubes y un halo de claridad barrio la fachada de Cravenmoore, dibujando cada uno de sus relieves y contornos y trazando el hipnotico retrato de una extrana catedral perdida en las profundidades de un bosque maldito. La fugaz vision se escindio en un estanque de oscuridad y un rectangulo de luz dorada se dibujo al pie de la mansion. La silueta de Lazarus Jann pudo apreciarse