– Bestia ha muerto.

Cato levanto la vista de sus papeles cuando el centurion Macro entro en la tienda. El aguacero de verano que caia ruidosamente sobre la lona habia ahogado el anuncio de Macro.

– ?Senor? -He dicho que Bestia ha muerto -grito Macro-. Murio esta tarde.

Cato asintio con la cabeza. La noticia ya se esperaba. Al antiguo centurion jefe le habian partido la cara hasta el hueso. Los cirujanos de la legion habian hecho lo que habian podido para hacer que sus ultimos dias fueran lo mas agradables posible, pero la perdida de sangre, la mandibula destrozada y la subsiguiente infeccion habian hecho su muerte inevitable. El primer impulso de Cato fue alegrarse de la noticia. Bestia le habia amargado la vida durante los meses de instruccion. En realidad, el centurion jefe parecio disfrutar muchisimo metiendose con el y, como respuesta, Cato llego a albergar hacia el un odio que le consumia.

Macro desabrocho el broche de su capa mojada y la echo encima del respaldo de un taburete de campana que arrimo al brasero. El vapor que desprendian las diversas prendas puestas a secar en otros taburetes se elevaba en volutas de color naranja y se sumaba a la bochornosa atmosfera de la tienda. Si la lluvia que caia alli fuera era el mejor tiempo que el verano britano podia ofrecer, Macro se pregunto si valia la pena luchar por la isla. Los exiliados britanos que acompanaban a las legiones afirmaban que la isla poseia inmensos recursos de metales preciosos y ricas tierras agricolas. Macro se encogio de hombros. Pudiera ser que los exiliados dijeran la verdad, pero tenian sus propias razones para desear que Roma triunfara sobre su propia gente. La mayoria habia perdido tierras y titulos a manos de los catuvelanios y esperaba recuperar ambas cosas como recompensa por ayudar a Roma.

– Me pregunto quien obtendra el puesto de Bestia -dijo Macro-. Sera interesante ver a quien elige Vespasiano.

– ?Hay alguna posibilidad de que sea usted, senor? -?Me parece que no, muchacho! -gruno Macro. Su joven optio hacia poco tiempo que era miembro de la segunda legion y no conocia bien los procedimientos de ascenso del ejercito. Estoy fuera de combate en lo que a ese trabajo se refiere. Vespasiano tiene que elegir entre los centuriones de la primera cohorte que aun estan vivos. Son los mejores oficiales de la legion. Debes tener varios anos de excelente servicio a tus espaldas antes de que te tomen en consideracion para un ascenso a la primera cohorte. Yo todavia voy a estar un tiempo al mando de la sexta centuria de la cuarta cohorte, Creo.

apuesto a que esta noche hay algunos hombres muy ansiosos en el comedor de la primera cohorte. Uno no tiene la oportunidad de convertirse en centurion jefe cada dia.

– ?No estaran apenados, senor? Quiero decir, Bestia era uno de los suyos. -Supongo que si. -Macro se encogio de hombros-. Pero si vives de la guerra, A cualquiera de nosotros podia haberle tocado cruzar la laguna Estigia. Pero resulto ser el turno de Bestia. De todos modos, el ya habia vivido lo que le tocaba en este mundo. Dentro de dos anos no hubiera hecho otra cosa que volverse loco poco a poco en alguna aburrida colonia de veteranos. Mejor el que alguien que tenga algo que esperar como la mayoria de los demas pobres diablos que la han palmado hasta el momento. Y ahora, da la casualidad de que hay unas cuantas vacantes para cubrir entre los centuriones. -Macro sonrio ante la perspectiva. Llevaba siendo centurion tan solo unas pocas semanas mas que Cato legionario y era el centurion de menor rango de la legion. Pero los britanos habian matado a dos de los centuriones de la cuarta cohorte, lo cual significaba que, en aquellos momentos, oficialmente el era el cuarto en antiguedad, y disfrutaba del privilegio de tener a dos centuriones recien nombrados a los que tratar con prepotencia. Levanto la mirada y sonrio a su optio-. Si esta campana dura unos cuantos anos mas, ?hasta tu podrias ser centurion!

Cato esbozo una sonrisa ante lo que no sabia si era un cumplido o una groseria. Lo mas probable era que la isla se conquistara mucho antes de que nadie le reconociera la suficiente experiencia y madurez para ser ascendido al rango de centurion. A la tierna edad de diecisiete anos, todavia quedaban muchos para que tuviera esa posibilidad. Suspiro y tendio la tablilla de cera en la que habia estado trabajando.

– El informe de los efectivos, senor. Macro no hizo caso de la tablilla. Como apenas sabia leer ni escribir, opinaba que, a ser posible, era mejor no intentar ninguna de las dos cosas; dependia en gran medida de su optio para asegurarse de que los archivos de la sexta centuria se mantenian en orden. _?Y bien?

– Tenemos seis en el hospital de campana, dos de los cuales no es probable que sobrevivan. El cirujano jefe me dijo que de los otros, a tres se les tendra que dar de baja del ejercito. Esta tarde los van a llevar a la costa. Tendrian que estar de nuevo en Roma a finales de ano.

– ?Y luego que? -Macro sacudio la cabeza con tristeza-.

Una bonificacion de retiro a prorrata y pasarse el resto de sus vidas mendigando por las calles. ?Vaya una vida que esperar con ilusion!

Cato asintio con un movimiento de cabeza. De nino habia visto a los veteranos invalidos de guerra buscando desesperadamente cualquier miseria en las ronosas hornacinas del foro. Habiendo perdido un miembro o sufrido una herida que los incapacitaba, aquel estilo de vida era lo unico a lo que podia aspirar la mayoria de ellos. La muerte bien podria haber sido un desenlace mucho mas misericordioso para hombres como aquellos. Una repentina vision de el mismo mutilado, condenado a la pobreza y objeto de lastima y burlas, hizo estremecerse a Cato. No tenia familia a la que recurrir. La unica persona fuera del ejercito que se preocupaba por el era Lavinia. Ahora se encontraba lejos, de camino a Roma con los otros esclavos al servicio de Flavia, la esposa del comandante de la legion. Cato no podia esperar que, en caso de que -sucediera lo peor, Lavinia fuera capaz de amar a un lisiado. Sabia que no podria soportar que le tuviera lastima o que se quedara con el a causa de algun equivocado sentido del deber.

Macro advirtio un cambio de actitud en el joven. Era extrano considerar lo consciente que se habia vuelto de los estados de animo del muchacho. Todos los optios que habia conocido hasta entonces no habian sido mas que legionarios que intentaban sacar tajada, pero Cato era distinto. Completamente distinto. Inteligente, culto y un soldado probado, aunque porfiadamente critico consigo mismo. Si vivia lo suficiente, sin duda Cato obtendria renombre algun dia. Macro no Podia comprender por que el optio no parecia darse cuenta de eso y solia considerar a Cato con una mezcla de admiracion y diversion comedida.

– No te preocupes, muchacho. Vas a salir de esta. Si te hubiera tenido que tocar a ti, a estas alturas ya te habria sucedido. Has sobrevivido a la peor vida por la que un ejercito te puede hacer pasar. Todavia vas a estar por aqui un tiempo, asi que animate.

– Si, senor. -respondio Cato en voz baja. Las palabras de Macro eran un consuelo falso, tal como habian demostrado las muertes de los mejores soldados, como por ejemplo Bestia.

– Bueno, ?por donde ibamos? Cato bajo la vista hacia la tablilla de cera.

– El ultimo de los hombres que estan en el hospital se recupera favorablemente. Un corte de espada en el muslo. Tendria que estar de nuevo en pie dentro de unos pocos dias mas. Ademas, hay cuatro heridos que pueden andar. Pronto volveran a formar parte de nuestra fuerza de lucha. Esto nos deja con cincuenta y ocho efectivos, senor.

– Cincuenta y ocho. -Macro fruncio el ceno. La sexta centuria se habia resentido mucho de su enfrentamiento con los britanos. Habian tomado tierra en la isla con ochenta hombres. En aquellos momentos, apenas unos dias despues, habian perdido a dieciocho para siempre.

– ?Hay noticias de los reemplazos, senor? -No nos va a llegar ninguno hasta que el Estado Mayor pueda organizar un embarque con fuerzas de reserva de la Galia. Al menos tardaran una semana en poderlos mandar al otro lado del canal desde Gesoriaco. No se uniran a nosotros hasta despues de la proxima batalla.

– ?La proxima batalla? Cato se irguio ansioso en su asiento-. ?Que batalla, senor?

– Calma, muchacho. -Macro sonrio-. El legado nos lo explico al darnos las instrucciones. Vespasiano ha tenido noticias del general. Parece ser que el ejercito se encuentra frente a un rio. Un rio muy grande y ancho. Y al otro lado nos esta esperando Carataco con su ejercito, con cuadrigas y todo.

– ?A que distancia de aqui, senor? -A un dia de marcha. La segunda tendria que llegar en la manana. Al parecer, Aulo Plautio no tiene intencion de esperar. Lanzara el ataque a la manana siguiente, en cuanto nos encontremos en posicion.

– ?Y como llegaremos hasta ellos? -pregunto Cato-. Quiero decir, ?como vamos a cruzar el rio? ?Hay un puente?

– ?De verdad crees que los britanos lo dejarian en pie? ?Para que lo usaramos nosotros? -Macro movio la cabeza cansinamente-. No, el general aun tiene que resolver ese problema.

– ?Cree que nos ordenara avanzar los primeros? -Lo dudo. Los britanos nos han maltratado de mala manera. Los hombres todavia estan muy afectados. Debes de haberlo notado.

Cato asintio con la cabeza. La baja moral de la legion habia sido palpable durante los ultimos dias. Y lo que era

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