averiguar el motivo de la fria formalidad que el cirujano mostraba hacia el. Cato todavia no habia llegado a esa edad en la que las opiniones de los demas ya no fueran el punto critico de sus relaciones sociales. Mas que nada se esforzaba por ser digno de respeto y como minimo queria una explicacion por parte de Niso acerca de la repentina interrupcion de su amistad.
Pero Niso no estaba en el hospital de campana, ni en su tienda, ni sentado junto al embarcadero. Finalmente Cato regreso al hospital de campana y le pregunto a uno de los ordenanzas donde podria encontrar a Niso.
_?Niso? -El ordenanza arqueo las cejas.
Cato asintio con la cabeza y el rostro del ordenanza se ilumino fugazmente al reconocerlo.
– Tu eres ese amigo suyo, ?verdad? Me sorprende que no lo sepas.
– ?Que no lo sepa? -Cato sintio que la sangre se le helaba en las venas-. He estado fuera del campamento. ?Que ha ocurrido?
– Niso se ha ido.
– ?Se ha ido? -Ha desaparecido. Hace dos dias. Salio del campamento para ir a pescar y no regreso.
– ?Quien fue la ultima persona que lo vio? -No lo se. -El ordenanza se encogio de hombros-. Se suponia que tenia que encontrarse junto al rio con alguien que no aparecio. Eso es lo que dicen.
– ?Con quien se tenia que encontrar? -Con un tribuno. El que lleva las divisas. Vitelio. Cato asintio con un lento movimiento de la cabeza.
CAPITULO XXXVIII
Era mediodia y Vespasiano no habia llegado todavia al ultimo de los puestos de avanzada fortificados que rodeaban el campamento principal. No habia avisado de la inspeccion porque queria sorprender a todas las guarniciones en su nivel habitual de disponibilidad operativa en vez de presenciar un espectaculo preparado para la visita de un oficial de alto rango. A Vespasiano le produjo una gran satisfaccion ver que le daban el alto en cada fuerte cuando se acercaba cabalgando y que le negaban rotundamente la entrada a menos que diera la contrasena correcta. Tras las puertas, casi todos los fortines estaban bien ordenados, con las armas de la infanteria a mano y un adecuado abastecimiento de municion en las plataformas de las ballestas.
El ultimo fuerte no fue una excepcion y cuando Vespasiano y su escolta de caballeria atravesaban la puerta al trote, este se vio de inmediato frente a una linea de legionarios en estado de alerta de un lado a otro de la entrada. Su optio les dio la orden para que cerraran la puerta justo en el momento en que entro el ultimo miembro de la escolta del legado. -?Que es esto Cato? -Vespasiano saludo con la mano a los legionarios mientras desmontaba-. ?Una guardia de honor?
– Una precaucion, senor. -Cato saludo-. La puerta siempre es el punto mas debil de una defensa.
– ?Arquimedes? -Si, senor. De su tratado sobre guerra de asedio. -Bueno, pues tiene razon, y parece ser que tu le haces caso. ?Cuales son tus efectivos?
– Cuarenta hombres, senor. Y cuarenta en la otra mitad de la centuria en el siguiente puesto de avanzada con el centurion Macro.
– Asi que volveis a estar de nuevo al completo, con la flor y nata de la nueva tanda de soldados. De ahora en adelante solo voy a esperar lo mejor de la sexta centuria de la cuarta cohorte. Asegurate de que no me decepcione.
– Si, senor. -Muy bien, echemos un vistazo.
Vespasiano salio dando grandes zancadas para llevar a cabo su inspeccion, con el preocupado optio detras de el. Las tiendas fueron revisadas en busca de cualquier senal de cuerdas tensoras flojas, costuras rotas o ropa de cama desordenada. Se inspeccionaron las letrinas para asegurarse de que no habian alcanzado el nivel en que debian rellenarse y cavar otras nuevas. Luego Vespasiano trepo por la rampa de turba e inicio un recorrido por la empalizada. En la plataforma de las ballestas examino detenidamente los mecanismos de los cabrestantes para comprobar que estuvieran adecuadamente preparados y movio la cabeza en senal de aprobacion al percibir el aroma de aceite de linaza de los muelles de torsion. Se hallaba experimentando con el engranaje elevador cuando se oyo un grito procedente de la torre de vigilancia.
– ?Enemigo a la vista! El legado y el optio dirigieron rapidamente la mirada hacia la rigida silueta del centinela sobre la plataforma de caballete situada muy por encima de sus cabezas.
– ?En que direccion y que contingente? -pregunto Cato con brusquedad.
– ?Al oeste, senor! Quizas a unos tres kilometros de distancia. -El centinela senalo con su jabalina-. Un pequeno grupo de jinetes, tal vez quince o veinte se dirigen hacia aqui.
– ?Vamos! -Vespasiano subio primero por la tosca escalerilla de madera de la torre de vigilancia. Salio por la abertura de la plataforma y se puso junto al centinela al tiempo que Cato subia como podia tras el.
– Alli, senor. -El centinela senalo de nuevo y mas alla de la punta de la jabalina habia una distante colina. Vespasiano pudo distinguir las diminutas figuras de unos caballos que galopaban por delante de una fina mancha marron formada por el polvo que levantaban con los cascos. El terreno que se extendia desde la pequena fortaleza era en su mayor parte de pastos, salpicados de ocasionales bosquecillos de robles, pero los jinetes no trataban de ocultarse y se dirigian con un sonido retumbante hacia el fortin.
– No creo que tengan intencion de atacarnos -dijo Vespasiano entre dientes.
– De todas maneras, senor, creo que deberiamos poner a los soldados en estado de alerta -dijo Cato.
– De acuerdo.
Cato grito la orden y los soldados tomaron las armas y cubrieron el muro. El legado siguio observando a los jinetes que se aproximaban. Se acercaban rapidamente y entonces pudo distinguir que habia dos grupos. Un grupo de tres iba en cabeza y, a juzgar por las frecuentes miradas que echaban por encima del hombro, era evidente que los demas los iban persiguiendo. Ahora se oian los agudos gritos de los perseguidores.
– ?Cargad la ballesta! -grito Cato hacia la empalizada. Los ballesteros tensaron los cabrestantes y el ruido metalico del trinquete compitio con el excitado alboroto de los soldados que observaban la persecucion. El humor de los soldados era comprensible, pero no tolerable, y Vespasiano alzo una ceja y miro al optio. Cato estaba apoyado en la barandilla. _?Silencio ahi! ?Voy a formular cargos contra el proximo que abra la boca!
En aquellos momentos los jinetes se encontraban a apenas unos cuatrocientos metros de distancia y Vespasiano pudo distinguir como se agitaban las capas de color purpura y el pelo largo de los tres perseguidos. La distancia entre los dos grupos se habia reducido a unos pocos metros y los hombres que iban a la zaga soltaban aullidos de triunfo, dispuestos a caer sobre su presa con sus lanzas de caballeria de hoja estrecha. El hombre que estaba mas cerca del fortin levanto la mirada de pronto e hizo una senal con el brazo a los romanos.
Vespasiano se sobresalto.
– ?Es Adminio! ?Abre la puerta, optio! ?Date prisa, hombre!
La seccion que se encontraba junto a la entrada saco el barrote y tiro de la puerta hacia dentro. Cato ordeno a los:ballesteros que estuvieran preparados. -?Apuntad al segundo grupo y disparad en cuanto el primero salga de en medio!
Cuando los jinetes subieron al galope hacia el fortin apenas unos quince metros separaban a los dos grupos. Adminio y su escolta dieron un giro brusco y, formando un arco, se acercaron a la puerta por un lado, despejando asi el camino a los ballesteros. Uno de los legionarios apreto la palanca de disparo y la ballesta arrojo su proyectil con un fuerte chasquido. Se oyo un golpe seco cuando la flecha alcanzo a uno de los soldados de caballeria britanos por debajo de la garganta, lo atraveso por completo y se clavo en la frente grenuda del caballo que iba justo detras. Bestia y jinete se desplomaron con un remolino de patadas justo delante del jinete que les seguia. Solo un punado de ellos consiguieron seguir adelante detras de su presa. Cuando vieron la puerta, el britano que iba en cabeza se dio cuenta de que habia perdido la carrera y arrojo su lanza a Adminio y sus hombres. La forma oscura del arma describio una curva por los aires y alcanzo de lleno al ultimo de los soldados, entre los hombros, y este cayo a un lado al tiempo que Adminio espoleaba a su caballo y entraba en el fortin.
La seccion de soldados de la puerta corrio hacia la abertura y presentaron sus escudos y jabalinas a los britanos que perseguian a Adminio. Al ver a los legionarios los jinetes se detuvieron con salvajes expresiones de ira y unos rasgos que dejaban traslucir su frustracion.
– ?A por ellos! -grito Cato desde la torre de vigilancia--. ?Usad las jabalinas!
La seccion respondio enseguida y al cabo de unos momentos habian caido dos hombres mas y sus caballos,