El encargado permanecio inmutable.

– Lebrun -repitio lentamente.

– Robert Lebrun.

Julio estaba exprimiendose el cerebro.

– Estoy tratando de hacer memoria -dijo con voz quebrada, como temeroso de tener que renunciar a la propina-. No me suena. Que yo sepa, no tenemos a ningun cliente regular con ese nombre. Seguro que lo recordaria.

Randall se descorazono. Trataba de recordar la descripcion que de Lebrun le hiciera el dominee De Vroome.

– Tal vez si yo le dijera como es el…

– Por favor.

– De unos ochenta anos. Usa anteojos. De cara muy arrugada. Como jorobado. De la estatura de usted. Asi es Robert Lebrun. ?Le sirve de algo?

Julio estaba apenado.

– Lo lamento, pero hay tantos…

Randall recordo algo mas.

– Espere, hay algo que usted tiene que haber notado. Su modo de andar. Es cojo. Perdio una pierna hace mucho tiempo, y lleva una artificial.

El rostro de Julio se ilumino de inmediato.

– Tenemos uno como ese. Yo no sabia que fuera frances, porque su italiano es muy correcto; es un perfecto caballero romano. Pero no se llama Lebrun. En realidad no conozco su verdadero nombre, excepto por lo que el nos dice. Cuando ha bebido demasiado Pernod o Negroni, bromea y dice que su nombre, es Toti, Enrico Toti. Es un chiste local. ?No lo entiende usted?

– No.

Julio explico:

– Cuando uno pasa en automovil por los Jardines Borghese, a traves de los parques, ve muchas estatuas, y hay una, una escultura enorme de un heroe desnudo sobre una base cuadrada de piedra, y este personaje tiene solo una pierna. Esta recargado en una roca, con la pierna derecha estirada y el munon de la izquierda apoyado sobre la roca. Al pie de la estatua pone Enrico Toti, y especifica que murio en 1916. Este Toti, aunque tenia una sola pierna, quiso alistarse como voluntario en el Ejercito italiano durante la guerra austro- hungara, y fue rechazado, naturalmente. Pero se volvio a presentar como voluntario, una vez mas, y ya no pudieron rehusarse a admitirlo, asi que lo incorporaron al Ejercito italiano con su sola pierna y su muleta, y combatio y fue un gran heroe. Asi que nuestro cliente cojo bromea con que hace muchos anos fue un gran heroe y que su nombre era Toti. Ese es el unico nombre…

– ?Toti? -repitio Randall-. Bueno, para nada se parece a Lebrun, ?verdad? Desde luego, puede ser que tenga muchos nombres -dandose cuenta de que el encargado habia hecho un gesto, se pregunto por que-. ?Que sucede, Julio?

– Otro nombre, me acaba de venir a la mente justo ahora. Es tonto, pero…

– ?Quiere usted decir que este Toti tiene otro nombre?

– Es tonto, muy tonto… pero las mujeres de la calle… usted sabe… le pusieron este nombre porque es tan intelectual y se da tantos aires de elegante, siendo como es tan pobre y tan digno de compasion. Lo llaman -Julio rio entre dientes- Duca Minimo, que quiere decir Duque Insignificante. Ese es el mote con el que lo humillan.

Randall agarro emocionado el brazo del encargado.

– ?Ese es, ese es otro de sus nombres! Toti alias Duca Minimo alias Robert Lebrun. El es quien ando buscando.

– Me alegro mucho -dijo Julio; sus tres mil liras estaban seguras ahora.

– ?Todavia viene al Doney? -quiso saber Randall.

– Oh, si, con toda regularidad, casi todas las tardes cuando el tiempo es bueno. Viene por su aperitivo a las cinco en punto de la tarde, antes de la oleada de gente que sale del trabajo, y se toma su Pernod 45 o su Negroni, explica sus chistes y lee el diario.

– ?Estuvo aqui ayer?

– Ayer no trabaje en este turno, aunque hoy si me toca. Permitame averiguarlo…

Julio fue hacia donde estaban tres camareros parados a una distancia donde no podia oirseles, los interrogo y dos de ellos rieron y asintieron vigorosamente con la cabeza.

El encargado regreso sonriendo.

– Si, este Toti (Lebrun, como usted lo llama) estuvo aqui ayer durante una hora, a la que acostumbra a venir. Lo mas probable es que hoy aparezca a las cinco.

– Estupendo -dijo Randall-, absolutamente estupendo. -Busco su billetero y extrajo de el un billete de cinco mil liras. Tendiendoselo al anonadado encargado, le dijo-: Escuche, Julio, esto es importante para mi…

– Por favor…, gracias, senor, muchas gracias. Estare encantado de hacer cualquier cosa que pueda.

– Haga esto. Yo estare aqui a las cinco menos cuarto. Cuando Toti o Lebrun venga, senalemelo. Yo me ocupare del resto. Si el viniera antes, telefoneeme a mi habitacion. Estoy hospedado aqui, en el «Excelsior». Mi nombre es Steven Randall. ?No lo olvidara? Steven Randall.

– No olvidare su nombre, senor Randall.

– Una cosa mas, Julio. Nuestro amigo Lebrun… ?Como llega a Doney todos los dias?; quiero decir, ?en taxi o caminando?

– Siempre llega a pie.

– Entonces debe vivir por aqui cerca, en los alrededores. No caminaria una gran distancia con una pierna artificial, ?verdad?

– Es poco probable que lo hiciera.

– Muy bien -dijo Randall, incorporandose-. Gracias por todo, Julio. Nos veremos a las cuatro cuarenta y cinco.

– Pero, senor, su granizado de limon…

– Es todo suyo, con mis cumplidos. Ya tuve mi postre de hoy.

Habia pasado cinco horas de inquietud en su cuarto doble del quinto piso del «Hotel Excelsior».

Habia tratado de no pensar en lo que le esperaba por delante. Habia tirado su portafolio sobre la cama, lo habia abierto y habia sacado sus carpetas de correspondencia. En la mesa con cubierta de cristal que estaba a un lado de la unica ventana del cuarto, habia intentado ponerse al corriente con sus cartas.

Habia escrito una rutinaria carta de hijo atento a su madre y a su padre en Oak City, incluyendo a su hermana Clare y al tio Herman. Habia escrito una breve nota, mas turistica que paternal, a su hija Judy en San Francisco. Habia iniciado una carta para que fuera remitida a Jim McLoughlin del Instituto Raker, explicandole que Randall y Asociados habia estado tratando de localizarlo durante varias semanas para hacerle saber que, debido a circunstancias fuera de su control (sin mencionar a Towery ni lo de la adquisicion por parte de Cosmos), la firma no podria hacerse cargo de la cuenta del Raker. Pero no habia podido terminar la misiva y acabo por romper y tirar lo que habia escrito.

Puesto que habia omitido responder a las cartas de su abogado, considero la idea de telefonear a Thad Crawford a Nueva York, pero finalmente comprendio que le faltaba paciencia para hacerlo. Aunque no tenia hambre, habia pedido el servicio en su cuarto, ordenando lo que el penso que seria un almuerzo ligero, pero que resulto ser canelones con champinones y pollo estofado con salsa de tomate y pimientos, y que devoro compulsivamente por su creciente ansiedad.

Habia pensado en informarle a Angela que aun estaba en Roma, pero se decidio en contra de la llamada porque ello lo forzaria a urdir otra mentira o la llenaria a ella de aprension. Habia considerado llamar a George L. Wheeler a Amsterdam para explicarle su ausencia ya que faltaban solo seis dias para el anuncio del Nuevo Testamento Internacional, pero resolvio posponer esa llamada (y la inevitable ira de Wheeler) hasta que hubiera encontrado a Robert Lebrun.

Por mas que habia tratado de mantener a Lebrun fuera de sus pensamientos, le habia resultado imposible. Habia dado vueltas y mas vueltas por su habitacion, hasta conocer cada centimetro del dibujo de la alfombra oriental, cada muesca del buro con cubierta de marmol, sobre la cual estaba un florero, y cada linea que se

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