– Son los mejores, ?de acuerdo?
– Seguro. y ahora digamosle a la prensa que estamos euforicos con la apelacion y asi tal vez nuestras acciones no se desplomaran manana. ?Es eso lo que estas diciendo?
– Podemos darle un giro favorable -dijo Ratzlaff.
Los otros dos abogados no apartaban la vista de los paneles de cristal. ?Quien queria ser el primero en saltar?
Uno de los moviles del senor Trudeau empezo a sonar y este lo cogio con brusquedad de la mesa.
– Hola, carino -respondio, levantandose y alejandose unos pasos.
Era la (tercera) senora Trudeau, el ultimo trofeo, una chica insultante mente joven, a quien Ratzlaff y todos los de la compania evitaban a toda costa. Su marido dijo algo en voz baja y luego se despidio.
Se acerco a uno de los ventanales que quedaba cerca de los abogados y contemplo los altos y titilantes edificios que los rodeaban.
– Bobby -dijo, sin volverse-, ?tienes alguna idea de donde saco el jurado la cifra de treinta y ocho millones por danos punitivos?
– Pues ahora mismo no.
– Lo suponia. Durante los nueve primeros meses del ano,
Krane ha obtenido un promedio de treinta y ocho millones al mes en beneficios. Un hatajo de paletos ignorantes, que juntos no ganan ni cien mil al ano, se sientan ahi como dioses, desplumando a los ricos para darselo a los pobres.
– Todavia tenemos el dinero, Carl-dijo Ratzlaff-. Pasaran anos antes de que vean un solo centavo, si es que llegan a verlo alguna vez, claro.
– ?Genial! Pues manana intenta darle un giro positivo a eso cuando se lo cuentes a las hienas mientras nuestras acciones caen por los suelos.
Ratzlaff se callo y se arrellano en el asiento. Los otros dos abogados no iban a abrir la boca.
El senor Trudeau no dejaba de pasearse arriba y abajo con aire dramatico.
– Cuarenta y un millones de dolares. y ?cuantos casos mas hay abiertos, Bobby? ?No dijo alguien que eran doscientos, trescientos? Pues si esta manana habia trescientos, manana por la manana habra tres mil. Cualquier paleto del sur de Mississippi al que le haya salido una llaga por la fiebre asegurara que hemos vertido el brebaje magico desde Bowmore. Ahora mismo, cualquier abogaducho de tres al cuarto con un titulo se dirige hacia alli para tratar de hacerse con una cartera de clientes. Se suponia que esto no iba a pasar, Bobby. Me lo aseguraste.
Ratzlaff tenia en su poder un documento interno guardado bajo llave. Se habia redactado y preparado ocho anos atras, bajo su supervision. A lo largo de un centenar de paginas se describia a grandes trazos el vertido ilegal de residuos toxicos que la compania estaba llevando a cabo en la planta de Bowmore. Resumia los esfuerzos denodados que habia realizado la empresa para ocultar sus actividades ilicitas, enganar a la EPA, la Agencia de Proteccion del Medio Ambiente, y comprar a los politicos de los ambitos local, estatal y federal. El pliego recomendaba una limpieza clandestina, aunque efectiva, del lugar, que ascendia a unos cincuenta millones de dolares. Pedia a quien lo leyera que detuviera los vertidos.
Ademas, y tal vez lo mas importante en estos momentos, el informe tambien predecia una resolucion en contra si eran llevados a juicio.
Solo la suerte y una flagrante indiferencia por las normas del procedimiento civil le habian permitido a Ratzlaff mantener el informe en secreto.
Al senor Trudeau tambien se le habia entregado una copia hacia ocho anos, aunque el aseguraba no haberla visto jamas. Ratzlaff se sintio tentado a desempolvarlo y leer determinados pasajes, pero, una vez mas, se lo impidio el apego que sentia por su trabajo.
El senor Trudeau se acerco a la mesa, coloco las palmas sobre el cuero italiano y fulmino a Bobby Ratzlaff con la mirada.
– Creeme, jamas ocurrira. Ni un solo centavo de esos beneficios que tanto nos ha costado ganar caera jamas en manos de esos paletos que viven en caravanas. -Los tres abogados miraron fijamente a su jefe, cuyos ojos entrecerrados eran dos ascuas inflamadas por los que echaba fuego y acabo diciendo-: Os juro sobre la tumba de mi madre que esos catetos nunca tocaran ni un centavo del dinero de Krane, aunque tenga que llevarla a la quiebra o dividirla en quince trozos.
Y con esa promesa, atraveso la alfombra persa a grandes zancadas, recogio la chaqueta del colgador y salio del despacho.
2
Los parientes de Jeannette Baker se ofrecieron para llevarla a Bowmore, donde vivia, a unos treinta kilometros de los juzgados. Se sentia sin fuerzas despues de tanta agitacion y tranquila, como siempre, y no le apetecia ver a mucha gente y fingir que estaba de animo para celebraciones. Las cifras representaban una victoria, pero el veredicto tambien era el final de un largo y arduo camino, y su marido y su pequeno seguian estando muertos.
Vivia en una vieja caravana con Bette, su hermanastra, en una carretera de grava de un barrio abandonado de Bowmore, conocido como Pine Grave. Muchas otras caravanas se repartian por calles aledanas, sin pavimentar. La mayoria de los coches y los camiones aparcados alrededor de las roulottes tenian bastantes anos, la pintura habia saltado y estaban abollados. Tambien se veia alguna que otra vivienda de caracter permanente, inmovil, calzada con bloques cincuenta anos atras, aunque estas tambien habian sucumbido al paso del tiempo y mostraban evidentes senales de abandono. Apenas habia trabajo en Bowmore, y aun menos en Pine Grave. Un paseo por la calle de Jeannette habria deprimido a cualquiera.
La noticia llego antes que ella y una pequena multitud la esperaba cuando llego a casa. La metieron en la cama y luego se sentaron en el apretado habitaculo a murmurar sobre el veredicto y a especular sobre que significaba todo aquello.
?Cuarenta y un millones de dolares? ?Como afectaria esa resolucion al resto de las demandas? ?Se veria Krane obligada a limpiar la basura que habia vertido? ?Cuando iba a ver Jeannette aquel dinero? Se cuidaron mucho de ahondar en la ultima cuestion, aunque era la que dominaba todos sus pensamIentos.
Fueron llegando mas amigos y conocidos y la gente ya no cupo en la caravana, asi que tuvieron que acomodarse en la fragil tarima de madera del exterior, donde desplegaron varias sillas y se sentaron al fresco de la tarde, a charlar. Bebian agua embotellada y refrescos. Para una gente acostumbrada a sufrir, la victoria era dulce. Al final, habian ganado. Algo. Se habian rebelado contra Krane, una compania a la que odiaban con toda su alma, y por fin le habian asestado el golpe mortal. Tal vez su suerte hubiera cambiado. Por fin alguien de fuera de Bowmore los habia escuchado.
Charlaron sobre abogados, declaraciones, la Agencia de Proteccion del Medio Ambiente, y sobre los ultimos informes toxicologicos y geologicos. A pesar de la escasa formacion que poseian, manejaban con fluidez terminos como residuos toxicos, contaminacion de acuiferos y conglomerados de cancer, una incidencia mayor de la esperada de casos de cancer en una misma zona. Estaban viviendo una pesadilla.
Jeannette estaba despierta en su dormitorio a oscuras; escuchaba el murmullo de las conversaciones a su alrededor. Se sentia segura. Era su gente: amigos, familiares y otras victimas. Los lazos eran fuertes y compartian el sufrimiento. Igual que lo harian con el dinero. Si alguna vez veia un centavo, habia pensado repartirlo entre todos.
No se sentia abrumada por el veredicto, alli tumbada, mirando fijamente el techo. El alivio que sentia tras la horrible experiencia del juicio superaba con creces la emocion de haber ganado. Deseaba dormir una semana entera y despertarse en un mundo nuevo con su pequena familia intacta, felices y sanos. Sin embargo, por primera vez desde que habia oido el fallo, se pregunto que iba a comprar exactamente con la indemnizacion.
Dignidad. Un lugar digno donde vivir y un lugar digno donde trabajar. En otro lugar, por descontado. Dejaria atras Bowmore, el condado de Cary y sus rios, riachuelos y acuiferos contaminados. Aunque no demasiado lejos, penso, porque toda la gente a la que queria vivia cerca de alli. No obstante, sonaba con una vida nueva en una casa nueva con agua corriente limpia, agua que no apestara, manchara ni trajera la enfermedad y la muerte.