Las ventanas que tenia a su espalda eran muy altas.
Justo antes de sentarse se dio cuenta de que el sol irrumpia por entre las pesadas nubes que se habian ido cerniendo sobre Suecia durante la noche.
6
Despues de dos dias de juicio, Birgitta Roslin sabia cuales serian las sentencias. Al hombre de mas edad, Abdul Ibn-Yamed, que era el cabecilla del grupo de traficantes, lo sentenciaria a tres anos y dos meses. Al mas joven, que era su compinche y ayudante, Yassir al-Habi, le caeria un ano. Ambos serian expulsados del pais una vez cumplida la sentencia.
Comparo las sentencias con otras anteriores de juicios similares y no pudo por menos de considerar que se trataba de delitos graves, de modo que estaba justificada la aplicacion de una pena dura. Muchas de las personas introducidas en el pais de forma ilegal habian sufrido amenazas y malos tratos cuando resulto que no podian pagar las elevadas cantidades de dinero que les exigian por los largos viajes y por la documentacion falsa que les permitia entrar en el pais. A Birgitta le desagrado particularmente el hombre de mas edad, que les suplico tanto a ella como al fiscal aduciendo argumentos de caracter sentimental, asegurando que jamas se habia quedado con el dinero de los refugiados, sino que siempre lo habia destinado a fines beneficos en su pais natal. En una de las pausas de la negociacion, el fiscal entro en su despacho a tomarse una taza de cafe. Y, como de pasada, le conto que Abdul Ibn-Yamed conducia un Mercedes que costaba cerca de un millon de coronas.
El juicio fue bastante pesado, duro dos largos dias en los que a Birgitta Roslin apenas le quedo tiempo para comer, dormir y estudiar sus notas antes de tener que volver al estrado. Las gemelas la llamaron para invitarla a Lund, pero les dijo que no tenia tiempo. Despues de los traficantes de personas, la esperaba un complejo caso de una banda de estafadores rumanos que utilizaban tarjetas de credito falsas.
Desde luego, fueron dias en los que no pudo dedicar un solo minuto a lo sucedido en Halsingland. Por la manana hojeaba el periodico, pero generalmente por la noche no tenia fuerzas ni para ver las noticias.
La manana que Birgitta Roslin iba a preparar el juicio contra los estafadores rumanos se dio cuenta de que tenia anotada en la agenda una cita con su medico para un chequeo rutinario. Sopeso la posibilidad de posponer la cita unas semanas. Aparte del cansancio que sentia, de la impresion de que su condicion fisica habia empeorado y de la ansiedad que experimentaba en ocasiones, no creia estar mal de salud. Era una persona sana que llevaba una vida normal y casi nunca sufria ni un resfriado. No obstante, opto por no cambiar la cita.
El medico tenia la consulta cerca del Stadsteatern. No utilizo el coche, sino que fue caminando desde los juzgados. Hacia frio pero estaba despejado y no soplaba el viento. La nieve que habia caido dias antes se habia derretido ya por completo. Se detuvo ante un escaparate a mirar un traje, cuyo precio la alarmo. Con lo que valia aquel traje de color azul oscuro podria comprarse muchas botellas de excelente vino tinto.
En la sala de espera habia un periodico cuya primera plana cubria la noticia del asesinato multiple de Halsingland. Apenas acababa de hacerse con el diario cuando la llamaron a consulta. El medico era un hombre mayor que le recordaba mucho al juez Anker. Birgitta Roslin llevaba diez anos visitandolo. Se lo habia recomendado un colega suyo. El hombre le pregunto si se encontraba bien, si tenia alguna molestia. Ella le respondio y el medico la mando entonces con una enfermera, que le hizo una puncion en la yema del dedo para extraerle sangre. La enfermera le dijo que aguardase en la sala de espera. Otro paciente que habia llegado entretanto leia el periodico que ella habia tenido que dejar. Birgitta Roslin cerro los ojos dispuesta a esperar. Penso en su familia, en que estaria haciendo cada uno o, al menos, donde estarian en aquel momento. Staffan iba en un tren camino de Hallsberg. Y no llegaria a casa hasta bien tarde. David trabajaba en los laboratorios de AstraZeneca, a las afueras de Gotemburgo. Sobre el paradero de Anna no estaba segura, la ultima vez que supo de ella, hacia cosa de un mes, se encontraba en Nepal. Las gemelas estaban en Lund y querian que ella las visitara.
Mientras aguardaba, se quedo dormida y desperto al notar que la enfermera le rozaba suavemente el brazo.
– Ya puedes entrar.
«No puedo estar tan cansada como para dormirme en la sala de espera del medico», se recrimino mientras volvia a la consulta.
– Tus valores sanguineos estan un tanto bajos -comenzo el doctor-. Deberian andar por ciento cuarenta, pero aun te falta bastante para alcanzar esa cifra. Lo podemos corregir con un refuerzo de hierro.
– O sea, que no tengo nada, ?no?
– Llevo bastantes anos viendote. Eres el vivo reflejo del cansancio del que hablas, si me permites decirlo claro.
– ?A que te refieres?
– Tienes la tension por las nubes y toda tu irradias cansancio. ?Duermes bien?
– Supongo, pero me despierto a menudo.
– ?Mareos?
– No.
– ?Desasosiego?
– Si.
– ?A menudo?
– A veces. Incluso algun que otro ataque de ansiedad. Entonces tengo que apoyarme en la pared, porque me da la sensacion de que voy a caerme o de que el mundo se viene abajo.
– Pues voy a darte la baja. Debes descansar. Quiero que mejores tus valores sanguineos y, sobre todo, quiero que te baje la tension. Esto hay que seguir tratandolo.
– No puedes darme la baja. Tengo muchisimo trabajo.
– Precisamente.
Birgitta lo miro inquisitiva.
– ?Es grave?
– No tanto como para que no podamos arreglarte.
– ?Tengo que preocuparme?
– Si no haces lo que te digo, si. De lo contrario, no.
Minutos despues, ya en la calle, Birgitta Roslin pensaba con asombro que no iba a trabajar durante las dos proximas semanas. De forma repentina e inesperada, el medico habia alterado su vida normal.
Volvio al juzgado para hablar con Hans Mattsson, que era letrado y superior suyo. Con su ayuda encontro una solucion para los dos juicios que ella tenia pendientes. Despues converso con su secretaria, envio unas cartas, fue a la farmacia para comprar las medicinas que le habia recetado el medico y se marcho a casa. La inactividad la superaba.
Preparo el almuerzo y se sento en el sofa. Se levanto a buscar el periodico para leer un rato. Aun no habian publicado todos los nombres de las victimas. Un policia del grupo de homicidios llamado Sundberg hacia unas declaraciones en las que pedia a los lectores que llamasen si podian aportar algo. Seguian sin tener pistas y, por mucho que costase creerlo, no habia ningun indicio de que hubiese mas de un solo autor.
En otra entrevista, un fiscal llamado Robertsson aseguraba que estaban llevando a cabo la investigacion con amplitud de miras y sin hipotesis previas. La policia de Hudiksvall habia recibido la ayuda que habian solicitado a las autoridades centrales.
Robertsson parecia seguro de la victoria: «Atraparemos al autor de esta masacre. No nos rendiremos».
En las siguientes paginas hablaban del temor que se habia extendido en los bosques de Halsinge, donde habia muchos pueblos con pocos habitantes. La gente, decia el diario, se proveia de armas, perros y alarmas y atrancaba sus puertas como podia.
Birgitta Roslin dejo el periodico. La casa estaba vacia, en silencio. Aquellas vacaciones involuntarias se las habian impuesto de repente, surgidas de la nada. Bajo al sotano a buscar uno de los catalogos de vinos y, ya frente al ordenador, hizo el pedido de la caja de Barolo Arione por la que se habia decidido. En realidad, era un vino demasiado caro, pero queria permitirse algun lujo. Despues penso en ponerse a limpiar, una tarea que siempre andaba posponiendo, pero, cuando se disponia a sacar la aspiradora, cambio de idea. Se sento a la mesa de la cocina e intento hacerse una idea clara de su situacion. Estaba de baja sin estar enferma. Le habian recetado tres