seguir prosperando. Su carrera avanzaba a pasos de gigante. Muy pronto, los suenos de ambos se convertirian en realidad. El dirigiria su propia empresa; ella se dedicaria por entero a cuidar de Amy y de los otros hijos que esperaban tener. Tenia todo el aspecto de una serie de television de los cincuenta, pero asi era como lo querian los Archer. Sidney estaba firmemente convencida de que en estos momentos Jason trabajaba al maximo en su oficina para alcanzar esa meta.
Mas o menos a la misma hora en que Sidney se iba a la cama, Jason Archer entro en una cabina de telefono y marco un numero que habia memorizado hacia mucho tiempo. La respuesta a la llamada fue inmediata.
– Hola, Jason.
– Oiga, si esto no se acaba pronto no lo conseguire.
– ?Otra vez las pesadillas? -El tono del interlocutor sono comprensivo y dominante al mismo tiempo.
– Lo dice como si fueran y vinieran. En realidad, nunca me abandonan -replico Jason desabrido.
– Ya no falta mucho. -Esta vez la voz le daba animos.
– ?Esta seguro de que no los tengo encima? Noto una sensacion extrana, como si todo el mundo me vigilara.
– Eso es normal, Jason, suele pasar. Creame, si fuera a tener problemas nosotros lo sabriamos. Hemos pasado antes por esto.
– Le creo, pero espero no estar equivocado. -La voz de Jason se hizo mas tensa- No soy un profesional. Maldita sea, me estoy volviendo loco.
– Lo comprendemos. Aguante un poco mas. Como le dije, ya casi esta acabado. Unos pocos detalles mas y podra retirarse.
– Oiga, no entiendo por que no podemos seguir adelante con lo que tengo.
– Jason, no es trabajo nuestro pensar en esas cosas. Necesitamos escarbar un poco mas y usted tiene que aceptarlo. Valor. En estos asuntos no somos precisamente ninos perdidos en un bosque; lo tenemos todo planeado. Usted cumpla con su cometido y todo ira bien. Todos estaremos bien.
– Pues yo pienso acabarlo esta noche, puede estar seguro. ?Utilizaremos el mismo sistema de entrega?
– No. Esta vez sera una entrega personal.
– ?Por que? -pregunto Jason, sorprendido.
– Nos estamos acercando al final y cualquier error puede echar abajo toda la operacion. Si bien no tenemos razones para creer que saben lo suyo, no tenemos la completa seguridad de que no nos esten vigilando. Recuerde, aqui todos corremos riesgos. Las entregas son seguras, pero siempre hay un margen de error. Un encuentro cara a cara fuera de la zona con gente nueva elimina ese margen, asi de sencillo. Ademas, sera mas seguro para usted. Y para su familia.
– ?Mi familia? ?Que demonios tiene que ver con esto?
– No sea estupido, Jason. Aqui hay mucho en juego. Le explicaron los riesgos desde el principio. Este es un mundo violento. ?Lo comprende?
– Mire…
– Toda saldra bien. Solo tiene que seguir las instrucciones al pie de la letra. Repito, al pie de la letra. -La voz pronuncio estas ultimas palabras con un enfasis especial-. No se lo ha dicho a nadie, ?verdad? Mucho menos a su esposa.
– Digame algo que yo no sepa -replico Jason, tajante-. ?Cuales son los detalles?
– Ahora no. Pronto. Los canales habituales. Aguante, Jason. Ya casi estamos fuera del tunel.
– Si, vale, esperemos que no se desplome encima de mi.
El comentario provoco una risita y despues se corto la comunicacion.
Jason paso el pulgar por el escaner digital, dijo su nombre en el microfono instalado en la pared y espero pacientemente mientras el ordenador comparaba las marcas del pulgar y los registros de voz con los almacenados en su enorme memoria. Sonrio y saludo con un gesto al guardia de seguridad sentado delante de la inmensa consola en medio del vestibulo de la octava planta. Jason era consciente del nombre TRITON GLOBAL escrito con letras plateadas de treinta centimetros de altura detras de las anchas espaldas del guardia uniformado.
– Es una pena que no te den la autoridad para dejarme pasar, Charlie. Ya sabes, de un ser humano a otro.
Charlie era un negro corpulento que rondaba los sesenta, calvo y con un ingenio muy agudo.
– Cono, Jason, podrias ser Saddam Hussein disfrazado. En estos tiempos, no te puedes fiar de las apariencias. Por cierto, llevas un sueter muy majo, Saddam. -Charlie se rio-. Ademas, ?como podria esta compania enorme y sofisticada confiar en el juicio de un pobre y viejo guardia de seguridad como yo, cuando tienen todos estos artefactos que les dicen quien es quien? Ahora los ordenadores son los amos, Jason. La triste verdad es que lo seres humanos ya no damos la talla.
– Venga, Charlie, no te desanimes. La tecnologia tiene su lado bueno. Eh, a ver que te parece. ?Que tal si cambiamos de trabajo durante un rato? Asi podras ver de que va la cosa. -Jason sonrio.
– Si, claro, Jason. Yo juego un rato con esos trastos que valen un millon de dolares cada uno y tu husmeas por el vestibulo cada media hora a ver si hay algun malvado escondido. Ni siquiera te cobrare por dejarte el uniforme. Desde luego, si intercambiamos el trabajo tambien intercambiaremos el sueldo. No quiero que te pierdas una pasta gansa: siete dolares la hora. Es justo.
– Eres demasiado listo para tu propio bien, Charlie.
Charlie solto la carcajada y volvio la atencion una vez mas a los numerosos monitores de television instalados en la consola.
La sonrisa desaparecio bruscamente del rostro de Jason en el momento en que se abrieron las inmensas puertas. Cruzo el umbral y avanzo por el pasillo al tiempo que sacaba algo del bolsillo de la americana. Era del tamano y la forma de una tarjeta de credito y tambien estaba hecha de plastico.
Jason se detuvo delante de una puerta. Metio la tarjeta en la ranura de la caja metalica atornillada en la puerta. El microchip de la tarjeta se comunico silenciosamente con su homologo de la caja. El indice de Jason pulso cuatro veces en el teclado numerico. Sono un chasquido. Sujeto la manija, la hizo girar y la puerta de diez centimetros de grosor se abrio hacia el interior oscuro.
Las luces se encendieron y la silueta de Jason se recorto por un segundo en el umbral. Se apresuro a cerrar la puerta; los dos cerrojos gemelos encajaron en los soportes. Le temblaban las manos mientras echaba una ojeada al despacho ordenado y pulcro; el corazon le latia con tanta fuerza que estaba seguro que resonaba por todo el edificio. Esta no era la primera vez. Se permitio una sonrisa al recordar que seria la ultima. Daba lo mismo lo que pudiera suceder, se habia acabado. Todo el mundo tenia un limite, y esta noche el habia llegado al suyo.
Se acerco a la mesa, se sento y encendio el ordenador. Sujeto al monitor con un largo soporte metalico habia un pequeno microfono para dar ordenes orales. Jason lo aparto impaciente para tener despejada la pantalla del monitor. Con la espalda bien recta, los ojos pegados a la pantalla, las manos listas para teclear, ahora estaba en su elemento. Como un pianista inspirado, sus dedos volaban por el teclado. Miro la pantalla que le daba las instrucciones, unas instrucciones tan conocidas que ya eran pura rutina. Jason marco cuatro digitos en el teclado numerico conectado al ordenador; despues se inclino hacia delante y fijo la mirada en un punto en la esquina superior derecha del monitor. Una camara de video interrogo su iris derecho y transmitio una serie de informaciones unicas contenidas dentro de su ojo a una base central de datos, que, a su vez, comparo la imagen del iris con las otras treinta mil almacenadas en la memoria. Todo el proceso tardo cuatro segundos. Acostumbrado como estaba a los constantes progresos de la tecnologia, incluso Jason meneaba la cabeza de vez en cuando al ver como funcionaban las cosas. Los escaneres de iris tambien se utilizaban para controlar la productividad laboral. Jason hizo una mueca. En realidad, Orwell se habia quedado corto.
Volvio a concentrarse en la maquina que tenia delante. Durante los veinte minutos siguientes, Jason trabajo en el teclado deteniendose solo cuando aparecian mas datos en la pantalla en respuesta a sus preguntas. El sistema era rapido, pero tenia dificultades para seguir el ritmo de las ordenes de Jason. De pronto, Jason volvio la cabeza al oir un ruido procedente del vestibulo. Otra vez la maldita pesadilla. Sin duda era Charlie haciendo la ronda. Miro la pantalla. No habia nada nuevo. Una perdida de tiempo. Escribio una lista con los nombres de los archivos en un trozo de papel, apago el ordenador, se levanto y fue hacia la puerta. Hizo una pausa mientras apoyaba la oreja contra la madera. Satisfecho, quito los cerrojos, abrio la puerta, apago las luces y salio. Un segundo mas tarde, los cerrojos volvieron a su posicion automaticamente.
Camino deprisa por el pasillo hasta llegar a la puerta de una oficina que se usaba muy poco. La puerta tenia