Myron miro a su padre. El se encogio de hombros.

– Ha visto mucho a Matlock ultimamente.

– ?Hijos, Myron? ?Sales con una mujer con hijos?

– Mama, voy a decir esto lo mas amablemente posible: dejalo ya.

– Escuchame, listillo. Cuando hay ninos por medio, no puedes ir a lo tuyo alegremente. Debes pensar en las repercusiones que puede tener para ellos. ?Entiendes lo que te quiero decir?

– ?Entiendes tu lo que significa «dejalo ya»?

– Bien, haz lo que te de la gana. -Y se rindio burlonamente. A tal palo, tal astilla-. ?Que mas me da?

Siguieron caminando: Myron en medio, su padre a la derecha, su madre a la izquierda. Siempre caminaban asi. Ahora caminaban mas despacio. Eso no le preocupo mucho. Estaba mas que dispuesto a reducir el paso para adaptarse al de ellos.

Fueron en coche al piso y aparcaron en su plaza. Su madre cogio a proposito el camino largo junto a la piscina para poder presentar a Myron a la aturdidora variedad de propietarios de pisos. Su madre no cesaba de decir: «?Recuerdas a mi hijo?» y Myron fingia recordarles a ellos. Algunas mujeres, muchas de mas de setenta anos, estaban en muy buena forma. Como advertian a Dustin Hoffman en El graduado: «Plastica». Solo que diferente. Myron no tenia nada contra la cirugia estetica, pero pasada cierta edad, por discriminatorio que fuera, le daba escalofrios.

Tambien el piso era demasiado brillante. Se diria que con la edad deseas menos luz, pero no. Sus padres, de hecho, se dejaron las gafas de soldador puestas durante cinco minutos. Su madre le pregunto si tenia hambre. Myron fue lo bastante prudente para decir que si. Ella ya habia pedido una fuente de bocadillos calientes de ternera -la cocina de su madre seria cualificada de inhumana en Guantanamo- a un local llamado Tony's, que era «igual que los de nuestra charcuteria» en casa.

Comieron y charlaron, y su madre intento limpiar los pedacitos de col que se pegaban a las comisuras de la boca de su padre, pero le temblaba demasiado la mano. Myron miro a su padre a los ojos. El Parkinson de su madre estaba empeorando, pero no querian hablar de ello con Myron. Se hacian viejos. Su padre llevaba un marcapasos. Su madre tenia Parkinson. Pero su primer deber seguia siendo proteger a su hijo de todo ello.

– ?A que hora tienes que irte a tu reunion? -pregunto la madre.

Myron miro su reloj.

– Ahora.

Se despidieron, besandose y abrazandose otra vez. Cuando se marcho, se sintio como si estuviera abandonandoles, como si ellos se quedaran enfrentandose solos al enemigo mientras el se iba sano y salvo. Tener padres mayores era absorbente, pero como le habia dicho Esperanza, que habia perdido a ambos padres joven, era mejor que la alternativa.

Una vez en el ascensor, Myron miro su movil. Aimee todavia no le habia devuelto las llamadas. Volvio a probar a llamarla y no se sorprendio de oir el contestador. Basta, penso. La llamaria a casa. A ver que pasaba.

Le llego la voz de Aimee: «Lo prometiste…»

Marco el numero de la casa de sus padres. Respondio Claire.

– Diga.

– Hola, soy Myron.

– Hola.

– ?Que pasa?

– No mucho -dijo Claire.

– He visto a Erik esta manana -vaya, ?era posible que fuera esa mismo dia?- y me ha dicho que habian aceptado a Aimee en Duke. Solo queria felicitarla.

– Si, gracias.

– ?Esta aqui?

– No, ahora mismo no.

– ?Puedo llamarla despues?

– Si, claro.

Myron cambio de tactica.

– ?Va todo bien? Pareces un poco distraida.

Iba a decir algo mas pero las palabras de Aimee -«Me prometiste que no se lo dirias a mis padres»- flotaban en su mente.

– Estoy bien -dijo Claire-. Mira, tengo que dejarte. Gracias por escribir la carta de recomendacion.

– No fue nada.

– Fue mucho. Los chicos en el cuarto y el septimo puesto de su clase solicitaron la admision y los han rechazado. Supuso la diferencia.

– Lo dudo. Aimee es una gran candidata.

– Puede, pero gracias igualmente.

Se oyo un grunido de fondo. Parecia Erik.

En su mente volvio a oir decir a Aimee: «Las cosas no van muy bien en casa ahora mismo». Myron penso en intentar algo mas, otra pregunta quiza, pero Claire colgo.

A Loren Muse le habia tocado otro nuevo caso de homicidio: doble homicidio, de hecho, dos hombres muertos a tiros frente a un club de East Orange. Se decia que las muertes eran por encargo de John «El fantasma» Asselta, un famoso asesino a sueldo que habia nacido y crecido en la zona. Asselta habia estado tranquilo los ultimos anos. Si habia vuelto, iban a estar muy ocupados.

Repasaba el informe de balistica cuando sono su linea privada. Lo cogio y dijo:

– Muse.

– Adivina.

Ella sonrio.

– Lance Banner, viejales. ?Eres tu?

– Soy yo.

Banner era un policia de Livingston, Nueva Jersey, el pueblo donde los dos habian crecido.

– ?A que debo este placer?

– ?Sigues investigando la desaparicion de Katie Rochester?

– La verdad es que no -dijo ella.

– ?Por que no?

– Primero, no hay indicios de violencia. Segundo, Katie Rochester tiene mas de dieciocho anos.

– Apenas.

– Ante la ley, dieciocho es como si fueran ochenta. Asi que oficialmente no hay una investigacion en marcha.

– ?Y extraoficialmente?

– He visto a una doctora llamada Edna Skylar.

Le conto la historia de Edna, utilizando casi las mismas palabras que habia utilizado cuando se lo habia contado a su jefe, el fiscal del condado Ed Steinberg. Steinberg la habia escuchado un buen rato hasta que concluyo como era de prever: «No tenemos recursos para investigar algo con tan baja prioridad».

Cuando termino, Banner pregunto:

– ?Como te asignaron el caso al principio?

– Como te he dicho, no habia caso, en realidad. Es mayor de edad, no hay indicios de violencia, ya sabes como va. Asi que no asignaron a nadie. Tambien es cuestionable la jurisdiccion. Pero el padre, Dominick, armo mucho jaleo con la prensa, seguramente ya lo viste, y conocia a alguien que conocia a alguien, y eso condujo a Steinberg…

– Y eso condujo hasta ti.

– Eso mismo. La palabra clave es «condujo». En pasado.

Lance Banner pregunto:

– ?Me puedes dedicar diez minutos?

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