en el umbral de la puerta principal. El fabricante de juguetes cerro la puerta a sus espaldas y lentamente descendio los peldanos rumbo a la senda que bordeaba la arboleda.

– Es Lazarus. Todas las noches da un paseo por el bosque -murmuro Irene.

Ismael asintio en silencio y retuvo a la chica, sus ojos clavados en la figura del fabricante de juguetes que se encaminaba hacia el umbral del bosque, en su direccion. Irene dirigio una mirada inquisitiva a Ismael. El muchacho dejo escapar un suspiro y examino nerviosamente los alrededores. Los pasos de Lazarus se hicieron audibles. Ismael cogio a Irene del brazo y la empujo hacia el interior del tronco muerto del arbol.

– Por aqui. ?Rapido! -susurro.

El interior del tronco estaba impregnado de un profundo hedor a humedad y a podredumbre. La claridad exterior se filtraba a traves de pequenos orificios practicados a lo largo de la madera muerta y dibujaba una improbable escalera de peldanos de luz que ascendian por el interior del tronco cavernoso. Irene sintio un hormigueo en el estomago. A dos metros por encima de ellos advirtio una fila de diminutos puntos luminosos. Ojos. Un grito pugno por escapar de su garganta. La mano de Ismael se le adelanto. Su alarido se ahogo en su interior mientras el chico la mantenia sujeta.

– ?Son solo murcielagos, por el amor de Dios! ?Estate quieta! -le susurro mientras los pasos de Lazarus rodeaban el tronco, rumbo al bosque.

Sabiamente, Ismael mantuvo la mordaza sobre la boca de Irene hasta que las pisadas del propietario de Cravenmoore se perdieron bosque adentro. Las alas invisibles de los murcielagos se agitaron en la oscuridad. Irene sintio el aire sobre su rostro y el hedor acido de los animales.

– Crei que no te asustaban los murcielagos… -dijo Ismael-. Andando.

Irene lo siguio a traves del jardin de Cravenmoore en direccion a la parte trasera de la mansion. A cada paso que daba, la chica se repetia que no habia nadie en la casa y que la sensacion de ser observada era una simple ilusion de su mente.

Alcanzaron el ala que conectaba con la antigua fabrica de juguetes de Lazarus y se detuvieron frente a la puerta de lo que parecia un taller o una sala de ensamblaje. Ismael extrajo una navaja y desplego la hoja. El reflejo del filo brillo en la oscuridad. El muchacho introdujo la punta del cuchillo en la cerradura de la puerta y palpo cuidadosamente el mecanismo interno del cierre.

– Hazte a un lado. Necesito mas luz.

Irene se retiro unos pasos y escruto la penumbra que reinaba en el interior de la fabrica de juguetes. Los cristales estaban como nublados por anos de abandono y resultaba practicamente imposible dilucidar las formas que habia al otro lado.

– Vamos, vamos… -murmuro Ismael para si, mientras seguia trabajando en el cierre.

Irene lo observo y acallo la voz interior que empezaba a sugerir que irrumpir ilegalmente en propiedad ajena no era una buena idea. Finalmente, el mecanismo de la cerradura cedio con un chasquido casi inaudible. Una sonrisa ilumino el rostro de Ismael. La puerta se separo un par de centimetros.

– Pan comido -dijo, abriendola lentamente.

– Demonos prisa -apunto Irene-. Lazarus no estara fuera mucho tiempo.

Ismael penetro en el interior. Irene inspiro profundamente y lo siguio. El interior estaba banado por una densa neblina de polvo atrapado en una claridad mortecina que flotaba como una nube de vapor. El olor a diferentes productos quimicos calaba el ambiente. Ismael cerro la puerta a sus espaldas y ambos se enfrentaron a un mundo de sombras indescifrables. Los restos de la fabrica de juguetes de Lazarus Jann yacian en la oscuridad, sumidos en un sueno perpetuo.

– No se ve nada -murmuro Irene, reprimiendo sus ansias por salir de aquel lugar cuanto antes. -Tenemos que esperar a que nuestros ojos se acostumbren a la penumbra. Es cuestion de segundos -sugirio Ismael sin demasiada conviccion.

Los segundos pasaron en vano. El manto de negrura que velaba la sala de la factoria de Lazarus no se desvanecio. Irene trataba de adivinar un camino por el que adentrarse cuando sus ojos repararon en una figura erguida e inmovil que se alzaba unos metros mas alla.

Un espasmo de terror le martilleo el estomago. -Ismael, hay alguien mas aqui… -dijo la muchacha, aferrandose al brazo del chico con fuerza.

Ismael escruto la penumbra y trago saliva. Una figura con los brazos extendidos flotaba, suspendida. La silueta oscilaba lentamente, como un pendulo, y una larga cabellera caia sobre sus hombros. Con manos temblorosas, el muchacho palpo el bolsillo de su chaqueta y extrajo una caja de fosforos. La figura permanecia inmovil, como una estatua viva dispuesta a saltar sobre ellos tan pronto prendiese la lumbre.

Ismael encendio la cerilla y el destello de la llama los cego momentaneamente. Irene se agarro a el con fuerza.

Segundos mas tarde, la vision que se desplego ante sus ojos le arrebato la fuerza de los musculos. Una intensa oleada de frio le recorrio el cuerpo. Ante ella, balanceandose a la luz parpadeante de la llama, se encontraba el cuerpo de su madre, Simone, suspendido del techo con los brazos extendidos.

– Dios mio…

La figura giro lentamente sobre si misma y revelo el otro costado de sus facciones. Cables yengranajes brillaron en la tenue claridad. El rostro estaba dividido en dos mitades y solamente una de ellas estaba finalizada.

– Es una maquina, simplemente una maquina -dijo Ismael, tratando de tranquilizada.

Irene contemplo la macabra imitacion de Simone. Sus facciones. El color de sus ojos, de su cabello. Cada marca sobre la piel, cada linea de su rostro estaban reproducidas en una mascara inexpresiva y escalofriante.

– ?Que esta sucediendo aqui? -inquirio. Ismael senalo lo que parecia una puerta de entrada a la casa en el otro extremo del taller.

– Por aqui -senalo, alejando a Irene de aquel lugar y de la siniestra figura suspendida en el aire.

La muchacha, todavia bajo el efecto de aquella aparicion, lo siguio, aturdida y aterrorizada.

Un instante despues, la llama del fosforo que Ismael sostenia se extinguio y la oscuridad se hizo en torno a ellos de nuevo.

Tan pronto alcanzaron la puerta que conducia hacia el interior de Cravenmoore, el manto de sombras que se habia extendido a sus pies se desplego a sus espaldas como una flor negra, adquiriendo volumen y deslizandose sobre los muros. La sombra se dirigio hacia las mesas de trabajo del taller y su rastro tenebroso recorrio el manto blanco que cubria la figura de aquel angel mecanico que Lazarus habia mostrado a Dorian la noche anterior. Lentamente, la sombra se filtro bajo las comisuras de la sabana y su masa vaporosa penetro a traves de las junturas de la estructura metalica.

La silueta de la sombra desaparecio completamente en el interior de aquel cuerpo de metal. Un vaho de escarcha se extendio sobre la criatura mecanica formando una telarana helada. Luego, los ojos del angel se abrieron lentamente en la oscuridad, dos rubies encendidos bajo el manto.

La titanica figura se incorporo lentamente y desplego sus alas. Pausadamente, poso ambos pies sobre el suelo. Las garras aranaron la superficie de la madera, dejando muescas a su paso. El manto de luz azulada que flotaba en el aire atrapo la espiral de humo que ascendia del fosforo apagado que Ismael habia soltado. El angel la atraveso y se perdio en la tiniebla, siguiendo los pasos de Ismael e Irene.

9. LA NOCHE TRANSFIGURADA

El eco lejano de un repiqueteo insistente arranco a Simone de un mundo de acuarelas danzantes y lunas que se fundian en monedas de plata candente. El sonido llego de nuevo a sus oidos, pero esta vez Simone desperto completamente y comprendio que de nuevo el sueno habia podido con ella y con su intento de avanzar algun capitulo antes de la medianoche. Mientras recogia sus lentes de lectura, oyo de nuevo aquel sonido y por primera vez lo identifico. Alguien estaba golpeando suavemente con los nudillos en la ventana que daba al porche. Simone se incorporo y reconocio el rostro sonriente de Lazarus al otro lado del cristal. Al instante sintio que sus mejillas se ruborizaban. Mientras abria la puerta observo su imagen en el espejo del recibidor. Un desastre.

– Buenas noches, madame Sauvelle. Tal vez no sea este un buen momento… -dijo Lazarus.

– En absoluto. Me… Lo cierto es que estaba leyendo y me he quedado completamente dormida.

– Eso significa que debe usted cambiar de libro -apunto Lazarus.

Вы читаете Las Luces De Septiembre
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату