en calma y la capa de nubes del dia anterior empezaba a dispersarse. Bajo hasta el muelle desde el que partian los transbordadores hacia Helsingor. El trayecto no duraba mas de veinte minutos, pero a ella le gustaba tomarse un cafe o una copa de vino sentada a bordo y observar como los demas pasajeros revisaban las bolsas con bebidas alcoholicas adquiridas en Dinamarca. Se sento a una mesa pegajosa que habia en un rincon. En un arrebato de irritacion, llamo a una joven que recogia los restos de las mesas.
– Lo siento, pero tengo que protestar. Habeis quitado la mesa, pero no la habeis limpiado y esta tremendamente sucia.
La muchacha se encogio de hombros y la limpio. Birgitta Roslin contemplo con repugnancia la pringosa bayeta, pero no anadio nada mas. La chica le recordaba en cierto modo a la joven violada, aunque no supo decir por que. Tal vez a causa de su desinteres por hacer bien su trabajo, que era retirar los platos de las mesas. O quiza por ese aire suyo de indefension que Birgitta Roslin no era capaz de describir.
El transbordador empezo a vibrar. El vaiven le produjo una sensacion agradable, casi placentera. Recordo la primera vez que viajo al extranjero, cuando solo tenia diecinueve anos. Se fue a Inglaterra a hacer un curso de ingles con una amiga. Aquel viaje tambien empezo en un transbordador, el que cubria el trayecto entre Gotemburgo y Londres. Birgitta Roslin jamas olvidaria la sensacion que experimento cuando, desde la cubierta, tuvo la certeza de estar acercandose a algo desconocido y liberador.
Esa misma sensacion de libertad la invadio en ese momento, mientras recorria el angosto estrecho que separaba Suecia de Dinamarca. El recuerdo de la desagradable sentencia se borro de su conciencia.
«Ya ni siquiera estoy en la mitad de mi vida», considero para si. «Ya he dejado atras el punto en el que uno no es consciente de que ya ha pasado… Sobre todo, no me quedan muchas decisiones importantes que tomar en la vida. Sere jueza hasta que me jubile y lo mas probable es que pueda disfrutar de mis nietos antes de que todo se haya acabado.»
Sin embargo, era consciente de que la sensacion de malestar que mas ocupada tenia por entonces su mente era el hecho de que su matrimonio con Staffan iba camino de agostarse y morir. Eran buenos amigos y capaces aun de darse seguridad, pero el amor y el placer sensual de estar cerca el uno del otro habian desaparecido por completo.
Dentro de cuatro dias haria un ano desde la ultima vez que se tocaron y que hicieron el amor antes de dormirse. Cuanto mas se acercaba tan curioso aniversario, mas impotente se sentia. Ya faltaba poco. Habia hecho repetidos intentos por explicarle a Staffan hasta que punto sentia esa soledad, pero el no estaba dispuesto a hablar, se escabullia, preferia posponer una conversacion que, claro esta, tambien a el le parecia importante. Staffan le juraba que no se sentia atraido por ninguna otra persona, solo que le faltaban unas ganas que, sin duda, volveria a sentir. Era cuestion de tener paciencia.
Ella lamentaba haber perdido la antigua y estrecha relacion con su marido, el apuesto conductor de tren con sus grandes manos y aquel rostro que con tanta facilidad se sonrojaba; pero no pensaba rendirse, aun no habia llegado al punto de desear que sus antiguos lazos quedasen en pura amistad y nada mas.
Birgitta Roslin fue a buscar otro cafe y se cambio a otra mesa menos sucia. Unos jovenes bastante ebrios ya pese a que era muy temprano discutian sobre si fue Hamlet o Macbeth quien estuvo prisionero en el castillo de Kronborg, que se erguia majestuoso sobre el acantilado, cerca de Helsingor. Ella escuchaba divertida la conversacion e incluso se sintio tentada de intervenir.
En la mesa del rincon habia unos chicos, apenas mayores de catorce o quince anos. Seguramente habrian faltado al colegio. ?Por que no iban a hacerlo cuando en realidad a nadie parecia importarle? Si algo no echaba de menos en su vida, era el autoritarismo de la escuela que a ella le toco vivir. Al mismo tiempo, recordo un suceso del ano anterior, algo que la desespero ante la realidad del Estado de derecho sueco y que le recordo mas que nunca a su consejero Anker, que ya llevaba treinta anos muerto.
En una zona residencial, justo a las afueras de Helsingborg, una mujer de cerca de ochenta anos sufrio un infarto masivo y cayo de espaldas en medio de una calle peatonal. Unos ninos de trece y catorce anos pasaron por alli, pero en lugar de ayudarle no se lo pensaron dos veces, le robaron el monedero que llevaba en el bolso y luego intentaron violarla. De no ser por un hombre que llego en ese momento habrian consumado la violacion. La policia pudo atrapar a los dos chicos, pero, puesto que eran menores de edad, los dejaron libres.
Birgitta Roslin supo del suceso por un fiscal que, a su vez, se lo habia oido contar a un policia. Le parecio indignante e intento averiguar por que no se habia denunciado el hecho a los servicios sociales. Birgitta no tardo en enterarse de que, cada ano, unos cien ninos cometian delitos sin ningun tipo de consecuencia para ellos. Nadie hablaba con los padres ni se informaba a los servicios sociales. Y no se trataba solo de simples hurtos, sino tambien de robos y agresiones que solo por azar no resultaban en muerte.
Aquello la hizo dudar del sistema judicial sueco. ?A quien servia ella, en realidad? ?A la justicia o a la indiferencia? ?Y cuales serian las consecuencias si seguian permitiendo que los ninos cometiesen delitos ante los que nadie reaccionaba? ?Como habian podido llegar al punto de que el fundamento de la democracia se viese amenazado por un sistema de justicia deficitario?
Apuro el cafe mientras pensaba que aun le quedaban otros diez anos en activo. ?Lo aguantaria? ?Podria ser una buena jueza pese a haber empezado a dudar del buen funcionamiento del sistema?
Lo ignoraba. A fin de abandonar tan lugubres pensamientos, de los que, ademas, tampoco sacaba nada en claro, cruzo el estrecho una vez mas. Cuando bajo a tierra en Suecia, ya habian dado las nueve. Cruzo la ancha calle principal que atravesaba todo Helsingborg y, cuando giro por una perpendicular, vio por casualidad las primeras paginas con los titulares de los grandes diarios vespertinos, que un hombre estaba colocando en ese momento. Los escandalosos titulares la hicieron detenerse a leer: asesinato multiple en halsingland; un crimen espeluznante. la policia no tiene ninguna pista; se ignora el numero de victimas. asesinato multiple.
Continuo en direccion al coche. Ella no solia comprar los diarios de la tarde. Encontraba ofensivos y hasta insultantes los ataques que, con absoluta falta de rigor, dirigian de vez en cuando al sistema judicial sueco. Por mas que ella estuviese de acuerdo con gran parte de lo que decian, no le gustaban los diarios vespertinos. Solian entorpecer la critica verdadera, aunque la intencion fuese buena.
Birgitta Roslin vivia en la zona residencial de Kjellstorp, cerca de la entrada norte de la ciudad. De camino a casa paro en una tienda propiedad de un emigrante paquistani que siempre la recibia con una amplia sonrisa. Sabia que era jueza y la trataba con mucho respeto. Birgitta ignoraba si en Pakistan habria juezas, pero nunca se lo pregunto.
Cuando llego a casa, se dio un bano y se fue a dormir. Se desperto a la una y, por fin, se sintio descansada. Despues de tomarse un cafe y un par de bocadillos volvio al trabajo. Varias horas mas tarde imprimio la sentencia que habia escrito en el ordenador, la sentencia que absolvia al culpable, y la dejo sobre la mesa de su secretaria. Al parecer, impartian en los juzgados unos cursos de perfeccionamiento de los que ella o bien no habia sido informada o, lo que era mas probable, se habia olvidado. Cuando llego a casa, se calento para cenar un guiso de pollo del dia anterior y le dejo el resto a Staffan en el frigorifico.
Se sento en el sofa con una taza de cafe y encendio el televisor para consultar el teletexto. Entonces recordo los titulares de los diarios que habia visto hacia unas horas. La policia no tenia la menor pista y tampoco queria hacer publico el numero de victimas ni sus nombres, puesto que aun no habian logrado ponerse en contacto con todos los familiares.
«Un perturbado», se dijo Birgitta Roslin. «Un loco que padecera mania persecutoria o que quiza se considera maltratado por el mundo.»
Los anos que llevaba en su profesion de jueza le habian ensenado que existian muchas y muy variadas formas de locura capaz de llevar a los seres humanos a cometer los crimenes mas atroces. Sin embargo, tambien habia aprendido que los psiquiatras judiciales no siempre conseguian descubrir a aquellos cuya intencion era lograr que les impusiesen una pena menor por estar enfermos.
Apago el televisor y bajo al sotano, donde habia ido creando una pequena bodega de vino tinto de distintas procedencias. Alli tenia, ademas, una serie de catalogos de distintos importadores. Hacia tan solo unos anos que comprendio que, al mudarse sus hijos, su economia y la de Staffan habia cambiado. Ahora pensaba que podia permitirse el lujo de algun extra y decidio que compraria un par de botellas al mes. Se entretenia examinando las ofertas de las distintas companias importadoras y le divertia ir probando. Pagar quinientas coronas por una botella suponia un placer casi prohibido para ella. En dos ocasiones habia convencido a Staffan para que la acompanase a Italia y alli habian visitado distintos vinedos. Sin embargo, el apenas se mostraba interesado. A cambio, ella acudia con el a conciertos de jazz en Copenhague, pese a que se trataba de un estilo musical que no apreciaba especialmente.