me lo cogio.

– No se trata de su vida, baron -murmuro-. Creame que no se trata de la suya.

Y se marcho. Sin decir nada, como un sonambulo, salio de la habitacion y fue bajando por las escaleras, con su sombrero arrugado en la mano, sin decir nada a nadie, sin prestarnos atencion ni a mi ni al doctor.

11

Aquella noche, mientras volvia a casa por calles bien iluminadas, los transeuntes que pasaban cerca de mi debieron de tomarme por alguien que ha perdido el seso y el norte de una sola vez, yendo como iba presa de la excitacion en que me habian sumido los acontecimientos de la velada, sin sombrero y luciendo una herida todavia fresca en la frente. Cuando y donde me hice aquella magulladura es algo que nunca he podido saber con certeza. Seguramente sucedio en el pabellon, cuando por espacio de unos segundos perdi el conocimiento; fue un ligero acceso de debilidad y paso enseguida, pero supongo que de un modo u otro mi frente choco contra algun objeto duro, el respaldo de una silla o el canto del escritorio. Recuerdo con bastante exactitud que inmediatamente despues de recobrar el sentido note un dolor intenso y penetrante sobre el ojo derecho, al que hice caso omiso y que por lo demas no tardo en desaparecer. Al salir de la villa de los Bischoff no tenia conciencia de haberme herido en el rostro, de modo que las miradas sorprendidas que me lanzaba la gente me hicieron concebir Dios sabe que extranas fantasias.

Me imaginaba que toda la ciudad estaba ya informada de lo que habia sucedido en casa de Eugen Bischoff, y que todos sus habitantes tomaban partido en lo ocurrido y me atribuian a mi el crimen.

– ?Pero es posible que aun no te hayan detenido! -parecian decir los ojos sorprendidos de un joven estudiante que en aquel momento salia de un cafe. Me asuste y acelere el paso. Enseguida vi a dos muchachos que estaban ante un portal, esperando que les abrieran. Parecian hermanos, y uno de ellos, el que llevaba una rama de serbal en la mano, no hay duda de que me reconocio. «Ahi lo tienes», oi que le decia al otro, y al instante apartaron de mi la vista con una expresion de desprecio e indignacion. El que habia hablado tenia la tez muy clara, y bajo el ala ancha de su sombrero de verano pude ver el brillo intenso de sus cabellos rojos.

Entonces aparecio aquel anciano que movia incesantemente las manos. Sin duda tampoco podia contener su indignacion, y al pasar yo por su lado se detuvo, mirandome con gravedad; incluso hizo el gesto de ir a hablarme. «?Pero como pudo usted llevar a aquel pobre hombre a la muerte? ??Como?!», parecia decirme.

?Al diablo!, me dije. ?Basta! Ya no podia soportarlo por mas tiempo. Y supongo que el hombre leyo en mi semblante que estaba decidido a saltarle el cuello a la primera palabra que dijera. Entonces se asusto y se alejo a paso ligero.

Luego aparecio un ciclista que venia hacia mi rodando en silencio. Era un tipo gigantesco y musculoso en extremo; tenia una expresion brutal en el rostro y con su camiseta de redecilla parecia un ayudante de panadero. Cuando estuvo a mi altura, salto de su bicicleta y se me quedo mirando.

?Ese viene a por ti! ?Seguro que te ha estado siguiendo! Fue como si me estallara un disparo en la cabeza, y comence a correr, corri hasta perder el aliento, y no me detuve hasta que hube llegado a un callejon oscuro, bastante apartado del camino habitual por el que solia volver a casa. Alli, jadeando como un desesperado, recobre el sentido comun.

?Pero que es lo que me ocurre?, me pregunte asustado y al mismo tiempo avergonzandome por mi actitud poco honrosa. ?De que huia, si se puede saber? ?Encuentras razonable creer que la ciudad entera se ha movilizado solo porque alguien se ha disparado un tiro? ?Vaya una estupidez la mia de creer que todas las miradas de esos extranos que la suerte ha querido que se cruzaran en mi camino me hacian la misma acusacion que Felix! Ha sido una alucinacion, un producto de mi fantasia sobreexcitada lo que me ha asustado. No son mas que desconocidos, personas extranas que nunca antes habia visto.

?Basta pues! ?Ahora a casa!, me dije enfurecido y cansado. Son los nervios, debo tomar un poco de bromuro. Si, la verdad es que han sido demasiadas experiencias para un solo dia.

?De que he de tener miedo? No tengo culpa de nada de lo que ha sucedido. No pude evitarlo, nadie podia evitarlo. No debo avergonzarme ante ninguna mirada. Debo seguir tranquilo mi camino y mirar a la gente a los ojos, como si nada hubiera ocurrido.

Y sin embargo, algo habia dentro de mi que me obligaba a dar un rodeo cada vez que me encontraba a alguien viniendo de frente. Evitaba los circulos luminosos de las farolas de gas, buscaba las sombras, y cada vez que oia acercarse unos pasos detras de mi tenia un sobresalto. Un taxi paso circulando lentamente por una esquina poco iluminada. Lo llame, y un chofer medio dormido me llevo a casa.

Al abrir la puerta ya habia tomado una decision: me iria de viaje.

Estos nervios acabaran conmigo, me dije entrando en el dormitorio. Repeti cinco, hasta seis veces estas mismas palabras, y me asuste al comprobar que estaba hablando solo. ?Nada, debo cambiar de aires! Pero no hacia el sur, no. No hacia Niza o Rapallo o al Lido de Venecia, sino a Bohemia, a Chrudim, donde en aquella epoca aun poseia una finca heredada de un primo hermano por lado de madre que habia muerto prematuramente. Desde los dias de mi infancia solo habia estado alli en una ocasion, una semana que pase cazando corzos en el bosque y que ahora recordaba como unos dias de absoluta felicidad. De ello hacia ya cinco anos.

Deseaba volver a aquel lugar en el que habia encontrado la paz y la soledad que ahora necesitaba mas que nunca. No pensaba que mi partida de la ciudad pudiera ser interpretada como una huida, como un reconocimiento tacito de culpa, como un intento desesperado de sustraerme a la trama de pruebas irrefutables que me condenaban. Queria irme, eso era todo, y comenzaba ya a disfrutar de mi viaje mientras pensaba como pasaria las proximas semanas: largos paseos por el monte, por los interminables valles de abetos que configuran el paisaje de la region, en compania de algun hirsuto perro pastor; el reencuentro con un pantano en el que de jovencito solia cazar escarabajos de agua, salamandras y sanguijuelas, figurandome que eran terribles monstruos marinos; apacibles tardes de domingo en el salon de la posada del pueblo, sentado entre campesinos taciturnos y guardabosques que jugaban a cartas; y por la noche, antes de acostarme, pasar un rato todavia en el sillon, delante de un buen fuego, con libros, vino tinto y una pipa entre los dientes.

Asi me imaginaba yo la vida en las proximas semanas, y apenas hube concebido el plan que ya me sentia ansioso por realizarlo. Ardia de impaciencia, y hubiera dado todo lo que tenia por encontrarme en el tren. Comence a ir de un lado para otro. De pronto, todos aquellos objetos que mis ojos se habian acostumbrado a ver cada dia me resultaron odiosos e insoportables: el escritorio, la cortina de la ventana bordada con vivos colores, el arambel de seda verde que colgaba de la pared…

La fiebre de la impaciencia se habia apoderado de mi, y me sentia completamente incapaz de resignarme a esperar a que fuera manana sin hacer nada. De modo que, para que mi determinacion fuera todavia mas firme y yo me sintiera asi mas cerca de la realizacion de mis planes, cogi mis dos baules de viaje del rincon donde los tenia guardados y empece a hacer el equipaje, como si de pronto no hubiera mas tiempo que perder. A pesar de las prisas y de mi excitacion, procure ser lo mas metodico posible y pense en todo, de manera que Vinzenz, mi criado, no lo hubiera hecho mejor. Incluso me acorde de coger mi brujula y el diccionario aleman-checo que ya me habia acompanado en el viaje anterior. Cuando estuve listo -en la habitacion reinaba el desorden mas absoluto, con montanas de libros, trajes, polainas de cuero y ropa blanca que no podia llevarme- y hube cerrado los dos baules, reflexione e intente hacer una lista con los asuntos mas urgentes que habia que resolver antes de partir. Debia ir al banco a sacar dinero, esto seria lo primero. Despues llamaria a mi abogado para que viniera a casa, pues tenia que tratar unos asuntos con el. Seguramente me preguntaria si me volvia a ir de vacaciones. ?Pero vamos, si todavia me quedan muchos dias! Debia anunciar que el miercoles no asistiria a una cena de amigos en el restaurante de la opera. Tambien debia encargarle por telefono al administrador de mi finca que me fuera a recoger en coche a la estacion. Habia ademas algunas facturas y una deuda de juego por satisfacer, y tenia la intencion de dejar todos mis asuntos en orden antes de irme. Todavia quedaban un par de encargos y luego avisar de mi no participacion en el memorial Conde Wenckheim que organizaba mi club de esgrima y en el que me habia inscrito; unas lineas al secretario del club seguramente bastarian.

Esto era todo lo que se me ocurria por el momento. Lo anote en una hoja para el dia siguiente y deje la lista sobre mi escritorio, bajo un pisapapeles. Me senti algo mas tranquilo. Todo lo que a aquellas horas se podia hacer para preparar mi viaje ya estaba hecho. Eran las dos y cinco de la madrugada y ya era hora de ir a la cama.

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