Indiana. Maldita sea, Delaware ha ejecutado a catorce asesinos. ?Donde queda Mississippi? Ahora mismo en el decimonoveno puesto. Solo hemos ejecutado a ocho asesinos y es por eso, amigos mios, que voy a presentarme al tribunal supremo.

Los guardias del Capitolio ya eran cerca de una docena, pero parecian complacidos con lo que estaban viendo y escuchando. El control de disturbios no era su especialidad y, ademas, el hombre no andaba desencaminado en lo que decia.

– ?Y por que no los ejecutamos? -grito Clete a su publico-. Os dire por que. Porque nuestro tribunal supremo mima a los criminales y permite que sus apelaciones se eternicen. Bobby Ray Root asesino a dos personas a sangre fria durante el robo en una licoreria. Hace veintisiete anos. Y todavia sigue en el corredor de la muerte, donde le sirven tres comidas al dia y puede ver a su madre una vez al mes, sin fecha de ejecucion a la vista. Willis Briley asesino a su hijastra de cuatro anos. -Se detuvo y senalo una foto de una ninita negra en lo alto del expositor-. Esa era ella, esa ricura del trajecito rosa. Ahora tendria treinta anos. Su asesino, un hombre en el que confiaba, lleva veinticuatro anos en el corredor de la muerte. Podria seguir asi durante horas, pero creo que con esto esta todo dicho. Ha llegado el momento de reorganizar este tribunal y demostrar a los que hayan cometido un asesinato, o a los que pudieran hacerlo, que en este estado nos tomamos en serio nuestro deber de hacer cumplir la ley.

Hizo una nueva pausa para recibir una salva de clamorosos aplausos, que obviamente lo estimularon.

– La jueza Sheila McCarthy ha votado a favor de revocar

Mas sentencias de muerte que cualquier otro miembro del tribunal. Sus opiniones estan llenas de quisquillosidades legalistas que reconfortan a cualquier abogado penalista del estado. La ACLU, la asociacion en defensa de los derechos civiles, la adora. Las opiniones de esta senora rezuman compasion por esos asesinos, dan esperanza a los criminales del corredor de la muerte. Senoras y senores, ha llegado el momento de quitarle la toga, la pluma, el voto y el poder de pisotear los derechos de las victimas.

Paul habia pensado anotar lo que decia, pero estaba demasiado paralizado para mover ni un dedo. Dudaba de que su jefa votara tan a menudo a favor de acusados sancionados con la pena capital, pero lo que si sabia era que practicamente todas las condenas estaban ratificadas. A pesar del trabajo chapucero de la policia, el racismo, la intencion delictuosa de los fiscales, de los jurados amanados y de las estupidas resoluciones de los jueces que presidian los procesos, a pesar de todos los defectos que pudiera tener el juicio, el tribunal supremo rara vez revocaba una condena. A Paulle asqueaba. La votacion solia quedar en seis a tres, y Sheila acostumbraba a encabezar una minoria con voto, pero aventajada en numero. Dos de los jueces jamas habian votado a favor de revocar una sentencia de muerte y uno de ellos nunca habia votado a favor de revocar la sentencia de un proceso penal.

Paul sabia que, en privado, su jefa se oponia a la pena de muerte, pero tambien que estaba obligada a hacer cumplir las leyes del estado. Dedicaba gran parte de su tiempo a los casos en que se habia dictado una pena capital y jamas habia visto que hiciera prevalecer sus creencias personales sobre la ley. Si las actas del juicio estaban limpias, no dudaba en unirse a la mayoria y confirmar una condena.

Clete no cedio a la tentacion de excederse hablando. Habia dicho lo que queria decir y el anuncio de su candidatura habia obtenido un exito rotundo.

– Animo a todos los ciudadanos de Mississippi a quienes les importe la ley y el orden, a todos los que esten hartos de una delincuencia gratuita y sin sentido, a que se unan a mi para cambiar de arriba abajo este tribunal- acabo diciendo, bajando la voz para parecer mas serio y sincero-. Muchas gracias.

Nuevos aplausos.

Dos de los policias mas fornidos se acercaron al estrado. Los periodistas empezaron a lanzarle preguntas. ?Ha ocupado alguna vez la silla de juez? ?Con que apoyo financiero cuenta para su campana? ?Quienes son estos voluntarios? ?Tiene alguna propuesta especifica para acortar las apelaciones?

Clete estaba a punto de empezar a responder cuando un lo cogio del brazo.

– Ya esta, senor. La fiesta ha terminado.

– Vayase al infierno -dijo Clete, zafandose del policia.

Los demas agentes se adelantaron, abriendose camino a empujones entre los voluntarios, muchos de los cuales empezaron a gritarles.

– Vamos, amigo -dijo el agente.

– Pierdase. -A continuacion se volvio hacia las camaras para vociferar-: Miren esto. Blandos con el crimen, pero al cuerno con la libertad de expresion.

– Queda usted detenido.

– ?Detenido! Me detiene porque estoy dando un discurso -protesto, mientras ponia las manos a la espalda sin que nadie se lo ordenara, de manera totalmente voluntaria e intencionada.

– No tiene permiso, senor -contesto otro policia, mientras dos mas le ponian las esposas.

– Miren a los guardias del tribunal supremo, enviados desde la cuarta planta por las mismas personas contra las que me presento.

– Vamos, senor.

Clete siguio gritando mientras bajaba del estrado.

– No vaya quedarme mucho tiempo en la carcel, y en cuanto salga voy a patear las calles para contar la verdad sobre esos cabrones liberales. De eso pueden estar seguros.

Sheila observaba el espectaculo desde la seguridad de su ventana. Otro letrado, cerca de los periodistas, le relataba lo que sucedia a traves de un movil.

Aquel chiflado de alli abajo la habia escogido a ella.

Paul no se movio de alli hasta que lo recogieron todo y no quedo nadie; entonces, subio corriendo al despacho de Sheila, que estaba sentada a su escritorio, con su otro letrado y el juez McElwayne. El ambiente estaba cargado y el humor era sombrio. Miraron a Paul, como si por un casual pudiera traer buenas noticias.

– Ese tipo esta loco -dijo.

Los demas asintieron con la cabeza, dandole la razon. -No parece en absoluto un titere del gran capital- comento McElwayne.

– No habia oido nunca hablar de el-dijo Sheila; con un hilo de voz. Parecia conmocionada-. Creo que un ano tranquilo acaba de complicarse.

La idea de empezar una campana desde la nada la abrumaba.

– ?Cuanto costo tu campana? -pregunto Paul.

Solo hacia dos anos que habia entrado a trabajar para el tribunal, por la epoca en que el juez McElwayne habia tenido que librar su propia batalla por el cargo.

– Un millon cuatrocientos mil dolares.

Sheila solto un bufido y se echo a reir.

– Tengo seis mil dolares en los fondos de campana. Llevan anos ahi.

– Pero yo tuve que enfrentarme a un oponente de verdad -repuso McElwayne-. Ese tipo es un chiflado.

– Los chiflados salen elegidos.

Veinte minutos despues, Tony Zachary observaba el espectaculo encerrado en su despacho, a cuatro manzanas de alli. Marlin lo habia grabado en video y estaba encantado de volver a verlo.

– Hemos creado un monstruo -dijo Tony, riendo.

– Es bueno.

– Tal vez demasiado.

– ?Quieres que se presente alguien mas?

– No, creo que la papeleta ya esta llena. Buen trabajo.

Marlin se fue y Tony marco el numero de Ron Fisk con decision. Como era de esperar, el atribulado abogado respondio al primer timbrazo.

– Me temo que es cierto -dijo Tony, muy serio, y a continuacion le relato el anuncio de la candidatura y la detencion.

– Ese tipo esta loco -dijo Ron.

– Totalmente. Mi primera impresion es que no es tan malo. De hecho, podria venirnos bien. Ese payaso atraera mucha atencion por parte de los medios de comunicacion y parece que esta dispuesto a desenterrar el

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