esta, descendiendo a toda prisa hacia el patio iluminado por las antorchas. Ya al final de la escalera, se detuvo, miro hacia atras... y el creyo que levantaba una mano en ademan de despedida o para lanzarle un beso. Despues, desaparecio.

Incluso los mas obstinados juerguistas habian renunciado al fin a sus cantos y sus bailes, y volvian tambaleandcsse a sus tiendas o se quedaban sencillamente dormidos donde caian, hasta que reino en la Peninsula de la Estrella un silencio solo turbado por el debil murmullo del mar, a cientos de pies debajo de los acantilados de granito.

Cyllan se desperto, sin saber por que, y se encontro envuelta en los pliegues de su unica manta y con la cabeza reposando en la mata de hierba que le servia de almohada. De momento, mientras se desvanecian en su mente los vestigios de lo que debio ser un sueno, no pudo recordar donde se hallaba..., pero en seguida recobro la memoria.

Desde donde estaba podia ver el Castillo y las luces todavia encendidas en su interior. Debia ser muy tarde; las dos lunas se movian ahora hacia el horizonte; la mas pequena parecia balancearse sobre su hermana gemela, y el lejano edificio proyectaba una sola sombra li-gubre.

Cyllan se incorporo, frotandose los ateridos brazos. Algo atraia una parte de su mente; algo inquietante y triste, y miro rapidamente a su alrededor, pero no vio nada alarmante. Esa noche habia elegido dormir a la intemperie en vez de compartir la ruidosa tienda con su tio y sus vaqueros borrachos, que ahora estarian como muertos para el mundo; nada tenia que temer de ellos. Entonces, ?de quien?

Recordo los ultimos acontecimientos. Mas temprano, ha bia conseguido escabullirse por segunda vez y habia vuelto junto a las murallas del Castillo y escuchado los lejanos acordes de la musica de la fiesta de los nobles. Se habia preguntado si volveria a ver a Tarod, pero no habia aparecido ni siquiera un criado, y por fin habia renunciado a su velada y regresado al campamento, donde se habia acomodado lo mejor posible, quedandose dormida de puro agotamiento, mientras el jolgorio continuaba a su alrededor.

Pero el sueno estaba ahora a un mundo de distancia. Solo sabia que habia sonado y que en aquel sueno habia una advertencia. Cyllan habia aprendido hacia tiempo a confiar en los augurios, buenos o malos, y el hecho de que este se negase a revelarle su naturaleza la trastornaba. Algo andaba mal, y no podria descansar hasta que supiese lo que era.

Moviendose con cautela, se sento, aparto la manta y espero unos momentos hasta estar segura de que nadie daba senales de vida en la tienda de los boyeros. Cuando hubo comprobado que todo seguia en silencio, hurgo en una bolsita de cuero que llevaba en la cintura, oculta debajo del sucio jubon, y saco un punado de piedrecitas grises y azules, que el mar habia pulido casi como gemas. Las habia buscado en las tristes playas de las Grandes Llanuras del Este y nunca se habia desprendido de ellas. Eran un catalizador del pequeno poder que habia aprendido a ejercer en sus momentos mas secretos, y si queria resolver este enigma, las piedras podian darle la solucion que buscaba.

Furtivamente, se deslizo hacia el borde del acantilado, donde nadie habia levantado tiendas. Alli no habia arena, pero el suelo era llano y granulado y podia servirle igualmente. Encontro un lugar donde no crecia la hierba, se agacho de cara al norte y aliso la tierra lo mejor que pudo en un tosco circulo, antes de apretar con fuerza las piedras en el puno y ordenar a su mente que saliese de los confines de lo mundano y entrase en un mundo diferente; un mundo donde todo era posible. Durante unos pocos minutos, temio que le fallase su antigua habilidad... , pero entonces sintio en la nuca un cosquilleo que le dijo que su conciencia empezaba, despacio y sutilmente, a cambiar.

Colores extranos giraron detras de sus parpados cerrados; sintio delante de ella una presencia que sabia que era ilusoria, pero a la que no obstante se aferro con fuerza. Las piedras empezaron a moverse en sus manos, como si tuviesen vida propia, y ella las arrojo al suelo en el momento que juzgo oportuno.

Al caer, formaron un dibujo que le era desconocido; lo supo incluso antes de abrir los ojos y verlo con sus sentidos fisicos. Una piedra, la mas grande, estaba sola en el centro, mientras que las otras se habian desparramado en una tosca y excentrica espiral de siete brazos. Mientras observaba fijamente las piedras, sintio resurgir, subita y violentamente, el miedo que le habia producido el sueno, pero su causa seguia ocultandose y, por mucho que se esforzase, no podia recordar siquiera lo mas esencial de la pesadilla. Solamente tenia otro recurso. Cerro los ojos una vez mas y abrio despacio las manos, con las palmas hacia abajo, sobre el dibujo formado por las piedras. Oyo resonar su respiracion en su cabeza; entonces empezo a sentir, entre los dedos extendidos, una pulsacion debil y regular. Fue como si estableciese contacto con los latidos mismos de la tierra, trayendo de ellos un poder que anadir al suyo propio para encontrar el camino hacia la meta que buscaba.

Una imagen fue formandose en su vision interior. Al principio, era demasiado imprecisa para tener sentido, pero al fortalecerse el pulso en lo mas hondo de su conciencia, tambien la imagen adquirio mas intensidad. El mundo real se estaba desvaneciendo; ya no percibia el frio ni el viento ni el duro suelo; se sentia como suspendida en un limbo extrano e imprevisible.

Con sorprendente brusquedad, la imagen astral que tenia delante se definio de pronto. Cyllan se encontro mirando, a traves de lo que parecia una ventana de vago perfil, una habitacion iluminada por una sola antorcha que ardia languidamente en un soporte clavado en la pared. Habia dos personas, y estaban muy juntas: una mujer de largos y hermosos cabellos castanos, y un hombre mucho mas alto, moreno, que tenia un aire en cierto modo familiar...

El corazon se le encogio desesperadamente al reconocer el cuerpo esbelto de Tarod. Si esta vision era real, y no tenia motivos para creer lo contrario, sus propias fantasias habian quedado reducidas a cenizas.

Sin embargo, la razon, luchando por romper este tupido velo de dolor, le recordo que la ominosa sensacion que la habia despertado no tenia nada que ver con sus propios deseos incipientes; habia sido un presagio, y un presagio que hacia que todos los sentimientos personales fuesen futiles y no significasen nada. Mordiendose el labio, se esforzo en concentrarse en el cuadro expuesto a su mirada interior, queriendo comprender, tratando de desterrar los celos inutiles que la agitaban. Y vio que el hombre alto y de cabellos negros se movia y volvia la cabeza, como si pudiese percibir su presencia astral, y a punto estuvo de cortarse la lengua con los dientes cuando, en aquel instante, cambio de forma y, en su lugar, aparecio una cara espantosa, desconocida pero familiar, que le sonreia con malevolencia.

Aquel hombre se parecia tanto a Tarod que hubiesen podido ser gemelos, pero tenia los cabellos rubios como el oro, y un instinto profundo dijo a Cyllan que no era, que no podia ser humano. Su sonrisa se acentuo y ella vio que sus ojos cambiaban de color, que parecia estar hablando pero de manera que no oia sus palabras; de pronto, se sintio sofocada por una niebla pegajosa, mortifera, maligna...

-No...

Su propia voz, surgiendo en una protesta involuntaria, rompio el fragil velo del hechizo, y Cyllan se echo atras y estuvo a punto de caerse mientras el mundo fisico volvia a su sitio y la envolvia con su frio abrazo. Temblando por la impresion de haber recobrado tan violentamente la conciencia, empezo a ponerse en pie... y se quedo petrificada. Habia alguien al otro lado de la Peninsula, mas alla de las tiendas y las carreteras y los puestos de los vendedores. Un personaje alto y tetrico, envuelto en una capa larga o un manto que le cubria todo el cuerpo, la estaba mirando. Un aura peculiar, como los enganosos fuegos fatuos de los pantanos de las Llanuras, resplandecia a su alrededor y hacia que sus cabellos brillasen como el oro.

El corazon de Cyllan empezo a palpitar dolorosamente al sentir de nuevo el miedo que habia experimentado durante el sueno. Se apreto los ojos con las palmas de las manos, sacudio violentamente la cabeza y volvio a mirar.

Alli no habia nadie.

— Aeoris...

Susurro esta palabra entre los apretados dientes, como un ensalmo, e hizo al mismo tiempo, involuntariamente, un signo supersticioso contra el mal. Aunque sus ojos la hubiesen enganado, no asi su mente; fuese real o ilusorio, aquel personaje era significativo. En cuanto a la naturaleza de lo que significaba... eso era otra cuestion, y se necesitarian una mentalidad mas desarrollada y un poder mas grande de los que ella poseia para desentranar aquel misterio.

Temblando, recogio rapidamente sus piedras y volvio corriendo al campamento de los vaqueros. Al mirar hacia el Castillo, le paso por la cabeza la idea de volver alli, buscar al Adepto de cabellos negros y contarle sus presentimientos; pero la rechazo furiosamente. No tenia ninguna prueba, y sus motivos eran demasiado confusos...

Al tumbarse una vez mas en el suelo y arrebujarse en la manta, su miedo era como una pequena brasa que

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