los controles de mantenimiento, se procederia a abastecer de combustible al avion de cincuenta y cinco metros de longitud. Western Airlines subcontrataba las operaciones de carga de combustible. El camion cisterna estaba aparcado debajo del ala de estribor. En el L800 la configuracion estandar tenia los depositos de combustible en cada ala y en el fuselaje. El panel de combustible debajo del ala, ubicado aproximadamente a un tercio del fuselaje, estaba abierto y la larga manguera serpenteaba por el interior del ala hasta la valvula de toma. Esta unica valvula servia para trasvasar el combustible hasta los tres tanques a traves de una serie de colectores. El encargado de la operacion, con guantes y un mono mugriento, controlaba la manguera mientras el combustible de alto octanaje entraba en los depositos. El hombre contemplo sin prisas la creciente actividad alrededor del aparato: estibaban las sacas de correos y la carga, los carros con las maletas cruzaban lentamente la pista procedentes de la terminal. Satisfecho de que nadie le observaba, el hombre utilizo una mano para rociar la parte expuesta del deposito de combustible, alrededor de la valvula de toma, con una sustancia contenida en un rociador de plastico. El metal del deposito brillaba en la parte rociada. Un examen mas a fondo hubiera revelado un leve empanamiento de la superficie metalica, pero dicho examen no se realizaria. Incluso el capitan, en la revision previa al vuelo, nunca descubriria esta pequena sorpresa agazapada en el interior de la enorme maquina.

El hombre guardo el pequeno rociador de plastico en uno de los bolsillos del mono. Del otro bolsillo saco un objeto rectangular y plano, y metio la mano en el interior del ala. Cuando la retiro estaba vacia. Acabada la operacion de carga, desengancho la manguera, la cargo, en el camion y cerro la tapa del panel de combustible. El camion se alejo para cargar combustible en otro avion. El hombre miro por encima del hombro al L800 solo por un instante y siguio adelante. Su turno terminaba a las siete de la manana. No pensaba quedarse ni un segundo mas.

El Mariner L800 de casi cien toneladas despego de la pista y ascendio facilmente entre la capa de nubes. El L800, un jet de un solo pasillo equipado con dos turbinas Rolls-Royce, era la aeronave tecnicamente mas avanzada, aparte de las pilotadas por los aviadores de la fuerza aerea norteamericana.

El vuelo 3223 llevaba ciento setenta y cuatro pasajeros y siete tripulantes a bordo. La mayoria de los pasajeros estaban en sus asientos, entretenidos en la lectura de periodicos y revistas, mientras el avion continuaba la ascension sobre los campos de Virginia para alcanzar la altura de crucero de once mil seiscientos metros. El ordenador de navegacion habia establecido la duracion del vuelo a Los Angeles en cinco horas y cinco minutos.

Uno de los pasajeros de primera clase leia el Wall Street Journal. Se acariciaba la abundante barba color gris acero mientras su mirada alerta recorria velozmente las paginas de informacion financiera. En la clase turista, otros pasajeros permanecian en silencio, algunos con los brazos cruzados sobre el pecho, otros con los ojos semicerrados; muchos leian. En un asiento, una anciana pasaba las cuentas del rosario, mientras sus labios rezaban en silencio.

En el momento en que el L800 alcanzo la altitud de crucero y se nivelo, el capitan saludo al pasaje por los altavoces mientras las azafatas comenzaban la rutina habitual, una rutina que subitamente quedo interrumpida.

Todas las cabezas se volvieron cuando el destello rojo aparecio en el lado derecho del avion. Los ocupantes de los asientos de ventanilla de aquel lado contemplaron horrorizados como el ala derecha se retorcia, la cubierta metalica se desgarraba y los remaches saltaban. En cuestion de segundos dos terceras partes del ala se desprendieron, llevandose con ellas la turbina de estribor. Como venas amputadas, los conductos hidraulicos y los cables partidos se sacudieron enloquecidos por el viento de proa mientras el combustible del tanque destrozado rociaba el fuselaje.

El L800 efectuo un brusco giro hacia la izquierda y quedo en posicion invertida, provocando un desastre en la cabina. En el interior del fuselaje, todos y cada uno de los seres humanos gritaban dominados por el terror mientras el avion se movia por el cielo como una hoja arrastrada por el viento, completamente fuera de control. Los pasajeros salieron despedidos de los asientos. Para la mayoria el corto viaje hasta el techo resulto mortal. Se escuchaban los alaridos de dolor cuando las pesadas maletas -vomitadas desde las bodegas, abiertas cuando las ondas de choque, provocadas por la presion del aire, hicieron saltar los mecanismos de cierre- chocaban contra la carne humana.

La anciana abrio la mano y el rosario cayo al suelo, que ahora era el techo del avion. La mujer mantenia los ojos bien abiertos, pero se veian tranquilos. Ella era una de las afortunadas. El infarto la habia salvado de los proximos minutos de terror total.

Los aviones a reaccion comerciales equipados con dos motores tienen la garantia de volar con un solo motor. Pero ningun avion puede volar con una sola ala. La capacidad de vuelo del aparato habia desaparecido. El L800 entro en una barrena mortal.

En la cabina de mando, los pilotos luchaban con los controles mientras el avion averiado caia en picado entre las nubes como una lanza a traves de un mar de espuma. Aunque no conocian las caracteristicas especificas de la catastrofe, sabian muy bien que el aparato y los que estaban a bordo corrian un peligro mortal. Mientras intentaban freneticamente recuperar el control de la aeronave, los dos pilotos rezaban en silencio para no colisionar con ningun otro avion en la caida. «?Dios mio!» El capitan miro incredulo como el altimetro continuaba una carrera imparable hacia el cero. Ni los sistemas de vuelo mas avanzados del mundo ni las mas excepcionales habilidades de pilotaje podian invertir la tremenda certidumbre a que se enfrentaban cada uno de los seres humanos encerrados en el proyectil destrozado. Todos iban a morir en cuestion de segundos. Como ocurre en casi todas las catastrofes aereas, los dos pilotos serian los primeros en abandonar este mundo; los demas a bordo del vuelo 3223 los seguirian una fraccion de segundo mas tarde.

Lieberman mantenia la boca abierta en una expresion atonita mientras se sujetaba a los brazos del asiento. A medida que el morro del avion se ponia en posicion vertical, Lieberman se encontro mirando cabeza abajo el respaldo del asiento que tenia delante como si estuviese en lo mas alto de una enloquecida montana rusa. Por desgracia para el, Arthur Lieberman permaneceria consciente hasta el preciso instante en que al avion chocara contra el objeto inmovil hacia el cual se desplomaba. Su desaparicion del mundo de los vivos ocurriria varios meses antes de lo esperado y sin cumplir con los planes previstos. A medida que el avion comenzaba el descenso final, una palabra escapo de los labios de Lieberman. Aunque era un monosilabo, fue emitido en un alarido continuo que se oia por encima de todos los demas terribles sonidos que inundaban la cabina:

– ?Noooo!

Capitulo 2

Washington, D.C., Area metropolitana, un mes antes

Jason Archer, con la camisa sucia y el nudo de la corbata torcido, revisaba el contenido de una pila de cajas. A su lado tenia un ordenador portatil. Cada cierto tiempo se detenia, sacaba un papel del monton y con un escaner manual copiaba el contenido en el ordenador. El sudor le goteaba de la nariz. El deposito donde se encontraba era caluroso y sucio. De pronto, una voz le llamo desde algun lugar del amplio recinto. «?Jason?» Sonaron unos pasos. «Jason, ?estas aqui?»

Jason se apresuro a cerrar la caja que estaba revisando, cerro la tapa del ordenador y lo oculto entre el monton de cajas. Unos segundos mas tarde aparecio un hombre. Quentin Rowe media un metro setenta de estatura, pesaba unos setenta y cinco kilos, era estrecho de hombros, no llevaba barba y usaba gafas de cristales ovalados. Llevaba el pelo rubio y largo recogido en una coleta. Iba vestido con tejanos y camisa blanca de algodon. La antena de un telefono movil asomaba por el bolsillo de la camisa. Tenia las manos metidas en los bolsillos traseros del pantalon.

– Pasaba por aqui. ?Como vas?

Jason se puso de pie y estiro los musculos.

– Va saliendo, Quentin, va saliendo.

– El trato con CyberCom esta cada vez mas caliente y quieren el informe financiero. ?Cuanto crees que tardaras? -A pesar de su aspecto despreocupado, a Rowe se le notaba ansioso.

– Una semana, diez dias como maximo -respondio Jason con la mirada puesta en las cajas.

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