danzaba bajo el casco del
– Es increible -balbuceo Irene.
– Es la laguna -aclaro Ismael, mas prosaico.
Despues, mientras ella seguia bajo los efectos de una primera visita a aquel paraje, el chico aprovecho para arriar las velas y anclar el velero. El
– Bien. ?Quieres ver esa cueva o no?
Por toda respuesta, Irene le ofrecio una sonrisa desafiante y, sin apartar los ojos de los suyos, se despojo de su vestido lentamente. Las pupilas de Ismael se expandieron como platos. Su imaginacion no habia anticipado semejante espectaculo. Irene, pertrechada con un sucinto banador, cuya brevedad habria hecho que su madre jamas lo hubiera considerado merecedor de dicho nombre, sonrio ante el semblante de Ismael. Tras aturdirlo un par de segundos con la vision, justo lo necesario para no dejarlo acostumbrarse a ella, salto al agua y se sumergio bajo la lamina de reflejos ondulantes. Ismael trago saliva. O el era muy lento o aquella muchacha era demasiado rapida para el. Sin pensado dos veces, salto al agua tras ella. Necesitaba un bano.
Ismael e Irene nadaron hacia la boca de la Cueva de los Murcielagos. El tunel se adentraba en la tierra, como una catedral labrada en la roca. Una tenue corriente emanaba del interior y acariciaba la piel bajo el agua. El interior de la caverna marina se alzaba en forma de boveda, coronada por cientos de largas astillas de roca que pendian en el vacio como lagrimas de hielo petrificado. Los reflejos del agua descubrian mil y un recovecos entre las rocas, y el fondo arenoso adquiria una fosforescencia fantasmal que tendia una alfombra de luz hacia el interior.
Irene se sumergio y abrio los ojos bajo el agua.
Un mundo de reflejos evanescentes danzaba lentamente frente a ella, poblado por criaturas extranas y fascinantes. Pequenos peces cuyas escamas cambiaban de color segun la direccion en que reflejaban la luz. Plantas irisadas sobre la roca. Diminutos cangrejos correteando sobre las arenas submarinas. La muchacha permanecio contemplando la fauna que poblaba la caverna hasta que le falto el aire.
– Si sigues haciendo eso,,.te saldra cola de pez, como a las sirenas -dijo Ismael.
Ella le guino un ojo y lo beso bajo la tenue claridad de la caverna.
– Ya soy una sirena -murmuro, adentrandose en la Cueva de los Murcielagos.
Ismael intercambio una mirada con un estoico cangrejo que lo escrutaba acomodado sobre la pared de roca y que parecia tener una curiosidad antropologica por la escena. La mirada sabia del crustaceo no dejaba duda alguna. Le estaban tomando el pelo de nuevo.
Un dia completo de ausencia, penso Simone.
Hannah llevaba horas sin aparecer y sin dar noticias. Simone se pregunto si se enfrentaba a un problema puramente disciplinario. Ojala fuese asi. Habia dejado pasar la jornada dominical a la espera de tener noticias de la chica, pensando que habria tenido que ir a su casa. Una pequena indisposicion. Un compromiso imprevisto. Cualquier explicacion le hubiese bastado. Tras horas de espera, decidio enfrentarse al dilema. Se disponia a tomar el telefono para llamar a casa de la muchacha cuando una llamada entrante se le adelanto. La voz que sono le resultaba desconocida y el modo en que su dueno se identifico hizo poco por tranquilizada.
– Buenos dias, madame Sauvelle. Mi nombre es Henri Faure. Soy el comisario jefe de la gendarmeria de Bahia Azul -anuncio, cada palabra mas pesada que la anterior.
Un tenso silencio se apodero de la linea. -?Madame? -inquirio el policia.
– Lo escucho.
– No me resulta facil decide esto…
Dorian habia dado por concluida su jornada de mensajero por aquel dia. Los encargos que Simone le habia confiado ya estaban mas que resueltos, y la perspectiva de una tarde libre se presentaba prometedora y refrescante. Cuando llego a la Casa del Cabo, Simone todavia no habia vuelto de Cravenmoore, y su hermana Irene debia de estar por alli, con aquella especie de novio que se habia granjeado. Tras apurar un par de vasos de leche fresca uno tras otro, la extrana sensacion de la casa vacia de mujeres se le antojo un tanto desconcertante. Uno llegaba a acostumbrarse tanto a ellas que, en su ausencia, el silencio se hacia vagamente inquietante.
Aprovechando que todavia quedaban unas horas de luz por delante, Dorian opto por explorar el bosque de Cravenmoore. En pleno dia, tal y como habia predicho Simone, las siluetas siniestras no eran mas que arboles, arbustos y maleza. Con esto en su mente, el muchacho se encamino hacia el corazon de aquel bosque denso y laberintico que se extendia entre la Casa del Cabo y la mansion de Lazarus Jann.
Llevaba unos diez minutos sin rumbo concreto cuando advirtio por primera vez el rastro de unas huellas que se adentraban en la espesura desde los acantilados y que, inexplicablemente, desaparecian a la entrada de un claro. El muchacho se arrodillo y palpo las huellas, mas propiamente marcas confusas, que horadaban el suelo del bosque. Quien fuera o lo que fuera que habia dejado aquellas marcas tenia un peso considerable. Dorian estudio de nuevo el ultimo tramo de huellas hasta el punto en que desaparecian. Si tenia que dar credito a los indicios, quien fuera que las hubiera hecho habia dejado de caminar en aquel punto y se habia evaporado.
Alzo la mirada y observo la red de claros y sombras que se tejia en las copas de los arboles de Cravenmoore. Uno de los pajaros de Lazarus cruzo entre las ramas. El muchacho no pudo evitar sentir un escalofrio. ?No habia un solo animal vivo en aquel bosque? La unica presencia tangible era la de aquellos seres mecanicos que aparecian y desaparecian en las sombras, sin que uno pudiese imaginar jamas de donde venian o adonde se dirigian. Sus ojos siguieron examinando el entramado del bosque yadvirtieron entonces una profunda muesca en un arbol cercano. Dorian se acerco hasta el tronco y examino la marca. Algo habia abierto una profunda herida sobre la madera. Laceraciones semejantes jalonaban el tronco hacia su cima. El chico trago saliva y decidio salir de alli a escape.
Ismael guio a Irene hasta una pequena roca plana que sobresalia un par de palmos en el centro de la cueva y ambos se tendieron encima a tomar un respiro. La luz que penetraba por la boca de la cueva reverberaba en el interior trazando una curiosa danza de sombras sobre la boveda y las paredes de la gruta. El agua alli parecia mas calida que en mar abierto y emanaba una cierta cortina vaporosa.
– ?Hay mas entradas a la cueva? -pregunto Irene.
– Una mas, pero es peligrosa. El unico modo seguro de entrar y salir es por mar, desde la laguna.
La muchacha contemplo el espectaculo de luz evanescente que descubria las entranas de la cueva. Aquel lugar destilaba una atmosfera envolvente e hipnotica. Por unos segundos, Irene creyo estar en el interior de una gran sala de un palacio tallado en el interior de la roca, un lugar legendario que solo podia existir en suenos.
– Es… magico -dijo.
Ismael asintio.
– A veces vengo aqui y me paso horas sentado en una de las rocas, viendo como la luz cambia de color bajo el agua. Es mi santuario particular… -Lejos del mundo, ?verdad?
– Tan lejos como puedas imaginar.
– No te gusta mucho la gente, ?no?
– Depende de que gente -respondio el con una sonrisa en los labios. -?Es eso un cumplido?
– A lo mejor.
El muchacho desvio la mirada e inspecciono la boca de la cueva.
– Es mejor que nos vayamos ahora. La marea no tardara en subir.
– ?Y eso?
– Cuando sube la marea, las corrientes empujan hacia el interior de la cueva y la caverna se llena de agua hasta la cima. Es una trampa mortal. Puedes quedarte atrapado y morir ahogado como una rata.
De repente, la magia del lugar se torno amenazadora. Irene imagino la cueva llenandose de agua helada sin posibilidad de escapatoria.
– No hay prisa… -puntualizo Ismael.
Irene, sin pensado dos veces, nado hacia la salida y no se detuvo hasta que el sol le sonrio de nuevo. El la observo nadar a toda prisa y sonrio para si. La chica tenia agallas.
La travesia de vuelta transcurrio en silencio. Las paginas del diario resonaban en la mente de Irene como un eco que se resistia a desaparecer. Un espeso banco de nubes habia cubierto el cielo y el sol se habia ocultado, confiriendo al mar un tono plomizo y metalico. El viento era mas frio e Irene se enfundo de nuevo su vestido. Esta vez Ismael apenas la observo mientras se vestia, senal de que el muchacho andaba perdido en sus propios