de firmes pasos, ajeno a la necesidad de que no los descubrieran. Cuando el jinete se encontraba a no mas de unos seis metros, Cato le dio un suave codazo a Escaro y susurro: «Ahora».

El centinela se puso en pie de un salto, con el brazo que sostenia la jabalina alzado y retrocediendo con soltura hacia la posicion de tiro al tiempo que gritaba el alto. Cato se desplazo a un lado con la espada desenfundada, dispuesto a pelear.

– ?No se mueva e identifiquese! El jinete se echo atras de un salto con un grito de alarma e hizo que el caballo respingara a un lado con un relincho asustado. El momento de sorpresa paso en un instante y antes de que Cato o Escaro pudieran reaccionar, el jinete ya habia subido a su montura y la espoleaba con un golpe de talones.

– ?No dejes que se escape! -exclamo Cato. Hubo un movimiento poco claro y un escalofriante golpe sordo. el jinete lanzo un grito y por un instante se tambaleo en su silla. Entonces se doblo hacia un lado y, con la cabeza por delante, se cayo del caballo. La bestia retrocedio y casi estuvo a punto de caer de espaldas sobre su jinete antes de irse a un lado en el ultimo momento y salir galopando cuesta abajo adentrandose en la noche. Se oyo un breve crujido en la hierba cuando Cato y Escaro echaron a correr hacia el jinete. Estaba tendido boca arriba y respiraba con dificultad, con el asta de la jabalina enterrada en su estomago. Grito unas cuantas palabras en una lengua extrana antes de perder el conocimiento.

– ?Quieres que lo mate, optio? -pregunto Escaro al tiempo que apoyaba el pie en el pecho de aquel hombre y le arrancaba la jabalina con un humedo ruido de ventosa.

– No. -Cato estaba desconcertado por el lenguaje que habia utilizado el individuo. No se parecia a ninguna de las lenguas celtas que el habia oido-. -Echame una mano, llevemoslo a donde haya un poco de luz.

Escaro lo agarro por debajo de los hombros y Cato de los pies. Calculo las distancias relativas que habia hasta su fuerte y hasta el del centurion.

– Vamos, ?Macro querra ver esto! el jinete era un hombre corpulento y ambos llevaron la incomoda carga con gran dificultad a lo largo de la colina y hacia el fuerte. Mientras se acercaban al porton, Cato tuvo tiempo para que el prematuro alto le produjera una gran satisfaccion; sin duda los hombres de Macro estaban alerta y vigilaban con mucha atencion.

– ?Azules triunfadores! -exclamo Cato. -Cuando las ranas crien pelo -oyo rezongar a alguien. -?Abrid la puerta! -?Quien anda ahi? -?El optio! ?Y ahora abrid la maldita puerta! Al cabo de un momento la puerta se abrio hacia dentro y, no sin esfuerzo, Cato y Escaro llevaron el cuerpo hacia el interior y lo dejaron en el suelo a la vez que se inclinaban para recuperar el aliento.

– ?Que es todo esto? -bramo la voz de Macro-. ?Quien fue el imbecil de mierda que dio la orden de abrir la puerta? ?Pretendeis que nos maten a todos?

– Soy yo, senor -dijo Cato jadeando-. Atrapamos a alguien que intentaba atravesar la linea de piquetes. Un jinete. _?Llevad una luz alli! -ordeno Macro, y un centinela salio corriendo a buscar una antorcha-. ?No estas herido, muchacho?

– No, senor… Escaro lo alcanzo con la jabalina… antes de que pudiera hacer nada.

El centinela volvio con la antorcha que crepitaba, reluciente, en su mano.

– Bueno, veamos que es lo que habeis atrapado. -Macro tomo la antorcha y la sostuvo sobre el cuerpo tendido en el suelo. Bajo la parpadeante luz pudieron distinguir unas buenas botas de cuero, un vendaje alrededor de la rodilla y el muslo izquierdo de aquel hombre y una cuidada tunica de color azul. Cato miro el rostro del jinete y dio un grito ahogado de asombro.

– ?Niso!

CAPITULO XLII

Vitelio estaba a punto de repetir el reclamo del buho cuando vio que el centinela daba el alto. Al instante se tiro sobre la hierba, con el corazon latiendole con fuerza, e intento oir lo que pasaba.

– ?No dejes que se escape! Un agudo grito de dolor atraveso la oscura noche y luego le llego el chacoloteo de los cascos de un caballo que se perdio rapidamente en la distancia hasta que solo se oyeron unas debiles voces y unos gemidos. Su corazon latio unas cuantas veces mas antes de que se arriesgara a levantar la cabeza por encima de la hierba para echar un vistazo rapido. Dirigio la mirada rapidamente de un lado a otro y vio la forma oscura de dos hombres inclinados sobre algo que llevaban hacia el fuerte mas cercano.

No habia duda: a Niso lo habian capturado mientras intentaba cruzar de vuelta al otro lado de las lineas Romanas. Vitelio contuvo el exabrupto que casi se le escapo de los labios y pego un punetazo en el suelo con enojo. ?Maldito Niso! se maldijo a si mismo. Maldito idiota de mierda. Nunca debio haberse valido del cartagines; era un cirujano, no lo habian formado en las artes del espionaje. Pero no habia nadie mas a quien pudiera utilizar, reflexiono. Habia tenido que conformarse con un aficionado y la catastrofe de aquella noche era el resultado. Al parecer, Niso habia caido en manos romanas vivo. ?Y si lo interrogaban antes de morir? Porque iba a morir, si no a causa de las heridas si por la lapidacion a la que lo iban a condenar por abandonar su unidad delante de las narices del enemigo. Si hacian hablar a Niso, entonces el, Vitelio, sin duda se veria implicado.

La situacion era sumamente peligrosa. Mejor seria regresar al campamento antes de que lo echaran en falta. Necesitaba con urgencia tiempo para pensar, tiempo para encontrar una estrategia que le permitiera salir del apuro.

Vitelio se puso en cuclillas, se dio la vuelta y bajo por la pendiente en direccion a las brillantes hogueras del ejercito. Le habia dicho a aquel optio corto de entendederas de la novena que estaba en la puerta realizando una inspeccion externa de los parapetos. Eso habria llevado bastante tiempo, mas que suficiente para que pudiera acercarse a las colinas y encontrarse con Niso en el lugar que habian acordado unos dias antes.

Ahora no habia modo de saber como habia respondido Carataco a su plan. No tenia manera de saberlo a menos que pudiera ver a Niso y hablar con el antes de que muriera. Era una mala suerte desastrosa. No, se corrigio, lo desastroso habia sido la manera de planearlo todo. La culpa era suya. No deberia haber utilizado a Niso y nunca tendria que haber elegido aquel punto de encuentro. La mayoria de oficiales no disponian piquetes entre los fuertes durante la noche. ?Pero el tuvo que escoger la seccion de la linea de frente vigilada por un oficial concienzudo!

Tras dar la contrasena, Vitelio pudo volver a cruzar el porton. Le dio las gracias al optio de guardia con un gesto de la cabeza y le aseguro que las defensas del perimetro estaban en perfectas condiciones. Vitelio volvio a pasar sigilosamente entre las hileras de tiendas y se dirigio a sus dependencias, donde se dejo caer sobre su cama de campana completamente vestido. Tal vez pudiera dormir despues, pero ahora debia considerar detenidamente la nefasta situacion en que habia dejado la captura de Niso. No habia ninguna duda que Niso tenia que ser silenciado. Si el centinela no se habia preocupado ya de eso, el mismo lo haria. Luego tenia que recuperar la respuesta de Carataco del cuerpo de Niso antes de que lo registraran mas a conciencia. Hasta las mejores claves se podian descifrar en cuestion de dias y la simplicidad del o que habian acordado quedaria dilucidada en el momento en que alguien reconociera lo que estaba examinando. Si ocurria, solo le quedaba la esperanza de que el mensaje no Incluyera ningun detalle que lo implicara directamente.

bastaria con que un tufillo de su complicidad llegara a las narices de Narciso, que siempre se lo olia todo, para que lo ejecutaran de manera dolorosa y sin armar revuelo. Estaba jugando a un juego muy arriesgado. La politica siempre habia sido peligrosa y, cuanto mas arriba subia, mayores eran los riesgos que tenia que correr. Eso eximiria a Vitelio, Pero no hasta el punto de no preocuparle. Tenia demasiado respeto por la inteligencia de los demas jugadores como para subestimarlos. Por fortuna, muchos de sus rivales que le devolvian el cumplido, eran la clase de gente cuya inteligencia quedaba fatalmente ensombrecida por su arrogancia al igual que Ciceron, y necesitaban un constante reconocimiento de su poderosa capacidad intelectual, y era en aquellos momentos cada vez mas frecuentes de debilidad cuando la caida final quedaba asegurada. Vitelio habia roto esa norma solo una vez y unicamente para persuadir a Vespasiano que las consecuencias de desenmascararlo serian mucho mas calamitosas para el legado que para el. Aun asi, seguia teniendo la sensacion de que habia hablado demasiado y juro que nunca mas volveria a decir una palabra mas de las necesarias.

Vitelio se enorgullecia del hecho de haber aprendido rapidamente a no suscribir nunca la causa de otra persona, La mera nocion de «organizacion secreta» era una estupidez; las posibilidades de traicion y de quedar al descubierto aumentaban de manera casi exponencial cada vez que una organizacion de esas reclutaba a un nuevo miembro. No, era mas seguro trabajar solo, hacia un fin especifico, sin obligaciones hacia las causas de los companeros. Mantenerse aislado de grupos como aquellos era a la vez su fortaleza y su debilidad, tal como

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