en la oreja.

– Ofrecen doce. -Los invitados estallaron en aplausos y ovaciones-o Tomemonos un respiro -dijo el subastador, con prudencia.

Todo el mundo cogio su copa. Carl bebio mas vino. Pete Flint estaba detras de el, dos mesas mas alla, pero Carl no se atrevio a volverse y reconocer que habian entablado una pequena batalla.

Si Flint no habia mentido y se habia desprendido de las acciones de Krane, el veredicto le reportaria millones. Obviamente, Carl acababa de perderlos por el mismo motivo. En teoria, claro, pero ? no ocurria lo mismo con todo?

Con Imelda no. Eral real, tangible, una obra de arte que Carl no podia permitir que se la arrebataran, y mucho menos Pete Flint.

El subastador alargo con destreza los asaltos trece, catorce y quince hasta obtener un rendido aplauso al final de todos ellos. Habia corrido la voz y todo el mundo sabia que la disputa estaba entre Carl Trudeau y Pete Flint. Cuando se acallaron los aplausos, los dos pesos pesados se prepararon para un nuevo asalto. Carl asintio en los dieciseis y agradecio las felicitaciones.

– ? Diecisiete, alguien ofrece diecisiete millones? -pregunto el subastador con voz de trueno, incapaz de disimular la emocion.

Un largo silencio. La tension se respiraba en el aire. -Muy bien, vamos con dieciseis. Dieciseis a la una, dieciseis a las dos, ah, si, ofrecen diecisiete.

Carl habia estado haciendose promesas y rompiendolas durante toda aquella tortura, pero estaba decidido a no pasar de los diecisiete millones de dolares. Cuando ya no se oyeron mas aclamaciones, se recosto en su asiento, impasible como cualquier otro tiburon de los negocios con miles de millones en juego. Estaba acabado, pero se sentia feliz. Flint estaba tirandose un farol y ahora tendria que cargar con el muerto por diecisiete millones.

– No se si atreverme a preguntar si alguien ofrece dieciocho.

Mas aplausos. Mas tiempo para pensarselo. Si habia estado dispuesto a pagar diecisiete, ?por que no dieciocho? Ademas, si se atrevia con dieciocho, Flint comprenderia que el, Carl, tenia intencion de permanecer hasta el final.

Valia la pena probarlo.

_? Dieciocho? -pregunto el subastador.

– Si -dijo Carl, lo bastante alto para hacerse oir.

La estrategia funciono. Pete Flint se retiro a la seguridad del dinero que no habia gastado y observo divertido como el gran Carl remataba uno de los peores negocios de la historia.

– Vendido por dieciocho millones al senor Carl Trudeau -bramo el subastador, y los invitados se pusieron en pie.

Bajaron a Imelda para que sus nuevos duenos pudieran posar con ella. Muchos de los asistentes miraban boquiabiertos a los Trudeau y su nueva adquisicion, tanto con envidia como con orgullo. La orquesta empezo a tocar, anuncio de que habia llegado la hora de bailar. Brianna estaba acalorada -el dinero la habia excitado- y, a mitad del primer baile, Carlla aparto ligeramente de el, con suavidad. Estaba ardiendo, le dirigia miradas libidinosas y ensenaba tanta piel como era posible. La gente la miraba y a ella le parecia bien.

– Larguemonos de aqui -dijo Carl, despues del segundo baile.

4

Durante la noche, Wes habia conseguido hacerse con un sitio en el sofa, un lugar mucho mas comodo en el que descansar, y cuando desperto antes del amanecer, tenia a Mack pegado a el. Mary Grace y Liza estaban estiradas a sus anchas en el suelo, debajo de ellos, envueltas en mantas y dormidas como un tronco. Habian estado viendo la television hasta que los ninos habian caido rendidos, y luego habian abierto y apurado en silencio una botella de champan barato que habian estado guardando para la ocasion. El alcohol y el cansancio los habian dejado fuera de combate y se habian jurado dormir eternamente.

Cinco horas despues, Wes abrio los ojos y fue incapaz de cerrarlos de nuevo. Volvia a estar en los juzgados, sudoroso y hecho un manojo de nervios, viendo entrar al jurado, rezando, buscando una senal y oyendo las solemnes palabras del juez Harrison. Las palabras que resonarian en sus oidos para siempre.

Aquel iba a ser un gran dia y Wes no iba a seguir perdiendolo tumbado en el sofa.

Se levanto con suavidad para no despertar a Mack, lo tapo con una manta y entro en su atestado dormitorio sin hacer ruido para ponerse los pantalones cortos, las zapatillas de deporte y una camiseta. Durante el juicio, habia procurado correr a diario, a veces al mediodia y otras a las cinco de la manana. Un dia del mes anterior, habia acabado a diez kilometros de casa a las tres de la madrugada. Correr le ayudaba a despejar la mente y a aliviar el estres. Ideaba estrategias, interrogaba a los testigos, discutia con Jared Kurtin, apelaba al jurado, hacia miles de cosas mientras pateaba el asfalto en la oscuridad.

Tal vez ese dia se concentraria en algo distinto mientras corria, en lo que fuera menos en el juicio. Tal vez pensara en las vacaciones. Una playa. Sin embargo, la apelacion ya habia empezado a reconcomerlo.

Mary Grace no se movio cuando el salio sigilosamente del piso y cerro la puerta detras de el. Eran las cinco y cuarto.

Echo a correr sin estiramientos previos y poco despues ya se encontraba en Hardy Street, en direccion al campus de la Universidad Southern Mississippi. Le gustaba la seguridad de aquel lugar. Rodeo los colegios mayores en los que habia vivido, el estadio de futbol en el que habia jugado y al cabo de media hora entro en el Java Werks, su cafeteria predilecta, que se encontraba en la calle de enfrente del campus. Dejo cuatro monedas de veinticinco centavos sobre el mostrador y pidio una tacita del cafe de la casa. Un dolar. Casi se echo a reir al contarlas. Planeaba el cafe con antelacion y siempre andaba buscando monedas.

Al final del mostrador habia una coleccion de periodicos del dia. El titular de primera plana del Hattiesburg American anunciaba: «Krane Chemical sancionada con cuarenta y un millones de dolares». Iba acompanado de una enorme y magnifica foto de Mary Grace y el saliendo de los juzgados, cansados, pero felices, y una foto mas pequena de Jeannette Baker, llorosa. Habia muchas citas de los abogados, unas cuantas del jurado, incluso una corta aunque enrevesada declaracion de la doctora Leona Rocha, que evidentemente habia ejercido gran influencia en la sala del jurado. Segun el diario, se le atribuia haber dicho, entre otras perlas: «Nos indignaba el calculado y arrogante abuso de la tierra que habia hecho Krane, su total desprecio por la seguridad y su hipocresia al intentar ocultarlo».

Wes adoraba a esa mujer. Devoro el extenso articulo, olvidando el cafe. El diario estatal mas importante era The Clarion-Ledger, de Jackson, y aunque el titular era un poco mas comedido, no por ello dejaba de ser impactante: «El jurado falla contra Krane Chemical: indemnizacion astronomica». Mas fotos, citas, detalles del juicio; al cabo de unos minutos, Wes acabo leyendo por encima. Hasta el momento, el mejor titular se lo llevaba The Sun Herald, de Biloxi: «Jurado a Krane: afloja la pasta».

La noticia y las fotos iban en la primera plana de la mayoria de los principales periodicos. No era un mal dia para el pequeno bufete de Payton amp; Payton. La vuelta a los escenarios estaba proxima y Wes estaba preparado. Los clientes potenciales empezarian a hacer sonar los telefonos del despacho en busca de asesoramiento legal para sus divorcios, quiebras y un centenar de incordios para los que Wes no tenia estomago. Se los quitaria de encima con educacion, los mandaria a otros abogados de poca monta -bastaba con darle una patada a una piedra para encontrarlos- y se dedicaria a navegar por internet todas las mananas en busca de los peces gordos. Una indemnizacion astronomica, fotos en los periodicos, la noticia del dia y el negocio estaba a punto de crecer considerablemente.

Apuro la taza de cafe y salio a la calle.

Cad Trudeau tambien salio de casa antes del amanecer. Podria haberse escondido en el atico todo el dia y dejar que los del gabinete de prensa se encargaran del desastre. Podria haberse escudado detras de sus abogados. Podria haber subido al jet y volar hasta la villa de Anguilla o la mansion de Palm Beach.

Sin embargo, Carl no. Jamas habia rehuido una pelea y no iba a empezar ahora.

Ademas, queria alejarse de su mujer. La noche anterior le habia costado una fortuna y todavia no lo habia

Вы читаете La Apelacion
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату