Fue Dar quien rompio el silencio, no porque le importara que le ignoraran, dadas las circunstancias, sino porque estaba preocupado por sus libros.

— Bueno, ?cuando veremos a vuestros Profesores? — pregunto. Los ojos del ser que llevaba el paquete giraron hacia el.

— Cuando lo digan. Pensamos comer primero, pero mientras se prepara la comida ire a informarles de nuestro regreso.

Uno de ellos, que no habia ido con el grupo que capturo a los viajeros, hablo: — Ya han sido informados; os oimos llegar y supimos por la voz del extranjero que habiais tenido exito.

Kruger entendio lo suficiente de esta frase para comprender por que los nativos se habian sorprendido de su llegada menos de lo esperado. La banda debio ser enviada para capturar a los caminantes; Dar y el debian de haber sido vistos cruzando el claro delante de la ciudad. Aquello era posible si mediamos el tiempo transcurrido.

— El Profesor que ha respondido ha dicho que la banda y los cautivos pueden comer y que estos deben ser llevados a su presencia — ni Kruger ni Dar hicieron ninguna objecion a esto, aunque el chico tuviera sus dudas de siempre sobre la comida.

Parte de esta, que fue servida al principio, eran vegetales servidos en grandes cestos que fueron depositados en el suelo. Cada cual cogia su propia comida de los cestos, asi que Kruger no tuvo dificultad en seleccionar lo que sabia era bueno para el. Mientras esto sucedia, algunos de los habitantes del pueblo se habian ido a los geisers llevando trozos de carne. Volvieron y rellenaron los vacios cestos de vegetales con ellos, viendo Kruger, para su consternacion, que la carne estaba demasiado caliente para ser cogida con comodidad. Al parecer habia sido cocinada en uno de los surtidores.

Dar y el estaban aun hambrientos, pero ninguno probo la carne despues de la experiencia anterior de Kruger. Miraron con pesimismo como la engullian los nativos cuando una idea asalto al chico.

— Dar, esta gente es como tu. El hecho de calentarla no les estropea la carne. ?Por que no comes tu por lo menos? Uno de los dos debe mantener sus fuerzas — Dar tenia sus dudas sobre su semejanza con los habitantes del poblado, pero los otros argumentos tocaron su sentido del deber y despues de luchar concienzudamente durante breves momentos dio la razon a su amigo. Su inquietud al comer fue advertida por la gente que le rodeaba y parecio causar mas sorpresa que la llegada de Kruger.

Dar fue inevitablemente preguntado sobre el porque de esta inquietud, y unos ojos sorprendidos se volvieron hacia Kruger, mientras Dar contaba su desafortunada experiencia con la carne asada.

— No entiendo como ha podido suceder eso — dijo uno de los del poblado —. Siempre hemos asado nuestra carne; es la regla. Tal vez tu amigo uso un surtidor que tenia el agua envenenada.

— No uso ningun surtidor. Estaba solo el rio, cuya agua se encontraba fria y no teniamos nada para recoger el agua, al menos algo lo suficientemente grande.

— Entonces, ?como pudo asar la carne?

— Sobre un fuego.

El ponerse a comentar esta palabra de Dar le parecio a Kruger la primera reaccion logica que habia obtenido de esta gente, aunque pronto se dio cuenta de que le entendieron bien.

— ?Estaba el fuego cerca de aqui? — fue la siguiente pregunta —. Tenemos que informar a los Profesores cuando un volcan distinto de los que hay cerca de la Gran Ciudad entra en actividad.

— No era un volcan. Hizo el fuego el mismo — todos los ojos giraron hacia Nils Kruger y se produjo un silencio de muerte. Nadie pidio a Dar que repitiera sus palabras, ya que el abyormita medio tenia demasiada confianza en su oido y en su memoria para suponer haber entendido mal una frase tan sencilla. Sin embargo, habia una clara atmosfera de incredulidad. Dar hubiera casi apostado sus libros sobre la pregunta que siguio. Hubiera ganado.

— ?Como se hace? Parece extrano, pero no poderoso — la ultima palabra no se referia solo al poder fisico, sino que era un concepto general que abarcaba todo tipo de habilidades.

— Tiene un artefacto que produce un fuego muy pequeno cuando es correctamente tocado. Con el enciende pequenos trozos de madera que luego utiliza para encender otros mayores.

La criatura tenia sus dudas, al igual que la mayoria de los demas. Hubo un murmullo general de aprobacion cuando dijo: — Tengo que verlo.

Dar se abstuvo cuidadosamente de darle su equivalente de una sonrisa.

— ?Querra tu Profesor esperar hasta que te lo haya ensenado a ti, o debemos mostrarselo a el tambien? — esta pregunta hizo que los habitantes se pusieran a discutir durante breves instantes, terminando en un rapido viaje de uno de ellos a una cabana que se levantaba en un lado del racimo de habitaculos. Dar miro con interes como el tipo desaparecia dentro y se esforzo por descifrar los breves murmullos que salian. No lo consiguio y tuvo que esperar el regreso del mensajero.

— El Profesor dice que llevemos madera como la que necesita este extrano y que le dejemos ver como hace fuego.

Los nativos se dispersaron a sus cabanas mientras que Dar le rellenaba a Kruger los numerosos huecos que tenia sobre la conversacion. Antes de terminar con esto empezaron a traer madera por todos lados.

No traian ninguna de la selva; era evidente que habia sido cortada hacia ya tiempo y que se estaba secando en las cabanas. No habia razon aparente para deducir por la forma de los trozos que habia sido cortada en un principio para hacer fuego, y su trasfondo cultural tampoco lo indicaba, pero alli estaba. Kruger selecciono unas cuantas piezas y rebano unas astillas con su cuchillo; despues hizo un pequeno monton de trozos mayores y se puso de pie, dando a entender que estaba dispuesto. Dar se dirigio hacia la cabana donde habia ido el mensajero, pero fue detenido inmediatamente.

— ?Por ahi no, extranjero!

— ?Pero no es ahi donde estan tus profesores?

— ?En un lugar como ese? Claro que no. Hablan ahi, es cierto, pero quieren veros a ti y a tu fabricante de fuego. Venid por aqui — el que hablaba empezo a recorrer de nuevo el camino que habian seguido para venir al poblado y los prisioneros le siguieron. El resto de la gente siguio sus pasos.

Un sendero bien marcado discurria entre los surtidores termales. Los cautivos lo siguieron hacia una poza especialmente grande que habia al borde del claro, lejos ya del mar. Al parecer, este afloraba a la superficie con mayor frecuencia que los demas, o al menos tenia mayor cantidad de mineral en la fuente subterranea de la que salia, ya que su borde media unos tres pies de altura. Dentro de el, el agua se agitaba y borboteaba con furia.

La zona alrededor de la poza parecia estar vacia, excepto por un sitio donde se proyectaba desde el borde un objeto que parecia un trozo desprendido de travertina.

Tenia forma de cupula si quitamos su parte superior, que aproximadamente tenia la misma altura del borde y unos cinco pies de diametro. Su superficie era lisa, pero habia un buen numero de profundos agujeros por sus lados.

Kruger no lo hubiera mirado dos veces a no ser por el hecho de que se pararon delante de el y todos los habitantes del poblado se reunieron alrededor. Esto hizo que el chico se pusiese a examinarlo con mayor detenimiento y que concluyese por deducir que era una experta obra de albanileria. Tal vez los Profesores estaban en su interior; los agujeritos debian servir de puntos de mira y de ventiladores. No se distinguia ninguna entrada, que por otra parte podia estar en el borde de la poza donde no podia verla o incluso fuera en otro lugar y conectada por un tunel. No le sorprendio oir una voz proveniente del monton de piedras.

— ?Quien eres? — la pregunta no era nada ambigua; la estructura gramatical del idioma no dejaba lugar a dudas de que se dirigia a Kruger. Por un instante, el chico no estaba muy seguro de como responder, pero luego se limito a decir la verdad.

— Soy Nils Kruger, piloto — cadete del crucero Alphard.

Tenia que cambiar los nombres por sonrisas en el idioma abyormita, pero se sintio satisfecho en conjunto. Sin embargo, la siguiente pregunta le hizo pensar si estaba haciendo lo correcto.

— ?Cuando moriras?

Kruger se quedo perplejo con la pregunta. Parecia limitarse a ser una pregunta directa sobre cuanto iba a vivir, pero se encontro incapaz de responder.

— No lo se — fue lo unico que pudo decir. Esto produjo un silencio de la roca, tan largo por lo menos como el provocado por su anterior titubeo. Con sus siguientes palabras, el oculto orador dio la impresion de haber diferido indefinidamente una cuestion enigmatica.

— Se supone que eres capaz de hacer fuego. ?Hazlo! — Kruger, sin saber para nada su situacion respecto al

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