Queens. El edificio tenia un aspecto decrepito, como si al apoyarte en el fueras a provocar un derrumbamiento. La oxidacion de la escalera de incendios era tan avanzada que parecia mas probable el tetanos que la inhalacion de humos. Todas las ventanas estaban tapadas con persianas gruesas o con planchas de madera. La estructura tenia cuatro pisos y ocupaba practicamente toda la longitud de la manzana.
– La «R» del rotulo esta tachada -dijo Myron a Win.
– Es intencionado.
– ?Por que?
Win le miro esperando que lo dedujera solo. Nail-R-Us se habia convertido en Nail Us. *
– Oh -dijo Myron-. Que monos.
– Tienen dos guardias armados apostados en ventanas -dijo Win.
– Deben de hacer unas manicuras terribles.
Win fruncio el ceno.
– Ademas, los dos guardias no han ocupado su puesto hasta que tu senora Rochester y su novio han vuelto.
– Le tienen miedo a su padre -dijo Myron.
– Una deduccion logica.
– ?Sabes algo de este sitio?
– La clientela esta por debajo de mi nivel de experiencia. -Win senalo con la cabeza detras de Myron-. Pero no de la de ella.
Myron se giro. El sol poniente estaba tapado como si hubiera un eclipse. Big Cyndi caminaba sin prisas hacia ellos. Iba vestida de arriba abajo en
Big Cyndi beso a Win en la mejilla. Despues se volvio y dijo:
– Hola, senor Bolitar.
Le abrazo, rodeandole con sus brazos, una sensacion no muy diferente a verse envuelto en material aislante humedo.
– Hola, Big Cyndi -dijo Myron cuando le solto-. Gracias por venir tan de prisa.
– Cuando me llama, senor Bolitar, yo corro.
Su cara seguia placida. Myron nunca sabia si Big Cyndi le tomaba el pelo o no.
– ?Conoces este lugar? -pregunto.
– Oh, si.
Ella suspiro. Los alces empezaron a aparearse en un radio de cincuenta kilometros. Big Cyndi llevaba siempre pintalabios blanco, como salida de un documental de Elvis. Su maquillaje chispeaba. Sus unas eran de un color que una vez le habia dicho que se llamaba Pinot Noir. En sus tiempos, Big Cyndi habia sido la mala de la lucha profesional. Se ajustaba al papel. Para los que nunca han visto lucha profesional, es solo un juego moral que enfrenta al bueno y al malo. Durante anos, Big Cyndi habia sido una mala «senora de la guerra» denominada Volcan Humano. Entonces, una noche, tras una lucha especialmente renida, Big Cyndi habia «herido» a la encantadora y menuda Esperanza «Little Pocahontas» Diaz con una silla, tan gravemente que acudio una falsa ambulancia y le puso un collarin y toda la parafernalia, mientras una multitud furiosa de admiradores esperaba fuera del recinto.
Cuando Big Cyndi salio al acabar, la multitud la ataco.
Podrian haberla matado. Estaban borrachos y excitados y no muy metidos en la ecuacion realidad-frente-a- ficcion que funciona en ese ramo. Big Cyndi intento correr, pero no habia escape. Se defendio con todas sus fuerzas, pero habia mucha gente esperando su sangre. Le golpearon con una camara, con un baston, con una bota. La acorralaron. Big Cyndi cayo. La pisotearon.
En vista de la violencia, Esperanza intento intervenir. La multitud no le hizo ni caso. Ni su luchadora favorita podia detener el deseo de sangre. Y entonces Esperanza hizo algo realmente inspirado.
Salto sobre un coche y «revelo» que Big Cyndi solo habia fingido ser la mala para introducirse. La multitud casi se detuvo. Entonces, Esperanza anuncio que en realidad Big Cyndi era la hermana perdida desde hacia tiempo de Little Pocahontas, Big Chief Mama, un apodo bastante soso, pero vaya, se lo iba inventando sobre la marcha. Little Pocahontas y su hermana se habian reencontrado y a partir de ahora serian companeras de equipo.
La multitud la vitoreo. A continuacion ayudaron a Big Cyndi a levantarse.
Big Chief Mama y Little Pocahontas fueron a partir de entonces el equipo de lucha mas popular. Cada semana escenificaban lo mismo: Esperanza Pocahontas empezaba ganando con su destreza, sus oponentes hacian algo ilegal como echarle arena a los ojos o utilizar un objeto prohibido, y, mientras una de ellas distraia a Big Chief Mama, la otra golpeaba a la sensual belleza Pocahontas hasta que le rasgaba la tira del bikini de piel, y entonces Big Chief Mama lanzaba un grito de guerra y corria al rescate.
Puro entretenimiento.
Cuando dejo el ring, Big Cyndi se hizo gorila de discoteca y a veces salia a escena en algunos clubes de sexo de poca monta. Conocia el lado mas sordido de las calles. Y con eso contaban ahora.
– ?Que es este sitio? -pregunto Myron.
Big Cyndi puso su ceno de totem.
– Hacen muchas cosas, senor Bolitar. Drogas, estafas por Internet, pero mas que nada son clubes de sexo.
– Clubes -repitio Myron-. ?En plural?
Big Cyndi asintio.
– Probablemente seis o siete. ?Recuerda hace unos anos cuando la Calle 42 estaba repleta de escoria?
– Si.
– Bueno, cuando los echaron de alli, ?adonde cree que fue a parar la escoria?
Myron miro el salon de manicura.
– ?Aqui?
– Aqui, alli, por todas partes. A la escoria no se la mata, senor Bolitar, sino se la traslada a un nuevo huesped.
– ?Y este es el nuevo huesped?
– Uno de ellos. Aqui, en este mismo edificio, hay clubes que ofrecen una variedad internacional de gustos.
– ?Que variedad?
– A ver. Si se quiere mujeres de cabellos muy rubios, se va a On Golden Blonde. Esta en el segundo piso, al fondo a la derecha. Si se quiere hombres afroamericanos, se va al tercer piso a un local llamado, esto le gustara, senor Bolitar, Malcolm Sex.
Myron miro a Win. El se encogio de hombros.
Big Cyndi siguio con su voz de guia turistica.
– Quienes quieren fetiches asiaticos lo pasaran bien en el Joy Suck Club…
– Si -dijo Myron-. Creo que me hago una idea. ?Como entro y encuentro a Katie Rochester?
Big Cyndi lo penso un momento.
– Puedo hacerme pasar por una solicitante de empleo.
– ?Disculpa?
Big Cyndi apoyo sus enormes punos en las caderas. Eso significaba que estaban separados dos metros.
– No todos los hombres, senor Bolitar, se pirran por las menudas.
Myron cerro los ojos y se froto el puente de la nariz.
– Vale, bien, quiza si. ?Alguna otra idea?
Win espero pacientemente. Myron siempre habria pensado que Win seria intolerante con Big Cyndi, pero hacia anos, Win le sorprendio senalando lo que deberia ser obvio. «Uno de nuestros peores y mas aceptados prejuicios es contra las mujeres gordas. Nunca, jamas, vemos mas alla de su gordura.» Y era cierto. Myron se