equivoco? Usted se sorprende de que este tan bien informado sobre el lugar de origen de su familia, se lo leo en la cara. No crea que me intereso por los arboles genealogicos de nuestras baronias. Pero me gusta saber siempre con quien trato, de modo que esta noche en el club he consultado lo que venia en el diccionario genealogico sobre su nombre. ?Que le estaba diciendo? Ah, ya recuerdo. Pues bien, no es que tuviera miedo ni mucho menos. ?Que bobada! Pero en cualquier caso era una sensacion muy curiosa. El conac es un invento excelente para librarse de las pesadillas, verdaderamente.
Se echo hacia atras con el cigarrillo encendido y comenzo a lanzar bocanadas del humo azulado del tabaco. Yo seguia sus lentas evoluciones, sus transformaciones en el aire, imaginandome todo tipo de cosas. Asi, de pronto, me habia encontrado con que tenia en mis manos la clave para comprender la extrana personalidad de aquel hombre. Ese giganton rubio y de anchas'esjpaldas, ese robusto y voluntarioso hombre de accion, tenia tambien su talon de Aquiles. Por segunda vez en veinticuatro horas me habia hablado de aquel extrano episodio belico. No era, eso saltaba a la vista, ningun bebedor. Para el el alcohol era solo un refugio para los momentos de lucha desesperada contra aquel recuerdo que lo torturaba. Un intenso sentimiento de culpaSlo perseguia a lo largo del tiempo sin darle ni un instante de reposo, como una herida maldita que no quisiera cicatrizar, o como el viento de un recuerdo que lo golpeaba y lo lanzaba una y otra vez por los suelos.
El reloj de la chimenea dio las once. Solgrub se puso en pie para despedirse.
– Tengo su palabra, ?no es cierto? Quedamos en que aplaza el viaje por un par de dias -dijo extendiendome la mano.
– ?Pero que dice! -mi voz denotaba sorpre sa y contrariedad, porque yo no habia hecho ninguna promesa-. Sepa que no he cambiado para nada de intencion: me marcho hoy mismo.
De pronto un ataque de furia le hizo perder todo control de si mismo.
– ?Ah! ?Esto esta muy bien! -aullo-. Su intencion… ?Maldita sea! ?Me esta diciendo que he perdido el tiempo en vano? Llevo dos horas intentando hacerle entrar en razon, y ahora…
Levante los ojos y lo mire a la cara. Rapidamente se dio cuenta de que su tono de voz era exagerado.
– Disculpeme -dijo-. Verdaderamente soy un bobo. En realidad, todo este asunto me importa un comino.
Le acompane a la puerta. Una vez en el rellano, se dio la vuelta y se golpeo la frente con la palma de la mano.
– ?Claro! Casi me habia olvidado de lo mas importante. Esta manana he estado en casa de Dina. Puede ser que me equivoque, pero me ha dado la impresion de que era muy importante para ella hablar con usted.
Sus palabras tuvieron para mi el mismo efecto que un mazazo. Durante un instante permaneci aturdido, incapaz de pensar en nada. Despues, en los segundos siguientes, tuve que luchar ferozmente para controlarme, pues por gusto me habria lanzado sobre el, lo habria agarrado de los brazos: ?habia estado en casa de Dina, la habia visto, habia hablado con ella! De golpe senti la necesidad imperiosa de saberlo todo, lo bueno y lo malo, tenia que saber si habia pronunciado mi nombre, la expresion de su rostro al hacerlo. Pero pude contener mi primer impulso, permaneci tranquilo, sin dejar correr mis sentimientos.
– Le hare llegar mi direccion por carta -dije, y senti que la voz me temblaba.
– ?Hagalo, hagalo! -dijo el ingeniero, y me dio unas palmadas amistosas en la espalda-. ?Que tenga un buen viaje, y no pierda el tren!
13
No sabria decir la razon por la cual no me fui en el primer tren tal como habia decidido. Puedo asegurar, sin embargo, que lo que me retuvo no fue mi pensamiento puesto en Dina. Las ultimas palabras del ingeniero, que tanto me habian afectado en un primer instante, dejaron de tener todo valor al cabo de unos minutos de reflexionar en torno a ellas. ?O acaso era posible que Dina pudiera querer ver a aquel hombre que ella consideraba el asesino de su marido? Ahora me daba cuenta de las intenciones del ingeniero, que queria hacerme desistir del viaje por medio de una invencion enganosa, y me sentia enfurecido conmigo mismo por haber caido en su trampa ni que fuera solo por un instante.
Las razones por las que habia decidido abandonar la idea del viaje no respondian a ningun tipo de coaccion, sino que procedian mas bien de un cambio repentino en mi estado de animo, provocado sin duda por la visita del ingeniero. Hasta entonces habia mantenido una actitud de absoluta pasividad ante los acontecimientos que iban teniendo lugar a mi alrededor. Una casualidad absurda me habia erigido en protagonista de un suceso en el que no me sentia involucrado ni por la conexion mas remota. Y estaba tan sorprendido y aturdido por el cariz que habian ido tomando las cosas que ni tan solo hice el intento de defenderme. Me habia retraido totalmente dentro de mi mismo dejandolo todo al azar, y solo me preocupaba de que el recuerdo de los hechos de la noche pasada no acabara con mis nervios.
Sin embargo, algo habia cambiado en mi. Gracias a la conversacion mantenida con el ingeniero se habia despertado en mi el deseo de encargarme yo mismo de mi defensa. Habia que encontrar al asesino de Eugen Bischoff. Sin embargo, la verdad era que no sabia por donde empezar: me lo imaginaba como a un individuo monstruosamente obeso y cruel que, astuto como una arana en su tela, se estaba entre las cuatro paredes de su domicilio a la espera de que las victimas se acercaran a su guarida. La idea de que aquel engendro sanguinario existia realmente, de que era algo mas que una simple ilusion del ingeniero y que ademas era posible que viviera muy cerca de mi, de que podia presentarme ante el y pasarle cuentas, este pensamiento era lo que mas me incitaba a la accion. Habia dejado transcurrir demasiado tiempo, y ahora ya no habia ningun minuto que perder. Tenia que descubrir donde habia estado Eugen Bischoff en tres dias determinados de la semana pasada entre las doce del mediodia y las dos de la tarde. Una vez sabido esto, lo demas se deduciria a partir de aqui. Y con el mismo empeno y la misma impaciencia con que habia realizado la noche anterior los preparativos del viaje, me entregue ahora a mi nueva tarea.
Era la una de la tarde. Vinzenz habia puesto la mesa, pero aquel dia ni siquiera toque la comida que acostumbraba a subirme de un restaurante vecino los dias que me quedaba a comer en casa. Los nervios no me permitian reposo, iba de un lado a otro de la habitacion haciendo todo tipo de planes que enseguida rechazaba por encontrarlos absurdos, demasiado complicados o sencillamente irrealizables; considere todas las posibilidades y una y otra vez me encontraba con dificultades que me parecian insuperables, o me enredaba entre mil combinaciones. Luego volvia a comenzar de nuevo, sin dudar ni un instante de que mas tarde o mas temprano daria con la solucion correcta.
Y esta llego de pronto, en el momento mas inesperado. Me encontraba frente a la ventana. En los cristales se reflejaba, reducido a una escala completamente irreal, todo el bullicio de la calle, y aquella imagen ha perdurado en mi memoria como grabada por un buril. Todavia hoy, mientras escribo esto, puedo verlo todo como si lo tuviera ante mis ojos: las cortinas azul celeste de las ventanas del edificio de enfrente, una mujer que cruzaba la calle tocada con un gran sombrero de ala ancha pasado de moda, una trabajadora que sostenia un cesto de limones entre sus manos, el arcangel San Miguel instalado sobre el mostrador de la farmacia -y reducido ahora al tamano de una miniatura que levantaba los brazos con gesto protector hacia los clientes que esperaban ser atendidos -, un tranvia que pasaba y que por un instante lo oculto todo tras una cortina de cristales y luces fugaces, la furgoneta de un pastelero aparcada ante el cafe de la esquina y de la cual bajo un muchacho pelirrojo cargado con dos cajas de madera amarilla, con las que rapidamente desaparecio por la puerta giratoria del local… Y de pronto, mientras contemplaba todo este espectaculo, se me ocurrio una idea que me parecio tan obvia que no comprendia como no se le habia ocurrido ya antes al ingeniero.
?El accidente de circulacion! ?El accidente que habia sufrido Eugen Bischoff! ?Este tenia que ser el punto de partida! Reflexione un momento, la Burggasse pertenecia al distrito siete, y yo conocia al comisario encargado de la zona. Se llamaba Franz o Friedrich Hufnagel. Habia acudido a el hacia unos meses a causa de un anonimo que recibi con ciertas amenazas. Despues habiamos coincidido a menudo en el salon de ajedrez de un cafe que yo frecuentaba. El sabria como ayudarme. A mi me faltaban la tranquilidad y la paciencia necesarias para iniciar yo mismo las pesquisas. Le escribi unas lineas en una tarjeta de visita, llame a mi criado y le di las instrucciones pertinentes.
– Ve a la comisaria de la Kreindlgasse y pregunta por el comisario Hufnagel. Le entregas mi tarjeta. Te mostrara el informe policial de un accidente ocurrido en la Burggasse. Te apuntas el nombre del chofer implicado - un taxista, me parece- y el numero de matricula de su coche. Luego te diriges a la parada de taxis donde