– Si, y todos me animan a que me vaya de viaje. Mi marido, mis hijos, mi jefe, todos. Asi que he decidido que eso es lo que voy a hacer. Si aun estas dispuesta a compartir habitacion conmigo.
– Salgo dentro de tres dias, asi que hay que darse prisa para conseguirte el visado.
– ?Ah! Cabe la posibilidad de que no funcione con tan poco margen.
– En condiciones normales lleva bastante tiempo, pero puedo tirar de algunos hilos… El billete te lo buscas tu.
– Recuerdo que dijiste que volabas con Finnair.
– Si, te dare los numeros de vuelo. Puedo enviartelos en un mensaje al movil, porque no los tengo aqui. Y, ademas, necesito urgentemente una fotocopia de tu pasaporte.
– Me voy a casa ahora mismo.
Varias horas mas tarde ya le habia enviado a Karin toda la documentacion necesaria, aunque no consiguio plaza en el mismo vuelo. Tras varias conversaciones telefonicas, Birgitta decidio partir un dia despues que Karin. El congreso no habria empezado aun. Karin formaba parte del comite organizador que preparaba los distintos seminarios, pero le prometio escabullirse unas horas para ir a esperarla al aeropuerto.
Birgitta Roslin sintio los mismos nervios que a los dieciseis anos, cuando viajo por primera vez al extranjero, a Eastbourne, Inglaterra, para perfeccionar el ingles.
– ?Por Dios! -exclamo al telefono-. Ni siquiera se que temperatura hace alli. ?Es invierno o verano?
– Invierno, igual que aqui. Nos encontramos practicamente en la misma latitud. Pero aquel es un frio seco. A veces llegan tormentas procedentes de los desiertos del norte de Pekin, asi que preparate como para una expedicion al Artico. Hace muchisimo frio en todas partes, incluso en el interior de las casas. Ahora ha mejorado mucho la cosa, en comparacion con la primera vez que fui. Entonces me aloje en uno de los mejores hoteles, pero tenia que dormir con la ropa puesta. Por la manana me despertaban los chirridos de miles de bicicletas. Llevate ropa interior de abrigo. Y cafe. Aun no saben hacerlo. Bueno, eso no es del todo cierto, pero por si acaso. El cafe en los hoteles no suele ser tan fuerte como nos gusta aqui.
– ?Hay que llevar ropa elegante?
– Tu te libraras de los banquetes, pero siempre puedes llevar un vestido bonito.
– ?Como hay que comportarse? ?Que ropa no se debe llevar? Hubo un tiempo en que crei que lo sabia todo de China; pero era la version de los rebeldes. En China la gente se dedicaba a desfilar, cultivar arroz y blandir el libro rojo de Mao. En verano nadaban dando grandes brazadas hacia el futuro, siguiendo la estela del gran timonel.
– De todo eso puedes olvidarte. Basta con que te acuerdes de llevar ropa interior de abrigo. Y dolares en billetes. Las tarjetas de credito valen, pero no en todas partes. Unos zapatos comodos. Alli es facil resfriarse y no cuentes con que tengan los medicamentos que utilizas habitualmente.
Birgitta Roslin iba tomando nota. Acabada la conversacion fue al garaje a sacar la mejor de sus maletas. Y por la noche le conto a Staffan su decision. Quiza le sorprendio la noticia, pero no lo dejo traslucir. Para el, nadie mejor que Karin Wiman para acompanar a su esposa.
– A mi tambien se me ocurrio -confeso Staffan-. Cuando me dijiste que Karin se iba a China, asi que no me pilla del todo desprevenido. ?Que te ha dicho el medico?
– Me dijo: ?vete de viaje!
– Pues, en ese caso, yo te digo lo mismo. Pero llama a los ninos y cuentaselo, no sea que se preocupen.
Aquella misma noche los llamo, por orden de edad, a los tres a los que podia localizar. El unico que tenia sus dudas era David. ?Tan lejos y tan de repente? Ella lo tranquilizo explicandole que iba muy bien acompanada y que los doctores que la estaban tratando no habian opuesto ninguna objecion.
Busco un plano y, con la ayuda de Staffan, logro localizar el hotel en el que iban a alojarse, el Dong Fan.
– Te envidio -admitio el de improviso-. Aunque, de jovenes, tu eras la china y yo solo un liberal asustadizo que creia que los cambios sociales podian lograrse con calma, siempre sone con viajar alli. No a China, sino justo a Beijing. O a Pekin, pues para mi ese sera siempre su verdadero nombre. Tengo la conviccion de que el mundo tiene otro aspecto desde ese horizonte, si lo comparo con mis trenes a Alvesta y a Nassjo.
– Pues imaginate que me mandas a mi de exploradora. Y luego nos vamos los dos, en verano, cuando no haya tormentas de arena.
Vivio con una tensa excitacion los dias previos a su partida. Cuando Karin Wiman salio de Kastrup, Birgitta acudio al aeropuerto y aprovecho para recoger su billete. Se despidieron frente a la sala de embarque.
– Quiza sea mejor que no volemos el mismo dia -opino Karin-. Como soy un personaje importante para el congreso tengo un billete de primera, y no habria sido muy agradable ir en el mismo avion pero en distinta clase.
– Ahora estoy tan emocionada que, si fuera preciso, me montaria en un carromato. ?Me prometes que iras a recogerme al aeropuerto?
– Alli estare.
Por la noche, cuando Karin ya deberia haber llegado a su destino, Birgitta Roslin fue al garaje a mirar en una caja de carton en cuyo fondo encontro lo que buscaba: su viejo y desgastado ejemplar del libro de citas de Mao. En el interior del librito forrado de rojo habia escrito: «19 de abril de 1966».
«Entonces era una nina», recordo. «Virgen en casi todos los terrenos. Tan solo habia estado una vez con un joven, Tore, de Borstahusen, que sonaba con ser existencialista y se quejaba de ser tan lampino. Con el perdi la virginidad en una fria cabana que olia a moho.
Lo unico que recuerdo es su torpeza, casi insoportable. Despues de aquello crecio entre nosotros una sensacion pegajosa que provoco que quisieramos separarnos cuanto antes y que no nos mirasemos nunca mas a los ojos. Aun me pregunto que les diria de mi a sus amigos. Yo no recuerdo que les conte a los mios. En cualquier caso, la virginidad politica era tan importante como aquella otra. Hasta que llego la tormenta roja, que me arrastro consigo. Sin embargo, nunca fui consecuente con mi aprendizaje del mundo. Despues del periodo con los rebeldes me escondi. Nunca consegui comprender por que me deje llevar y me meti en lo que era casi una secta. Karin se paso al partido de izquierdas. Yo, en cambio, me afilie a Amnistia Internacional, y, ahora, a nada de nada.»
Se sento sobre unos neumaticos amontonados y empezo a hojear el librito. Una fotografia se deslizo de entre sus paginas. Eran ella y Karin Wiman. Recordaba el dia en que se la hicieron. Se apretujaron en un fotomaton de la estacion de Lund; como de costumbre, por iniciativa de Karin, que introdujo las monedas en la ranura y salio enseguida a esperar que apareciera la serie de instantaneas. Al ver la foto, Birgitta se echo a reir de buena gana, aunque la asusto la distancia. Aquella parte del sendero quedaba ya tan lejos que apenas se animaba a evocar el trayecto recorrido desde entonces.
«Ese viento gelido», se dijo. «La vejez, que se me acerca de puntillas por la espalda.» Guardo el libro en el bolsillo y salio del garaje. Staffan acababa de llegar a casa. Se sento con el en la cocina mientras el cenaba lo que ella le habia preparado.
– ?Estas lista, soldado de la guardia roja? -bromeo Staffan.
– Acabo de ir a buscar mi pequeno ejemplar del libro rojo.
– Especias -dijo Staffan de pronto-. Si quieres traerme un regalo, compra especias. Siempre he creido que en China hay aromas y sabores que no existen en ningun otro lugar.
– ?Que otra cosa quieres que te traiga?
– A ti. Sana y contenta.
– Pues creo que eso puedo prometertelo.
Se ofrecio a llevarla a Copenhague al dia siguiente, pero ella le dijo que era suficiente con que la dejase en la estacion de ferrocarril. Birgitta estuvo muy nerviosa toda la noche, se la paso yendo y viniendo a por un vaso de agua tras otro. Habia ido siguiendo el devenir de los sucesos de Hudiksvall en el teletexto. Cada vez era mas la informacion que salia a la luz sobre Lars-Erik Valfridsson, aunque nada que aclarase por que la policia creia que el habia cometido la masacre. La indignacion por el hecho de que habia conseguido suicidarse habia llegado al Parlamento bajo la forma de una airada protesta presentada al ministro de Justicia. El unico que aun mantenia la calma era Robertsson, por quien Birgitta sentia un creciente respeto. El fiscal insistia en que la investigacion continuaba su proceso, aunque el supuesto asesino estuviese muerto. Sin embargo, tambien habia empezado a indicar que la policia trabajaba con otras pistas sobre las que no podia revelar ningun detalle.
«Ahi tenemos a mi chino», concluyo Birgitta. «Y mi cinta roja.»
Varias veces estuvo tentada de llamar a Vivi Sundberg para hablar con ella, pero se abstuvo. En ese momento lo mas importante era el sugerente viaje que la aguardaba.
Hacia una hermosa y clara manana de invierno el dia en que Staffan Roslin condujo a su esposa a la estacion
