poder. Los suenos, la fiebre, el extrano encuentro con Yandros en otro plano... y el juramento que el habia prestado. Todo lo habia dejado de lado, en aras de consideraciones mas terrenas...

Todavia no habia hablado a nadie, y menos a Sashka, de la visita de aquel ente enigmatico. Y ultimamente se habia enganado el mismo, pensando que tal vez Yandros y todo lo que implicaba no eran mas que la continuacion de una pesadilla; que el pacto que habia hecho, o que creia haber hecho, se resolveria en nada. Su necesidad de ahondar en el misterio se habia desvanecido, e incluso la mengua de su antiguo poder oculto parecia tenerle sin cuidado.

Pero ahora vio que habia presumido demasiado y se habia metido en una trampa de falsas suposiciones y complacencia. Yandros, fuese quien fuese o lo que fuese, no estaba dispuesto a aflojar su presa sobre Tarod. Solo se tomaba tiempo, esperando, como habia dicho, que llegase el momento oportuno.

Una negrura espiritual envolvio a Tarod. Aquella risa habia sido una senal muy pequena, pero ningun hechicero digno de este nombre hubiese podido interpretarla mal. Mas pronto o mas tarde, seria llamado, y ninguna fuerza podria resistir esta llamada, cuando se produjese.

Y si lo que Yandros le tenia preparado era poner en peligro o alienar a Sashka, seria un precio que el no podia pagar.

Se acerco a la ventana y jugueteo distraidamente con el anillo de plata. La piedra estaba desacostumbradamente caliente al tacto, casi como si palpitase en ella una vida pequena, independiente. Recordo que Yandros habia tocado aquella piedra como si tuviese algun significado que el no alcanzaba a comprender. Y esto era lo malo: habia demasiadas cosas que Tarod no comprendia.

Tenia que descubrirlo. Ahora que se habia visto obligado a enfrentarse con la verdad en vez de esconderse de ella, era vital que supiese lo que Yandros le tenia preparado. De otro modo, su futuro con Sashka estaria en peligro.

Poco a poco, casi de mala gana, tomo el libro de encima del mo n-ton, sacudio el polvo de la cubierta, se sento y empezo a leer.

Despues de llegar a terreno seguro, una vez cruzado el puente, era desconcertante mirar atras y ver surgir del mar la Peninsula lugubre y gris, sin que se percibiese el menor rastro del Castillo. Sashka reprimio un escalofrio y volvio de nuevo la cara hacia adelante, preparandose para el viaje.

Uno de los jovenes Iniciados del grupo se volvio a mirarla y sonrio para infundirle animo.

—Aunque parezca extrano, Senora, no hay nada mejor que la montana en un tiempo como este. Los riscos resguardan de la lluvia y, si nos dejamos sorprender por las cascadas que caen de las rocas, estaremos aqui mas secos que en cualquier otra parte.

Sashka asintio con la cabeza y no dijo nada. No tenia el menor deseo de entablar conversaciones vanas con sus companeros de viaje; siendo una Veyyil Saravin y futura esposa de un alto Adepto, no queria fomentar la presuncion de unos simples Iniciados de tercero y cuarto grado. Y asi, para pasar el tiempo, empezo a especular agradablemente sobre las reacciones de su familia y de las Hermanas respec to a su noviazgo. Aunque su padre no hubiese simpatizado inmediatamente con Tarod durante su unico y breve encuentro, estaria encantado. Que supiese Sashka, ninguna mujer del clan, tanto en la rama Veyyil como en la Saravin, se habia casado nunca con un jerarca de la Peninsula de la Estrella, y menos con un Iniciado del rango de Tarod. En cuanto a si querria permanecer en el Castillo despues de su boda, era algo que le preocupaba: el lugar era ciertamente imponente, pero, para una persona acostumbrada al hedonismo de las clases superiores de la Tierra Alta del Oeste, la vida en el Castillo podia perder su atractivo al cabo de un tiempo. Sin embargo, penso, seria bastante facil persuadir a Tarod de que pensara como ella. Tal vez podria repartir su tiempo entre la Peninsula y la tierra de ella, y tendrian numerosas ocasiones para progresar en sociedad. Para un Adepto de septimo grado y su esposa, muy pocas puertas estarian cerradas, y seguramente Tarod convendria con ella en que la vida podia ofrecerles muchas mas cosas que la existencia recluida que habia llevado el en el Circulo.

Habia decidido que terminaria su instruccion y permaneceria en la Hermandad. Alli no se ponian trabas a las Novicias ni a las Hermanas contra el matrimonio, y aunque tendria que dedicar tiempo a sus estudios sin ninguna finalidad particular, la colocarian en una posicion que le seria util para representar su futuro papel.

En resumidas cuentas, Sashka estaba satisfecha de la vida. Era extrano como el destino habia guardado su secreto hasta el momento mas inesperado. Ella habia ido a las fiestas de la investidura con interes pero sin ningun proposito particular, y se habia prometido a un miembro bien situado de la comunidad mas temida y respetada de la tierra. Dejando que su caballo eligiese el camino durante unos hd-mentos, palpo su bolsa y apreto los dedos sobre la insignia de oro del Iniciado, como si temiese que hubiese desaparecido. Despues sonrio, dandose cuenta de que era una tonteria, y centro su atencion en el camino.

—Se acabo por hoy... —Themila Gan Lin cerro el libro registro de documentos y bostezo, tapandose la boca con la mano—. ?Que contenta estare cuando regrese Keridil y se vuelva a encargar de todo! Ningun miembro del Consejo, y menos, si es de grado inferior como yo, puede darse cuenta de la responsabilidad que tiene que asumir el pobre joven.

Los tres hombres que la habian ayudado en la tediosa tarea de leer el fajo de cartas, instancias, quejas y listas de diezmos que habia traido por la manana un correo de la provincia de la Perspectiva, se levantaron para marcharse. Uno de ellos, anciano consejero, ordeno afectadamente los documentos que le habia correspondido examinar, antes de entregarlos. Le molestaba el hecho de que el nuevo Sumo Iniciado hubiese delegado tantos asuntos en manos de Iniciados jovenes y de menos experiencia, algunos de los cuales —y al pensar esto miro breve pero severamente a Tarod, que estaba leyendo uno de los documentos— ni siquiera eran miembros del Consejo por derecho propio.

— El Sumo Iniciado deberia estar de nuevo con nosotros dentro de unos siete dias — observo—. Si el tiempo lo permite. Hasta entonces, debemos hacer todo lo posible para aligerar su carga.

Saludo con la cabeza y salio.

Rhiman Han fruncio el ceno a espaldas del viejo.

—Que Aeoris proteja a Keridil cuando este regrese —dijo, con irritacion—. Si tiene que seguir tratando con pedantes e indecisos ?sus cabellos se volveran grises antes de tiempo!

—Es un anciano, Rhiman —le reprendio amablemente Themi-la—. Tratale con el respeto que se merece por su edad y por su larga dedicacion al Consejo.

Rhiman suspiro, furioso.

— ?No entiendo por que tenemos que atender un numero de quejas tan extraordinario! —dijo, golpeando uno de los papeles con el dorso de la mano—. ?Arreglara el Circulo esta situacion? ?Puede el Circulo intervenir aqui? ?Que piensa hacer el Circulo en este caso...? ?A que se dedican los Margraves provinciales?

Tarod doblo el documento que habia estado leyendo y lo devolvio a Themila.

—Los Margraves de la mayoria de las provincias tienen demasiados problemas que atender y no pueden ocuparse de todo, Rhiman. Los ataques de los bandidos se han hecho todavia mas frecuentes, y ahora han surgido otras dificultades. Inundaciones en las Grandes Tierras Llanas del Este; terribles tormentas en Perspectiva; Warps...

— Gracias por decirme algo que ya sabiamos en el Consejo desde el final del verano — replico Rhiman, sarcastico—. En cuanto a Perspectiva, mi propio clan...

—Sientate y no te excites —dijo vivamente Themila al pelirrojo Rhiman —. Sabemos que estas tan enterado como cualquiera de las dificultades de las provincias. La cuestion es: ?que podemos hacer para remediarlas?

Rhiman resoplo y tomo el papel de encima del monton colocado sobre la mesa.

— Escuchad esto. Tres caravanas de mercaderes cayeron en sendas emboscadas durante el mes pasado, con perdida de diecisiete vidas, y una de ellas traia diezmos al Castillo. Y nosotros, sentados y encerrados en nuestra fortaleza, sin hacer nada...

Tarod recordo con inquietud sus propias palabras a Keridil durante la noche del banquete.

— ?Que aconsejarias tu? — pregunto.

—?Aqui hay hombres suficientes, bien adiestrados en la lucha, para acabar con esta plaga antes de que se escape totalmente a nuestro control!

—Esta no es la solucion. Nosotros no somos agentes de la ley, Rhiman; no en un sentido tan mundano. Estoy de acuerdo en que deberiamos ayudar a los Margraves, pero tiene que haber metodos mejores.

— ? La idea de luchar atenta a la dignidad de un septimo grado, Tarod? —le pincho Rhiman—. ?O tienes miedo de mostrar tus propias deficiencias?

Tarod palidecio, irritado, y replico:

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