que el supuesto asesino se habia suicidado.

Durmio hasta las diez, se levanto y, al mirar el horario de Staffan, comprobo que estaria de vuelta en Helsingborg hacia las tres. Acababa de sentarse para llamar por telefono a Vivi Sundberg, cuando llamaron a la puerta. Fue a abrir y se encontro con un chino de baja estatura que le alcanzaba una bolsa de comida.

– No he hecho ningun pedido -aseguro Birgitta perpleja.

– Es de parte de Li, de Hudiksvall -le explico el hombre con una sonrisa-. No tiene que pagar nada. Li quiere que la llame. Tenemos una empresa familiar.

– ?El restaurante Shanghai?

El hombre volvio a sonreir.

– Restaurante Shanghai. Muy buena comida.

El hombre le dejo la bolsa con una leve inclinacion y salio por la verja. Birgitta saco la comida de la bolsa, inspiro disfrutando del aroma y la metio en el frigorifico antes de llamar a Li. En esta ocasion fue un hombre indignado quien atendio la llamada. Birgitta Roslin supuso que seria el famoso y malhumorado padre que solia trabajar en la cocina. Lo oyo llamar a Li, que acudio al telefono.

– Gracias por la comida -le dijo Birgitta-. Ha sido una sorpresa.

– ?La has probado?

– Aun no. Esperare hasta que llegue a casa mi marido.

– ?A el tambien le gusta la comida china?

– Mucho. Pero, dime, querias que te llamara.

– Si, estuve pensando en el farolillo -comenzo la joven-. Y en la cinta roja que falta. Resulta que ahora se algo que antes ignoraba. He hablado con mi madre.

– A ella no llegue a conocerla, ?verdad?

– No, ella se queda en casa y solo viene al restaurante a limpiar de vez en cuando. Pero siempre anota cuando ha estado aqui. El once de enero vino a limpiar por la manana, antes de abrir.

Birgitta Roslin contuvo la respiracion.

– Me conto que, precisamente ese dia, limpio todas las lamparas del restaurante. Y esta segura de que no faltaba ninguna cinta. Dice que se habria dado cuenta.

– Podria haberse confundido, ?no?

– ?Mi madre? No.

Birgitta Roslin sabia lo que aquello significaba. El mismo dia en que el chino venido de fuera ceno en la mesa del restaurante no faltaba ninguna cinta de los farolillos. Y la que se encontro en Hesjovallen desaparecio justo aquella noche. No cabia la menor duda de ello.

– ?Puede ser importante? -quiso saber Li.

– Podria serlo -aseguro Birgitta Roslin-. Gracias por contarmelo.

Colgo el auricular, pero el telefono volvio a sonar de inmediato. En esta ocasion, le trajo la voz de Lars Emanuelsson.

– No cuelgues -dijo el periodista antes de saludar siquiera.

– ?Que quieres?

– Conocer tu opinion sobre lo sucedido.

– No tengo nada que decir al respecto.

– ?Te sorprendio?

– ?El que?

– Que Lars-Erik Valfridsson fuese sospechoso.

– Solo se de el lo que dicen los periodicos.

– Pero los periodicos no lo dicen todo.

El periodista logro despertar su curiosidad.

– Maltrato a sus dos ultimas esposas -le explico Lars Emanuelsson-. La primera logro huir. Despues, Valfridsson conocio a una senora de Filipinas a la que atrajo hasta aqui con un monton de falsas esperanzas. La estaba golpeando hasta casi matarla cuando unos vecinos dieron la alarma. Le valio una condena por malos tratos, pero hizo cosas peores.

– ?Como que?

– Homicidio. Ya en 1977, muy joven. En una pelea por una moto. Le dio a un joven en la cabeza con una piedra. La victima murio en el acto. En el examen de psiquiatria forense al que sometieron a Lars-Erik, el medico dejo claro que era posible que volviese a recurrir a la violencia. Seguramente pertenecia a ese grupo de personas que deben considerarse peligrosas para su entorno. De modo que no es de extranar que la policia y el fiscal creyesen haber dado con el verdadero asesino.

– Pero, segun tu, no fue asi, ?me equivoco?

– Bueno, he hablado con las personas que lo conocian. Lars-Erik habia sonado siempre con ser un personaje celebre. Al parecer, iba haciendole creer a la gente que habia sido espia e hijo secreto del rey. La confesion de asesinato le daria la fama que buscaba. Lo unico que no acabo de entender es por que decidio acabar su representacion antes de tiempo. Ahi se me derrumba la historia.

– ?Estas insinuando que no fue el?

– El tiempo lo dira, pero ya sabes como pienso. Date por respondida. Ahora lo que mas me interesa es saber a que conclusiones has llegado tu. Y si coinciden con las mias.

– La verdad es que no le he dedicado al caso mas atencion que el resto de la gente. Parece mentira que todavia no comprendas que ya hace tiempo que me canse de tus llamadas.

Lars Emanuelsson no hizo caso de sus palabras.

– Hablame de los diarios. Algo tendran que ver con esta historia, ?no?

– Deja de llamarme -dijo Birgitta antes de colgar.

El telefono volvio a sonar de inmediato, pero ella no respondio. Aguardo cinco minutos y llamo a la comisaria de Hudiksvall. Tardaron en responder, pero, cuando lo hicieron, reconocio la voz de la joven, que sono nerviosa y cansada. Vivi Sundberg no podia ponerse. Birgitta Roslin dejo su nombre y su numero.

– No puedo prometer nada -le dijo la telefonista-. Esto es un caos.

– Lo comprendo. Dile que me llame cuando pueda.

– ?Es importante?

– Vivi Sundberg sabe quien soy. Tendras que conformarte con esa respuesta.

Vivi la llamo al dia siguiente. El escandalo de la prision de Hudiksvall acaparaba las noticias. El ministro de Justicia hizo unas declaraciones en las que garantizaba que el suceso se investigaria a fondo y que se pedirian responsabilidades. Tobias Ludwig se zafaba como podia de las preguntas de los periodistas y de las camaras de television. En cualquier caso, todos estaban de acuerdo en que habia sucedido algo que se suponia imposible.

Vivi Sundberg parecia agotada. Birgitta Roslin decidio no preguntar sobre la nueva situacion despues del suicidio. Le hablo, eso si, de la cinta roja y de las reflexiones que habia anotado en el margen del resumen que habia hecho de los hechos.

Vivi Sundberg la escucho sin comentar nada. Birgitta oia voces de fondo y penso que no envidiaba en lo mas minimo la tension que debia de reinar en la comisaria.

Birgitta Roslin termino preguntandole si, en las habitaciones donde habian encontrado los cadaveres, las lamparas estaban encendidas.

– Pues, tienes razon -respondio Vivi Sundberg-. Nos extrano, pero asi era, estaban encendidas. Todas, menos una.

– La del nino, ?verdad?

– Exacto.

– ?Habeis dado con alguna explicacion?

– Comprenderas que no puedo hablar contigo de esto por telefono.

– Si, claro, disculpa.

– No importa. Pero quisiera pedirte un favor. Escribe lo que te hayan sugerido los sucesos de Hesjovallen. De la cinta roja me encargo yo. Escribe sobre lo demas y enviamelo.

– Lars-Erik Valfridsson no los mato -sentencio Birgitta Roslin.

Las palabras surgieron de su boca de forma inesperada, tanto para Vivi Sundberg como para ella misma.

– Enviame el relato de tus reflexiones -reitero Vivi Sundberg-. Gracias por llamar.

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