– . Pero tu Flavia tambien es una gu-gu-guapa potra. Aunque un p-poco descarada, ?eh, Narciso? -El emperador hizo amago de guinarle el ojo a su liberto, pero su tic le gano la batalla y el rostro se le convulsiono. Narciso se ruborizo ligeramente y se volvio hacia Plautio.

– Presente al siguiente oficial, por favor. -Vitelio, tribuno superior de la segunda, Cesar. -Vitelio, muchacho, ?te van bien las cosas?

– Como siempre, Cesar -dijo Vitelio con una sonrisa de suficiencia.

– Tu padre te manda sa-saludos y espera… espera… -El semblante de Claudio se arrugo, meditabundo, antes de recordar lo que queria decir--. ?Ah! ?Ya lo tengo! ?Espera que mantengas el buen nombre de la fa-familia! ?Ya esta! ?Te uniras a nosotros en el festejo de esta noche?

– Lo siento, Cesar, pero debido a la pesada naturaleza de las obligaciones con las que mi legado me colma, necesito acostarme temprano.

Claudio se rio.

– Tu te lo pierdes, muchacho. Cu-cuidate, joven Vitelio, y llegaras muy le-lejos.

– Esa es mi intencion, Cesar. Claudio siguio por la fila de oficiales y Vitelio se arriesgo a hacerle un rapido guino a su legado, que estaba que echaba chispas. Cuando ya habia atendido al ultimo de los oficiales superiores, Claudio saludo a los estandartes de manera formal y realizo la preceptiva libacion en el altar del ejercito. Luego Narciso acompano al emperador hacia las dependencias que se habian preparado para el con todo lujo de detalles entre las paredes de la casa del general. En cuanto Claudio se perdio de vista, el general Plautio ordeno a los oficiales que rompieran filas y dio la senal para que las unidades pretorianas y los elefantes se retiraran. Iban a ser acuartelados en tiendas que ya estaban preparadas junto a la plaza de armas, la posicion mas cercana posible al emperador al que habian jurado proteger con sus vidas.

Vespasiano se dirigio apresuradamente hacia su comandante y se puso frente a el con decision, resuelto a comunicar su advertencia sin mas demora. Plautio lo observo cansinamente y fruncio los labios.

– ?No puedes esperar hasta que hayas visto a tu esposa? -No, senor. -De acuerdo entonces, solo un momento. -Era obvio que tendria que retrasar las demas tareas programadas para antes de acostarse.

– En privado, senor. -Por encima del hombro del general, Vespasiano vio que Vitelio se quedaba lo suficientemente cerca como para oirlos-. Lo que tengo que decir solo lo puede escuchar usted.

– ?Maldita sea! No tengo tiempo para esto.

– Si que lo tiene, senor. Creame.

El hecho de que el legado se arriesgara a ser tan insubordinado no le paso por alto a Plautio. Asintio con un rapido movimiento de cabeza, fue delante hasta el vestibulo del cuartel general y giro para entrar en la primera oficina. Los administrativos levantaron la mirada de sus papeles, sorprendidos.

– Marchaos -ordeno Plautio, y los administrativos dejaron las plumas al instante y salieron disparados de la estancia. Plautio cerro el faldon y se dio la vuelta enojado. -Y ahora, ?te importa decirme que es tan condenadamente importante para que tenga que oirlo en persona y en privado?

Vespasiano se lo explico.

CAPITULO XL

Ya habia pasado un buen rato desde que en el campamento de la orilla derecha la gente se hubiera acomodado para pasar la noche, cuando alguien levanto la portezuela de los aposentos de Flavia. Una sombra oscura entro con cautela y sin hacer ruido se acerco sigilosamente a la cama de viaje. Vespasiano se coloco con cuidado bajo la tenue luz de la unica lampara de aceite que seguia ardiendo sobre un soporte cercano y bajo la mirada hacia su esposa, maravillandose ante su perfeccion en reposo. La piel de Flavia era tersa bajo aquel suave resplandor anaranjado y, con los labios entreabiertos, respiraba profundamente a un ritmo regular que sonaba como el lejano oceano. Oscuros mechones de su cabello caian sobre la almohada cilindrica de seda y Vespasiano se inclino para olerlos, sonriendo ante el familiar aroma. Al enderezarse, dejo que su mirada se deslizara hasta su pecho, que se elevaba y descendia suavemente con cada respiracion, y luego se fijo en las ondas de seda que, con unas curvas mas pronunciadas, se cenian al contorno de su cuerpo.

Por un momento se abandono al puro amor que sentia por ella. La tenia tan cerca que casi era carne de su carne, tan candida en su sueno que le parecio la misma mujer de la primera epoca, ardiente y vertiginosa de su pasion. Sabia que realmente el fruto de aquella pasion estaba acostado en la habitacion de al lado.

Habia mirado a Tito antes de acercarse a su mujer. El chico estaba tendido boca arriba, con un brazo levantado por encima de la cabeza y la boca abierta, con su oscura mata de pelo suave al tacto. Muchos de los rasgos de su madre se reproducian en el como en una angelical miniatura y, aun asi, Vespasiano habia sentido una punzada de furia hacia su mujer por estropear el momento.

Se quedo un rato de pie contemplando a su esposa y luego se deslizo lentamente sobre el blando colchon. Hubo un leve susurro de la seda al rozar contra la lana mas basta de la tunica militar y un desplazamiento de la comoda posicion que el cuerpo de ella habia adoptado mientras dormia. Flavia dio la vuelta y se quedo de lado, con lo que altero el ritmo de su respiracion y un fuerte chasquido en la parte posterior de la garganta dio paso a un resoplido. Sus ojos parpadearon,Se abrieron, se cerraron un momento y volvieron a separarse de nuevo, mucho mas esa vez. Sonrio.

– Crei que no vendrias nunca.

– Ahora ya estoy aqui. -Eso ya lo veo. Solo me preguntaba donde te habias metido.

– Tenia trabajo que hacer.

Flavia levanto la cabeza y la recosto en su mano.

– ?Tan importante era que no podias venir a verme primero?

Vespasiano asintio con un movimiento de la cabeza.

– Si, tan importante como eso, me temo. Ella se lo quedo mirando fijamente un momento y de pronto le paso el brazo por el cuello y lo atrajo hacia si. Sus labios se encontraron. Suaves y vacilantes al principio, y luego con la reconfortante firmeza de una larga y afectuosa relacion. Vespasiano se echo hacia atras y llevo la mirada a sus ojos cerrados.

– No sabes cuanto lo necesitaba -susurro ella-. ?No hay mas de lo mismo?

– Despues. -?Despues? -Tenemos que hablar. No puedo esperar. -?Hablar? -Flavia sonrio-. ?No puede ser! Deslizo la mano hacia el dobladillo de la sabana de seda y la bajo, dejando al descubierto su cuerpo desnudo; cual sinuosa serpiente que mudara la piel, penso Vespasiano. La inquietante comparacion le hizo volver a pensar en lo que debia hacer En aquel preciso momento. Sin mas dilacion. Le agarro la mano con dulzura y volvio a subir la sabana hasta cubrirle el pecho. Sus movimientos pausados asombraron a Flavia. Estaba ofendida y fruncio el ceno.

– ?Que ocurre? Dimelo, querido. Vespasiano clavo en ella unos ojos frios, sin atreverse a hablar antes de que pudiera controlar sus emociones.

Flavia ya estaba preocupada y rapidamente se echo hacia atras y se incorporo, de manera que se quedo sentada frente a su marido.

– No me quieres. Se trata de eso. ?No es verdad? -Sus ojos almendrados se abrieron asustados y le temblaron los labios. Apreto la mandibula para detenerlos.

Eso no era lo que Vespasiano habia previsto, que tuviera que convencerla de que la amaba antes de acusarla de traicion. Dijo que no con la cabeza.

– ?Entonces que pasa? ?Por que estas tan frio conmigo, esposo?

En esos momentos habia miedo reflejado en su rostro' y una mirada que Vespasiano se resistia a interpretar como una de sospecha de que se habian descubierto sus intrigas. Afortunadamente, no era eso.

– ?Cerdo! -Le propino un fuerte bofeton-. ?Quien es,,,,ella? ?Como se llama esa fulana? -?Pero que dices? - Vespasiano la agarro por la muneca cuando su mano volvia a bajar dispuesta a asestar otro golpe-. -?No hay ninguna otra mujer! ?Se trata de ti!

– ?De mi? -Flavia se quedo helada--. ?Que pasa conmigo? -Tengo que saber cosas de ti… y de tu relacion con los Libertadores.

– No se de lo que estas hablando. -Bajo las manos, las oyo en el pecho y se lo quedo mirando, respondiendo la mirada inquisidora con lo que parecia ser sinceridad.

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