mortuorios?

– ?Ritos mortuorios? -Es cartagines, como yo. ?Que dijo justo antes de morir? Te susurro algo.

– Si. Pero no lo entendi… Algo sobre una campana, creo. -Entonces me temo que tendre que realizar los ritos mortuorios por el.

El cirujano jefe le solto la mano a Cato y lo empujo suavemente para que se apartara del cuerpo.

– Sera solo un momento pero tiene que hacerse, de lo contrario se vera obligado a permanecer en la tierra, como vuestros lemures romanos.

La idea del inquieto espiritu de Niso recorriendo las sombras de la tierra lleno de horror a Cato, que se aparto de la mesa de reconocimiento. El cirujano jefe apreto su mano derecha contra el corazon del muerto y empezo a salmodiar un antiguo ritual punico. Termino rapidamente y entonces se volvio hacia Cato.

– ?Quieres ofrecerle tambien los ritos romanos? Cato dijo que no con la cabeza.

– ?Quieres quedarte con el un momento? -Si. El cirujano jefe hizo salir a los legionarios y Cato se quedo a solas con el cuerpo de Niso. No estaba seguro de cuales eran sus sentimientos. Sentia dolor por haber perdido un amigo y amargura de que hubiera muerto inutilmente por la punta de una jabalina romana. Tambien sentia colera. Niso habia traicionado su amistad, primero abandonandolo a favor del tribuno Vitelio y, en segundo lugar, desertando… o lo que fuera que estuviera tramando cuando habia desaparecido del campamento. Las ultimas palabras que Niso habia pronunciado habian sido para Vitelio, y eso era lo que mas indignaba a Cato. fuera cual fuera la razon por la que Niso desaparecio, Cato sospechaba que tenia algo que ver con Vitelio. Aquellas emociones contradictorias daban vueltas y mas vueltas en su interior mientras miraba fijamente el cadaver.

– Ya has hecho las paces, optio -dijo en voz baja el cirujano jefe cuando volvio a entrar en la tienda al cabo de un rato. Ahora me temo que tenemos que hacernos cargo de el.

Con este calor tenemos que procurar ocuparnos de los cuerpos lo mas rapidamente posible.

Cato asintio con la cabeza y se quedo a un lado de la tienda mientras el cirujano jefe hacia una senal a un par de ordenanzas medicos. Con una eficiencia nacida de la cruda experiencia habitual, los medicos enderezaron el cuerpo y empezaron a despojarlo de toda la ropa y efectos personales.

– No tienes que quedarte a verlo si no quieres -dijo el cirujano jefe. -Estoy bien, senor. De verdad. -Como quieras. Me temo que yo tengo que irme. Tengo otros deberes que atender. Lamento no haber podido salvar a tu amigo -anadio el cirujano jefe con delicadeza.

– Usted hizo lo que pudo, senor. › Los ordenanzas estaban atareados quitandole la ropa al muerto y separaban aquellas prendas que no estaban manchadas de sangre y se podian volver a usar. Las demas las dejaban a un lado para deshacerse de ellas. La herida habia dejado de sangrar ahora que el corazon ya no latia. La piel manchada de sangre que la rodeaba fue rapidamente enjuagada con un cubo de agua. Uno de los ordenanzas empezo a deshacer el vendaje que envolvia la rodilla izquierda de Niso. De pronto se detuvo y estiro el cuello para mirar mas cerca.

– ?Vaya! ?Que raro! -dijo entre dientes. -?Que es raro? -replico su companero al tiempo que sacaba las botas. _Debajo de este vendaje no hay nada. No hay ninguna herida, ni siquiera un aranazo.

– -?Pues claro que tiene que haberla! La gente no se pone vendajes para divertirse.

– No. Te estoy diciendo que ahi no hay nada. Solo esas extranas marcas.

La curiosidad pudo mas que la profunda pena de Cato y este se acerco a ver que estaba causando aquel leve alboroto.

– ?Que problema hay? -Ven, optio. Mira esto. -El ordenanza le dio las vendas--.

En la pierna no tiene ni un rasguno, pero hay unas extranas marcas negras en este vendaje.

Cato se dirigio a un lado de la tienda en el que se habia montado un tosco banco y se sento en el despacio mientras miraba las curiosas lineas y curvas escritas en una de las caras de la venda. No logro encontrarles ningun significado. Decidio que hacia falta examinarlas mas detenidamente a la luz del dia y se metio el vendaje dentro de la tunica.

Levanto la vista hacia el cadaver que estaba sobre la mesa.

Niso tenia una expresion serena y apacible en el rostro ahora que la tension de la agonia habia terminado. ?Que habria estado haciendo esos ultimos dias?

Cato percibio la presencia de otra persona en la tienda. El tribuno Vitelio habia entrado con tanto sigilo que nadie se habia dado cuenta. Se quedo de pie entre las sombras junto a la portezuela de la tienda y miro el cadaver. Por un momento no reparo en Cato y el optio vio que el desasosiego y la frustracion recorrian el rostro del tribuno. Desasosiego y frustracion, pero no dolor. Entonces Vitelio lo vio y fruncio el ceno.

– ?Que estas haciendo aqui? Se supone que estas de servicio.

– Yo traje a Niso, senor. -?Que le ha ocurrido? -Uno de mis centinelas lo sorprendio intentando cruzar nuestras lineas. No respondio al alto y cuando trato de escapar el centinela lo abatio con la jabalina.

– Eso si que es mala suerte -dijo Vitelio entre dientes, y luego anadio en voz mas alta: Muy mala suerte. No hemos tenido ocasion de interrogarlo y descubrir a que ha estado jugando desde que desaparecio del campamento. ?Pudo decir algo antes de morir?

– Nada que tuviera sentido, senor. -Ya veo -dijo el tribuno en voz baja. Casi sono aliviado-. Bueno, sera mejor que vuelvas a tu unidad, enseguida.

– Si, senor. -Cato se puso en pie e intercambio un saludo con el tribuno. Fuera del sofocante calor de la tienda la atmosfera era fresca y humeda; faltaba poco para que amaneciera. Cato se encamino hacia el porton de entrada, deseoso de alejarse de Vitelio lo mas pronto posible.

Dentro de la tienda, Vitelio se acerco al cuerpo de Niso al que, en aquel momento, los dos ordenanzas frotaban con aceites aromaticos, listo para la cremacion. El tribuno recorrio a Niso con la mirada antes de dirigirla a sus ropas y escrutarlas.

– ?Busca algo, senor? -No, solo me preguntaba si le habiais encontrado algo… poco usual.

– No, senor, nada fuera de lo corriente. -Entiendo. -Vitelio se rasco el menton y examino atentamente la expresion del ordenanza-. Bien, si encontrais algo fuera de lo normal, cualquier cosa, me lo traeis inmediatamente.

Despues de que el tribuno se hubiera ido, el otro ordenanza se volvio hacia su amigo.

– ?Por que no le dijiste lo del vendaje? -?Que vendaje? -El que llevaba puesto. -Bueno, ahora ya no esta aqui. Por otro lado, -el ordenanza hizo una pausa para escupir en la esquina de la tienda--, yo no me involucro en los asuntos de los oficiales. Si le cuento lo del vendaje seguro que inmediatamente me veo mezclado en algo. ?Entiendes?

– Tienes razon.

CAPITULO XLIV

Al amanecer cambio la guardia en el fuerte y-Cato condujo a su media centuria cuesta abajo de vuelta al campamento. Se habian terminado los nervios de la vigilancia nocturna y los soldados tenian ganas de pasarse el dia descansando, especialmente porque el ejercito pronto volveria a ponerse en camino. Todos los rigores de marchar con las mochilas y los arneses totalmente cargados, construir campamentos de marcha y comer interminables platos de gachas de mijo empezarian e nuevo.

Aunque el cielo despejado prometia otro dia perfecto, aquella manana Cato no pudo compartir el despreocupado humor de los demas. Niso estaba muerto. La guerra ya desperdiciaba bastantes vidas humanas sin contar las victimas de accidentes. Lo que hacia mas dificil de soportar la muerte de Niso eran las misteriosas circunstancias de su anterior desaparicion. Si lo hubieran matado en combate habria sido triste, mas no inesperado. Pero habia algo muy raro en su muerte. Cato desconfiaba de su manera de comportarse en los ultimos dias que le vio. Necesitaba saber mas cosas y en aquel momento la unica pista consistia en el vendaje extranamente marcado que llevaba metido en la tunica. Estaba convencido de que la solucion al misterio de alguna u otra manera recaia en Vitelio. El tribuno habia persuadido a Niso, lo habia transformado y lo habia hecho complice de la traicion, fuera cual fuera, que Vitelio podria estar planeando.

Cato tenia que hablar con alguien. Alguien en quien pudiera confiar y que se tomara sus sospechas en serio. Macro se burlaria de sus temores, o como mucho presentaria una queja formal contra el tribuno. Tenia que ser otra persona… Lavinia. Por supuesto. La iria a buscar, la llevaria a algun lugar tranquilo lejos del campamento y le abriria

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