Wes. Su testificacion fue una sarta de mentiras tan evidente que el juez Harrison hablo sin ambages, a puerta cerrada, de acusarlo de perjuro. Gatewood era arrogante, beligerante e irascible y consiguio que el jurado despreciara a Krane ChemicaL Fue un testigo de peso para la demandante, aunque testifico unicamente despues de que tuvieran que arrastrarlo hasta el tribunal con una citacion. Jared Kurtin lo habria estrangulado.

– ?Cuando ha ocurrido? -pregunto Mary Grace.

– Hace dos dias se fue a pescar solo. Su mujer todavia lo espera.

La desaparicion de Earl Crouch en Texas dos anos atras seguia siendo un misterio sin resolver. Crouch era el jefe de Gatewood. Ambos habian defendido vehementemente a Krane y habian negado lo que era obvio. Ambos se habian quejado de acoso, incluso de amenazas de muerte. Y no eran los unicos. Mucha gente que habia trabajado alli, los que fabricaron los pesticidas y vertieron el veneno, habian recibido amenazas. La mayoria habia abandonado Bowmore para huir del agua, en busca de trabajo y para evitar verse atrapados en la tormenta judicial que se avecinaba. Al menos cuatro habian muerto de cancer.

Algunos habian testificado y dicho la verdad. Otros, incluidos Crouch, Gatewood y Buck Burleson, habian testificado y mentido. Ambos grupos se odiaban y el condado de Cary los odiaba a todos ellos.

– Me temo que los Stone han vuelto a hacer de las suyas -dijo Wes.

– No lo sabes.

– Nadie lo sabra jamas. Al menos me alegro de que sean clientes nuestros.

– Nuestros clientes empiezan a ponerse nerviosos -dijo Mary Grace-. Es hora de convocar una reunion.

– Es hora de cenar. ?A quien le toca cocinar?

– A Ramona.

– ?Tortillas o enchilada?

– Espaguetis.

– ?Por que no vamos a tomar una copa a un bar, solos, tu y yo? Tenemos que celebrarlo, carino. Ese caso de Bogue Chitto podria acabar en un rapido acuerdo millonario.

– Brindare por ello.

19

Despues de diez apariciones, la gira de los Rostros de la Muerte de Coley llego a su fin. Se quedo sin fuelle en Pascagoula, la ultima de las ciudades con mayor poblacion del distrito sur. Aunque habia hecho todo lo que estaba en sus manos para que volvieran a detenerlo, no lo consiguio. Sin embargo, se las apano para generar mucha expectacion alli donde iba. Los periodistas lo adoraban; los admiradores aceptaban los panfletos y firmaban cheques, si bien es cierto que de escaso importe; la policia local vigilaba sus apariciones con muda aprobacion.

Sin embargo, despues de diez dias, Clete necesitaba un descanso. Regreso a Natchez y no tardo demasiado en aparecer en el Lucky Jack a aceptar las cartas que le repartia Ivan. En realidad no tenia ni una estrategia ni un plan de campana. No habia dejado nada en los lugares en los que se habia detenido, salvo una efimera publicidad. No contaba con una organizacion, excepto los escasos voluntarios, que pronto dejaba a un lado. Sinceramente, no estaba preparado para invertir el tiempo y el dinero necesarios para animar una campana de importancia. No estaba dispuesto a tocar el dinero que Marlin le habia dado, al menos en gastos de campana. Destinaria a esta las contribuciones que recibia en cuentagotas, pero no entraba en sus planes perder dinero en esa empresa. La atencion creaba adiccion y apareceria siempre que fuera necesario para lanzar un discurso, atacar a su oponente y a los jueces liberales de todas las tendencias politicas, pero sus prioridades eran el juego y la bebida. Clete no sonaba con ganar. Joder, no aceptaria el cargo ni aunque se lo sirvieran en bandeja. Siempre habia odiado esos tochos de derecho.

Tony Zachary volo a Boca Raton, donde lo recogio un chofer. Solo habia visitado el despacho del senor Rinehart en una ocasion y esperaba ansioso poder volver. En los siguientes dos dias apenas se separarian.

Disfrutaron repasando las payasadas de su titere, Clete Coley, durante una comida esplendida con una vista maravillosa del oceano. Barry Rinehart habia leido todos los recortes de prensa y habia seguido todas sus apariciones en television. Estaban muy satisfechos con su senuelo.

A continuacion, analizaron los resultados de su primera encuesta importante. Se la habian realizado a quinientos votantes de los veintisiete condados del distrito sur el dia despues de que finalizara la gira de Coley. Tal como esperaban, al menos Barry Rinehart, el 66 por ciento desconocia el nombre de los tres jueces del tribunal supremo del distrito sur. E169 por ciento ni siquiera sabia que los votantes elegian a los miembros de dicho tribunal.

– Y hablamos de un estado que elige a sus responsables estatales de obras publicas, a los de administracion, hacienda, a los responsables de agricultura, a los de recaudacion de impuestos de cada condado, a los jueces de instruccion 'de los juzgados de primera instancia… Menos al de la perrera, a todos los demas -dijo Barry.

– Todos los anos tienen elecciones -dijo Tony, echando un vistazo a las cifras por encima de sus gafas de lectura.

Habia dejado de comer y miraba los graficos.

– No se salva ni uno. Ya sean municipales, judiciales, estatales, locales o federales, van a las urnas cada ano. Menudo desperdicio. No me extrana que haya tanta abstencion. Joder, la gente esta harta de los politicos.

Del 34 por ciento que sabia el nombre de algun juez del tribunal supremo, solo la mitad habian mencionado el de Sheila McCarthy. Si las elecciones se celebraran ese dia, el 18 por ciento la votaria a ella, el 15 por ciento lo haria por Clete Coley y el resto no lo tenia decidido o simplemente no iria a votar porque no conocian a ninguno de los que se presentaban.

Despues de unas sencillas preguntas iniciales, la encuesta empezaba a desvelar su verdadera inclinacion. ?Votaria a un candidato al tribunal supremo que se opusiera a la pena de muerte? El 73 por ciento habia contestado que no.

?Votaria a un candidato que apoyara el matrimonio entre homosexuales? El 88 por ciento no.

?Votaria a un candidato que estuviera a favor de leyes de control de armas mas restrictivas? El 85 por ciento habia dicho que no.

?Posee al menos un arma? El 96 por ciento habia contestado que si.

Las preguntas constaban de varias partes y subpartes y estaban obviamente encaminadas a dirigir al votante hacia un camino flanqueado de cuestiones conflictivas. En ningun momento se explicaba a la gente que el tribunal supremo no era un cuerpo legislativo y que no tenia ni la responsabilidad ni la capacidad de elaborar leyes relacionadas con esos temas. En ningun momento se allanaba el terreno. Como otras muchas encuestas, la de Rinehart daba un brusco y maquiavelico giro y en vez de preguntar, atacaba.

?Apoyaria a un candidato liberal para el tribunal supremo?

El 70 por ciento admitia que no.

?Sabe que la jueza Sheila McCarthy esta considerada el miembro mas liberal del tribunal supremo del estado de Mississippi? El 84 por ciento no lo sabia.

Si fuera el miembro mas liberal del tribunal, ?la votaria? El 65 por ciento no, pero a la mayoria de los encuestados no le habia gustado la pregunta. ? Si…,? ? Era la mas liberal o no? De todos modos, Barry consideraba que no era una pregunta relevante. Lo prometedor era la escasa incidencia que tenia Sheila McCarthy despues de nueve anos en el cargo, aunque, segun su experiencia, era lo habitual. En privado, defenderia ante quien fuera que aquella era otra buena razon por la que los jueces del tribunal supremo estatales no deberian ser escogidos por votacion popular. No deberian ser politicos y, por tanto, sus nombres no deberian ser conocidos.

A partir de ahi, la encuesta volvia a dar un giro y se olvidaba del tribunal supremo para concentrarse en los candidatos que se presentaban. Habia preguntas sobre creencias religiosas, la asistencia a oficios religiosos y la financiacion de la Iglesia, ademas de cuestiones como el aborto, la investigacion con celulas madre, etc.

La encuesta acababa solicitando los datos basicos: raza, estado civil, numero de hijos en caso de tenerlos, ingresos aproximados e historial de voto.

Los resultados generales confirmaron lo que Barry sospechaba: los votantes eran conservadores, de clase

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