habian ofrecido un asiento en la apretada mesa de la defensa y habia sufrido la ignominia de tener que asistir a un juicio de cuatro meses de duracion sin abrir la boca durante la audiencia publica. Sully habia estado en desacuerdo con practicamente todas las tacticas y estrategias que habia empleado Kurtin. Era tal su desconfianza y mania a los abogados de Atlanta, que habia hecho circular una nota interna entre sus socios en la que predecia una indemnizacion astronomica por danos punitivos. En esos momentos se regodeaba en secreto.
Sin embargo, era un profesional. Habia servido a su cliente hasta donde este le habia permitido, habia hecho todo lo que Kurtin le habia pedido y volveria a hacerlo encantado, porque, hasta la fecha, Krane Chemical habia pagado a su modesto bufete mas de un millon de dolares.
Kurtin y el se estrecharon la mano en la puerta principal.
Ambos sabian que volverian a hablar por telefono antes de que acabara el dia. Ambos estaban secretamente encantados con la partida. Dos furgonetas de alquiler llevaron a Kurtin y a diez personas mas al aeropuerto, donde un precioso y pequeno jet privado les esperaba para emprender el viaje, de setenta minutos de vuelo, a pesar de que no tenian ninguna prisa. Echaban de menos sus casas y a sus familias, pero ? que podia haber mas humillante que regresar renqueantes de un pueblo de mala muerte con el rabo entre las piernas?
Carl permanecio parapetado, a salvo en la planta cuarenta y cinco, mientras los rumores rugian en la calle. A las nueve y cuarto, llamo su banquero de Goldman Sachs, era la tercera vez que lo hacia, y le comunico la mala noticia: cabia la posibilidad de que la bolsa no pusiera en circulacion las acciones ordinarias de Krane de inmediato. Eran demasiado volatiles. Habia demasiada presion para vender.
– Parece una liquidacion total por incendio -dijo sin tapujos, y a Carlle entraron ganas de maldecirlo.
La bolsa abrio a las nueve y media, y las operaciones bursatiles de Krane se pospusieron. Carl, Ratzlaff y Felix Bard estaban en la sala de reuniones, exhaustos, con las mangas arremangadas, los codos hundidos en montanas de papeles y con un telefono en cada mano por los que hablaban freneticamente. Al final, la bomba cayo poco despues de las diez, cuando Krane empezo a cotizarse a cuarenta dolares por accion. No hubo compradores, ni tampoco a treinta y cinco dolares la accion. El desplome sufrio un repunte temporal en veintinueve dolares y medio, cuando los especuladores entraron en accion y empezaron a comprar. Estuvieron subiendo y bajando durante la hora siguiente. Al mediodia estaban a veintisiete con veinticinco, en un dia de gran volumen de operaciones, y para empeorar las cosas, Krane era la comidilla empresarial de la manana. Para saber el estado de la bolsa, los programas por cable contactaban alegremente con sus analistas en Wall Street, quienes les informaban con entusiasmo de la caida aplastante de Krane Chemical.
Luego volvian al resumen de las noticias: mas muertes en Irak, el desastre natural del mes y Krane Chemical.
Bobby Ratzlaff pidio permiso para ir a su despacho. Bajo por la escalera, un solo piso, y apenas tuvo tiempo de llegar al servicio de caballeros. Los cubiculos estaban vacios. Se dirigio al ultimo, levanto la tapa y vomito violentamente.
Sus noventa mil acciones ordinarias de Krane habian pasado de valer unos cuatro millones y medio de dolares a unos dos y medio, y la caida todavia no se habia detenido. Utilizaba la bolsa como una garantia real para sus caprichos: la casita de los Hamptons, el Porsche Carrera y sus participaciones en un barco de vela. Por no mencionar otros gastos generales, como el colegio privado y el carnet de socio del club de golf. Bobby estaba extraoficialmente en la ruina.
Por primera vez en su trayectoria profesional, comprendio por que la gente saltaba por las ventanas en 1929.
Los Payton habian pensado ir juntos en coche hasta Bowmore, pero la visita inesperada de su asesor financiero a ultima hora cambio sus planes. Wes decidio quedarse y atender a Huffy mientras Mary Grace cogia el Taurus y visitaba su ciudad natal.
Primero fue a Pine Grove y luego a la iglesia, donde Jeannette Baker la esperaba, junto al pastor Denny Ott y otro grupo de victimas que tambien representaba el bufete de los Payton. Se vieron en privado en la sala anexa y comieron sandwiches. Jeannette se acabo uno, algo que no era demasiado corriente. Estaba serena, descansada, contenta de estar lejos del juzgado y de todo lo demas que envolvia el proceso.
La conmocion que habia provocado el veredicto empezaba a mitigarse. La posibilidad de que el dinero cambiara de manos animaba el ambiente, pero tambien conllevaba un aluvion de preguntas. Mary Grace intento cautelosamente rebajar las expectativas. Les detallo los recursos de apelacion que se interpondrian en el caso Baker. No confiaba en obtener una resolucion extrajudicial, ni en llegar a un acuerdo, ni siquiera las tenia todas consigo en el caso de que tuvieran que embarcarse en un nuevo juicio. Sinceramente, Wes y ella no disponian de los fondos ni de la energia para llevar a Krane a otro largo juicio, aunque no compartio esos pensamientos con los demas.
Se mostro firme y segura de si misma. Sus clientes estaban en el bando correcto; Wes y ella lo habian demostrado. Pronto habria una legion de abogados merodeando por Bowmore en busca de las victimas de Krane, a quienes harian promesas e incluso ofrecerian dinero. y no se referia unicamente a los abogados de la zona, sino a los chicos de reclamacion de danos de todo el pais que iban a la caza de casos, de costa a costa, y que solian llegar al lugar de los hechos incluso antes que los bomberos. No confieis en nadie, les dijo con suavidad, pero con firmeza. Krane enviara a un ejercito de investigadores, chivatos e informadores para que busquen cualquier cosa que un dia puedan utilizar contra vosotros en un juicio. No hableis con los periodistas, porque algo dicho de broma podria sonar de manera muy distinta ante un tribunal. No firmeis nada salvo que lo hayan revisado los Payton. No hableis con otros abogados.
Les dio esperanza. El veredicto resonaba en el sistema judicial. Los legisladores tendrian que tomar nota. La industria quimica no podia seguir dandoles la espalda. Las acciones de Krane caian en picado en esos momentos, y cuando los accionistas hubieran perdido el dinero suficiente, exigirian cambios.
Cuando termino, Denny Ott rezo con ellos. Mary Grace abrazo a sus clientes, les deseo buena suerte, prometio volver a verlos al cabo de unos dias y luego salio de la iglesia acompanada de Ott, para dirigirse a su siguiente cita.
El periodista se llamaba Tip Shepard. Habia llegado un mes antes y, tras muchos intentos, se habia ganado la confianza del pastor Ott, quien lo presento a Wes y a Mary Grace. Shepard era un
– El senor Kirkhead quiere su dinero -dijo Huffy. Estaba en el despacho de Wes, una oficina provisional con paredes de pladur sin pintar, suelo de cemento lleno de manchas y mobiliario procedente de los excedentes del ejercito.
– No lo dudo -contesto Wes. Le irritaba que su asesor financiero se presentara con exigencias apenas unas horas despues del veredicto-. Dile que se ponga a la cola.
– Vamos, Wes, el pago vencio hace siglos.
– ?Acaso Kirkhead es imbecil? ?Cree que el jurado falla un dia y que el demandado firma el cheque al siguiente?
– Si, es imbecil, pero no tanto.
– ?Te ha enviado el?
– Si. Esta manana le ha faltado tiempo para saltarme a la yugular y me temo que vaya tener que seguir aguantandolo bastante mas.
– ? Es que no podeis esperar ni un dia, dos, una semana?
Dejadnos respirar un poquito, ?no?, y disfrutar del momento.
– Quiere que le presente un calendario, por escrito, con plazos de pago y cosas por el estilo.
– Ya le dare yo calendario -contesto Wes, arrastrando las palabras.
No queria discutir con Huffy. A pesar de que no podia considerarlo un amigo, Huffy le caia bien y disfrutaban de su mutua compania. Wes le estaba profundamente agradecido por el valor que habia tenido al jugarsela por ellos. Huffy admiraba a los Payton por haberlo perdido todo al arriesgarse. Habia pasado interminables horas con ellos mientras hipotecaban la casa, el despacho, los coches y los planes de pensiones.