Ademas, durante el juicio habian tenido algunos momentos para el afecto fuera del juzgado.

– ?En que estas pensando? -pregunto Wes, sin mirar a su mujer.

Tenia el pulso acelerado y la frente humeda. Todavia asia el volante con la mano izquierda y no dejaba de repetirse que se relajara.

Relajarse. Menudo chiste.

– Nunca he tenido tanto miedo -dijo Mary Grace.

– Yo tampoco.

Hubo un largo silencio mientras respiraban profundamente y miraban una furgoneta de una cadena de television a punto de arrollar a un peaton.

– ?Sobreviviremos a una derrota? Esa es la cuestion.

– Tendremos que hacerlo, no nos queda mas remedio.

Pero no vamos a perder.

– Asi es. Vamos alla.

Se juntaron con el resto de su pequeno bufete y entraron en los juzgados. Su cliente, la demandante Jeannette Baker, les esperaba donde siempre, junto a la maquina de refrescos del primer piso. Se echo a llorar en cuanto vio a sus abogados. Wes la cogio por un brazo y Mary Grace por el otro y acompanaron a Jeannette escalera arriba, hasta la sala del tribunal de la segunda planta. Podrian haberla llevado en volandas. Pesaba menos de cuarenta y cinco kilos y habia envejecido cinco anos durante el juicio. Pasaba de la alegria al llanto con suma facilidad y aunque no era anorexica, apenas comia. Tenia treinta y cuatro anos, habia enterrado a un hijo y a su marido y se encontraba al final de un litigio espantoso que en secreto deseaba no haber iniciado nunca.

La sala del tribunal estaba en estado de maxima alerta, como si se avecinara un bombardeo y aullaran las sirenas. Docenas de curiosos pululaban por todas partes en busca de asientos o charlaban nerviosos mirando hacia todas partes. Cuando Jared Kurtin y el ejercito defensor entraron por una puerta lateral, todo el mundo se lo quedo mirando boquiabierto, como si el supiera algo que ellos desconocian. Dia tras dia en los ultimos cuatro meses habia demostrado su capacidad para anticiparse a los acontecimientos, pero en esos momentos su expresion no dejaba adivinar nada. Se limito a cerrar filas, muy serio, con sus subordinados.

Al otro lado, a apenas unos pasos, los Payton y Jeannette tomaron asiento en la mesa del demandante. Las mismas sillas, las mismas posiciones, la misma estrategia deliberada para dejar claro al jurado que aquella pobre viuda y sus dos unicos abogados se enfrentaban a una corporacion gigantesca con recursos ilimitados. Wes Payton se volvio hacia Jared Kurtin, sus miradas se encontraron y ambos se saludaron con una breve inclinacion de cabeza. Lo milagroso en aquel proceso era que los dos hombres todavia fueran capaces de tratarse con un minimo de educacion, incluso de conversar cuando no quedaba otro remedio. Se habia convertido en una cuestion de orgullo. Tanto daba lo desagradable que hubiera llegado a ponerse la situacion, y habia habido momentos muy desagradables, ambos estaban decididos a actuar con dignidad y a tenderle la mano al otro.

Mary Grace no se volvio hacia ellos, pero si lo hubiera hecho, no habria saludado ni sonreido. Menos mal que no llevaba un arma en el bolso o la mitad de los picapleitos trajeados del otro lado ya no estarian alli. Coloco una libreta nueva de paginas amarillas encima de la mesa, delante de ella, escribio la fecha, a continuacion su nombre y luego ya no se le ocurrio nada mas. En setenta y un dias de juicio habia rellenado sesenta y seis cuadernos, todos del mismo tamano y color, que ahora estaban perfectamente ordenados en un archivador metalico de segunda mano en el Ruedo. Le tendio un panuelo de papel a Jeannette. Aunque lo controlaba casi todo, Mary Grace habia perdido la cuenta del numero de cajas de panuelos que Jeannette habia gastado durante el juicio. Por lo menos varias docenas.

La mujer lloraba sin parar, y aunque Mary Grace era muy comprensiva, tambien estaba harta de tantas malditas lagrimas. Estaba harta de todo: del cansancio, del estres, de las noches en vela, del escrutinio, de no ver apenas a sus hijos, de su piso destartalado, de la montana de facturas sin pagar, de los clientes desatendidos, de la comida china a medianoche, del reto que suponia maquillarse y peinarse todas las mananas para estar minimamente presentable ante el jurado. Era lo que se esperaba de ella.

Intervenir en un proceso importante es como zambullirse con un cinturon de plomo en un estanque oscuro y lleno de hierbajos. Consigues subir a la superficie para respirar, pero el resto del mundo deja de tener importancia. y siempre tienes la sensacion de estar ahogandote.

Unas cuantas filas detras de los Payton, en el extremo de un banco que se estaba llenando rapidamente, el asesor financiero del matrimonio se comia las unas intentando aparentar calma. Se llamaba Tom Huff, o Huffy para los conocidos. Huffy se habia dejado caer por alli de vez en cuando para ver como iba el juicio y ofrecer en silencio su personal oracion. Los Payton debian cuatrocientos mil dolares al banco de Huffy y la unica garantia eran unas tierras de cultivo en el condado de Cary, que pertenecian al padre de Mary Grace. Con suerte podrian venderse por cien mil dolares, lo que dejaba, obviamente, una cantidad considerable de deuda sin respaldo. Si los Payton perdian el caso, la que en su dia habia sido una prometedora carrera de banquero habria llegado a su fin. El presidente del banco habia dejado de gritarle hacia tiempo. Ahora todas las amenazas las recibia por correo electronico.

Lo que habia empezado, bastante inocentemente, como una segunda hipoteca de noventa mil dolares sobre su preciosa casa se habia convertido en una creciente voragine de numeros rojos y gasto insensato. Insensato segun Huffy al menos. Sin embargo, la bonita casa habia pasado a la historia, igual que el bonito despacho del centro, los coches de importacion y todo lo demas. Los Payton se lo habian jugado todo y Huffy no podia por menos que admirarlos. Un gran veredicto y el seria un genio. El veredicto equivocado y tendria que hacer cola detras de ellos en el tribunal de quiebras.

El equipo financiero del otro lado de la sala no se comia las unas y no parecia demasiado preocupado por una posible quiebra, aunque se habia debatido la cuestion. Krane Chemical contaba con suficiente efectivo, beneficios y activos, pero tambien con centenares de demandantes potenciales que, como buitres, esperaban escuchar lo que el mundo estaba a punto de oir. Una sentencia disparatada y los pleitos les lloverian del cielo.

Sin embargo, en esos momentos parecian bastante tranquilos. Jared Kurtin era el mejor abogado defensor si se tenia suficiente dinero para pagarlo. Las acciones de la empresa apenas habian bajado y el senor Trudeau, en Nueva York, parecia satisfecho.

Tenian ganas de volver a casa.

Gracias a Dios, las bolsas ya habian cerrado.

– No se levanten-anuncio en voz alta Uncle Joe cuando el juez Harrison entro por la puerta que quedaba detras de su silla.

Hacia mucho tiempo que habia puesto fin a esa costumbre absurda de pedir a todo el mundo que se pusiera en pie mientras el subia a su trono.

– Buenas tardes -dijo enseguida. Eran cerca de las cinco-. El jurado me ha informado de que ha alcanzado un veredicto. -Miro a su alrededor para comprobar que todos los abogados estuvieran presentes-. Espero que sepan guardar el decoro. No quiero protestas y nadie saldra hasta que despida al jurado. ?Alguna pregunta? ?Alguna peticion frivola adicional por parte de la defensa?

Jared Kurtin nunca se inmutaba. Fingio no haber oido al juez y siguio haciendo garabatos en su cuaderno como si estuviera creando una obra de arte. Si Krane Chemical perdia, apelaria sin dudarlo y la base de la apelacion seria la obvia parcialidad de su senoria Thomas Alsobrook Harrison IV, veterano abogado con una demostrada antipatia por las grandes companias en general y, ahora, por Krane Chemical en particular.

– Alguacil, haga entrar al jurado.

Se abrio la puerta que habia junto a la tribuna del jurado y un gigantesco e invisible vacio succiono hasta el ultimo centimetro cubico de aire de la sala del tribunal. Los corazones dejaron de latir. Los cuerpos se enderezaron. Todos buscaron algun objeto que mirar. Solo se oian las lentas pisadas del jurado sobre la alfombra raida.

Jared Kurtin siguio garabateando en el cuaderno como si nada. Tenia por costumbre no mirar nunca a los miembros del jurado a la cara cuando volvian con el veredicto. Despues de un centenar de litigios, sabia que era imposible leer la respuesta en sus rostros. Ademas, ?para que molestarse? De todos modos anunciarian la decision en cuestion de segundos. Su equipo tenia ordenes estrictas de hacer caso omiso del jurado y de mantenerse impasibles ante el fallo.

Evidentemente, Jared Kurtin no tendria que enfrentarse a la ruina profesional o economica. Pero Wes Payton si, y por eso no podia apartar la mirada de los ojos de los miembros del jurado mientras estos iban tomando asiento. El lechero desvio la vista, mala senal. El maestro evito la mirada de Wes, otra mala

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