despues la puso encima del aparato de television y fue hacia la ventana. Oprimio un boton y las persianas se alzaron electricamente, descubriendo la ventana y la Piazza della Repubblica, que estaba abajo. La zona, mas alla de la entrada de coches, de los prados y los arboles, estaba tranquila y casi desierta bajo el calor de la avanzada manana. Randall penso en lo que preguntaria al profesor Monti, y le pidio a Dios que el arqueologo fuera un sujeto interesante y que su ingles resultara comprensible.

Una serie de toques breves y precisos a la puerta hizo que Randall se volviera rapido. El profesor Monti llegaba a la hora. Buena senal.

Apresuradamente se acerco Randall y abrio la puerta, decidido a saludar al arqueologo con afabilidad y entusiasmo… pero se quedo de una pieza.

A la puerta estaba una joven dama.

– ?Es usted Steven Randall, del grupo del Nuevo Testamento Internacional? -dijo en voz baja con una minima huella de acento britanico.

– Si, yo soy -respondio confuso.

– Yo soy Angela, la hija del profesor Monti.

– Pero habiamos quedado…

– Ya se. Usted esperaba a mi padre. Esta sorprendido y decepcionado. -Sonrio brevemente-. No se desanime. Yo le explicare, si me lo permite. Tambien le ayudare con mi padre, si lo desea. ?Puedo pasar? -pregunto mirando mas alla de Randall.

– ?Oh! Perdone -dijo el, aturdido-. Pase, por supuesto. Supongo que me desconcerto un poco.

– Se comprende -dijo ella, entrando a la sala de la suite-. Mi padre le envia sus excusas por no haber podido presentarse en persona. Las circunstancias, como usted vera, estuvieron fuera de su control.

Randall cerro la puerta y la siguio al centro de la sala.

Ella describio graciosamente un circulo para observar el lugar y despues lo miro a el, francamente divertida.

– Por lo menos le pusieron aire acondicionado. Tal vez eso lo mantenga fresco. En serio, es un alivio. Afuera hace veintinueve grados; centigrados, naturalmente. Para usted serian ochenta y tantos, que no es suficiente para derretirse, pero la humedad es sofocante.

Su sorpresa y decepcion inmediata, asi como su disgusto por no haber cumplido el profesor Monti su palabra, cambiaron rapidamente al observar a la muchacha.

Angela Monti era verdaderamente despampanante.

Calculo que tendria mas de 1,68 de estatura. Llevaba un sombrerito italiano de paja, de ala ancha; gafas de sol de gran tamano y tono verde lavanda; una fina blusa amarilla de seda, escotada, que revelaba dos fragmentos de un sosten que poco hacia para contener el desbordamiento de sus provocativos senos. Un ancho cinturon de cuero cenia su cintura delgada y flexible, y una falda veraniega de color marron realzaba las curvas de sus voluptuosas caderas.

No podia quitarle los ojos de encima mientras ella dejaba su bolso de mano, en piel cafe y seguramente de Gucci, y se quitaba el sombrerito y las gafas. Su cabello rizado y alborotado era suave y negro como el ala de un cuervo; los ojos, separados y alargados en forma de almendra, eran de un verde jade; la nariz, de ancho puente, petulante, con delicadas fosas; los carnosos labios de carmin, humedos, y bajo uno de los altos pomulos ostentaba un bello lunar. Una delgada cadena de oro que le rodeaba el cuello sostenia una cruz de oro, que se anidaba en la honda canada formada por sus senos.

– ?Esta usted enojado por tenerme aqui en lugar de mi padre? -pregunto Angela.

– No, no, claro que no. Francamente, la estaba admirando. ?Es usted modelo o actriz?

– Gracias -dijo Angela sin timidez-. Soy demasiado seria para eso.

Despues ella lo examino a el.

– No es usted lo que yo esperaba.

– ?Que esperaba?

– Me dijeron que usted era un famoso publicista y ahora director de Prensa, venido de los Estados Unidos para el proyecto de la Biblia. Supongo que todos pensamos demasiado en los estereotipos. Para mi, la palabra publicidad es algo que se asocia con una gran trompeta… quiero decir, con una tuba muy ruidosa. Yo no me esperaba a alguien tan moderno y elegante, y de aspecto tan… ?como lo diria?… tan norteamericano; si, pelo oscuro, ojos oscuros, fuerte… pero tan sofisticado.

«Me esta ablandando -penso Randall-; o si no, es de una candidez ejemplar.» No importaba. De todos modos a el le gustaba aquello.

– ?Por que no nos sentamos? -propuso el, sentandose junto a Angela en el sofa-. Creame, me encanta tenerla aqui, senorita Monti…,

– Angela -aclaro ella.

– Muy bien. Le cambio a Steven por Angela.

– De acuerdo, Steven -dijo ella con una sonrisa.

– Mi problema es de premura -prosiguio el-. Entre tarde en el proyecto. Es algo muy importante y requiere la mejor campana promocional posible; tal vez la mejor y la mas grande de la Historia. Y eso no podra lograrse a menos de que todos cooperen conmigo. A mi parecer, el papel mas dramatico y mas emocionante de todo este asunto de la nueva Biblia es el del profesor Monti. Yo creo que a el deberia darsele el credito que merece. Sin embargo, algunos miembros de mi equipo trataron de entrevistarlo recientemente y no pudieron. Ahora yo me he empenado en verlo y he sufrido otra frustracion. ?Puede usted explicarme lo que pasa?

– Si -repuso ella-. Se lo explicare sin omitir nada. Todo es cuestion de politica y de envidias en las esferas arqueologicas romanas. Cuando mi padre decidio hacer su excavacion, hubo de pedir permiso al superintendente de arqueologia de la region de Ostia Antica. El encargado (el que lo era hace siete anos, pero que ha sido ascendido recientemente), el doctor Fernando Tura, siempre estuvo en desacuerdo con las ideas de mi padre acerca de la arqueologia biblica, porque le parecen demasiado radicales, y nunca ha dejado de ser su rival. Solamente la aprobacion del doctor Tura puede hacer que la solicitud llegue al Consejo Superior de Antiguedades y Bellas Artes, en la Via del Popolo, en Roma. Y entonces, si el Consejo, compuesto por tres miembros, la considera valida, la recomienda al Director de Antiguedades, quien otorga el permiso oficial. Pero el doctor Tura era dificil…

– ?Quiere usted decir que se nego a aprobar la solicitud que su padre hizo hace siete anos para excavar?

– Se burlo de la teoria de mi padre, de que precisamente aqui, en Italia, podria hallarse algun manuscrito original valioso, anterior al de San Marcos o el de San Mateo. Y no solo se burlo, sino que opuso dilaciones. Instigo mala propaganda en contra de mi padre en los circulos oficiales. Pero mi padre no se dejo detener por esas pequeneces. Por medios extraoficiales apelo a un amigo y colega del Consejo Superior. Eso puso furioso al doctor Tura, pero se vio obligado a transmitir la solicitud para la excavacion, que entonces fue aprobada. Despues, cuando mi padre hizo su magnifico descubrimiento, cuya autenticidad quedo demostrada, el doctor Tura se puso fuera de si, de envidia y de ira. Se propuso mantener a mi padre en un segundo plano e impedir que recibiera el reconocimiento por el hallazgo. Ademas, el doctor Tura empezo a atribuirse a si mismo el merito del descubrimiento, corriendo el rumor de que era el quien habia enviado al profesor Monti a Ostia Antica y lo habia animado a excavar, como si el, Tura, fuera el genio y el profesor Monti, en realidad, no hubiera hecho otra cosa que mover la pala. Mas aun, para que no pudiera contradecirlo, el doctor Tura incito al Ministerio de Instruccion a que enviara a mi padre fuera del pais a promover o supervisar nuevas excavaciones en lugares remotos.

– ?Tenia el Ministerio facultades para destinar a su padre a esos lugares?

– En realidad, no -dijo Angela-. Pero, como es sabido, solo quienes hacen las leyes pueden quebrantarlas sin peligro. Tal es el privilegio del poder. El doctor Tura aconsejo a sus amigos del Ministerio que seria mejor si su asociado, el profesor Monti, fuera callada y secretamente enviado al extranjero para que no dejara mal al departamento, pretendiendo atribuirse todo el merito del descubrimiento. Bueno, la verdad es que nadie puede mandar a ningun lado a un arqueologo, si el no quiere ir. Los arqueologos escogen sus propios lugares de excavacion. Pero como mi padre no es profesor de plantilla en la Universidad de Roma, era claro que si no obedecia podia perder su posicion docente. A pesar de una modesta herencia de mi madre, que mi padre siempre insistio en que era para Claretta (mi hermana mayor) y para mi, el solo percibe ingresos modestos para vivir. Por eso tuvo que obedecer las ordenes, para conservar su posicion y su sueldo.

– Pero, ?no gano mucho dinero el profesor Monti con el descubrimiento de Ostia Antica? -pregunto Randall.

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