asi.
Alguien llamo con golpes vacilantes a la puerta, y el anciano Gy-neth Linto, el mayordomo de Jehrek que servia ahora al hijo de este, asomo la cabeza.
—Oh, disculpame, Senor; creia que te habias retirado a descansar. Iba a apagar las luces.
Se disponia a marcharse, pero Keridil se lo impidio con un ademan.
—Has hecho bien, Gyneth. Precisamente iba ahora a acostarme. No tenias que haberme esperado.
—No ha sido ninguna molestia, Senor —Gyneth esbozo una de sus vagas y amables sonrisas y cruzo la habitacion. Empezo a apagar metodicamente las velas, una a una—. Las antorchas del patio han sido tambien apagadas, Senor, al terminar las fiestas. La mayoria de la gente que estaba en la Peninsula se ha marchado ya; aunque hay unos cuantos que esperan para desearte manana un buen viaje.
—Si. Si, gracias.
—Y yo mismo he terminado de hacer el equipaje y de cargarlo, Senor, para que todo este a punto para que puedas partir temprano. — El anciano hizo una pausa y miro a Keridil antes de apagar una vela humeante—. ?Te ocurre algo, Senor? ?Te encuentras mal?
El viejo Gyneth era demasiado perspicaz para sentirse tranquilo. Keridil le dirigio una sonrisa forzada y sacudio la cabeza.
—No, Gyneth, estoy bien. Solo un poco cansado; esto es todo. Te deseo buenas noches.
— Gracias, Senor. Buenas noches.
Estaba apagando la ultima vela cuando Keridil abrio la puerta. El Sumo Iniciado miro una vez por encima del hombro, sintiendo que su animo estaba tan frio y oscuro como lo estaba ahora la habitacion. Despues salio rapidamente al pasillo y se dirigio a sus habitaciones particulares.
CAPITULO 11
—No quiero que te vayas. Lo sabes, ?verdad?
Sashka cerro los ojos y apoyo la cabeza en el pecho de Tarod.
—Lo se. Pero es por tan poco tiempo... Y no quiero indisponerme con la Superiora; ahora menos que nunca.
El suspiro y, aunque no podia rebatir su argumento, cedio de mala gana. Una parte irracional de su mente temia que, al perderle de vista, dejara de pensar en el; que, una vez instalada de nuevo en la Residencia de la Hermandad, y con el paso del tiempo, podia descubrir Sashka que era cada vez mas facil no volver al Castillo.
Ella intuyo lo que el estaba pensando y anadio, animosa:
—Asi tendre tambien tiempo de visitar a mis padres y darles la noticia. Querran empezar indistintamente los preparativos... y se sentiran felices por nosotros.
Tarod la miro gravemente, con ojos inquietos.
—?Lo crees de veras? —pregunto—. Me parecio que te mostrabas reacia a decirselo..., como si temieses que no lo aprobasen. O... ?es que tienes alguna duda, Sashka?
—? No amor mio!
La respuesta fue tan vehemente que el lamento no haberse mo r-dido la lengua. Ella lo acaricio con la punta de los dedos, trazando una linea desde el cuello hasta el hombro y el brazo izquierdos.
—Confia en mi, Tarod. Daria cualquier cosa por no separarme de ti, pero tengo que irme. Sera por poco tiempo, y despues volveremos a estar juntos.. , para siempre.
No del todo satisfecho, pero sabiendo que debia contentarse con esta respuesta, Tarod asintio con la cabeza.
—Sea como tu dices, amor mio. Aunque no quiero pensar en lo que tendre que hacer para no volverme loco durante tu ausencia.
Sashka correspondio carinosamente a su sonrisa. Era extrano, penso, lo vulnerable y emocional que podia ser un alma debajo de la fria superficie de aquel hombre. Cuando habia empezado su noviazgo, le habia tenido un poco de miedo, aunque nunca lo habia manifestado. Ahora, conociendole mejor, creia comprender los poderosos sentimien tos intimos que le impulsaban, y ya no tenia miedo.
Se puso de puntillas para besarle.
—Si no bajo al patio, se marcharan sin mi...
—Tendrias que haber dejado que te llevase yo a la Tierra Alta, en vez de empenarte en ir con el grupo.
— ?Los dos solos? — Se echo a reir, pero amablemente y con un atisbo de sensualidad—. ?Habriamos llegado a k Residencia, amor mio? ?O me habrias llevado a algun lugar secreto donde nadie volviese a saber nada de nosotros?
— ?Te habria importado que lo hiciese?
—Sabes que no..., pero tienes que tener un poco mas de paciencia. Despues...
Sashka no termino la frase, sustituyendola por otra sonrisa que expresaba mas que las palabras.
Cediendo a un subito impulso, Tarod se llevo una mano al hombro, donde la insignia de oro de Iniciado brillaba debilmente a la luz que se filtraba por la ventana. La desprendio y la puso en la mano de Sashka.
—Guardala bien —dijo, con voz un poco temblorosa—. Ella hara que vuelvas a mi.
— ?Oh, Tarod...!
Sashka agarro el broche con tal fuerza que el brillante metal se clavo en la palma de su mano. Era un talisman... y una prenda que demostraria a los escepticos las buenas intenciones de Tarod. Cuando viese su padre que tenia en su poder una insignia de Adepto del septimo grado, ?no se atreveria a castigarla por haberse prometido sin su consentimiento! Y en cuanto a sus companeras Novicias...
Guardo cuidadosamente el broche en la bolsa que llevaba debajo del corpino, y tenia alegre el corazon cuando bajaron la escalera principal del Castillo y salieron al patio. El resto del grupo, formado por unos cuantos Iniciados que debian asistir a una sesion en la Tierra Alta del Oeste y tres mayorales enviados para comprar caballos en Chuan, estaba esperando. Seguia cayendo la llovizna que habia empezado al amanecer, y Sashka se alegro de que hubiesen echado una manta sobre su caballo para conservar seca la silla. Levanto la capucha de su costoso abrigo de cuero para cubrirse los cabellos y se volvio a Tarod.
— Volvere tan pronto como pueda, amor mio. Y te enviare un mensaje desde la Residencia, con el primer correo, para explicarte lo que han dicho mi padre y la Superiora.
Sin importarle que los impacientes jinetes, y probablemente otras muchas personas, estuviesen observando, Tarod atrajo a Sashka hacia si y la beso.
— Estare esperando.
Desde las macizas puertas del Castillo, contemplo como se perdia el grupo a lo lejos, y la cara de Sashka no era mas que una mancha palida cuando ella miro hacia atras. Despues cruzo despacio el patio, sin reparar en la actividad creciente a su alrededor, y volvio a sus habitaciones.
Sentia como si una parte vital de su ser hubiese salido con Sashka del Castillo. Durante los primeros dias de su galanteo, habia luchado contra la fuerza emocional que le some tia a ella y le hacia, por ende, vulnerable; despues no habia podido continuar aquella batalla mental y habia capitulado.
Y la experiencia era mas exquisita, mas incitante y mas dolorosa de lo que habia creido posible. El tiempo, lejos de ella, se eternizaba de una manera horrible; durante los ocho dias transcurridos desde que terminaron las fiestas de la investidura y Keridil se marcho al sur, Tarod habia vivido solo para Sashka. Ahora debia tratar de ocupar su antiguo puesto en el Circulo, que habia descuidado completamente desde la noche en que la joven habia entrado en su vida.
Su dormitorio, solamente iluminado por la luz debil y gris del dia, parecia sombrio y triste. En el antepecho de la ventana, el polvo se acumulaba sobre un monton de libros, y en la revuelta cama, una almohada llevaba todavia la marca que habia dejado la cabeza de Sashka al reposar en ella. Tarod suspiro. Tenia que sacudirse la nostalgia, o su vida seria intolerable hasta que volviese ella. Si podia...
Oyo un sonido, como de una risa breve y burlona, detras de su espalda. Se volvio, pero la habitacion estaba vacia. El pulso de Tarod se acelero, y de nuevo se manifesto un instinto que casi habia olvidado en aquellos dias impetuosos. El timbre de aquella risa, un debil eco irreal que le decia que no procedia de ninguna dimension humana, trajo consigo un recuerdo que, desde que habia conocido a Sashka, habia perdido su significado y su