que, un dia, el y Guo Si huirian de alli.

Intento imaginarse que la montana era, en realidad, una pared que los separaba de China. Si se adentraban unos metros, desapareceria el frio y verian los cerezos en flor.

Aquella manana empezaron a trabajar la dura roca. Su nuevo capataz los vigilaba como ave de rapina. Incluso cuando estaba de espaldas, parecia capaz de ver a quien, aunque fuese un segundo, dejaba descansar el pico. Llevaba los punos envueltos en correas que le arrancaban la piel al desgraciado que cometiese tal crimen. Aquel hombre que nunca abandonaba su arma y que jamas tenia una palabra amable se gano en pocos dias el odio de todos. Empezaron a sonar con matarlo. San se preguntaba que relacion habria entre J.A. y Wang. ?Seria Wang el propietario de JA., o seria al contrario?

J.A. parecia confabulado con la montana, pues esta se resistia al maximo antes de dejar escapar una esquirla, como una lagrima o un cabello de granito. Cerca de un mes les llevo cavar una abertura de la anchura marcada. Para entonces, uno de ellos ya habia muerto. Una noche se levanto sin hacer ruido y salio arrastrandose por la abertura de la tienda. Estaba desnudo y se tumbo en la nieve dispuesto a morir. J.A. se enfurecio al descubrir al chino muerto.

– No quiero que lloreis la muerte de un suicida -grito con su voz siempre chillona-. Lo que debeis lamentar es que, ahora, vosotros tendreis que cavar la porcion de roca que le habria correspondido a el.

Cuando, por la noche, regresaban de la montana, el cuerpo ya no les respondia.

Pocos dias mas tarde empezaron a volar la pared de roca con nitroglicerina. Habian pasado los peores frios. En su grupo habia dos hombres, Jian y Bing, que ya habian utilizado antes aquella enigmatica y peligrosa sustancia. Con ayuda de unos aparejos de cuerdas, los elevaban en cestas para que fuesen introduciendo con mucho cuidado la nitroglicerina en las grietas. Despues le prendian fuego, bajaban rapidamente las cestas y todos se alejaban de alli corriendo para protegerse. En varias ocasiones, Jian y Bing estuvieron a punto de no retirarse a tiempo. Una manana, una de las cestas se atasco mientras descendia. Bing salto y se lesiono un pie al caer sobre el duro suelo. Al dia siguiente volvio a subir en la cesta.

Corria el rumor de que a Jian y a Bing les pagaban mas. No porque alguien les diese dinero, y menos J.A.; pero el tiempo que debian trabajar para poder pagarse los pasajes se reducia. Sin embargo, ninguno de los demas estaba dispuesto a cambiarse por uno de ellos en las cestas.

Una manana a mediados de mayo ocurrio lo que todos temian. No se produjo ninguna explosion despues de que Jian preparase la carga. Por lo general, esperaban una hora, por si la explosion se producia con retraso. Transcurrido ese tiempo, adaptaban una nueva mecha a la carga y volvian a intentarlo. Sin embargo, aquel dia, J.A. se presento a caballo y declaro que no tenia la menor intencion de esperar. Les ordeno a Bing y a Jian que se metiesen inmediatamente en las cestas para que los elevaran y volviesen a encender la carga explosiva. Jian intento explicarle que debian esperar un poco mas. J.A. no lo escucho, sino que desmonto del caballo y golpeo en el rostro a Jian y a Bing. San oyo como les crujieron las mandibulas y la nariz. Despues, el propio J.A. los metio en las cestas y le grito a Xu que empezase a subirlos, a menos que quisieran verse obligados a morir todos en la nieve. En un momento dado, a J.A. le parecio que ascendian demasiado lento y lanzo un disparo al aire.

Nadie sabia que habia pasado; pero la nitroglicerina explosiono y las dos cestas, con los dos hombres, saltaron en pedazos hasta quedar irreconocibles. Despues de la explosion ningun miembro de sus cuerpos pudo recuperarse entero. En cualquier caso, J.A. ordeno que trajesen nuevas cestas y cuerdas. San fue uno de los elegidos. Xu le habia ensenado a manejar la nitroglicerina, pero jamas habia preparado una carga.

Temblando de miedo, lo elevaron por la pared de la montana. Estaba convencido de que iba a morir, pero cuando la cesta volvio a tocar el suelo, consiguio ponerse a salvo corriendo y la explosion se produjo con normalidad.

Aquella noche, San le revelo su plan a Guo Si. Fuese lo que fuese lo que los aguardaba en aquel territorio salvaje, no podia ser peor que lo que ya estaban viviendo entonces. Se marcharian y no se detendrian hasta que hubiesen llegado a China.

Huyeron cuatro semanas mas tarde. Por la noche salieron en silencio de la tienda, siguieron el terraplen, robaron dos caballos en unas vias para transporte de railes y continuaron hacia el oeste. Cuando consideraron que la distancia que los separaba de las montanas de Sierra Nevada era mas que suficiente, se permitieron unas horas de reposo junto a una hoguera antes de proseguir con su camino. Llegaron a un arroyo y decidieron cabalgar por el para ocultar sus huellas.

A menudo se detenian a mirar atras, pero aquello estaba desierto. Nadie los perseguia.

Poco a poco, San empezo a tener fe en que quiza lograsen volver a casa, aunque su fe era fragil: aun no osaba confiar del todo.

14

San sono que cada uno de los maderos que habia en el terraplen, bajo los negros railes, era una costilla de un ser humano, tal vez incluso una costilla suya. Sentia que las costillas se le hundian y que no lograba llenar de aire los pulmones. Intento liberarse de aquel peso que machacaba su cuerpo dando patadas al aire, pero no lo consiguio.

De pronto, abrio los ojos. Guo Si se habia echado sobre el para mantener el calor. San lo aparto con cuidado y lo tapo con la manta. Se sento y se froto los miembros entumecidos antes de echar mas lena al fuego, que ardia entre unas piedras que habian recogido.

Acerco las manos a las llamas. Era la tercera noche desde que emprendieron la huida de aquella montana y seguian temiendo a los capataces Wang y J.A. San no habia olvidado las palabras de Wang sobre lo que les sucedia a quienes tenian la osadia de huir. Serian condenados a la montana por tanto tiempo que jamas lograrian sobrevivir.

Aun no habian detectado a nadie que estuviese persiguiendolos. San sospechaba que los capataces considerarian a los dos hermanos demasiado necios para servirse de los caballos para huir. De vez en cuando ocurria que los bandidos que merodeaban por alli robaban caballos del campamento; y, con un poco de suerte, a ellos dos seguirian buscandolos en las proximidades de la montana.

Sin embargo, toparon con un gran problema. Uno de los caballos, el que montaba San, se habia caido el dia anterior. Se trataba de un pequeno poni indio que parecia tan resistente como el rosillo al que se encaramaba Guo Si. De pronto, el caballo trastabillo y cayo al suelo. Cuando se desplomo, ya estaba muerto. San no sabia nada de caballos y penso que su corazon habria dejado de latir inesperadamente, igual que podia suceder con el de las personas.

Abandonaron al animal despues de haberle cortado un buen trozo de carne del lomo. Con el fin de despistar a sus posibles perseguidores, cambiaron de rumbo y se encaminaron mas hacia el sur. A lo largo de un tramo de varios cientos de metros, San fue caminando detras de Guo Si arrastrando tras de si unas ramas de arbol para borrar sus huellas.

Acamparon al atardecer, asaron parte de la carne y comieron hasta hartarse. San calculaba que tenian carne suficiente para tres dias mas.

No sabia donde se encontraban, ni cuanto les quedaba para llegar al mar y a la ciudad donde tantas embarcaciones habian visto. Mientras fueron a caballo pudieron ir aumentando la distancia que los separaba de la montana; pero con un caballo que no podria llevarlos a los dos, los tramos que cubriesen serian mucho mas cortos.

San se pegaba al cuerpo de Guo Si para mantenerse caliente. Por la noche, se oian ladridos solitarios, quiza de zorros o de perros salvajes.

Lo desperto un latigazo que estuvo a punto de hacerle estallar la cabeza. Cuando abrio los ojos, con el oido izquierdo estallandole de dolor, se encontro con aquel rostro cuya vision no habia dejado de temer desde que emprendieron la huida. Aun era de noche, aunque por las lejanas montanas de Sierra Nevada ya se atisbaba la alborada. J.A. se hallaba ante el con el humeante rifle entre las manos. Habia disparado junto al oido de San.

J.A. no estaba solo. Con el iban Brown y algunos indios acompanados de sabuesos a los que sujetaban con correas. J.A. le dejo el rifle a Brown y saco un revolver que apunto a la cabeza de San. Despues desplazo el canon hacia la oreja derecha de San y volvio a disparar. Cuando se levanto, vio que J.A. estaba gritando, pero el no podia

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