Solo a partir de los veinte anos, Ryan habia empezado a explorar sus talentos, a confiar en su criterio y a valorar su independencia. El sabor de la libertad habia sido muy dulce. No estaba dispuesta a dejarse dominar de nuevo y, desde luego, no para someterse al imperio del deseo fisico. Sabia por experiencia que los hombres no solian ser de fiar. ?Por que habia de ser una excepcion Pierce Atkins?
Despues de pagar al taxista, Ryan se apeo y se tomo un momento para mirar a su alrededor. Era su primer viaje a Las Vegas. Aunque no eran mas que las diez de la manana, la ciudad despertaba el interes de los turistas, atentos, por ejemplo, a los estudios cinematograficos de la Metro Goldwyn Mayer. Y tambien los hoteles atrapaban la mirada de los paseantes con sus fuentes, carteles luminosos y fabulosas flores.
No faltaban vallas publicitarias con nombres de famosos en letras gigantes. Estrellas, estrellas y mas estrellas por todas partes. Las mujeres mas bellas del mundo, los artistas de mas talento, lo mas colorido, lo mas exotico… todo se daba cita alli. Era como si hubiesen reunido todo tipo de atractivos en un mismo sitio: parques, desierto, montanas; el sol banaba las calles durante el dia, iluminadas por neones al caer la noche.
Ryan se giro hacia el Palace. Miro el hotel durante unos segundos: era enorme, blanco, opulento. Arriba, en letras enormes, podia leerse el nombre de Pierce y las fechas de sus actuaciones. ?Como se sentiria un hombre como el, se pregunto, al ver su nombre anunciado por todo lo alto?
Levanto las maletas y las dejo sobre el pasillo mecanico que la transporto por delante de unas estatuas italianas y una fuente resplandeciente. En la paz de la manana, pudo oir el agua cayendo. Supuso que las calles serian mucho mas bulliciosas de noche, llenas de coches y personas.
Nada mas entrar en el vestibulo del hotel, Ryan oyo el tintineo y las musiquillas de las maquinas tragaperras.
Refreno el impulso de visitar el casino para echar un vistazo y se dispuso a registrarse directamente
– Ryan Swan -se presento despues de dejar las maletas a los pies de la gran mesa de recepcion-. Tengo una reserva.
– Si, senorita Swan -el recepcionista le dedico una sonrisa radiante sin consultar siquiera los archivos-. El botones se ocupara de su equipaje. Disfrute de su estancia, senorita Swan. Si necesita cualquier cosa, no deje de decirnoslo, por favor -anadio al tiempo que hacia una sena a un botones, antes de entregarle una llave.
– Gracias -Ryan acepto las atenciones del recepcioncita sin darle mayor importancia. Cuando la gente sabia que estaba ante la hija de Bennett Swan, lo normal era que la tratasen como a una embajadora en visita oficial. No era nada nuevo y, a decir verdad, la irritaba un poco.
El ascensor la condujo con suavidad hasta la planta superior mientras el botones la acompanaba guardando un silencio respetuoso. La condujo pasillo abajo hasta su habitacion, le abrio la puerta y luego se retiro, dando un paso atras, para dejarla entrar.
La primera sorpresa de Ryan fue constatar que no se trataba de una habitacion, sino de una suite. La segunda, que ya estaba ocupada. Pierce estaba sentado en el sofa, estudiando unos papeles que tenia desperdigados encima de la mesa que tenia delante.
– Ryan -dijo el al tiempo que se levantaba. Luego se acerco al botones y le entrego un billete-. Gracias.
– Gracias a usted, senor Atkins.
Ryan espero hasta que el botones se marcho y cerro la puerta.
– ?Que haces aqui? -quiso saber ella.
– Tengo ensayo esta misma tarde -le recordo Pierce-. ?Como ha ido el vuelo?
– Bien -contesto Ryan, insatisfecha con la respuesta, de Pierce e inquieta por su presencia.
– ?Quieres una copa?
– No, gracias -Ryan examino la suite, miro un segundo por la ventana y se giro hacia Pierce-. ?Se puede saber que es esto?
Pierce enarco una ceja, pero se limito a responder con naturalidad:
– Nuestra suite.
– Ni hablar -contesto ella, sacudiendo la cabeza con firmeza-. Querras decir tu suite -anadio justo antes de agacharse a recoger sus maletas y encaminarse hacia la puerta.
– Ryan.
Fue el tono de voz sereno lo que la hizo detenerse… y desquiciarla.
– ?Que truco mas ruin! -Ryan solto las maletas y encaro a Pierce-. ?De verdad creias que podias cambiar mi reserva y… y…?
– ?Y que? -la presiono el.
– Y plantarme aqui sin que yo pusiese la menor objecion -finalizo fastidiada-. ?De verdad creias que me iba a meter en tu cama sin rechistar solo por prepararme una suite bonita? ?Como te atreves!, ?como te atreves a mentirme diciendome que necesitas que vea como actuas cuando lo unico que quieres es que te guarde caliente la cama!
Su tono habia ido pasando de ligeramente acusador a colerico, pero se callo de golpe, sorprendida y alarmada, cuando Pierce la agarro por la muneca.
– Yo no miento -contesto con suavidad, pero sus ojos la penetraban con mas intensidad de la que jamas habia visto Ryan hasta entonces en su mirada-. Y no necesito ningun truco para acostarme con una mujer.
Ryan no trato de liberarse. El instinto le advirtio en contra, pero no pudo controlar su temperamento.
– Entonces, ?que es esto?
– La mejor solucion -Pierce noto que el pulso de Ryan se aceleraba.
– ?Para que?
– Tenemos que ver bastantes cosas juntos estos dias -dijo el. Hablaba con frialdad, pero seguia agarrandola con fuerza por la muneca-. No tengo intencion de meterme en tu cuarto cada vez que tenga algo que decirte. He venido aqui a trabajar… y tu tambien -le recordo.
– Deberias haberme consultado.
– No lo he hecho -replico Pierce tajantemente-. Pero tranquila, no tengas miedo: te aseguro que nunca me acuesto con una mujer a no ser que ella quiera.
– No me gusta que te hayas tomado la libertad de cambiar mi reserva sin hablarlo antes conmigo -insistio Ryan con firmeza, aunque las rodillas amenazaban con temblarle.
La furia de Pierce resultaba mas amenazadora y contenida de lo que probablemente lo habria sido si le hubiese dado rienda suelta.
– Te dije que yo hago las cosas a mi manera. Si compartir suite te pone nerviosa, puedes meterte en tu habitacion y echar el cerrojo -dijo el en tono burlon.
– ?Como si fuera a servirme de algo contigo! Un cerrojo no impedira que entres.
Pierce le apreto la muneca hasta hacerle dano. Luego le solto la mano.
– Puede que no -Pierce abrio la puerta de la suite-. Pero bastara con un simple “no”.
Se marcho antes de que Ryan pudiera decir nada mas. Se recosto contra la puerta mientras notaba temblores por todo el cuerpo. Estaba acostumbrada a hacer frente a las explosiones colericas o los silencios castigadotes de su padre. Pero aquello…
Habia advertido pura violencia en la mirada gelida de Pierce. Ryan habria preferido mil veces una discusion a gritos con cualquier hombre antes que soportar aquella mirada congeladora.
Sin darse cuenta de que estaba haciendolo, Ryan se froto la muneca. Le palpitaba en cada punto por el que Pierce la habia tenido agarrada. Habia acertado al decir que no lo conocia. Era un hombre mucho mas complejo de lo que jamas habia imaginado. Tras haber descubierto una de sus mascaras, no estaba totalmente segura de si podria seguir adelante con aquel proyecto. Ryan permanecio contra la puerta unos segundos mas, esperando a que los temblores remitieran por completo.
Miro a su alrededor. Quiza se hubiera equivocado reaccionando tan energicamente por un simple cambio de reserva, decidio por fin. Despues de todo, compartir una suite era casi lo mismo que tener habitaciones pegadas. Y si el cambio hubiese consistido en eso, no le habria dado la menor importancia.
Pero Pierce tampoco habia actuado bien, se recordo. Habria bastado con que le hubiese comentado las ventajas de compartir una suite para que ella hubiese accedido sin poner pegas. Lo que en el fondo le habia disgustado habia sido la imposicion. Tras volver de Suiza, se habia prometido que nunca mas permitiria que la dirigieran.
Por otra parte, la preocupaba lo que Pierce le habia dicho: el nunca se acostaba con una mujer a no ser que ella quisiera. De acuerdo. Eso estaba muy bien. Pero Ryan era consciente de que ambos sabian que ella lo