– La vi.
Loren Muse espero un segundo, con la esperanza de que dijera algo mas. No dijo nada.
– ?Ha visto a Katie Rochester?
– Si.
– ?Cuando?
– El sabado hara tres semanas.
– ?Y no nos lo dice hasta ahora?
Edna Skylar estaba mirando otra vez hacia el aparcamiento. El sol se ponia y los rayos penetraban a traves de las persianas venecianas. Con aquella luz parecia mayor.
– Doctora Skylar…
– Me pidio que no dijera nada. -Su mirada seguia posada en el aparcamiento.
– ?Katie?
Sin dejar de mirar hacia fuera, Edna Skylar asintio.
– ?Hablo con ella?
– Un segundo tal vez.
– ?Que le dijo?
– Que no le dijera a nadie que la habia visto.
– ?Y?
– Y ya esta. Acto seguido se marcho.
– ?Se marcho?
– En un metro.
Las palabras ya salian con mas facilidad. Edna Skylar conto a Loren toda la historia: que estudiaba las caras mientras paseaba por Nueva York, que habia identificado a la chica a pesar del cambio de aspecto, que la habia seguido hasta el anden del metro y que se habia desvanecido en la oscuridad.
Loren lo apunto, pero el hecho era que aquello encajaba en lo que habia creido desde el principio. La chica habia huido. Como le habia dicho Ed Steinberg a Skylar, habia sacado dinero en un cajero del Citibank del centro, poco despues de desaparecer. Loren habia visto la cinta del banco. Se cubria la cara con una capucha, pero probablemente era la chica de los Rochester. No habia duda de que el padre era demasiado estricto. Era siempre el caso de los chicos que huian. Los hijos de padres demasiado liberales solian engancharse a las drogas. Los de los demasiado conservadores huian y acababan metidos en temas sexuales. Dicho asi puede sonar a estereotipo, pero Loren habia visto pocos casos que rompieran la regla.
Hizo algunas preguntas mas de seguimiento. Ya no habia nada que pudieran hacer. La chica tenia dieciocho anos. Con aquella descripcion no habia razon para sospechar juego sucio. En la tele, los federales se encargan y asignan un equipo al caso. Eso no sucede en la vida real.
Pero a Loren algo le daba mala espina. Llamemoslo intuicion. No, no era la palabra. Corazonada… Tampoco. Le habria gustado saber lo que Ed Steinberg, su jefe, querria hacer. Probablemente nada. Su oficina se ocupaba con el fiscal del estado en dos casos, uno relacionado con un presunto terrorista y otro con un politico corrupto de Newark.
Con recursos tan limitados como los suyos, ?debian dedicarse a lo que parecia un caso evidente de huida? Era dificil decidirlo.
– ?Por que no? -pregunto Loren.
– ?Que?
– No ha dicho nada en tres semanas. ?Que le ha hecho cambiar de idea?
– ?Tiene hijos, investigadora Muse?
– No.
– Yo si.
Loren volvio a mirar la mesa, el archivador, la pared. Ninguna foto de familia. Ni rastro de hijos o nietos. Skylar sonrio, como si comprendiera lo que hacia Muse.
– Fui una madre malisima.
– No se si la entiendo.
– Era, ?como le diria?,
Loren espero.
– Eso -dijo Edna Skylar-, fue un gran error.
– Sigo sin entender.
– Yo tampoco. Pero esta vez… -Su voz se apago. Trago saliva, se miro las manos y la miro-. Solo porque parezca que todo va bien, no tiene que ser asi. Tal vez Katie Rochester necesite ayuda. Tal vez se deba hacer algo en vez de dejarlo estar.
La promesa hecha en el sotano volvio a atormentar a Myron a las 2:17 de la madrugada exactamente.
Habian pasado tres semanas. Myron seguia saliendo con Ali. Era el dia de la boda de Esperanza. Ali le acompano. Myron entrego a la novia. Tom -nombre completo Thomas James Bidwell III- era primo de Win. No habia muchos invitados. Curiosamente, la familia del novio, miembros diplomados de las Hijas de la Revolucion Estadounidense, no estaba encantada con la boda de Tom con Esperanza Diaz, una latina del Bronx. Quien lo iba a decir.
– Es curioso -dijo Esperanza.
– ?Que?
– Siempre pense que me casaria por dinero, no por amor. -Se miro al espejo-. Pero aqui me tienes, casandome por amor y consiguiendo dinero.
– La ironia no ha muerto.
– Eso es bueno. ?Vas a ir a Miami a ver a Rex?
Rex Storton era una estrella de cine ya mayor a la que representaban.
– Cogere un avion manana por la tarde.
Esperanza se volvio, abrio los brazos y le dedico una deslumbrante sonrisa.
– ?Y bien?
Estaba espectacular.
– Uau -dijo Myron.
– ?Tu crees?
– Ya lo creo.
– Pues vamos. Vamos a casarme.
– Vamos.
– Una cosa primero. -Esperanza le llevo a un lado-. Quiero que seas feliz por mi.
– Lo soy.
– No voy a dejarte.
– Lo se.
Esperanza le miro a la cara.
– Seguimos siendo amigos intimos -dijo ella-. ?Esta claro? Tu, yo, Win, Big Cyndi. No ha cambiado nada.
– Por supuesto que si -dijo Myron-. Todo ha cambiado.
– Te quiero, ya lo sabes.
– Y yo te quiero a ti.
Ella volvio a sonreir. Estaba preciosa. Siempre habia tenido un halo rustico alrededor. Pero ese dia, con ese vestido, la palabra «luminoso» era sencillamente demasiado poco. Era tan alocada, un espiritu tan libre, habia insistido tanto en que nunca sentaria la cabeza con otra persona. Pero alli estaba, con un hijo, a punto de casarse. Incluso habia madurado.
– Tienes razon -dijo ella-. Pero las cosas cambian, Myron-. Y a ti nunca te han gustado los cambios.
– No empieces con eso.
– Fijate. Viviste con tus padres hasta los treinta y tantos. Te has comprado la casa de tus padres. Sigues siendo amigo de tu companero de universidad, quien, las cosas como sean, no puede cambiar.
El levanto una mano.
– Lo he pillado.